Él sonrió débilmente.
– Esa es una de las razones por las que te he pedido que vinieras. Sé lo leal que eres a la empresa y estoy seguro de que puedo contar contigo.
Hope, en ese momento, no pudo evitar sentirse culpable por lo de los e-mail.
– Gracias, es cierto. Ya sabes que Palmer es como mi familia.
– Lo sé, y tu lealtad se verá recompensada.
Ella contuvo el aliento. ¿Estaría insinuando que iban a asignarle la vicepresidencia?
– Palmer siempre ha sabido recompensar generosamente la dedicación de sus empleados -aseguró Hope.
Y era cierto. Ella ganaba más dinero del que podía gastar.
– ¿O sea qué puedo seguir contando contigo pase lo que pase?
Algo en el tono de él la alertó.
– Por supuesto. Pero, ¿qué es lo que puede pasar? Sé que estamos en un aprieto, pero al menos podemos estar seguros de que no han sido nuestras cañerías las que han fallado.
– Por supuesto que no -dijo él en un tono sombrío-, pero me temo que hay alguien en Palmer que no es tan leal como tú. A pesar de que no quiero acusar a nadie, lo cierto es que han ocurrido ciertas cosas.
«¿Quizá algo relacionado con tus e-mails y tus reuniones secretas?», se preguntó ella en silencio.
– Lamento oír algo así.
– Por otra parte, tu amigo va a representarnos en el juicio. ¿Sigues saliendo con él?
– Sí, pero por el momento no hay nada serio entre nosotros. Los dos estamos demasiado ocupados.
Él pareció no oír lo que ella acababa de decir.
– Parece que es un joven muy prometedor con un gran futuro en Brinkley Meyers. Además, contigo ahí para recordarle que sus intereses están ligados a los de Palmer…
Hope estaba cada vez más alarmada. Empezaba a sospechar que la repetida utilización de la palabra «lealtad», podía significar que le estuviera preguntando si estaba dispuesta a defender a Palmer pasara lo que pasara, y ella no estaba tan segura. Aunque eso le costara la vicepresidencia.
¿Y Sam? ¿Hasta dónde estaría dispuesto a llegar para hacerse socio de su empresa?
Sí, empezaba a estar segura de que había algo turbio en el caso de Magnolia Heights. Pero en cualquier caso, eso no tenía que ver con ella.
– Benton, hasta ahora he creído ciegamente en que nada había podido pasar con nuestras cañerías. Sin embargo, tus palabras están empezando a alarmarme. ¿Había algún defecto en esas cañerías?
– No -contestó él, mirándola a los ojos-. No había ningún defecto.
Luego se puso en pie y ella se dio cuenta de que daba por concluida la reunión.
– Y si oyes algún rumor que diga lo contrario -añadió Benton-, debes venir a contármelo directamente. ¿Lo harás?
– Por supuesto.
Si ella consideraba que él tenía que enterarse, claro.
La sensación de que su jefe le había ofrecido la vicepresidencia se hizo más fuerte cuando «San Paul, el Perfecto», salió algo más tarde con gesto sombrío del despacho de Benton.
Pero Hope no sintió ninguna satisfacción. Tenía la sensación de haber hecho… trampa. A pesar de que sabía que era ridículo.
Aquella noche, llegó a casa exhausta, tanto física, como emocionalmente. Mientras subía en el ascensor, le entraron ganas de llamar a Sam para pedirle que fuera a verla y le hiciera alcanzar otra vez la pasión que habían compartido durante el fin de semana.
Pero al abrir la puerta de su apartamento, oyó un ruido extraño. Era agua cayendo.
Temiéndose lo peor, revisó la cocina y el baño en busca de algún escape. Sin embargo, no encontró nada anormal.
Al volver al salón, se dio cuenta de que el ruido procedía de allí. Se trataba de otro invento de Maybelle. Detrás del sofá, había colocado una fuente, donde una pequeña cascada de agua caía al lado de un bonsái.
