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Liz Fielding: Cena para Dos

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Liz Fielding Cena para Dos

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Había dos cosas a las que Nick Jefferson no podía resistirse: un desafío y una mujer rubia. Así que, cuando se encontró con la última de sus rubias y ésta lo desafió a que preparase una cena romántica para ambos, no pudo negarse. Pero, lamentablemente, Nick era incapaz de freír un huevo, y tuvo que pedir ayuda a Cassie Cornwell. Cassie no era el tipo de Nick. Para empezar, era morena y, además, la primera mujer que lo había rechazado, aunque no muy convencida. Su primer matrimonio la había vuelto muy desconfiada, pero eso no la salvó de la decepción que sintió al saber que Nick la había llamado para que le preparara una escena de seducción, en lugar de querer compartir la cena con ella…

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– Pero no es posible que… Está muy oscuro.

– Si el bote está allí, volveré.

– ¿Y si no está? -susurró ella, con un nudo en la garganta.

– Llamaré a la policía. Pueden organizar una búsqueda en cuanto sea de día.

– ¿Nick?

Él la abrazó un instante para tranquilizarla.

– Todo saldrá bien, cariño. ¿Por qué no pones agua a calentar para un té? Seguramente tendrán frío… -él se interrumpió.

La temperatura había bajado con la lluvia. Tendrían frío. Y si no se daba prisa, se congelarían.

Cassie llevó a Bethan a su saco de dormir. La niña se quedó dormida enseguida.

Luego Cassie fue a la tienda de campaña que funcionaba como cocina, encendió el hornillo y puso la tetera a calentar.

Sabía que Nick le había dicho que preparase té para mantenerla ocupada y que se preocupas! menos. Pero tenía razón, si encontraba a los chicos, éstos estarían helados.

Pero, ¡los encontraría!, pensó angustiada. No podían haber ido a la isla estando tan oscuro. No era posible que fueran tan traviesos. Si les pasaba algo…

Oyó a Nick.

– Se han llevado el bote.

– ¡No! -gritó ella, desesperada-. ¡Deben de estar tan asustados! -exclamó abrazándose a él.

– Llamaré a la policía ahora mismo -la miró a los ojos y le dijo-: Estarán bien, Cassie. Te lo prometo.

Ella quiso creerle, y por un instante lo creyó; al menos mientras estaba abrazada a él. Pero en el momento en que él se separó de ella para hablar por el teléfono móvil la asaltaron todas las dudas. Su pobre hermana. Helen. Los niños. ¿Cómo saldría todo aquello?

Pero debía dejar de pensar en todo lo peor.

– ¿Va a venir la policía a rescatarlos?

– Van a estar aquí en cuanto haya algo de luz.

– Pero faltan horas hasta entonces.

– Es así, Cassie -le dijo él-. Al menos faltan dos horas. Pero no pueden hacer otra cosa. He pensado en ir con el minibús hasta el lago y encender las luces para iluminarlo. Tal vez veamos algo. Al menos, si tienen miedo, sabrán que estamos haciendo algo para encontrarlos.

– ¡Pero no estamos haciendo nada! ¡Estamos aquí sin hacer absolutamente nada! -exclamó ella, desesperada.

– Iré a buscar el minibús.

– Voy contigo.

Iluminaron el campo primero y luego el lago. Había mucha niebla.

– ¿Qué es eso? -dijo ella, saliendo de la camioneta. Sus pies sonaron sobre la madera del embarcadero al correr convencida de que había visto algo con las luces.

– Es la niebla, Cassie -dijo Nick, yendo detrás de ella.

– No. Estoy segura de que he visto una vela.

– No irán muy lejos con una vela. El viento ha cesado. Me temo que si quieren llegar a la isla, tendrán que remar -caminó hasta la orilla del embarcadero, luego se dio la vuelta abruptamente y dijo-: ¿Tienes los prismáticos para ver de noche en tu tienda?

– Creo que sí. ¿Por qué? ¿Qué has visto?

– Probablemente nada. Pero me gustaría mirar mejor.

Ella fue a buscar los prismáticos. Emily se despertó y tuvo que tranquilizarla. Buscó los prismáticos, pero no los encontró. Se le ocurrió que Sadie se los podría haber llevado. Se preguntó qué más se habría llevado.

No veía a Nick en el embarcadero al volver. Sadie y Mike se habían llevado lo que quedaba de comida enlatada. Al parecer tenían idea de pasar bastante tiempo adonde hubieran ido. Pero se habían olvidado del abrelatas. También se habían llevado una rebanada de pan, pero detrás de su sitio habían dejado una nota.

