Así que corté los puntos, y él usó las pinzas para retirar con delicadeza los trozos de hilo. Pequeñas gotas de sangre se formaron aquí y allá, de modo que cogí una gasa antiséptica del botiquín y las sequé. No volvieron a aparecer, y así quedó la cosa. Tras quitarme la goma que había usado para sostenerme el pelo, volví a menear la melena y sonreí radiante.
– No era para tanto -dijo él entre dientes. Luego se convirtió otra vez en poli y abrió la puerta de cada cubículo de golpe, uno a uno, hasta que hubo inspeccionado los seis. Supongo que no podía evitarlo.
Cerré puntualmente a las nueve, y JoAnn se quedó para conocer las cuestiones de seguridad que requería el cierre del lugar por la noche. Con su ayuda, todo fue, bien, el doble de rápido -vaya- y estuvimos listos para marcharnos a las nueve y veinte. Wyatt estudió el exterior antes de salir.
Seguí la ruta larga otra vez, con Wyatt siguiéndome de cerca. Pero no iba a casa, pensé con una punzada. Nunca volvería allí o al menos nunca volvería a ser mi hogar. Tendría que ir a ver la casa; algo en mí me exigía hacerlo. Supongo que es como ver un funeral de cuerpo presente, ver el cadáver para crearte un recuerdo final, una clausura. Aunque crees que tu cerebro va a entender la muerte y en el momento que llega no hace falta nada más, pues no es así. Hay que ver a esa persona muerta y reemplazar el recuerdo vivo por el recuerdo muerto. O algo parecido.
Si Wyatt y yo nos casábamos, su casa sería mi hogar desde ese mismo día. Pero, si no lo hacíamos, tenía que saberlo lo antes posible para poder organizar otras cosas. Cuando volviera a hablar, teníamos que mantener una buena conversación.
¡Dios, había que ponerse las pilas! Si nos casábamos, sería dentro de veintidós días. ¡Sólo tres semanas! ¡Y ni siquiera había escogido la tela para el vestido! Además, aún tenía que hablar con Monica Stevens y con Sally, y conseguir que Jazz y Sally volvieran a juntarse, y de algún modo buscar sustitutos a todas las cosas que había perdido. ¡No me quedaban semanas suficientes!
Como consejo de amiga, no recomiendo a nadie organizar una boda mientras tengas que enfrentarte a un acosador homicida. Las cosas se complican demasiado, así de sencillo.
Wyatt me había dado instrucciones sobre cómo librarme de alguien que te sigue, por lo que antes de llegar a un lugar que ya habíamos acordado por adelantado -una gasolinera en un rincón a mano izquierda- él giró y me dejó sola. El corazón se me aceleró ante la noción repentina de vulnerabilidad, pero no vi ningún vehículo sospechoso detrás, y con eso me refería a algún Chevrolet blanco. No obstante, tenía coches detrás, lo cual quería decir que no estaba libre de peligro. Ella podría haber cambiado de coche y conducir ahora algo del todo diferente. Maclnnes y Forester estaban inspeccionando el registro de alquiler de Malibus último modelo, pero no era exactamente una labor fácil y por el momento no habían dado con nada. Y mientras tanto, ella podría ir conduciendo un Mazda.
Tuve que detenerme en un semáforo, con el intermitente izquierdo encendido, y esperar a que pasara el tráfico que venía de cara. Cuando giré a la izquierda, también lo hicieron otros tres vehículos. Pero giré a la izquierda de inmediato una vez más para entrar en el aparcamiento de la gasolinera, tomé un atajo y volví a tomar la calle por la que habíamos girado, ahora bien, volviendo por donde había venido. Cualquiera que me siguiera tendría que hacer lo mismo si no quería perderme, y eso se notaría mucho.
Nadie me siguió. Respirando con más calma, continué conduciendo hasta donde me esperaba Wyatt.
Fuimos a casa -a su casa- después de eso.
