—¿Por qué ya no sonríes? —Pregunta el idiota de cabello largo—Me gusta venir aquí porque me gusta tu sonrisa, Sky.
Aprieto mis dientes al escucharlo burlarse de mí y les entrego el menú de mala manera. Por el rabillo del ojo puedo ver al hombre que ha terminado su panecillo, pero ahora lee un periódico.
—Oye, Tom creo que te está ignorando de nuevo—Escucho que dice uno de sus amigos. Así que Tom es el idiota.
Tom busca mi mirada rápidamente y me doy la vuelta, al momento que me doy la vuelta escucho un par de bufidos y algo como “ Qué trasero ”. Reviso que los demás clientes estén satisfechos, hasta que vuelvo a escuchar que el grupo me habla. Veo a Pete que ha regresado con un par de cajas y me obligo a ir por el pedido de ellos.
—¿Qué van a ordenar? —Les pregunto de mala gana.
—¿Qué te parece tu trasero cubierto de chocolate para empezar?
Sus amigos estallan en una gran carcajada y yo ni siquiera parpadeo.
—Te daré una última oportunidad—Sentencio—Si ordenas algo que no esté en el menú le voy a pedir a Pete que te saque a golpes.
—¿El viejo que no puede con las cajas? —Lo señala y veo que el pobre de Pete está apilando un par de cajas con ayuda de un cliente.
—Ten mucho cuidado cómo hablas—Lo amenazo de nuevo—No vaya a ser que tu pedido venga con ingredientes extra.
Su sonrisa se borra y sus amigos se burlan de él.
—¿Qué van a ordenar?
Lo piensan por un momento y Tom sonríe de manera triunfal cuando dice:
—Tus tetas bañadas en chocolate.
Cierro mis ojos e ignoro de nuevo sus carcajadas. Decido mejor recoger los menú y cuando llego al que Tom todavía tiene en sus manos, éste me detiene del brazo.
—Suéltame.
—¿O qué? —Se ríe, pero deja mi brazo libre. No voy a perder mi tiempo aquí así que me doy la vuelta, no sin antes sentir una fuerte oleada detrás de mí y un golpe que hace a Tom quejarse.
Volteo rápidamente y veo a Tom deteniéndose la hemorragia de su nariz con una mano después de haber recibido el golpe del hombre misterioso, cuyos ojos fulminan a los demás y rápidamente ayudan Tom a ponerse de pie.
—¿Qué ibas a hacer, maldito niño? —Veo que levanta el brazo para darle otro golpe, pero por acto reflejo lo detengo.
—¿¡Qué pasa aquí!? —Grita Pete detrás de nosotros y cuando llega donde yace Tom con sus amigos, maldice por lo bajo.
—¿Estaban molestándote de nuevo, Sky?
Digo que sí con la cabeza y no me doy cuenta que sigo sosteniendo el brazo del hombre que me ha defendido de estos idiotas.
—¿Se encuentra bien, señor? —Le pregunta Pete.
—Estoy bien—Responde—Pero él no. Él iba a…
Le cuesta mucho terminar la frase y caigo a una lógica conclusión. Tom iba a tocarme y él lo impidió, seguramente escuchó todo lo que me dijo para que haya sido suficiente y levantarse rápidamente de su mesa y evitar que las manos sucias de Tom llegaran a mi trasero o sabrá Dios dónde más quería tocar.
—Él estaba faltándole el respeto a la señorita—Se arregla para decir.
—¿Ibas a ponerle tus manos sucias a Sky? —Le gruñe un Pete malhumorado—Maldito, niño ¡fuera de aquí todos!
Los tres amigos de Tom lo ayudan a ponerse de pie y se van a regañadientes después de escuchar las amenazas de Pete.
—Yo…
—Sky, ve atrás. Seguramente estás alterada—Me ordena Pete.
Veo al hombre que me defendió y ha vuelto a sentarse en su mesa a continuar leyendo su periódico. ¿En qué momento dejé de sostener su brazo? Cuando quiero acércame para agradecerle, escucho que Emma junto con Pete me llaman y el extraño ha empezado a hablar por su teléfono móvil.
—Estoy bien—Les digo al par de ancianos que siempre se preocupan por mí.
