POETA
Anda y búscate otro esclavo ¿Debe el poeta desaprovechar frívolamente el supremo derecho que la naturales dona? ¿Con qué conmueve él a todos los corazones? ¿Con qué logra vencer todo elemento? ¿No es acaso la armonía la que, saliendo del pecho, anuda el mundo al corazón? Cuando la naturaleza, tejiendo serena, somete en el huzo la longitud infinita del hilo; cuando, provocándonos fastidio, la inarmónica multitud de todos los seres, por entreverarse unos con otros, resuena desordenada, ¿quién, dole vida, divide en intervalos esa serie monótona para que tenga ritmo?, ¿quién atrae lo aislado hacia esa consagración universal en la que tañen magníficos acordes? ¿quién hace que se desencadenen con furor las tormentas y que brille con gravedad el crepúsculo?, ¿quién esparce todas las bellas flores de la primavera por la senda que pisa la amada?, ¿quién trenza insignificantes hojas dándoles la forma de una corona merecedora de todo mérito? La fuerza del hombre puesta de manifiesto en el poeta.
PERSONAJE CÓMICO
Pues usa, entonces, esas fuerzas formidables y emprende tu labor creadora como se emprende una aventura amorosa: uno se aproxima por casualidad, siente y se queda. Poco a poco se ve atrapado y crece la dicha, pero pronto se pelea. Aunque se esté encantado, el dolor viene y, antes de que se repare, se ha acabado la novela ¡Ofrécenos una función de este tipo! Echa mano de la vida en su totalidad. Todos la viven, pero no muchos la conocen; cuando les asombre, les parecerá interesante. Poca claridad con mucho color, mucho yerro y una sombra de verdad, así fermenta la mejor bebida, que a todo el mundo refresca y reconstituye. Entonces se reunirá la flor de la juventud ante tu escena y escuchará atentamente tu mensaje, y toda alma sensible absorberá en tu obra el sustento de su melancolía. Ora este, ora el otro se emociona; cada cual ve lo que lleva en el corazón. Ya están dispuestos tanto a reír como a llorar. Todavía alaban el ímpetu; disfrutan con la apariencia. No hay nada que conmueva al ya maduro, pero el que se está haciendo, siempre lo agradecerá.
POETA
Devuélveme entonces ese tiempo en el que yo estaba aún en formación, cuando nacía siempre un manantial de cantos que salían en tumulto; cuando la niebla me velaba el mundo y los brotes prometían milagros; cuando cortaba las mil flores que llenaban todos los valles de riqueza. No tenía nada y, sin embargo, nada me faltaba: el anhelo de verdad y el placer por la alucinación. Devuélveme el empuje desatado, la profunda y dolorosa alegría, la fuerza del odio y el poder del amor, ¡devuélveme mi juventud!
PERSONAJE CÓMICO
Amigo, sólo necesitarías la juventud si los enemigos te acosaran en los combates; si adorables muchachas se colgaran con fuerza de tu cuello; si a la cabeza de una carrera de velocidad, te llamara a lo lejos la difícil meta; si, después del torbellino de la danza, pasaras la noche bebiendo. Pero hoy, viejo señor, sólo tienes que interpretar con ánimo y gracia el conocido tañido de la lira y, vacilando en dulce errar, avanzar hacia la meta que tú mismo te ha impuesto; pero no por eso te admiramos menos. No es que, como se dice, la vejez nos haga niños, sino que no alcanza siendo aún auténticos niños.
DIRECTOR
Ya habéis intercambiado suficientes palabras; hacedme ver también los hechos de una vez. Mientras os piropeáis se podría hacer algo de provecho. ¿Para qué hablar tanto de la inspiración? Esta no se le presenta nunca al que vacila. Puesto que te las das de poeta, ponte al mando de la poesía. Ya sabes lo que necesitamos: queremos bebida fuertes, ponlas a fermentar inmediatamente. Lo que hoy no ocurra, no estará hecho mañana y no hay que dejar pasar ni un solo día. Cuando se toma la decisión de crear, tiene que hacerse valientemente y, en lo posible, de inmediato; si no se la deja escapar, esta seguirá haciendo efecto, porque así ha de ser.