Entonces recordó la sensación de angustia al pensar que se trataba de algún escape de agua. En un segundo, habían pasado por su mente los desperfectos que aquello podía haber supuesto para el suelo y las paredes de su apartamento. Después de lo cual, comprendía mejor la angustia por la que debían de haber pasado los inquilinos de Magnolia Heights.
Eso la hizo decidirse a ir, al día siguiente, para ver el estado de las casas personalmente.
Luego llamó a sus hermanas.
– ¿Con quién estabas anoche? -Comenzaron a preguntarle las dos al mismo tiempo-. ¿Con Sam? Estupendo.
Mientras ellas seguían hablando, Hope conectó el altavoz del teléfono.
– ¿Qué es eso? -preguntó Charity.
– Me parece que es agua cayendo -añadió Faith.
– Es que estoy en las cataratas del Niágara -dijo Hope, sonriendo cuando sus hermanas comenzaron a chillar-. Solo estaba bromeando -añadió cuando se calmaron.
Después de colgar, decidió poner la estrella en lo alto del árbol. La había hecho con goma espuma y pintura dorada. Y con amor.
Entonces le vino a la cabeza el fin de semana. Solo de pensar en Sam, se sentía excitada.
De repente, sonó el teléfono y ella adivinó que se trataba de él. Quizá hasta había sido ella quien hubiera provocado la llamada al pensar en él.
– Hola.
– Hola, Sam -contestó ella mientras sentía cómo le ardía la sangre solo de oír su voz.
– ¿Qué tal te ha ido el día?
– Bien, ¿y a ti?
– Bueno, ya he empezado a trabajar en el caso.
Hope se preguntó dónde estaría. ¿Estaría todavía en el despacho o se habría ido ya a casa? Al fondo, se oía una voz y, de repente, le entraron unos celos irracionales al pensar que podía estar con alguna amiga.
– Creo que no va a ser sencillo. Hay muchos intereses en juego -añadió.
– Sí, pero lo único que tienes que demostrar es que Palmer no es la culpable, ¿no?
– Parece que estás empezando a pensar como si fueras abogado -bromeó él.
– No, estoy pensando como la posible vicepresidenta de Marketing. Creo que en ese sentido, estoy siendo un poco egoísta.
– Yo también. Por cierto, ¿vas a dedicar la noche de hoy a ponerte la mascarilla y lo demás?
– No -respondió ella, sorprendiéndose a sí misma-, creo que voy a tomarme la noche libre.
– Haces bien.
– Es más, creo que tampoco voy a cenar una bandeja de comida precocinada de esas para ver la tele. Voy a pedir comida india.
– ¿Para uno o para dos?
Hope fijó la mirada en la estrella del árbol y volvió a sentir los brazos de Sam sobre ella.
– Creo que será más interesante si pido para dos.
– De acuerdo. Entonces te veo en…
Pagó la carrera en silencio y se bajó del taxi. Luego fue hacia la puerta del edificio de Hope con una caja de dulces navideños.
– … dos minutos.
Despertarse junto a Sam era demasiado bonito para describirlo con palabras. Pero aquella fría madrugada de invierno se despertaron pronto, cuando aún no había amanecido. Hope pensó que quizá debería mencionar a Maybelle que buscara unas cortinas para el dormitorio por si acaso… Sam seguía con ella cuando llegara la primavera.
– ¿Qué hora es? -preguntó él, bostezando.
– Las cinco.
– Hay que ponerse en pie con energía.
– Conque nos pongamos en pie, ya será bastante.
Él se dio la vuelta y abrazó su cuerpo desnudo. Le acarició la espalda y luego hundió la cara en su nuca.
– Y ahora tengo que irme a mi casa -dijo él, apartándose y poniéndose en pie.
– ¿No quieres tomarte un café antes de irte?
– Me encantaría. ¿Te importa si me ducho aquí?
– Como si estuvieras en tu casa -contestó ella, sonriendo.
Diez minutos después, se reunió con ella en el salón. Iba vestido con la misma ropa del día anterior, mientras que ella llevaba una bata blanca.
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