«La vida no es un circo, niña.»
«Niña.»
— Niña —Repito en voz alta—No soy ninguna jodida niña.
Me pregunto cuántos años tiene. Seguramente no está casado, porque si lo está su mujer debe de hacer un mal trabajo para que él esté tan malhumorado y serio todo el tiempo.
Hago las primeras dos entregas, una no estaba tan lejos de la otra. A comparación de la última. Me estaba tomando un poco de tiempo llegar al edificio donde debía entregar un paquete, lo que parece ser libros. Me gustan los libros, y más el olor de los nuevos. Pero hace mucho que no leo, ni siquiera tengo tiempo para las citas, aunque de ésas ya tuve suficientes en el pasado.
Hablo de las citas de verdad, aquellas que duran parte de la tarde, noche y hasta en tus sueños, de aquellas que quieres vivir una y otra vez.
Indudablemente el cliente estará furioso cuando por fin dé con su casa. Cuando veo que he llegado al edificio y tengo que dejar mi identificación a los de seguridad en el hall, por fin el aire ha llegado a mis pulmones, es la primera vez que me demoro en una entrega.
—Entrega inmediata Hale—Le digo a uno de los de seguridad que tomó mi identificación hace algunos minutos.
—Acaban de preguntar si no habían venido del correo.
—Lo siento—Le sonrío y mi sonrisa funciona porque él también me sonríe—Creo los Hale ahora estarán felices porque he llegado con su pedido.
—Adelante, señorita Lane.
—Gracias.
Me dirijo hacia el ascensor y mi cabello se ha secado con el viento. Lo arreglo un poco y observo mi atuendo, no sé por qué lo hago, pero de todas maneras me acomodo mi chaqueta y veo la punta de mis converse. Están tan gastados como el alma de muchos, quizás tenga tiempo uno de estos días para comprarme algunos. No hay prisa.
Veo los números que van subiendo y tarareo una canción mientras las puertas se abren en el séptimo piso. Séptimo vaya, para ser un gran edificio cuenta también con los lujos, todo es muy bonito por aquí, no me veo deslumbrada ya que en algún tiempo yo viví en un lugar parecido a éste pagado por mis padres y ahora difícilmente puedo pagarme uno.
Camino hasta la puerta K707 y me rio de forma burlona por el número. El siete es mi número favorito en todo el mundo y no sé por qué. Simplemente me gustan las cosas disparejas, aquello que no tiene mitad, que es único. Así como el siete.
Aprieto el botón del timbre y luego toco suavemente la puerta esperando de todo menos una sonrisa. He venido tarde, la entrega se supone que sería dentro de una hora y me he demorado eso buscando el bendito edificio.
Hay una sensación inquietante dentro de mí que manda mi mirada hacia mis converse de nuevo. Escucho que la puerta se abre y lo primero que siento es un aroma mentolado seguido de un aroma familiar.
Levanto la mirada y por primera vez maldigo que el mundo sea redondo y además de redondo pequeño.
—Derrick—susurro nerviosa.
Derrick me ve de pies a cabeza mientras yo me trago una bola de aire. Permanezco apretando la caja contra mi pecho, hasta que escucho que dice:
—Llegas tarde.
Yo sigo sin decir nada, y no es porque ese tono ya no lo conociera, o porque tiene razón en estar enfadado. No, es porque está luciendo jodidamente caliente mostrando todo su torso desnudo. Y además como lo sospeché, completamente tatuado.
Tengo sed.
Maldita sed. ¡Estoy sedienta! Apuesto que también estoy roja como un tomate.
—Tierra llamando a Kristal—Se burla.
—Eh… yo, lo siento—Tartamudeo y veo hacia otro lado menos a él—Pero ya estoy aquí, señor Hale.
Derrick frunce el cejo.
—¿Señor, Hale?
—Estoy trabajando y además he venido tarde.
Ladea la cabeza como forma de aprobación y me tiende la mano. Le entrego el paquete y a continuación la carpeta. Ésta cae al suelo enseguida al sentir sus dedos rozar con los míos y maldigo para mis adentros.
