Arturo Pérez-Reverte - El Asedio
Здесь есть возможность читать онлайн «Arturo Pérez-Reverte - El Asedio» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:El Asedio
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
El Asedio: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Asedio»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
El Asedio — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Asedio», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
- Puedo buscárselo, aunque es difícil. Lo leí hace años, en casa de un amigo de Madrid… De todas formas, una cosa es hablar de probabilidades y otra de certidumbres. La distancia entre ambas es grande. Y arriesgada, si la salva la imaginación y no el procedimiento.
Con un gesto negativo, Barrull rechaza la petaca que Tizón le ofrece y saca de un bolsillo del chaleco la cajita de rapé.
- En cualquier caso -prosigue-, comprendo su avidez. Aunque no estoy seguro de que tanta teoría… En fin. Hasta puede ser contraproducente. Ya sabe. Un exceso de erudición asfixia cualquier concepto.
Se calla unos instantes mientras coge una pizca de tabaco molido y lo lleva a la nariz, aspirando fuerte. Después de estornudar y sonarse, mira a Tizón con curiosidad.
- Fue una lástima que se le escapara aquella vez… ¿Cree que sospechó de la trampa?
Niega el policía, convencido.
- No creo. Sucedió de un modo que podía ser casual. Si el asesino actúa en la calle, es normal que tarde o temprano tropiece con alguien que le estorbe un crimen… Era sólo cuestión de tiempo.
- Sin embargo, desde entonces han caído bombas en otros lugares de la ciudad. Con víctimas.
- Ésas no son asunto mío. Quedan fuera de mi jurisdicción, por así decirlo.
Otra mirada pensativa del profesor. Analítica, quizás.
- En cualquier caso, usted no es inocente del todo. Ya no lo es.
- Espero que no se refiera a los crímenes.
- Claro que no. Hablo de esa sensibilidad que lo hace coincidir con el asesino en alguna clase de apreciaciones. De su extraña acercanza.
- ¿Afinidad criminal?
- Por Dios, comisario. Qué horrible suena eso.
- Pero es lo que piensa.
Tras considerarlo en silencio, Barrull responde que no. Al menos, precisa enseguida, no de ese modo. Él cree, porque está científicamente demostrado, que entre algunos seres vivos, o entre ellos y la Naturaleza, se establecen lazos que la razón no alcanza a justificar. Se han hecho experimentos notables con animales, y también con personas. Eso podría explicar tanto las actuaciones premonitorias del criminal, asesinando antes de que caigan las bombas, como las intuiciones del comisario respecto a las intenciones de aquél y los lugares donde actúa.
- ¿Pensamiento a distancia, quiere decir?… ¿Magnetismo y cosas así?
Asiente Barrull vigorosamente, y al hacerlo agita la melena gris.
- Algo de eso hay.
El dueño del café acaba de asomarse otra vez al patio, para ver si continúan allí. Habría que irse, dice el profesor. Antes de que Celis reúna valor y nos eche. Usted, comisario, debe dar ejemplo. Etcétera. Tizón se levanta con desgana, coge el sombrero de bejuco blanco y el bastón, y se dirigen a la puerta mientras Barrull sigue desarrollando su teoría. Él mismo, cuenta, conoció a unos hermanos cuya mutua sensibilidad era tan absoluta que, si a uno lo aquejaba determinado dolor, el otro mostraba los mismos síntomas. También recuerda el caso de una mujer a la que se le abrieron, el mismo día y a la misma hora, heridas que acababa de sufrir una amiga suya en accidente doméstico, a varias leguas de distancia. Y seguro que el propio Tizón habrá soñado cosas que ocurren más tarde, o vivido situaciones con la certeza de que son repeticiones de hechos anteriores.
- Hay ángulos de la mente -concluye- donde la razón tradicional y la ciencia no han entrado todavía. Yo no digo que usted haya establecido un puente con el cerebro y las intenciones del asesino… Lo que digo es que puede, por razones que ignoro, haber entrado en su territorio. En su campo de sensibilidades. Eso le permitiría percibir cosas que otros no alcanzamos a ver.
Han caminado despacio, hasta la calle del Santo Cristo. Van a oscuras, con la única luz de la luna que ilumina las terrazas y torres encaladas sobre sus cabezas.
