Detrás del fin último de La Fageda hay un proyecto empresarial fuerte. Pero el éxito de ese proyecto empresarial no es más que un medio para un fin: la integración y la mejora de las condiciones del colectivo al que sirve. La Fageda es, pues, una empresa con fuerte ideología; ideología cuyo primer rasgo se basa en la centralidad de la persona y en sus capacidades, cualesquiera que éstas sean. Por eso en su propuesta de valor no se presentan adornos de la esfera social. No se utiliza la “discapacidad” de sus trabajadores como elemento de sensibilización del consumidor. En el centro de la filosofía de actuación de La Fageda y según palabras de su fundador:
“No existen discapacitados, sino gente con distintas capacidades. En La Fageda el énfasis se pone siempre en las capacidades; nunca en las discapacidades, porque todos servimos para algo, aunque no todos servimos para lo mismo”.
El eje vertebrador de esa apuesta por la “capacidad” es el logro de un trabajo con sentido, adaptado a las características de cada persona. En La Fageda se define un trabajo con sentido como aquél que está bien hecho, es útil para los demás, está hecho con responsabilidad y de forma consciente, y así contribuye al progreso y mejora del individuo como trabajador y como persona.
La persona, toda persona, tiene la capacidad de transformación de la realidad, asumiendo su responsabilidad desde la libertad. Las personas con discapacidad psíquica y/o trastorno mental severo son ordinariamente atendidas en contextos paternalistas que las alejan de cualquier responsabilidad y, por tanto, del uso de su libertad. En La Fageda se quiere acompañar a la persona para que asuma aquellas responsabilidades de las que sea capaz (ni más, ni menos) y de esta manera pueda ejercer la libertad que, como persona, le es propia, y a través de ello, recuperar su identidad y autoestima. Esta creencia es llevada al extremo. El objetivo de la dirección es, por tanto, contribuir a que todas y cada una de las personas den lo mejor de sí mismas, anudando en el acompañamiento personalizado la firme exigencia y la ternura, cara y cruz de la misma moneda que suponen el afecto y el respeto por la persona.
Un segundo rasgo ideológico que está en la base del proyecto es el desarrollo del sentido de pertenencia a la organización. Cada persona tiene una responsabilidad dentro del proyecto, que la lleva a alinear su esfuerzo, su trabajo y su ilusión, con la misión colectiva de la organización, asumiendo plenamente la parte personal de su realización. El proyecto social acaba, por tanto, trascendiendo a cada persona, pasando de la responsabilidad individual a la responsabilidad compartida en un proyecto común. El trabajo con sentido enriquece a la persona que lo desarrolla y al colectivo en el que ésta está inmersa. El sentido de pertenencia y el orgullo de formar parte de ese colectivo y de esa iniciativa es uno de los sentimientos más potentes: sentirse parte de un grupo, de una razón de ser, de una forma de hacer. En La Fageda se aprende a jugar sin balón y para el equipo.
El tercer rasgo ideológico que da singularidad a La Fageda es la vivencia de la integridad, antesala de la confianza. Integridad entendida como la coherencia entre el pensamiento, las creencias y los actos. Integridad es hacer lo que se dice, y también, decir justamente lo que se hace. La integridad casa con la autenticidad y son condiciones fundamentales del desarrollo de la confianza hacia adentro y hacia fuera. De este modo, el “discurso” de calidad hacia el consumidor se corresponde con un control obsesivo por parte de la dirección y la trazabilidad de la producción de leche propia. El “discurso” de centralidad en las personas se corresponde con una dirección volcada en hacerla efectiva por encima de las dificultades ordinarias que suponen las adaptaciones de los puestos de trabajo. El “discurso” del equilibrio con el medio ambiente se corresponde con las políticas y actuaciones explícitas del trato de los animales o la eliminación de residuos. Finalmente, el “discurso” de configuración de Grupo sin ánimo de lucro se corresponde con un equipo de dirección que da ejemplo con la moderación de sus salarios y con un abanico salarial razonable. La confianza interna y externa es fiel reflejo de unas políticas y comportamientos de dirección coherentes con los principios. Porque los principios y valores no se formulan como deseo o como eslogan de marketing superficial, sino como camino, compromiso y vivencia coherente.