Mi reacción rápidamente es agacharme para levantar los papeles y veo sus pies, más bien uno de ellos. Me quedo sorprendida al ver que me demoro más de lo que debería. Pero es por darme cuenta de quizás el origen de su mal humor.
Tiene solamente una pierna.
Su pie desnudo es hermoso y además de grande, sus uñas están totalmente limpias y cortas. Al contrario de su prótesis, es una imitación de su pierna izquierda. Casi el mismo tono de piel, pero vacía, no se mueve y un nudo en mi estómago me dice que él es quizás un hombre afortunado. Solamente que no se ha dado cuenta de ello.
—¡Levántate! —Gruñe desde arriba y me incorporo como un resorte. No me intimida su discapacidad, al contrario, tengo mucha curiosidad y necesidad de conocer más a este hombre de mirada triste y cejo fruncido. Me he dado cuenta en un segundo que me gusta, me atrae… me atrae de pies a cabeza.
Es hermoso.
—Lindos tatuajes—Le digo sonriéndole y veo el gran tatuaje tribal con llamas de fuego que empieza desde su pecho izquierdo, rodea todo su brazo y termina casi a la muñeca.
Derrick me ve más extrañado que nunca y le entrego la carpeta indicándole donde tiene que firmar. Le doy el bolígrafo y hoy parece ser mi día de suerte porque el muy jodido no quiere pintar.
—Lo que me faltaba—Rezonga y me ve. Yo le sonrío, no me puedo ir sin que lo firme.
—Seguro tienes un bolígrafo más bonito que el mío con el que puedas firmar.
Resopla.
—Lo que sea para que me dejes trabajar.
Abre más la puerta y entro un poco emocionada al invadir un poco su privacidad. Debe de estar maldiciendo en estos momentos. No solamente me lo tengo que encontrar en todas partes, sino que tiene que soportarme los pocos minutos que estamos juntos.
Desaparece por un pasillo y yo me quedo observando el lugar. Todo rustico, varonil y además triste. Hace falta mucho color por aquí. Es elegante, pero no me equivoqué cuando dije que estaba soltero. Su piso me lo dice y además sus fotografías.
No hay ninguna familiar y además solamente hay paisajes. Tampoco hay de sus compañeros soldados. Me pregunto si es debido a su accidente. No quiero pensar que todos murieron al igual que mi hermano y pensar en ello me pone triste. No debe de ocultar lo que fue, es un héroe, todos los son, no importa qué.
Me doy cuenta que no solamente esconde su vida como soldado, sino que claramente se ve su nueva profesión.
Libros.
Estoy segura que el paquete era uno. Quizá deba preguntarle, o quizás no, ya que dijo que estaba trabajando.
¿Escribirá o venderá? A lo mejor solamente es un hombre que le gusta leer. De todas formas, me gusta.
—¿Tan rápido andas fisgoneando? —Escucho la voz ronca de Derrick detrás de mí, y salto dejando caer uno de sus libros. Lo levanto del suelo y veo la portada tapa dura totalmente en blanco, es una especie de diario, y lo sé porque Derrick camina grandes zancadas hacia a mí y me lo arrebata de las manos inmediatamente.
—Lo siento—Le digo al tenerlo tan cerca de mí. Debería de tener el efecto contrario. Cada vez que lo veo y entre más cerca lo tengo, el efecto es como un volcán preparándose para su gran erupción.
—No toques mis cosas… niña .
Jodida palabra, y jodido él por hablarme de esa manera. ¿Quién se cree que es? No puede hablarme con esa voz cargada de deseo, lo sé por como moja sus labios cerca de mí y juro por todo lo alto que puedo escuchar el latir de su corazón y él el mío.
—No soy una niña—Gruño, viéndolo a los ojos y no mostrándome intimidada, aunque a quién quiero engañar, mis piernas van a doblarse si sigue hablándome de esa manera.
Derrick deja el libro sobre la mesa y de manera desesperada protesta y me toma de la cintura, acercándome más a él.
Читать дальше