– Te admiro por ser tan independiente -dijo una de sus compañeras-. Cuando mi marido y yo éramos novios no me separaba de él, por si acaso.
– A mí no me da miedo -dijo Bella, poniendo una mano sobre la pierna de Josh.
Pero al hacerlo notó que él daba un respingo. Genial, ¿por qué no se levantaba y se ponía a gritar a pleno pulmón que no quería que lo tocase?
Pero no podía ser porque ella estaba haciendo su papel. Aunque Josh no supiera hacerlo.
– Sé que mi novio nunca me sería infiel. ¿Verdad, cielito?
Conociendo a Josh, odiaría que lo llamase cielito. Peor para él. Si se portase como tenía que hacerlo, ella no tendría que usar diminutivos.
– Nunca -dijo Josh, con una voz extrañamente ronca.
– ¿Has leído la revista que te di, Bella? -preguntó entonces Cassandra.
– Sí, está muy bien.
Siempre había pensado que leer revistas de novias si una no va a casarse daba mala suerte, pero era una pena no mirar esos vestidos tan bonitos. Además, Cassandra había insistido tanto…
– ¿Sabes una cosa? Creo que deberíamos organizar el banquete al estilo árabe -dijo entonces, burlona-. Yo podría llevar un vestido inspirado en Las mil y una noches y tú irías vestido de jeque…
– Ni muerto.
– Venga, sería muy divertido. Y muy apropiado, además. Tú has pasado mucho tiempo en el desierto.
– Y también paso mucho tiempo en Inglaterra. No pienso ir más allá de un chaqué.
Imaginar a Josh en la iglesia del pueblo de sus padres, esperándola en la puerta… había querido hacer una broma, pero se le encogió el corazón.
Cassandra estaba contando que la suya sería una boda convencional.
– Pero los niños irán vestidos de marineritos y las mesas estarán decoradas con conchas y estrellas de mar.
– ¿Cuándo te casas?
– En mayo del año que viene. ¿Y tú?
«Nunca», estuvo Bella a punto de decir.
– Cuanto antes, mejor. ¿Verdad, Josh?
– Sí -contestó él, levantándose abruptamente-. Se está haciendo tarde. Deberíamos ir a cambiarnos.
Aisling se levantó también.
– Sí, será mejor que despierte a Bryn.
Genial. ¿Por qué no anunciaban públicamente que estaban buscando una excusa para quedarse a solas?
Humillada por el brusco rechazo de Josh, Bella se levantó, con los ojos relampagueantes.
– Yo también voy. Tengo que ducharme.
Tomó su mano para salir del bar, pero en cuanto estuvieron en el pasillo Josh la soltó. Bella dejó escapar un suspiro. Era una pena sentirse triste en un sitio tan romántico. Tenía» que hablar, se dijo.
– ¿Quieres que vayamos a dar un paseo por la playa?
– ¿No querías ducharte?
– Sí, pero no hay prisa.
– Deberías haberte quedado en el bar. Parecías estar pasándolo muy bien.
Bella empezaba a perder la paciencia.
– Se supone que soy tu prometida, Josh. Y ninguna prometida dejaría que su novio se fuera con otra.
– No iba a ninguna parte con Aisling. Ha ido a despertar a Bryn.
– Pues tengo la impresión de que la gente no piensa lo mismo. Sólo llevamos aquí un par de horas y las has pasado con ella.
Habían llegado a su habitación y Josh sacó la llave del bolsillo de la camisa.
– Aisling y yo trabajamos juntos.
– Ya, claro, pero se supone que tu prometida soy yo.
– Por favor, Bella, si acabamos de llegar…
– Mira, sólo digo que no eres un prometido muy convincente -lo interrumpió ella, quitándose el pareo-. Das un respingo si te toco, te pasas las horas con Aisling y no quieres saber nada de mí. Si no quieres que esté aquí, puedo marcharme.
Josh se pasó una mano por el pelo.
– Lo siento. Tienes razón. No se me da bien fingir, ya lo sabes.
La exasperación de Bella desapareció al ver su expresión de derrota.