Nick no estaba en la camioneta. Lo llamó a gritos, iluminando el sitio haciendo un arco con la linterna. Suspiró aliviada al ver algo al otro extremo de la orilla. Pero al acercarse se dio cuenta de que no era Nick.

En un primer momento no fue capaz de distinguir qué era. Luego se dio cuenta de que era una pila de ropa. Corrió hacia ella, con la esperanza de que se hubiera equivocado. Pero no lo estaba. Al recoger la camiseta gruesa de Nick olió su especial fragancia mezclada con el olor a humo de leña. En los días que habían pasado allí, parecía que su fragancia la había penetrado hasta los poros para que no se olvidara de ella.

Nick había ido a buscar a los chicos. Ella se había quejado de que no estaban haciendo nada, así que Nick había buscado una excusa para alejarla y había ido a buscar a los niños.

– ¡Nick! -gritó-. ¡Nick! -era un grito lleno de desesperación.

El sabía nadar. Ella lo sabía. Lo había visto nadar como un pez. Pero en la oscuridad, y con tanta niebla, perdería el sentido de la orientación, no daría con la isla y se agotada nadando inútilmente. Y lo había hecho por ella. El sabía que ella se desesperaría en la espera; que para ella habría sido una pesadilla interminable. Pero también sabría que ella le habría impedido ir tras los niños.

El día antes Nick le había dicho que ya se daría cuenta de cuándo podría confiar en sus propios sentimientos. ¿Se había referido a ese dolor y ese miedo tremendo que ella sentía en aquel momento en su interior?

Con Jonathan había sido todo fiestas y regalos después del shock que había supuesto la repentina muerte de sus padres. La había hecho sentir viva nuevamente. ¿Habría podido ser tan cínico?

Le daba igual. Lo único que le importaba era que los niños estuvieran a salvo. Que Nick estuviera a salvo. Iluminó a lo lejos con las luces de la camioneta. No veía nada.

– ¡Nick! -gritó en la oscuridad-. Te amo. ¡Maldita sea! ¿Me estás oyendo? -se cayó de rodillas y repitió aquellas palabras una y otra vez.

¿Cuánto le llevaría llegar a la isla? ¿Cuánto le llevaría volver con los niños? Eran las tres de la mañana. Empezaría a clarear en menos de una hora. ¿Volvería Nick antes de que llegara la policía?

Esperó oír cualquier ruido en la oscuridad. Pero lo que le había parecido un silencio absoluto, se llenó de pequeños ruidos de la noche. Los ladridos de los perros de la granja. El movimiento del aire en las ramas de los árboles.

El cielo empezó a clarear imperceptiblemente, pero el lago siguió oscuro.

– ¡Oh, Nick! Mi querido… ¿Dónde estás?

De pronto empezó a oír el ruido del agua. Se puso de pie. Podría haber sido el golpe del agua contra la orilla…

– ¿Cassie? -apareció Joe en pijama y con botas de goma y un anorak-. ¿Qué estás haciendo? ¿Dónde están Mike y Nick? -se frotó los ojos con las manos. Luego se dio cuenta de que no estaba el bote-. ¡Se han ido en el bote por la noche! ¡Sin decir nada!

– Lo sé -Cassie le secó algo húmedo de la mejilla al niño-. Algún día serás mayor tú también y verás qué cosas se te ocurren -dijo en tono fingidamente tranquilizador-. Hoy va a ser un día muy duro, cariño. ¿No crees que deberías volver a la cama?

– Esperaré a Mike -luego alzó la cabeza y dijo-: ¿Qué es eso?

Había algo. Algo bastante cerca. Por fin lo vio. El bote de goma, con dos personas de espaldas remado desesperadamente para sacar el bote de goma, pero no con el ritmo adecuado. Tenían que ser Mike y Sadie. Habían desistido de su plan. Volvían. Tal vez hasta pensaban que nadie había notado su ausencia.

Joe también los vio y se puso de pie.

– ¡Han tenido que remar!

Cassie se puso de pie, pero con menos excitación que Joe. Mike y Sadie estaban a salvo. Pero, ¿dónde estaba Nick?

“¡Oh, cariño! Debiste esperar. Al menos hasta que hubiera podido decirte que tenías razón, que yo te amaba… Que confío en ti…”, pensó Cassie.

El bote chocó contra el final del embarcadero y Joe fue corriendo a tirar de la soga y atarla. Ése fue el momento en que ella lo vio. Nick estaba en el agua, nadando detrás del bote, como si no hubiera nada de qué preocuparse. Como si ella no estuviera desesperada…

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