En el momento en que entré en su garaje, el agotamiento se apoderó de mí. La noche anterior habría dormido tal vez un par de horas, y dudaba mucho que Wyatt hubiera conseguido dormir más. Aparte, los dos habíamos quemado mucha adrenalina. Me senté a la mesa y garabateé: Si no te importa, llama a mamá y a papá y ponles al día de todo. Yo voy a darme una ducha.
Wyatt asintió y me observó mientras yo me iba dando tumbos hacia la escalera. Al llegar arriba me volví de forma automática hacia el dormitorio principal, donde había dormido tantas veces con él.
De hecho, ya me encontraba en el baño de ese dormitorio cuando me percaté de mi error y di marcha atrás para volver al pasillo e ir a lo que ahora consideraba «mi» baño. Tras darme una ducha rápida, lavarme los dientes y ponerme crema hidratante -lo habitual-, cogí su albornoz y me envolví con él, casi literalmente, antes de atarme el cinturón lo mejor que pude para que me quedara bien ceñido. Tío, confiaba en que hubiera sábanas en la cama de la habitación de invitados, porque en caso contrario no tendría energías para hacer la cama y tendría que dormir encima de la colcha.
Pero Wyatt me estaba esperando cuando salí del baño, apoyado pacientemente contra la pared opuesta. Llevaba un par de calzoncillos bóxer azul marino y olía a agua y jabón, lo que me decía que su ducha había sido incluso más rápida que la mía, pero, claro, él no se aplicaba crema hidratante, de modo que en cierto sentido no era una comparación justa.
Levanté mi mano de inmediato, y él sencillamente la cogió y la usó para atraerme. Antes de darme cuenta, me había levantado en sus brazos y me estaba llevando al dormitorio principal.
– No vas a dormir sola -dijo con brusquedad cuando le di con el puño en el hombro y le empujé-. Esta noche no. Tendrás pesadillas.
Lo más probable era que llevara razón en eso, pero soy adulta y puedo aguantar yo sólita mis propias pesadillas. Por otra parte, creo en la conveniencia de ponerme las cosas fáciles a mí misma. Paré de dar golpes y le permití que me depositara sobre la cama tamaño gigante.
Tiró de uno de los extremos del cinturón y la condenada cosa se desató. Albornoces… nunca puedes fiarte de ellos. Estaba desnuda debajo, eso no era ninguna sorpresa; como si fuera a ponérmelo si tuviera algún pijama por allí. Wyatt retiró el albornoz y lo arrojó a un lado, luego se bajó los calzoncillos y se los quitó. Pese a mi convencimiento de que no debíamos tener relaciones hasta que hubiéramos aclarado algunas cuestiones, pese a lo cansada que yo estaba, pese al hecho de que aún estaba enfadada con él por encerrarme dentro del coche patrulla -vale, ya no estaba tan furiosa como antes-, Wyatt desnudo era una delicia para los sentidos, todo hombros amplios y musculatura, y bien dotado.
Cuando se deslizó dentro de la cama, yo tuve que hacer lo mismo para no arrojarme por instinto en sus brazos. Bostezó y estiró su musculoso brazo para apagar la lámpara, sumiendo el dormitorio en la oscuridad. Me apresuré a taparme con las mantas, porque él había seguido su costumbre habitual de poner el aire acondicionado tan bajo como para que se formara permafrost sobre cualquier tejido vivo. Acurrucada bajo la manta y con su calor corporal extendiéndose por la cama para calentarme, me puse de costado y me dormí.
Tenía razón en lo de las pesadillas. Mi subconsciente siempre se ocupaba por mí de las malas situaciones, lo cual es algo práctico. Aunque normalmente, no tenía pesadillas de verdad, sólo ese tipo de sueños vividos y perturbadores, aquella noche experimenté una pesadilla real.
No había ningún gran misterio que explicar, no había simbolismos, sólo una recreación directa de mi terror. Estaba atrapada entre el fuego y no conseguía encontrar la salida. Intentaba contener la respiración, pero el humo negro y grasiento se introducía en mi nariz y boca, en la garganta y los pulmones, y su peso sofocante me oprimía. No podía ver, no podía respirar, y el calor era cada vez más intenso, hasta que supe que eso era el fin, que las llamas estaban a punto de alcanzarme, y luego ardería…
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