Arturo Pérez-Reverte - El Asedio

Здесь есть возможность читать онлайн «Arturo Pérez-Reverte - El Asedio» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El Asedio: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Asedio»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El Asedio — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Asedio», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

La calle de Santa Inés está llena de gente que discute las incidencias de la sesión y va de un corro a otro, entrando y saliendo de una fonda que está en las inmediaciones, donde algunos diputados aprovechan para tomar un refrigerio. El grupo que rodea a los americanos sigue al pie de la escalinata del oratorio. Es el más numeroso, y lo integran en su mayor parte comerciantes locales. Sus rostros traslucen inquietud, y en algún caso abierta hostilidad. La propia Lolita siente pocas simpatías hacia cuanto ha oído esta mañana sobre el comercio y los ingleses, por la mucha parte que le toca. También el futuro de la casa Palma e Hijos se juega aquí.

- Ustedes sólo quieren dejar de pagar impuestos -apunta alguien-. Quedarse con el negocio.

Con mucha serenidad, una mano en el bolsillo de la levita, Fernández Cuchillero se vuelve hacia el que ha hablado.

- En cualquier caso, eso sería legítimo -responde-. Así ocurrió en las trece colonias inglesas de Norteamérica. Cada cual pretende mejorar su situación según sus intereses, y la intransigencia es mala consejera… Pero no se engañen. El futuro llega solo. Es significativo que algunas juntas leales americanas, que antes se proclamaban españolas y protestaban por su escasa representación en estas Cortes, se definan ahora a sí mismas como colonias. De ahí a que también reclamen la independencia hay un paso muy corto. Pero ustedes no parecen darse cuenta de ello… Lo de mi tierra es un buen ejemplo. Aquí sólo oigo hablar de reconquistar Buenos Aires, no de atender las razones de la sublevación.

- Pues hay quienes permanecen leales, señor. Como la isla de Cuba, el virreinato del Perú y tantos otros.

Ahora es José Mexía Lequerica quien interviene. Lolita Palma lo conoce porque ambos comparten la afición por la botánica. Coincidieron alguna vez en casa del magistral Cabrera, en el jardín del Colegio de Cirugía o en las librerías de San Agustín. Con fama de filósofo a la francesa, partidario de la igualdad entre americanos y peninsulares, el diputado -esto lo sabe toda la ciudad- vive en la calle Ahumada con Gertrudis Salanova, una guapa gaditana que no es su mujer. Lolita los ha visto pasear, del brazo y sin complejos, por la plaza de San Antonio y la Alameda. A causa de la relevancia política del protagonista, el asunto es una de las comidillas picantes de las tertulias locales.

- No se engañen -objeta Mexía, con su suave acento quiteño-. A muchos en América los retiene todavía el miedo a la revolución de indios y esclavos negros. Ven a la monarquía legítima española como garantía de orden… Pero si se sienten fuertes para resolverlo solos, también allí cambiarán las cosas.

- Lo que hace falta es mano dura -tercia alguien-. Obligar a los rebeldes a acatar la autoridad legítima… ¡Aprovechar la invasión francesa y el secuestro del rey para procurarse la independencia, es una deslealtad y una infamia!

- No, y disculpe -dice el americano-. Es una oportunidad. El mismo caos que vive España facilita las cosas… ¡Ni siquiera aquí hay acuerdo en la forma de conducir la guerra, con nuestros generales, la Regencia y las juntas pisándose unos a otros los fajines!

Silencio general. Embarazoso. Lolita los ve mirarse unos a otros. El propio Mexía parece consciente de haber ido demasiado lejos: mueve una mano en el aire, como para borrar sus últimas palabras.

- Y eso lo dicen ustedes, que son diputados de las Cortes -apunta con amargura Miguel Sánchez Guinea.

El americano se vuelve hacia éste, a quien su padre da golpecitos en un brazo para que no vaya más allá.

- Por eso precisamente, señor -replica, un punto altivo-. Porque la Historia nos juzgará algún día.

Alza la voz uno del corrillo. Lolita lo conoce. Se llama Ignacio Vizcaíno: un asentista de cueros arruinado por la sublevación en el Plata.

- ¡Todo es una conspiración con los ingleses para echarnos de América!

Sonríe desdeñoso Mexía, volviendo la espalda como si aquello no mereciese respuesta. Es Jorge Fernández Cuchillero quien se dirige al exaltado.

- Ni siquiera eso -corrige, tranquilo-. En realidad pocos allí pretendían ir tan lejos. Es sólo una ausencia de sistema… El desastre de una administración anticuada, incapaz y acabada de dislocar por la guerra, que amenaza con romper los lazos de fraternidad que deben unirnos a los españoles de ambos mundos.

