Arturo Pérez-Reverte - El Asedio

Здесь есть возможность читать онлайн «Arturo Pérez-Reverte - El Asedio» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El Asedio: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Asedio»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El Asedio — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Asedio», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

- Ha tenido mucho atrevimiento, viniendo aquí de este modo.

- Oh, bueno -el otro hace un ademán vago, abarcando el espacio que los rodea-. Esto es Cádiz, ¿sabe?… La gente va y viene por la bahía. Supongo que para un militar francés no es fácil hacerse a la idea.

Ha hablado con soltura. Un descaro muy español, piensa Desfosseux. Su interlocutor lo observa con atención.

- ¿Por qué accedió a recibirme? -pregunta, al fin.

Ahora le llega al capitán el turno de sonreír.

- Su carta despertó mi curiosidad.

- Se lo agradezco.

- No lo haga -Desfosseux mueve la cabeza-. Aún estoy a tiempo de entregarlo a los gendarmes… No me gusta la idea de verme ante un consejo de guerra, acusado de connivencia con el enemigo.

Una carcajada corta y seca. Desenvuelta.

- No se preocupe por eso. Mi salvoconducto está sellado por el cuartel general imperial, en Chiclana… Además, yo sólo soy un policía.

- Nunca me entusiasmaron los policías.

- Ni a mí los cerdos que matan a niñas de quince años.

Se miran los dos hombres, silenciosos. Sereno y desenvuelto el español, pensativo el francés. Un momento después se inclina éste de nuevo sobre el plano de Cádiz y dirige otro detenido vistazo a las marcas de lápiz, una por una. Para él, hasta ahora, sólo son lugares de impacto. Blancos con éxito, pues en seis de siete casos las bombas alcanzaron la ciudad y estallaron como es debido. Para el hombre que tiene delante, sin embargo, esas marcas son otra cosa: imágenes concretas de siete muchachas muertas después de ser torturadas de modo terrible. Pese a sus reservas sobre la interpretación general del asunto, en ningún momento ha dudado Desfosseux de la veracidad en los hechos puntuales del relato. Nunca confiaría su vida ni su fortuna -si gozara de ella- al hombre que tiene delante; pero sabe que no miente. No, al menos, de forma deliberada.

- Por supuesto -dice al fin-, esta conversación nunca ha ocurrido.

Nunca, repite el otro como un eco, en tono de estar familiarizado con conversaciones inexistentes. Ha sacado una petaca de buena piel y ofrece un cigarro al capitán, que lo acepta pero se lo guarda en un bolsillo -troceado dará mucho de sí-. El viento influye mucho, dice luego Desfosseux mientras mueve una mano sobre el plano. En la trayectoria y en la localización del tiro. En realidad todo tiene que ver: temperatura, humedad del aire, estado de la pólvora. Hasta el calor ambiente, que dilata o contrae el ánima de la pieza, influye en el tiro.

- Uno de mis problemas es, precisamente, que no consigo colocar las bombas donde quiero… No siempre, al menos.

El policía, que ha guardado la petaca y tiene su cigarro sin encender en la mano, señala con él las marcas de impactos en el plano.

- ¿Qué me dice de éstas?

- Un simple vistazo lo indica. Fíjese. Cinco de las bombas cayeron en la parte de la ciudad que nos queda más próxima, agrupadas en su tercio meridional… Sólo esta de aquí fue más allá, casi al límite del alcance posible por esas fechas.

- Ahora llegan más lejos.

- Sí -el capitán compone un gesto de moderada satisfacción-. Poco a poco lo vamos consiguiendo. Y cubriremos toda la ciudad, no le quepa duda. Pero en su momento, ese tiro…

- El callejón de la calle del Pasquín, detrás de la capilla de la Divina Pastora.

- Ése. Fue más afortunado que otros. Tardé mucho en volver a lograr tanto alcance.

- ¿Quiere decir que aquel día no apuntaba a ese sitio?

Se yergue ligeramente Desfosseux, algo picado.

- Señor, yo apuntaba donde podía. En realidad aún lo hago, a veces. Donde puedo… Es menos cuestión de precisión que de distancia.

Ahora el español parece decepcionado. Tiene el cigarro todavía sin encender, entre los dientes, y mira el plano como si hubiera dejado de serle familiar.

- Entonces, ¿nunca sabe dónde van a caer sus bombas?

- A veces sí. A veces no. Lo sabría si conociera todos los datos, tanto aquí como allí, en el momento de cada disparo: poder expansivo de la pólvora, temperatura, humedad del aire, viento, presión atmosférica… Pero eso no es posible. Y aunque lo fuera, no disponemos de la capacidad de cálculo necesaria.

