RAROS
Francisco Rodríguez Criado
ISBN: 978-84-15930-07-5
© Francisco Rodríguez Criado, 2013
© Punto de Vista Editores, 2013
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Índice
El autor El autor Francisco Rodríguez Criado. Es escritor, corrector de estilo y profesor de talleres literarios. Es autor de una decena de libros (novelas, cuentos, microrrelatos, reportajes) y ha sido seleccionado por el crítico Manuel Simón Viola como uno de los veinte narradores extremeños contemporáneos más destacados en la antología Literatura en Extremadura. 1984-2009 (Del Oeste Ediciones, Badajoz, 2010). Colaborador de El Periódico de Extremadura desde 2005 y es el creador del blog NarrativaBreve.com, un lugar de referencia para escritores y lectores. De 2012 es su extraordinariamente bien acogida novela Mi querido Dostoievski, publicada por Ediciones de La Discreta.
Nota del autor
2012
22 de mayo, martes
23 de marzo, miércoles
24 de mayo, jueves
25 de mayo, viernes
26 de mayo, sábado
28 de mayo, lunes
29 de mayo, martes
31 de mayo, jueves
6 de junio, miércoles
12 de junio, martes
13 de junio, miércoles
19 de junio, martes
23 de junio, sábado
25 de junio, lunes
29 de junio, viernes
2 julio, lunes
17 de agosto, viernes
21 de agosto, martes
24 de agosto, viernes
13 de septiembre, jueves
14 de septiembre, viernes
16 de septiembre, domingo
26 de septiembre, miércoles
8 de octubre, jueves
7 de noviembre
14 de noviembre, miércoles
21 de noviembre, miércoles
26 de noviembre
3 de diciembre, lunes
11 de diciembre
14 de diciembre, viernes
20 de diciembre, jueves
Epílogo
Índice de raros
El autor
Francisco Rodríguez Criado. Es escritor, corrector de estilo y profesor de talleres literarios. Es autor de una decena de libros (novelas, cuentos, microrrelatos, reportajes) y ha sido seleccionado por el crítico Manuel Simón Viola como uno de los veinte narradores extremeños contemporáneos más destacados en la antología Literatura en Extremadura. 1984-2009 (Del Oeste Ediciones, Badajoz, 2010). Colaborador de El Periódico de Extremadura desde 2005 y es el creador del blog NarrativaBreve.com, un lugar de referencia para escritores y lectores. De 2012 es su extraordinariamente bien acogida novela Mi querido Dostoievski, publicada por Ediciones de La Discreta.
A José Luis Ibáñez Salas, un apasionado de la Historia y de las rarezas literarias.
Nota del autor
Cierto día de febrero de 2011, José Luis Ibáñez Salas, editor y amigo, propuso que nos reuniéramos para tomar algo en la madrileña Glorieta de Manuel Becerra. Recuerdo que la cita se concretó una tarde soleada, y recuerdo también que yo comenté, nada más sentarnos, que era la primera vez desde la entrada del año que disfrutaba de las bondades de una terraza tras la consabida ola de frío, que entonces, al menos aquella tarde, parecía predispuesta a darnos un respiro.
Durante la charla, José Luis me puso al corriente de su último proyecto profesional, una editorial digital que iba a crear con algunos amigos, apasionados como él por la Historia. Llegado el momento, me preguntó si alguna vez había escrito algo que pudiera ser considerado de temática histórica. Tratando de satisfacer su curiosidad, respondí vagamente. Hice memoria pero no encontré gran cosa, por no decir nada. Le hablé de un estudio sobre literatura judía (que nunca osé terminar), un ensayo sobre el escritor en lengua yiddish Isaac Bashevis Singer, premio Nobel de Literatura en 1968 (que dejé mediado años atrás), y un proyecto del que solo tenía el título (Raros) y los nombres de algunos de sus personajes, los cuales compartían dos características: todos eran reales y todos formaban parte de la Historia del siglo XX.
