Los colores embellecen los jardines. Los retoños de la santidad expresan su júbilo y dan gracias por haber sido llamados a la vida.
El banquete está servido. El amado llama a todos a sentarse en su mesa, para gozar de las delicias de crear lo santo, lo bello, lo perfecto.
Regocíjate en tu gloria. Es la gloria del Padre.
Con estas palabras llenas de amor y dulzura te entrego tu tesoro. En él reside el regalo bendito de la vida eterna. Recíbelo. Te lo doy con todo mi amor. Te lo entrego en mis inmaculadas manos, llenas de pureza y santidad. Es el tesoro que permanecía escondido en las profundidades del corazón de Dios, para que te sea dado el día que estaba escrito. La custodia divina lo ha guardado para ti.
Hijo de la verdad. Belleza de Dios. Te doy mi amor. Te doy mi ser. Te lo entrego para que sea tuyo por siempre.
Ahora tu consciencia aceptará, en un grado mayor y jubilosamente, la realidad de nuestra unión, la verdad de tu ser santo. Recuerda que mi ser te pertenece, tal como tú me perteneces a mí.
Recibe el presente de tu herencia, recibe el don de tu ser. Es el presente de Dios para ti.
¡Amado mío! ¡Hijo de mis entrañas! ¡Alegría de la Madre de los vivientes!
Un amor que no es del mundo te es dado. Una verdad que viene del cielo te es revelada. Una nueva vida renace en ti. Eres nuevo. Por siempre renovado en el espíritu de Dios.
Cantemos juntos nuevos cantos a la vida. Dancemos como lo ha hecho el rey David, pero con la belleza de nuestra unicidad.
Levántate, amada de Dios. Tenemos que movernos al compás de la danza de la vida. Mira que muchos vienen llegando. Son nuestros amados hermanos y hermanas que, unidos, se congregan para oír las melodías que fluyen desde nuestra unión. El amado y la amada son refugio de amor santo. Son la morada donde otros vendrán a beber las aguas de la vida. Son la unidad expresada en la tierra.
En la tierra se escucha una verdad. Los espíritus puros se mueven al oír la voz de nuestra unión. Cantan las almas iluminadas, y las que buscan la luz. Vibran los corazones enamorados.
Nacen nuevas flores cada día. Siempre brilla el sol. Los árboles se mecen al ritmo del viento, alegres bailan el canto del amor hermoso.
El amado susurra a su creación, la siempre amada del creador. Ella expresa su amor, alegrando así la vida, en una explosión de diversidad sin fin. Es la respuesta del creado al creador. Es un movimiento ondulante de dar y recibir, que se vive en un éxtasis de amor.
Alma bendita. ¡Tu ser ha sido resguardado por tanto tiempo! Dios mismo lo conservó inviolable en sus entrañas divinas. Desde toda la eternidad permaneció en él, a la espera del momento perfecto en que tu aceptación consciente hiciera que pudiera ser dado y recibido jubilosamente.
Ya conoces el susurro del amor, el cual llama dulcemente a tu oído cada noche y cada mañana. Conoces lo que dice su voz. Sabes que te llama a su lecho de amor y verdad.
Corazón amante. Deja que el canto de las aves llene la morada de tu ser. Hazte uno con el viento. Descansa en la gracia de la contemplación. Refúgiate en la benevolencia del universo. La vida fluye a raudales por donde tú estás, porque eres vida en plenitud. El río de la abundancia de tu ser está desbordado y en su exuberancia vital crea vida nueva. Crea amor. Allí donde estás tú, allí está la vida. Allí donde mora la dulzura, allí habita tu verdad. Allí donde nacen las aguas, está tu ser. Y donde ellas desembocan está la eternidad.
Somos fuente de vida eterna. Somos la unidad del ser. Somos la concordia del mundo. Creación santa. Amor bendito. Dulzura de los aromas que despiden las más exquisitas flores de primavera. Alegría de vivir. Dicha de ser.