Ha puesto el otro una mano sobre la mesa. Es áspera, chata. De uñas roídas y romas. Un dedo recorre el trazado de las calles igual que si estableciera un itinerario.

- Pues alguien sí la tiene: el asesino. Él consigue la precisión que a ustedes les falta.

- Dudo que sea de manera consciente -Desfosseux se siente irritado por el tono del otra-. Nadie puede establecer eso con semejante certeza… Nadie humano.

Es uno de los problemas fundamentales de la artillería, añade el capitán, desde que fue inventada. Hasta Galileo se ocupó de ello. Averiguar la figura geométrica que siguen los proyectiles bajo unas condiciones determinadas. Y su principal desafío en Cádiz es ése: afrontar los elementos que en un cañón hacen variar la trayectoria de sus bombas. Temperatura del tubo, resistencia y rozamiento del aire, etcétera. Todo eso. Porque una cosa es el aire en reposo, y otra el viento. Los vientos, en este caso. Cádiz es una ciudad donde los vientos tejen un verdadero laberinto.

- No le quepa duda.

- No me cabe. Llevo meses bombardeándola.

El español ha encendido su cigarro inclinándose sobre la vela que arde puesta en la botella. A través de los postigos cerrados -las ventanas de la casa no tienen cristales- llega el sonido de un carruaje que pasa despacio por el camino cercano. Suenan voces de soldados dando el santo y seña, a las que responde la del teniente Bertoldi. A poco vuelve el silencio.

- De ser cierto lo que me cuenta -prosigue Desfosseux-, sólo puede ser cuestión de probabilidades. Ignoro si ese asesino suyo está familiarizado con la ciencia, pero sin duda posee una mente capaz de calcular lo que muchos sabios llevan siglos intentando… Él ve el paisaje con ojos diferentes. Tal vez encuentre cosas, regularidades. Curvas y puntos de impacto. A lo mejor intuye un teorema científico formulado hace un siglo por un matemático llamado Bernoulli: los efectos de la Naturaleza son prácticamente constantes cuando dichos efectos se consiguen en un número grande.

- No sé si lo comprendo muy bien -el policía se ha quitado el cigarro de la boca y escucha con extremo interés-. ¿Habla del azar?

Todo lo contrario, aclara Desfosseux. Él habla de probabilidades. De matemática exacta. Hasta sus actuaciones, el momento y dirección de tiro de sus obuses, dependen de elementos como noche o día, viento, condiciones climáticas y cosas así. Sus artilleros y él, consciente o inconscientemente, también actúan según esas probabilidades.

Se ilumina la expresión del español. Ha comprendido, y por alguna razón eso parece tranquilizarlo. Confirmar lo que tiene en la cabeza.

- ¿Me está diciendo que, aunque ni usted mismo controla dónde van sus bombas, éstas no caen al azar, sino según ciertas reglas, o leyes físicas?

- Exacto. En algún código que los hombres todavía somos incapaces de leer, aunque la ciencia moderna se adentra cada vez más en él, la curva descrita por cada una de mis bombas está determinada de una forma tan exacta como las órbitas de los planetas. Entre ellas no hay otra diferencia que la derivada de nuestra ignorancia. Y en tal caso, su asesino…

- Nuestro asesino -matiza el otro-. Ya ve que está tan vinculado a usted como a mí.

No hay sarcasmo en su tono. Aparente, al menos. Y vaya forma de dejarme enredar, piensa Desfosseux. Sin embargo, a medida que se interna en sus propios razonamientos, el artillero descubre un singular placer en ello. Un enfoque nuevo, atractivo y muy agradable. Parecido a tantear las claves ocultas de un criptograma. De un misterio técnico.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Asedio»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Asedio» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Arturo Pérez-Reverte - El Sol De Breda
Arturo Pérez-Reverte
Arturo Pérez-Reverte - La Carta Esférica
Arturo Pérez-Reverte
libcat.ru: книга без обложки
Arturo Pérez-Reverte
Arturo Pérez-Reverte - Purity of Blood
Arturo Pérez-Reverte
Arturo Pérez-Reverte - The Sun Over Breda
Arturo Pérez-Reverte
Arturo Pérez-Reverte - Der Club Dumas
Arturo Pérez-Reverte
Arturo Pérez-Reverte - El maestro de esgrima
Arturo Pérez-Reverte
Arturo Pérez-Reverte - El pintor de batallas
Arturo Pérez-Reverte
Arturo Pérez-Reverte - Corsarios De Levante
Arturo Pérez-Reverte
Arturo Pérez-Reverte - El Capitán Alatriste
Arturo Pérez-Reverte
libcat.ru: книга без обложки
Arturo Pérez-Reverte
Отзывы о книге «El Asedio»

Обсуждение, отзывы о книге «El Asedio» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x