Que La Fageda es un caso singular no lo pone nadie en duda. No hay muchos modelos de éxito social con sólidas bases mercantiles que les den independencia y sostenibilidad. Por ello, la iniciativa ha sido objeto de estudio en las escuelas de negocio de medio mundo y ha recibido toda clase de premios y distinciones en diversos foros empresariales y sociales.
Pero los estudios y premios son poca cosa al lado de la mayor singularidad de La Fageda: sus personas; el colectivo de discapacitados psíquicos, los afectados por trastornos mentales severos, sus familias, el equipo asistencial y el resto de profesionales empleados en las actividades mercantiles. Porque en La Fageda cada persona es protagonista del proyecto colectivo y tiene su propia historia, personal e intransferible, ligada al mismo. Las historias de María, Eugeni, Jaume, Rosario, Eudald, Andreu, Jacob, Mamadou… personas reales de carne y hueso, singulares y distintas, con sus contrariedades, adversidades, miedos, ilusiones, esfuerzos, logros… Historias donde descubrir un grupo de gente promotor —Cristóbal, Carme, Rosa, Enrique, Xevi, Antonio…— con iniciativa, con generosidad, magnánimo en sus objetivos, con sencillez, con cabeza y con tenacidad; mucha tenacidad. Una trayectoria de más de treinta años de historia con éxitos y fracasos (unos cuantos…), pero siempre coherente en su camino hacia el destino final.
Prepárese el lector para un soplo de aire fresco que le hará reflexionar sobre la posibilidad de que en las organizaciones mercantiles la persona y su dignidad ocupen el centro. Porque tener dos piernas o ninguna, ver claramente o tener ceguera, razonar con agilidad o hacerlo con tremendas lagunas o alucinaciones, no son más que accidentes que nada dicen de la verdadera esencia de la dignidad humana… Y porque la eficacia y la justicia, aunque algunos se empeñen en oponerlas, son también caras de la misma moneda, mostrando que no están reñidos el pragmatismo y los valores e ideales… Porque hoy, más que nunca, es imprescindible que el gobierno de las iniciativas mercantiles y sociales se confíe a mujeres y hombres justos y, a la vez, eficaces… eficaces y, a la vez, justos.
Historia de una locura empresarial social y rentable: La Fageda , a través del compendio de las historias humanas ligadas al proyecto común, es un excelente ejemplo, que no deja indiferente y que muestra el empeño en poner la economía al servicio del hombre y no al revés (como suele ocurrir en demasiadas ocasiones).
Cristóbal completó con éxito su Programa de Perfeccionamiento Directivo (PPD) y, desde entonces, he disfrutado de su amistad y afecto y de muchas de sus memorables reflexiones realizadas a mis alumnos del IESE, algunas de las cuales se recogen en este libro. En mis visitas a La Fageda me sigue admirando el extraordinario ambiente de fraternidad y optimismo entre todos los empleados y el sincero agradecimiento de ellos y sus familias, verdaderas coprotagonistas de esta historia de esfuerzo, coraje y esperanza.
Animo al lector a disfrutar de estas páginas, que también contribuyen a desterrar algunos de los miedos y prejuicios que provocan los enfermos mentales. De paso, no olvide darse el placer de consumir los yogures, helados y mermeladas de La Fageda (placer único; ¡se lo aseguro!). Finalmente, si tiene un día libre, visite la iniciativa in situ , en el paraíso de La Fageda d’en Jordà en el parque natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa, al lado de Olot (Girona) donde Cristóbal, Carme y toda su gente se desvivirán por hacerle partícipe del proyecto. ¡Vale la pena!
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