Primera edición: Mayo de 2013
© Dolors González
© Fotografías:
La Fageda
Guillem Valle (página 116)
Pep Botey (páginas 136-137)
© 2013 Editorial Comanegra
Trafalgar, 6 3º 4ª
08010 Barcelona
www.comanegra.com
Diseño de cubierta: Francesc Moret Maquetación: aQuatinta Producción del ePub: booqlab
ISBN: 978-84-18857-66-9
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Prólogo
Un proyecto de locos
El manicomio-almacén de enfermos
Un trabajo útil para los demás
Moldes y contramoldes
Acompañar
La pensión de
Trini Trabajaremos para la gente de Olot
¡Tenemos Seguridad Social!
“Quiero volver a la vida de antes”
Los viveristas forestales de La Fageda
Haremos los mejores yogures de granja
Una fábrica pequeña, como de juguete
“Esto no va a funcionar”
La crisis de los voluntarios
Una marca cargada de emoción
La cadena de sentido
Se precisan cambios
Todo sale a pedir de boca
¿Qué tienen que ver la locura y la empresa?
Fageda Tours
Leche de primera calidad
Primero son las personas
Una historia económica que no ha sido coser y cantar
¿No puedo cobrar más?
El argumento definitivo para cerrar un acuerdo
Una empresa adulta
Un proyecto social maduro
Epílogo
Me llamo Cristóbal Colón y soy presidente de una cooperativa de enfermos mentales que fabrica el yogur La Fageda, probablemente el mejor yogur del mundo…
Esas fueron las primeras palabras que le oí a Cristóbal Colón como participante en el Programa de Perfeccionamiento Directivo (PPD) en el IESE en octubre de 1998. No serían las últimas…
Dieciséis años antes, Cristóbal había decidido embarcarse, de la nada más absoluta, en un deseo de llevar a cabo un proyecto empresarial que ayudara a la integración social de discapacitados psíquicos y personas con trastornos mentales severos.
La formulación conceptual era simple, pero definitiva: desarrollar iniciativas mercantiles que generaran empleos reales, estables y “con sentido”.Cristóbal construye sobre el convencimiento de que el trabajo es la principal vía de inclusión y participación en la sociedad. El trabajo no solo es una actividad vital para el sustento, sino fuente de equilibrio y de seguridad personal a través del desarrollo de la autoestima y de su contribución a la sociedad. Esa autoestima, importante para todos, es definitiva en un colectivo tradicionalmente excluido, o tratado desde el paternalismo, y con una desigualdad de oportunidades manifiesta para acceder al mercado de trabajo. En concreto, los colectivos de personas con discapacidad psíquica o con trastornos mentales severos muestran en España una obscena tasa de desempleo del 80%. Al no poder acceder al trabajo, estos colectivos de personas están en grave riesgo de exclusión. A la exclusión, se suman la marginación y el estigma social… Y al estigma, la pérdida de referencia personal y el aislamiento…
El globo de La Fageda.
Pues bien, treinta y un años después de sus inicios, La Fageda, cumpliendo con su compromiso, ha roto ese círculo vicioso, dando un trabajo retribuido a 115 empleados en el Centro Especial de Empleo y atendiendo a 45 personas en su Centro Ocupacional. La Fageda ocupa al 100% de los discapacitados psíquicos y personas con transtornos mentales severos de la comarca de la Garrotxa en Girona. Otros 120 profesionales trabajan en La Fageda… profesionales que, como suele decir jocosamente Cristóbal, “todavía no tenemos certificado de discapacidad, pero estamos en ello…”. La rentabilidad de las distintas iniciativas mercantiles, entre las que destaca por su dimensión la fabricación y comercialización del yogur, es la base sobre la que se sustenta el proyecto con fin social.
El éxito del yogur es realmente sorprendente, porque en el hipercompetitivo mercado catalán, con marcas líderes como Danone y Nestlé y la pujanza de las marcas de la distribución moderna, la Fageda es ya la tercera marca, con ventas de un millón de unidades por semana, creciendo ordinariamente a un ritmo de dos dígitos en un mercado que permanece estancado. 2.000 puntos de venta en Cataluya tienen en sus líneales los productos de La Fageda, que distribuye un producto natural, fresco y perecedero, con la máxima exigencia logística. Resulta notorio que en la comercialización no se utilizan campañas de publicidad y de promoción (no hay dinero para ello) y que los precios de La Fageda son un 40% superiores a los del líder de ventas y de dos a tres veces superiores a los de las referencias de las marcas de la distribución. Constatación evidente de cómo más de un millón y medio de consumidores catalanes valoran el auténtico “yogur de granja” fabricado en La Fageda.
El modelo de negocio también es de formulación simple y sin espacio a la sofisticación; las mejores materias primas con leche procedente de sus propias granjas, un proceso industrial integrado y pegado físicamente a las vacas productoras y un exhaustivo control de calidad, dan como resultado un yogur menos ácido, más cremoso, con más sabor y sin aditivos. Luego, la distribución en los puntos de venta de alimentación y, finalmente, los consumidores satisfechos y fieles que, a través del boca a oreja, se convierten en los principales “vendedores” del producto.
Difícilmente podría habérseles ocurrido a los rectores de La Fageda algo más difícil que competir con marca propia en un mercado plagado de multinacionales, con gigantescos presupuestos de comunicación, distribución profesionalizada y concentrada y con la exigencia logística impuesta por la comercialización de productos frescos con fecha de caducidad. Pero esa misma dificultad ha obligado a desarrollar las claves de la solidez mercantil del proyecto: producto y marca propia para llegar al consumidor final.
La Fageda no es una empresa de “discapacitados” que maquila sin valor añadido para terceros y que está permanentemente expuesta a las vicisitudes del trabajo ordenado por sus clientes industriales, que desaparecen o se deslocalizan fruto de la crisis o de la competencia internacional. La Fageda tiene producto y marca propios y reconocimiento del mercado, y esas son sus señas de identidad y su fortaleza mercantil última.
La generación de excedentes y los indicadores ordinarios de rentabilidad —precios netos, márgenes brutos, márgenes de explotación, flujos de caja, beneficios antes de impuestos…— se persiguen de forma permanente. En La Fageda es evidente que, a mayor éxito mercantil, mayores las posibilidades de éxito social sostenible. Pero el equilibrio no es nunca fácil; el proyecto empresarial siempre “pide pan” para mejorar su competitividad y su perdurabilidad, y el proyecto asistencial, cuyo indicador básico es la mejora de la calidad de vida del colectivo de discapacitados, ¡también! En La Fageda no hay accionistas que exijan dividendos, ni necesidad de marcar un valor por las acciones, pero sí hay necesidad de generar excedente; de hecho, el excedente es “sagrado”, y el dilema a resolver de forma sensata y prudente es su aplicación entre el “dividendo social” y la “reinversión mercantil”.
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