- Si eso fuera así, profesor, si mis sentidos hubieran creado ese puente, quizá sea… Bueno. Tal vez mi naturaleza esté inclinada a eso.
- ¿Al crimen?… No lo creo.
Da unos pasos Barrull, callado. Parece pensar en ello. Al fin gruñe descartándolo. O queriendo hacerlo.
- Sinceramente, no lo sé. Quizá sea más exacto hablar de capacidad para percibir el horror… Esas cavernas que tenemos dentro los seres humanos… Yo mismo, por ejemplo. Usted me ha hecho notar, y estoy de acuerdo, que cuando juego al ajedrez me convierto en un sujeto desagradable. Cruel, incluso.
- Un desalmado, si me permite la expresión.
Carcajada en la oscuridad.
- Se lo permito.
Más pasos en silencio. Ocupado cada uno en sus consideraciones.
- De ahí a muchachas destrozadas a latigazos hay un largo trecho -dice al fin Tizón.
- Claro. Ninguno de nosotros, supongo, llegaría a eso. Pero usted lleva más de un año obsesionado con este asunto. Tiene razones profesionales, por supuesto. E imagino que también personales, aunque eso no sea cosa mía.
Incómodo, casi irritado, el policía balancea el bastón.
- Algún día quizá le cuente…
- No quiero que me cuente nada -lo interrumpe el otro-. Ya lo sabe. Cada uno es esclavo de lo que dice y dueño de lo que calla… Por otra parte, después de tantos años frente al mismo tablero, he llegado a conocerlo a usted un poco. Lo que busco decirle es que esa prolongada obsesión puede producir ciertos…
- ¿Trastornos?
- Secuelas, es la palabra. A mi juicio, un cazador queda marcado por la caza que practica.
Han bajado por la calle Comedias, hasta la taberna de la Manzanilla. Una rendija de luz se filtra por debajo de la puerta cerrada. Barrull señala el local.
- Ya sé que es usted casi abstemio, comisario. Pero me iría bien enjuagar las encías. Tanta hipótesis me da sed… ¿Por qué no abusa un poco más de sus privilegios, ahora en mi beneficio?
Asiente Tizón, que llama con el pomo del bastón en la puerta hasta que asoma el montañés dueño de la taberna, secándose las manos en su blusón gris. Es joven y tiene aspecto cansado.
- Estoy cerrando, señor comisario.
- Pues espérate diez minutos, camarada. Y sirve dos manzanillas.
Se acodan en el mostrador de madera negra por el uso, frente a las grandes barricas oscuras con vinos añejos de Sanlúcar. Al fondo de la tienda, junto a unos jamones y unos toneles de arenques, el padre del dueño cena papas con chocos mientras lee un periódico a la luz de un candil. Barrull levanta su vaso.
- Por la caza, como dije antes.
Tizón lo imita, aunque apenas moja los labios. El profesor bebe a sorbos cortos, alternando los tragos con dos de las cuatro aceitunas que el montañés ha puesto en un platito. A fin de cuentas, sigue diciendo, el del cazador no es un mal ejemplo: alguien que, tras acechar mucho tiempo a un animal, se moviera por el terreno que éste frecuenta, familiarizándose con los lugares donde bebe, duerme y come. Con sus refugios y costumbres. Pasado un tiempo, el cazador imitaría muchos de esos comportamientos, viendo ese espacio como algo personal, también. Se adaptaría al territorio, haciéndolo suyo hasta coincidir irremediablemente con la presa que busca.
- No es un mal ejemplo -admite Tizón.
Barrull, que parece reflexionar sobre cuanto acaba de decir, mira al montañés, que limpia vasos en el fregadero, y luego al padre que sigue leyendo en su rincón. Al hablar de nuevo, baja la voz.
- Alguna vez, conversando sobre esto mismo, usted recurrió al símil del ajedrez. Y posiblemente tenga razón… Esta ciudad es el territorio. El tablero. Un espacio que, le guste o no, ha llegado a compartir con el asesino. Por eso ve Cádiz como no podemos verla los demás.
Mira el plato, aún pensativo, y se come las dos aceitunas de Tizón.
- Y aunque esto acabe alguna vez -añade-, nunca podrá volver a verla como antes.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «El Asedio»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Asedio» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «El Asedio» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.