–La Historia entre bambalinas del siglo XX –dije dándome importancia.
–Escríbelo –me dijo–. Si tiene el nivel de tu última novela, me gustaría publicarlo.
Ese imperativo alentador (“Escríbelo”) me pilló de sorpresa.
Al contrario que muchos presuntos idealistas, yo siempre he tenido en alta estima eso que peyorativamente llaman “literatura de encargo”, que al fin y al cabo es literatura a secas con la particularidad de contar con el respaldo de un editor antes de que el libro en cuestión haya sido escrito. Era todo un honor, pues, recibir esa invitación.
Sin embargo, la propuesta de José Luis llegaba en un momento trascendente y delicado de mi carrera literaria. Erróneamente o no, yo había llegado a la conclusión de que tenía que dar un paso de gigante como escritor, y ese gran paso consistía inexorablemente en dejar de escribir. Convertirme en un Bartleby a lo Vila-Matas, por poco o por mucho tiempo, era mi prioridad. La gran obra que yo tenía en mente en aquel febrero de 2011 cabía en un folio en blanco.
José Luis desconocía que apartarme de la literatura (como escritor, nunca como lector) era el afán de aquellos días. (“Cada día su afán”, dijo algún sabio.) Y él no lo hubiera sabido nunca si no fuera por mi obstinada tendencia a pergeñar notas de autor (que bien mirado vienen a ser una burda excusa por seguir escribiendo). Sí, confieso que lo que realmente me hubiera gustado decirle entonces es (rescato ahora al genuino Bartleby, el de Melville): “Preferiría no hacerlo”.
Yo que soy tan adicto a idear proyectos como alérgico a llevarlos a cabo, lo tenía fácil. Bastaba con pronunciar la citada frase de tres palabras. Pero en vez de inventar alguna excusa con que apoyar mi renuncia melvilliana (más que nada para evitar mostrarme descortés), prometí que lo intentaría. En cualquier caso, pensé sibilinamente que siempre cabía la feliz posibilidad de que José Luis acabara olvidándose de Raros.
No lo hizo. Hombre de energía inagotable, al día siguiente me escribió un email para explicarme que tenía que empezar a organizarme. Me pidió aquello que más detesta un Bartleby a punto de entrar en inacción: compromiso, planificación, actitud… En una palabra: acción. José Luis quería saber el número aproximado de personajes raros de los que me iba a ocupar y un listado provisional con algunos de sus nombres, cuántos capítulos redactaría, cuánto tardaría en escribir el manuscrito, etcétera.
Así las cosas pensé: “Preferiría no hacerlo, pero he de hacerlo, he de hacerlo…”.
No quiero que el lector crea que escribí Raros con pesar o con desgana. Cuando me embarqué finalmente en el proyecto, lo hice con sumo agrado, con tesón, consciente de que, ya en el ruedo, si uno quiere evitar la cornada es necesario poner todos los sentidos y no perder de vista nunca los cuernos del toro. Me recreaba además en la idea de que el empeño de José Luis no abortaba mis planes de retiro monástico-literario, tan solo los retrasaba.
La dedicatoria de este libro no es casual. José Luis Ibáñez Salas ha sido el gran instigador de Raros. Su apoyo, sus inteligentes comentarios y sus palabras de ánimo, redobladas conforme iba leyendo los capítulos que yo le entregaba, consiguieron reinsertar momentáneamente a ese Bartleby imperfecto que llevo dentro.
Asumo todas las torpezas de Raros que pueda adjudicarme el lector, pero en caso de que la lectura de estas páginas se salde con un balance positivo, considérese que la culpa, toda la culpa, la tiene este obstinado editor y amigo. Sin el afán de José Luis Ibáñez Salas yo hubiera abrazado el ansiado silencio y Raros sería otro más de mis muchos proyectos literarios inacabados.
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