Sam asintió.
– Eso es. Los típicos comentarios de preocuparnos con cosas como si tienes frío o calor o si puedo hacer alguna cosa por ti… ya sabes.
– Muy bien -comentó ella-. Y también podemos fingir la típica mirada de admiración por algo que acabamos de descubrir del otro y que no sabíamos. Por ejemplo: «¿Sabes navegar? ¡Oh, qué maravilla, pero si adoro navegar!»
Sam asintió.
– Y yo te miraré como se miran los amantes, que parecen estar pensando lo guapa que es su novia y ponen cara de imbécil.
– Sí… como si estuvieras completamente enamorado de mí -dijo ella-, con la boca y los ojos muy abiertos -al decirlo, le hizo una demostración y sacó su labio inferior lascivamente.
Él se aclaró la garganta y ella confió en que no significara que se estaba resfriando.
– Creo que está todo claro.
– Siento haber interrumpido tu trabajo.
– No te preocupes.
Ella volvió a su ordenador y él a sus papeles.
– Charlene -Sam hizo un gesto con la cabeza-, Phil, os presento a Hope Summer.
– Siento el motivo por el que he sido invitada, pero os lo agradezco igualmente. Sam me ha hablado mucho de vosotros.
Sam la miró sorprendido por el acertado comentario.
– Nos alegramos mucho de que hayas podido venir después de avisarte con tan poco tiempo -contestó Charlene.
La mujer del jefe de Sam era una mujer voluptuosa que llevaba el vestido adecuado y que lo miraba con evidente deseo. Este fingía no darse cuenta, pero era difícil no fijarse en su explosivo cuerpo. ¿Se habría operado el pecho y se habría hecho una liposucción en las nalgas? Se lo preguntaría a Sam luego.
– Por favor, entrad -continuó Charlene-. Poneos cómodos. Sam, tú ya conoces a casi todo el mundo.
– Sí -añadió Phil-. Es un día triste para todos, pero sé que Thaddeus habría querido que siguiéramos con nuestro… ¡Harry! -exclamó, extendiendo su mano, perfectamente cuidada, hacia delante-. ¿Qué tal el golf?
Sam colocó una mano en el codo de Hope y la llevó hacia el magnífico salón. Un espacio de suelo de mármol y techo alto, con grandes ventanales. Al entrar, se encontraron con otro de los invitados.
– Cap, ¿te acuerdas de Hope?
– No, y estoy seguro de que me acordaría.
Al decirlo, su rival en el Departamento Corporativo miró al escote de Hope. Sam siguió su mirada y sus ojos se clavaron en los senos claros que asomaban bajo el encaje del vestido.
Sam soñó momentáneamente con dar un puñetazo a Cap en la mandíbula. Y no solo porque Cap hubiera sido invitado antes que él a aquella reunión, lo que era una mala señal.
– ¿Quieres una copa, cariño? -le preguntó a Hope.
– Prefiero un agua mineral con gas, amor -replicó ella, dirigiéndole la maravillosa sonrisa que Sam esperaba-. Con lima. Prefiero empezar suave -añadió, dirigiéndose a Cap mientras Sam ya se dirigía por las bebidas-, especialmente durante las vacaciones.
La zona de las bebidas estaba cerca y Sam volvió enseguida.
– … tuberías. Trabajo en tuberías -estaba diciendo justo en ese momento Hope.
– ¡En Palmer! -exclamó Cap, bastante asombrado-. Qué casualidad. Nuestra firma…
– Lo sabe -interrumpió Sam con brusquedad-. El mundo es pequeño, ¿eh?
– ¿Y cómo os conocisteis? -preguntó Cap, que parecía cada vez más interesado.
– Conocí a Sam a través de… -empezó Hope.
– Amigos mutuos -aseguró Sam-. Y por primera vez, nuestros amigos hicieron algo sensato -entonces Sam le dirigió a Hope la sonrisa idiota que habían practicado en el coche.
– Bueno, me alegro mucho de haberte conocido.
Y Cap, «la Serpiente», los dejó y se fue hacia el grupo de invitados para buscar a alguien más débil al que ofrecer su manzana. Sam, «el Tiburón», decidió dejarlo marchar indemne… por esa vez.
