HISTORIA DEL POPPER Y FUTUROS QUEER
Primera edición: marzo de 2022
Deep Sniff: A History of Poppers and Queer Futures
All Rights Reserved
Text copyright © Adam Zmith 2021
First published in the UK and USA in 2021 by Repeater Books, an imprint of Watkins Media Limited
www.repeaterbooks.com
© de la traducción: Joan Daròs
© de esta edición: Dos Bigotes, A.C.
Publicado por Dos Bigotes, A.C.
www.dosbigotes.es
ISBN: 978-84-124665-3-9
eISBN: 978-84-125123-1-1
Depósito legal: M-5248-2022
Impreso por Kadmos
www.kadmos.es
Diseño de colección:
Raúl Lázaro
www.escueladecebras.com
Todos los derechos reservados. La reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio, deberá tener el permiso previo por escrito de la editorial.
El papel utilizado para la impresión de Inhalación profunda. Historia del popper y futuros queer es cien por cien libre de cloro y está calificado como papel reciclable.
Impreso en España — Printed in Spain
I. Propósitos indeseables
II. Dos innovadores del cuerpo
III. ¿La creación del hombre?
IV. Sexo / muerte
V. Utopía momentánea
VI. Un placer culpable
VII. YA / AGUANTA / SUELTA
VIII. Antídoto
IX. Los siguientes cuarenta y cinco segundos
Agradecimientos
Notas
Bibliografía
I. Propósitos indeseables
Una mujer elegantemente vestida lee en la exposición, cuando se fija en la criatura. Da un paso atrás y la observa con atención. La figura que la acecha tiene la piel pálida y cubierta de vello negro y lleva un maillot rojo decorado con pedrería brillante. En el este de Londres sería un tío normal con barba. Pero, esta noche, en la galería, es un gimnasta peludo completando una serie de movimientos rodeado de desconocidos .
Una persona con gafas redondas interrumpe su conversación para observar cómo el artista se agacha sobre las manos y las rodillas, presiona el estómago contra el suelo, estira los pies y luego las manos, reproduciendo la extensión de la línea. Una tira blanca y estrecha pegada al suelo. Mide 16,97056274847714 metros y divide el espacio de la galería. Un par de personas beben de vasos desechables y tratan de ignorar al artista, pero se dan cuenta de que están en su trayectoria y este se mueve en su dirección. El gimasta-criatura parece equilibrarse y ser capaz de integrar los giros, las contorsiones, los pies en punta y las rodillas flexionadas en esa línea .
Se trata de la rutina de un gimnasta, sí, pero también la de un bailarín, la de una actriz sobre el escenario, la de una persona intentando vivir, un alma desesperada por llegar a su marca sobre la línea. La longitud es la misma que la de la diagonal de doce por doce metros sobre suelo acolchado en la que las gimnastas suelen exhibir su destreza. La línea es un corsé para su poder, pero también un canal. La criatura aporta todo este significado a la galería en esta noche, la de la inauguración de una exposición colectiva compuesta, en su mayoría, por fotografías y objetos. Mientras los visitantes hablan entre ellos con las obras de arte como decorado, el gimnasta los penetra vestido de licra brillante y sudorosa. Concentrado, sereno, travieso, el artista es Luis Amália y nos muestra una vida sobre la barra de ejercicios .
Amália concibió esta pieza como parte de su continuo trabajo performático, que se desarrolla en varias disciplinas. Su idea es prestar su cuerpo para encarnar a gimnastas y actrices. Lo que siente por ellas es más que afinidad o admiración. Su trabajo no es satírico, ni drag . Cuando sus obsesiones se fusionan en estas maniobras precisas y ensayadas, ya sea en un plató cinematográfico o en un pabellón deportivo, se mueven siguiendo las emociones de Amália. Nunca lo suficientemente bueno. Desesperado por conectar. Esperando a ser juzgado. Y, aun así, completar esta serie de movimientos sobre la línea elimina de alguna forma los sentimientos negativos. Por un momento se libera de ellos.
Si hay algo queer aquí, es una actitud. Cuando observamos a Luis, nos movemos con él, sobre la línea, seccionando el espacio oficial.
Investigar la historia del popper requiere la misma actitud, y por eso este libro empieza con la actuación de Amália de la pieza que llamó «16.97056274847714», que tuvo lugar en Londres durante la exposición colectiva Queer Art(ists) Now en marzo de 2020 1. La historia del popper está llena de docenas de personajes como Amália: diferentes, osados, complicados. Cada vez que Amália actúa, algo en él está «mal». Su cuerpo no binario es velludo, pálido, percibido como masculino. Por el contrario, la textura de su alma es otra: luz y oscuridad, todos los géneros y ninguno. La criatura es hipnótica: una utopía del ser, libre de categorías, destruyendo las expectativas puestas sobre él. Ojalá hubiera visto la actuación de Amália en mi adolescencia, aunque probablemente la hubiera rechazado. Durante mi juventud di demasiado poder a las categorías y a las expectativas y no tenía la valentía de Amália para explorarlas artísticamente o tratar de quitármelas de encima. Hubiera visto la libertad implícita en Amália y le hubiera dado la espalda con preocupación adolescente. Pensar en a quién deseaba me llenaba de pánico. Sentía la presión por ser un «hombre», significara aquello lo que significase. Era extraño ver que los cuerpos de hombre que quería para mí eran también los que quería tocar. Sabía que eso significaba que los demás me pondrían en una categoría concreta y eso me molestaba. La gente me ve como «gay» y como un «hombre». Estas categorías se crearon mucho antes de que yo existiera. Las heredé y tuve que ajustarme a ellas a mi pesar. Hoy en día no me siento cómodo con ellas, pero al menos tengo « queer », que es mucho mejor. En este libro quiero rastrear la multiplicidad contenida en esa palabra y cómo esto nos podría ayudar a encontrar nuestro camino hacia un futuro de potencial y cuerpos desinhibidos. Para hacerlo, necesito saber de dónde viene la idea de las etiquetas «gay» y «hombre» y poder hacerles algunas preguntas. La historia del popper tiene unas cuantas respuestas.
«16.97056274847714» de Luis Amália.
Durante algunos años y hasta 1976, el año en que mis padres se casaron, el sitio en el que encontrar popper en Londres era la farmacia Roland Chemist, en Praed Street. Esta zona, llamada Paddington por la estación de tren, era un barrio populoso lleno de tiendas, autobuses rojos de dos alturas, Ford Cortinas y Austin Allegros. Grandes carteles anunciaban productos de masas como Guinness y Levi’s. Puedo hacerme una idea de cómo era el consumo de popper en aquellos días si me asomo a la ventana de una farmacia pequeña situada en este barrio. Roland Chemist, como cualquier otra farmacia en el Reino Unido, podía vender nitrito de amilo legalmente. El producto era manufacturado por Burroughs Wellcome y se destinaba a la población con problemas cardiacos. El nitrito de amilo se vendía en ampollas de cristal selladas, y sus usuarios tenían que partirlas para que soltaran los vapores del líquido que guardaban en su interior. Esta acción producía un «pop». Así era como el nitrito de amilo y otras sustancias similares se envasaban y usaban antes de la llegada de las botellitas marrones con cierre de seguridad. También fue así como se llegó al nombre con el que se conocería, «popper».
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