—¿Por qué no me habías dicho que esos idiotas te molestaban?
—Iba a decírtelo, lo prometo.
—Gracias a Dios que el soldado te defendió.
¿Soldado?
—¿Cuál soldado?
Pete señala al hombre y veo de quien se trata. —Es un soldado, los reconozco porque yo también fui uno—Dice con orgullo—Además lleva su chapa de identificación en su cuello, es extraño que no la hayas visto, seguramente se salió mientras te defendía.
Así que es un soldado. Rápidamente mi cara cambia y una vieja imagen viene a mi mente. Mi hermano.
Me trago las lágrimas cuando siento las manos suaves de Emma acariciar mi mejilla.
—¿Estás bien?
—Sí—Miento y sonrío.
—La próxima vez le daremos desayuno gratis—Dice Emma—Te ha protegido de esos malandros.
Yo todavía lo sigo viendo a lo lejos, ahora mantiene su cejo más fruncido de cuando vino. Ni siquiera le he agradecido y tampoco tengo el valor de hacerlo en estos momentos porque la cara de mi hermano no se borra de mi mente ahora.
Un soldado.
—¿Sky? —Llama Emma—¿Qué piensas, querida?
Me rio un poco nostálgica y no quito la mirada de él.
—Pensaba en que es bueno que algunos hayan regresado a casa.
—¡Estoy en casa! —Grito, cuando entro a casa de mis padres. Huele delicioso, el suave aroma a pan recién hecho hace que el apetito regrese a mí. Después del incidente en el café y que el hombre que me defendió desapareciera por arte de magia, no probé bocado.
—Señorita Lane—Me saluda Ken. El hombre que cuida a mis padres desde que me fui. Me sonríe debajo de esas grandes gafas negras y yo lo abrazo.
—Hola, Ken. Has sonreído como te enseñé. Aunque todavía no aprendes a llamarme Sky.
—Lo intento, señorita.
—Kristal, hija—Me saluda mi padre y hundo mi rostro en su pecho cansado.
—He traído las medicinas—Le entrego la bolsa y me da un beso en mi frente—¿Cómo está mamá?
—Ahora bien y cuando tome sus medicinas mejor, muchas gracias.
Mi madre padece del corazón y desde hace tres años que James, mi hermano murió. No ha sido nada fácil para ella ni para nosotros. Más si en unos días es su aniversario y además cumpleaños.
—¿Cómo van las niñas?
Las niñas, se refiere a mis alumnas, las veré dentro de un rato. Estoy un poco agotada el café estuvo lleno durante el desayuno y almuerzo. Ahora debo ir a estirar todo ese estrés a la academia.
—Felices, muy pronto harán su primer recital.
Veo a mi padre un poco nostálgico, ya sé por dónde va.
—No vayas ahí, señor.
—Hija.
—He dicho que no.
—Piénsalo.
—No, papá—Le digo un poco enfadada—No dejaré que me des dinero.
—Pero siempre has querido tu propia escuela.
—Y la tendré, aun así tenga que trabajar doble. Lo lograré ya verás.
—Kristal—Me abraza—Tranquila, hija.
—No vayas a hacer nada estúpido por mí, papá. —Le digo mientras me alejo de él—Iré a ver a mamá.
Subo las escaleras, pero antes me detengo cuando le grito:
—¡Ve preparándome un poco de ese pan!
Al llegar a la habitación de mis padres, veo a mi madre que se incorpora para verme. Su largo cabello canoso y ojos azules igual a los míos me saludan.
—Hola, mamá.
—Sky.
Me arrastro por su cama hasta que estoy acostada sobre su pecho mientras acaricia mi espalda. Se siente tan bien y siempre que estoy en los brazos de mi madre, me siento una niña otra vez. Es la mejor sensación de todas.
— ¿Está todo bien?
—Todo es genial, mamá.
—Sé cuándo mi hija miente.
—No miento, solamente estoy un poco cansada del trabajo hoy fue un día muy duro, ya sabes que nadie se quiere perder los panqueques de Emma.
Mi madre apenas se ríe. Se ve cansada, pero dentro de unos pocos días estará como nueva otra vez.
—¿Cuándo será que dejes de quejarte del trabajo y traigas un chico a casa?
Читать дальше