– Ya hemos tumbado a otro. ¿Quién será el próximo? -preguntó Hope, hablando en voz baja.
– Parece que Charlene se acerca para una segunda ronda.
– Sam, tú serás hoy mi pareja en la mesa. Tú amiga…
– Hope, Hope Summer -dijo Sam.
– Hope Summer se sentará entre Cap, ya lo has conocido, ¿verdad? -la mujer miró brevemente a Hope-, y Ed Benbow.
– ¿Vamos a cenar ya? -quiso saber Sam.
– Muy pronto, no seas impaciente -contestó ella, insinuándose-. Ed, ven a conocer a…
– Hope -dijo Hope.
– Summer -añadió Sam.
– Ha sido una ocasión triste la que nos ha traído aquí -dijo Ed.
Hope se volvió hacia Sam.
– Yo ni siquiera conocí a…
– Thaddeus -dijo Sam.
– Un buen hombre -murmuró Ed-. Muy simpático.
Sam le pasó una mano a Hope por detrás de los hombros.
Era importante, por supuesto, comportarse como si él y Hope fueran amantes. O por lo menos, como si estuvieran a punto de serlo. Pero cuando se apoyó en él, Sam notó el escalofrío de placer que recorrió el cuerpo de ella. Así que le entraron ganas de susurrarle al oído que en realidad sería una buena idea el hacerse amantes. Ese estremecimiento de Hope había despertado en él al monstruo dormido que llevaba dentro. Lo malo era que no estaba dentro de él, sino que estaba fuera y todo el mundo podía verlo.
– ¿Cuánto hace que conoces a nuestro querido Sam?
– Unas semanas -contestó Hope-. Lo suficiente para saber ya que el trabajo es lo más importante para él.
– Así es Sam -afirmó Ed.
Sam estaba moviendo la mano que tenía sobre los hombros de Hope de un modo natural cuando, de repente, sintió que le tiraban del otro brazo.
– Sam, quiero enseñarte mi nueva orquídea -le dijo Charlene, agarrándolo del codo-. Así dejaremos a Ed y a…
– Hope -repitió una vez más Sam, mirando a Hope con desesperación.
– Eso, Hope… tienes que darle la oportunidad de que haga nuevos amigos.
– Me encantaría ver la orquídea -dijo Hope con entusiasmo-. ¿Te apetece venir a ti también, Ed? ¿Te gustan las orquídeas?
– A mi mujer sí. ¡Tanya!
Una rubia explosiva que tenía la mitad de años que Ed dejó el grupo con el que estaba y se acercó a ellos.
– ¿Qué pasa, cariño? Hola -dijo, extendiendo la mano hacia Hope-. Soy Tanya Benbow. ¡Hola, Tiburón! ¿Qué es lo que sucede?
– Vamos a ver las orquídeas de Charlene -le explicó Ed-, y pensé que no querrías perdértelo.
El alegre grupo se dirigió al invernadero, conducidos por Charlene, quien había abandonado su comportamiento femenino y parecía ir marcando un paso militar.
Sam miró a Hope y le guiñó un ojo.
– Lo hemos hecho muy bien esta noche, ¿verdad?
Acababan de llegar al edificio donde vivía Hope y se estaban despidiendo en la entrada.
– No te sorprendas tanto -dijo Sam, sonriendo con expresión pensativa-. Lo mejor fue cuando atacaste el pie de Charlene, que me estaba subiendo por la pierna…
– Pero como estabais lejos, creo que también le di un golpe a Ed en la rodilla. Aunque, en cualquier caso, mereció la pena.
– Y la expresión que puso ella cuando se encontró con tu pierna…
Hope recordaba perfectamente el momento y había tenido que ponerse a trabajar en el ordenador a la vuelta para olvidarse de la sensación que tuvo al tocar la pantorrilla de Sam con sus pies.
– Sí, mereció la pena -repitió-. Por otra parte, sus orquídeas eran preciosas.
La risa de Sam fue como chocolate caliente en aquella noche fría.
– Así que gracias por esta interesante noche -se despidió Hope.
Sam agarró la mano de ella y se la apretó cariñosamente.
– Confío en que haya más.
– Poco a poco. De momento, esta noche ha salido bien. Ahora te toca acompañarme a mí.
Читать дальше