Sabéis que en nuestros escenarios alemanes cada cual pone a prueba lo que desea. Por eso, en este día, no escatiméis en decorados ni artilugios. Usad las luces del cielo la grande y la pequeña; podéis derrochar las estrella; que no falte ni agua, ni fuego, ni paredes de roca, ni animales, ni plantas. Que entre en la estrechez del escenario todo el círculo de la Creación y vaya, con moderada rapidez, pasando por el mundo, del Cielo al Infierno.
(EL SEÑOR. Las Huestes celestiales. Después MEFISTÓFELE: Se acercan los tres Arcángeles. )
RAFAEL
El Sol templa, a la antigua usanza, el duelo de canto de las esferas hermanadas y culmina con un rayo su prescrito viaje. Su luz da fuerza a los ángeles, aunque ninguno puede dar razón de él. Las nobles y sublimes obras está tan espléndidas como el primer día.
GABRIEL
Y, con una velocidad inconcebible, la hermosa Tierra gira rápida sobre su eje e intercambia el esplendor paradisíaco con la noche profunda y estremecedora. Grandes oleadas de mar rompen en espuma al estrellarse en la honda base de las rocas, y estas y el mar son arrastrados por el rápido y eterno curso de la esfera.
MIGUEL
Las tempestades rugen con el desafío del mar y la tierra, de la tierra y la mar, a su alrededor e, iracundas, van trenzando una cadena del más poderoso influjo. Allí, una desolación ardiente hace brillar la senda que precede trueno; pero tus mensajeros, Señor, admiran el apacible caminar de tu día.
LOS TRES A LA VEZ
Esta visión da fuerzas a los ángeles, porque nadie puede dar razón de Ti y todas tus nobles obras están espléndidas como el primer día.
MEFISTÓFELES
Señor, ya que te acercas otra vez a preguntar cómo nos va todo por aquí, y ya que te agradó mirarme en otros tiempos, estoy de nuevo entre tu servidumbre. Perdona que no pueda hablarte con palabras elevadas, aunque de mí se mofe toda esta reunión; mi patetismo te haría reír, si no te hubieras acostumbrado a dejar de hacerlo. No sé nada sobre el sol y los mundos, sólo veo cómo se atormenta el hombre. El pequeño dios del mundo sigue igual que siempre, tan extraño como el primer día. Viviría un poco mejor si no le hubieras dado el reflejo de la luz celestial, a la que él llama razón y que usa sólo para ser más brutal que todos los animales. Lo comparo, con licencia de Vuestra Gracia, con esas cigarras zancudas que vuelan continuamente, dando saltos, y, una vez que están sobre la hierba, cantan su vieja canción. ¡Si al menos permaneciera en la hierba!, pero no, tiene que meter las narices donde no le importa.
EL SEÑOR
¿No tienes nada más que decir?, ¿sólo vienes aquí a acusar? ¿Es que no hay sobre la tierra nada bueno?
MEFISTÓFELES
No, Señor; sinceramente me parece que allí todo va tan mal como siempre. Compadezco la vida de calamidades que llevan los hombres. Ni siquiera me apetece atormentar a esos desdichados.
EL SEÑOR
¿Conoces a Fausto?
MEFISTÓFELES
¿El doctor?
EL SEÑOR
Mi servidor.
MEFISTÓFELES
Sí; y cierto es que os sirve de una manera muy peculiar. Ni la comida ni la bebida de ese insensato son terrenales. Su inquietud lo inclina hacia lo inalcanzable, pero percibe su locura sólo a medias. Le exige al Cielo las más hermosas estrellas y a la Tierra los goces más elevados y, sin embargo, nada cercano ni lejano sacia su pecho profundamente agitado.
EL SEÑOR
Aunque ahora me sirve en la confusión, pronto lo llevaré a la claridad. El jardinero sabe, cuando el arbolito echa renuevos, que le crecerán ramas y le saldrán frutas.
MEFISTÓFELES
¿Qué apostáis? Todavía habéis de perder si me permitís llevarlo a mi terreno.
EL SEÑOR
Mientras él viva sobre la tierra, no te será prohibido intentarlo. Siempre que tenga deseos y aspiraciones, el hombre puede equivocarse.
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