Perfora el otro al criollo con la mirada.

- ¿Se atreve a llamarse español, todavía?

- ¡Naturalmente!… Por eso sigo en Cádiz con mis compañeros, representando a mi doble patria. Por eso trabajo en una Constitución buena para ambas orillas, que haga hombres libres aquí y allá. Que ponga coto a los privilegios de una aristocracia ociosa, una administración inútil y un clero excesivo y a menudo ignorante.

Por eso discuto de buen grado con ustedes… Intentando hacerles comprender que si el lazo se rompe, será para siempre.

Abren las puertas en San Felipe Neri para continuar la sesión, esta vez sin público en las tribunas. Alza un dedo Miguel Sánchez Guinea, resuelto a añadir algo antes de que se vayan los diputados americanos; pero un estampido seco, próximo, hace vibrar el suelo y los edificios, interrumpiendo las conversaciones. Como todos, Lolita Palma se vuelve en dirección a la torre Tavira. Algo más allá, sobre los edificios, se alza una polvareda ocre.

- Ésa ha caído cerca -dice el asentista de cueros.

Se disuelven los corros y la gente evita el centro de la calle, apresurada, buscando la protección de las casas cercanas. Alguien comenta que la bomba ha estallado en la calle del Vestuario y tirado abajo una casa. Avivando el paso, Lolita se aleja en dirección contraria, llevada del brazo por don Emilio Sánchez Guinea y escoltada por Miguel. Al mirar atrás ve cómo los diputados, dignos y sin perder las maneras, se dirigen con deliberada lentitud a la escalinata del oratorio.

- Creo que debería bajar un momento, señor comisario.

Rogelio Tizón deja sobre la mesa los papeles que está leyendo y mira a su ayudante: seis pies de carne respetuosa parada en el umbral.

- ¿Qué pasa?

- El número ocho. Puede interesarle lo que dice.

El comisario de Barrios, Vagos y Transeúntes se levanta y sale al pasillo, donde Cadalso se aparta solícito para dejarlo ir delante. Se encaminan así, haciendo crujir el maltratado suelo de madera, a la escalera del fondo, abierta junto a una claraboya polvorienta que da a la calle del Mirador. La escalera es de caracol, y su espiral sombría se hunde en el piso, hasta el sótano donde están los calabozos. Al llegar abajo, incómodo, Tizón se abotona la levita. El aire es húmedo y fresco. La luz que entra por dos troneras estrechas y enrejadas, situadas en alto, no basta para aliviar la sensación de espacio cerrado. Desagradable.

- ¿Qué ha dicho?

- Admite los viajes, señor comisario. Pero hay algún detalle más.

- ¿Importante?

- A lo mejor.

Mueve la cabeza Tizón, escéptico. Cadalso, con sus maneras de perrazo estólido y poco imaginativo, es de sota, caballo y rey. Eso aporta garantías a la hora de cumplir instrucciones a rajatabla, pero también impone limitaciones. El ayudante no resulta un prodigio estableciendo lo que es importante y lo que no. Pero nunca se sabe.

- ¿Sigue en conversación?

- Desde hace casi dos horas.

- Coño… Tiene aguante, el tío.

- Ya empieza a ablandarse.

- Espero que esta vez no se os vaya la mano, como con el de la calle Juan de Andas… Si se repite aquello, tú y tus compinches acabáis picando piedra en el penal de Ceuta. Lo juro.

- No se preocupe, señor comisario -Cadalso agacha la cabeza, huraño, como un mastín fiel y apaleado-. Con la mesa es algo lento, pero no hay problema.

- Más te vale.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Asedio»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Asedio» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Arturo Pérez-Reverte - El Sol De Breda
Arturo Pérez-Reverte
Arturo Pérez-Reverte - La Carta Esférica
Arturo Pérez-Reverte
libcat.ru: книга без обложки
Arturo Pérez-Reverte
Arturo Pérez-Reverte - Purity of Blood
Arturo Pérez-Reverte
Arturo Pérez-Reverte - The Sun Over Breda
Arturo Pérez-Reverte
Arturo Pérez-Reverte - Der Club Dumas
Arturo Pérez-Reverte
Arturo Pérez-Reverte - El maestro de esgrima
Arturo Pérez-Reverte
Arturo Pérez-Reverte - El pintor de batallas
Arturo Pérez-Reverte
Arturo Pérez-Reverte - Corsarios De Levante
Arturo Pérez-Reverte
Arturo Pérez-Reverte - El Capitán Alatriste
Arturo Pérez-Reverte
libcat.ru: книга без обложки
Arturo Pérez-Reverte
Отзывы о книге «El Asedio»

Обсуждение, отзывы о книге «El Asedio» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x