– No, es culpa mía. Sé que esto es duro para ti. Es fácil decir que debes seguir adelante con tu vida después de que Aisling te haya dejado, pero cuando de verdad amas a alguien resulta muy doloroso tener que olvidarlo. Te entiendo, de verdad.
– Eso parece -murmuró Josh.
– Espero que no lo pases muy mal -dijo ella entonces, buscando un cepillo en su maleta.
Josh la miró, medio desnuda en una habitación con una cama de matrimonio…
– Creo que va a ser mucho más difícil de lo que esperaba.
Bella se sentó en la cama y empezó a cepillarse el pelo vigorosamente. A pesar de todas las mascarillas y las cremas, lo tenía lleno de nudos por el agua salada.
– ¿Sabes una cosa? Creo que no deberías rendirte. A Aisling le gustas mucho. Ahora está con Bryn, pero… ¿quién sabe? Yo creo que dentro de un par de semanas le dirá que se vaya con su mujer. Y entonces volverá contigo.
Josh la miraba con las manos en los bolsillos del pantalón.
– Entonces, ¿sólo tengo que ser paciente?
– Si eso es lo que quieres, sí.
– ¿Y tú, Bella? Hasta ahora no he sido buena compañía para ti. Y lo siento.
– No te preocupes, lo entiendo -sonrió ella-. Estoy en las Seychelles, ¿qué más podría pedir?
– ¿A Will?
Bella, que estaba buscando algo en la maleta, se detuvo inmediatamente.
– No se puede tener todo. A veces uno tiene que conformarse.
Josh pensó en ello por la noche, mientras intentaba dormir. La luz de la luna entraba a través de las persianas y Bella estaba de espaldas a él, con el pelo extendido sobre la almohada, respirando acompasadamente.
Sólo podía mirarla de ese modo cuando dormía.
Durante la cena estaba guapísima, pero no había podido mirarla como deseaba. Había demasiada gente alrededor, demasiada gente buscando su atención, demasiada gente entre Bella y él.
Llevaba un vestido rojo sin mangas y unas sandalias de tacón. Josh no sabía mucho sobre moda femenina, pero se daba cuenta de que el vestido la convertía en el objeto de todas las miradas.
La vio reírse, charlar con todo el mundo… Aparentemente, no pasaba nada si ella no le hacía ni caso, pensó, irritado.
Pero era difícil no admirarla. Llevaba con aquella gente menos de veinticuatro horas y ya se había hecho amiga de todo el mundo. Y, no sabía si a propósito o por casualidad, sobre todo de los ejecutivos que eran clave para conseguir el contrato con la C.B.C. Todos le decían lo encantadora que era Bella, lo guapa que era Bella, lo simpática que era Bella.
Como si él no lo supiera.
Debería estar encantado y agradecido. Pero lo único que deseaba era estrecharla entre sus brazos y decirle a todo el mundo que era suya. Como no podía hacerlo, se limitaba a sonreír.
Y cuando subieron a la habitación, peor todavía.
Unos días antes se habrían reído y Bella habría criticado a todos y cada uno de los invitados. Pero aquella noche se quedaron en silencio, sin saber qué decir.
Josh se puso un pantalón de pijama y ella un camisón que, seguramente, había elegido a propósito porque era blanco, de algodón, por encima de la rodilla. Nada de encajes, nada de transparencias. Y, sin embargo, la hacía parecer increíblemente deseable.
Oyendo el murmullo del mar e intentando no pensar en quitarle aquel camisón mientras se cepillaba los dientes, Josh esperó en la terraza. Cuando quiso darse cuenta, Bella ya estaba en la cama, tapada hasta la barbilla.
– ¿Tienes frío? Puedo quitar el aire acondicionado si quieres.
– No, estoy bien.
Josh se metió en la cama. Podía tumbarse sin tocarla en absoluto, pero la sabía tan cerca…
– ¿Quieres que apague la luz? -preguntó, con una voz que no parecía la suya.
– Sí, gracias.
Con la habitación a oscuras, sólo el sonido del aire acondicionado los acompañaba.
– Esto es muy raro.
– Lo sé -dijo ella-. Menos mal que somos amigos, ¿verdad? Imagínate lo que fue para Phoebe, que acabó compartiendo cama con un completo extraño.
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