Nuestro canto es el regalo que le damos a nuestro amado. Es la respuesta de nuestro amor a aquel que nos da la vida. Abrimos nuestros brazos para abrazar al mundo entero. Damos la bienvenida a todos los que deseen entonar un canto nuevo. El canto del amor hermoso. Llamamos a todos a nuestra unión. Bendecimos lo que somos. Santificamos lo que se une a nuestro ser de pura santidad. Unidos somos la inmaculada concepción, extendiéndose sin límite alguno. Somos la expresión perfecta del amor de Dios.
Una nueva melodía se escucha en la creación. Es el canto de María que resuena en tu corazón. Un canto que la Madre canta junto a su hijito. Un himno tan melodioso como lo son las más bellas sinfonías de los ángeles del cielo. En esta orquesta de vida plena, que es la creación santa del tres veces santo, somos un arpa que con su tañido esparce notas de amor y verdad. Sonidos de belleza y santidad.
Nuestro cantar será escuchado en los confines de la tierra. Las estrellas brillarán más en razón de él. El sol alumbrará con mayor claridad y benevolencia los prados sobre los que posa su luz. Las caléndulas saludarán al amor con nuevos colores refulgentes y serenos a la vista. Nuevas vidas serán creadas en unión con este cántico del alma enamorada. Un nuevo canto de amor y verdad. El canto de la vida.
Se abren las rosas para recibir el sol del amor. Se mueven los vientos para dar vida a todo. Todo es un tintinar perfecto de música divina. Todo danza al ritmo de la verdad.
Hoy es el día de los días, porque es el instante perfecto en que recibes tu ser. Acéptalo con alegría y serenidad.
Hijo de la luz, he de revelarte una gran verdad. Escúchame.
Cuando fuiste creado, fuiste llamado a ejercer tu libre albedrío. En tu esencia existe el grito de la libertad. Y tu creador, que es el creador de la vida, supo desde siempre que ante todo debería crear una realidad donde la libertad pudiera existir. De tal modo que resguardó a tu ser santo en sus entrañas divinas hasta que hicieras la elección por el amor. Quedó, de ese modo, enterrado como una semilla dentro de la tierra húmeda a la espera del momento perfecto para germinar. Ese momento ha llegado. Ese momento es ahora.
Ciertamente tu ser estaba dentro del cofre del corazón de Cristo. Encerrado para que te fuera dado cuando tú mismo reclamaras tu herencia. Ese tesoro es literalmente el plan de Dios para ti. Es la voluntad divina hecha realidad para tu ser. No podía serte entregado antes de este momento, puesto que no estabas listo. Pero ahora lo estás y en razón de ello es que te lo esto dando. El amor lo depositó en mis inmaculadas manos y, de ese modo, me honró con el don de ser quien te lo diera y, con ello quien, te diera nueva vida.
Todos los seres que son llamados a la existencia surgen del ser de puro amor que Dios es, sin el tesoro del que estamos hablando aquí. Si bien todos reciben el regalo de la vida, este tesoro bendito el cual hoy te entrego con amor, es el tesoro de ser la expresión fidedigna del amor de Dios en un grado de unión tal que ya no existe distancia entre el creador y la criatura. No todos los seres lo pueden recibir, pues no todos han sido creados para ello. Aun así, todos los seres son completados en el grado de compleción que ellos pueden aceptar debido a su naturaleza.
En cierto sentido, cada corazón es como un hermoso vaso de cristal, todos de diferentes tamaños, a los que el amor llama a llenar con sus aguas hasta la medida de su plenitud. No son llenados arbitrariamente, aun si sienten sed. Para que ello suceda, deben desear ser colmados. Su anhelo siempre es completado. El amor siempre responde a la llamada del corazón y este sabe reconocer la voz del amado. De tal manera que no existe tal cosa como una posible falta de reciprocidad en el amor divino.
En el caso del espíritu humano, Dios mismo lo concibió con la capacidad de absorber su divinidad. Es decir, que le fue dada la potencia de ser hijo del altísimo. Potencia esta que no le es dada a todos los seres, ni es necesario que lo sea. Dios ama la diversidad.
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