– No dejaré que eso ocurra.
– En cuanto regresemos a Boston, tengo que ir a mi apartamento. No tengo ropa. Nos dejamos todo en la casa de la playa. Y hay algo más que necesito recoger.
– No, no podemos. Sería demasiado peligroso. Te compraremos ropa nueva.
– Por Favor… No tengo nada. Mi tienda está cerrada, mi apartamento vacío. No he dormido en mi cama desde hace días. Solo quiero volver a ver a mi alrededor cosas que de verdad son mías.
No quería escuchar sus súplicas. De hecho, tenía miedo de ceder. Resultaba difícil negarle nada a Olivia, especialmente cuando veía la vulnerabilidad que había en sus ojos. Lo único que quería era protegerla, pero, en cierto modo, sus instintos como hombre estaban en conflicto directo con sus instintos como policía.
– Te he dicho que no -replicó él. Entonces, se giró y se dispuso a marcharse-. Si me necesitas estaré en el puente.
Conor volvió con sus hermanos. Dylan y Brendan se volvieron a mirarlo, observándolo con ojos a los que no se les podía ocultar ningún secreto.
– Bueno, ¿qué está pasando entre vosotros?
– Nada. Es solo un testigo -dijo Conor, encogiéndose de hombros.
– ¡Venga ya, Conor! -exclamó Brendan-. Ya nos hemos dado cuenta del modo en que la miras, en que te acercas a ella. ¿Cuándo fue la última vez que trataste a una mujer de ese modo?
– Nunca -respondió Dylan-. La trata como si estuviera hecha de oro. ¿Te has dado cuenta Brendan? ¡Como si fuera de oro!
– Es parte de mi trabajo. Si no está contenta, no testifica o, lo que es peor aún, se escapa y consigue que la maten y yo consigo que me echen de una patada del departamento por omisión del deber.
– Se ha enamorado de ella -comentó Dylan-, pero está engañándose a sí mismo.
Conor se echó a reír. Dylan era muy rápido en sacar conclusiones, pero en aquello se equivocaba. Lo último que quería era enamorarse de Olivia Farrell. Efectivamente, se sentía muy atraído por ella. ¿Qué hombre no lo estaría? Era una mujer muy hermosa, pero, a pesar de todo, no había nada más.
– Te olvidas de que me criaron con las mismas historias que a ti. Sé lo que ocurre cuando un Quinn se enamora. ¡Diablos! Es mejor que me tire de un acantilado y les ahorre a todo el mundo los problemas.
– Me sorprende que no hayamos salido todos con daños psicológicos -musitó Dylan.
– Tal vez los tengamos -dijo Brendan-. No veo a ninguno de nosotros embarcándose en una relación de verdad. En algo permanente, que dure más de un mes. Somos seis tipos que no estamos mal físicamente, con buenos trabajos… ¿Qué no los impide?
En realidad, Conor se había hecho muchas veces la misma pregunta. No podía negar que la actitud de su padre tenía algo que ver en cómo se relacionaba con las mujeres. Recordaba todas las historias. También recordaba a su madre y el dolor que había sentido cuando ella se había marchado.
Olivia Farrell le haría sentir de nuevo aquel dolor. Sin embargo, no se lo consentiría. No iba a enamorarse de ella porque, tan pronto como llegaran a la costa, iba a llamar a la comisaría e iba a conseguir que lo trasladaran a otro caso. Olivia Farrell no tendría la oportunidad de derrotar a un Quinn.
Olivia no estaba segura de dónde estaba cuando abrió los ojos. Solo sabía que no tenía frío y que había dormido profundamente por primera vez desde hacía días. No sabía dónde estalla, pero se sentía a salvo.
– Buenos días.
Asustada al oír una voz que no le resultaba familiar, Olivia se sentó en la cama de un salto. Sin embargo, la voz poco familiar venía con un rostro muy conocido. Un hombre muy guapo, con el mismo pelo oscuro y el mismo color de ojos que Conor, estaba sentado frente a la pequeña mesa del comedor, leyendo el periódico. Entonces, ella frunció el ceño, como si tratara de recordar su nombre.
– Brendan -dijo él.
– Brendan, ¿dónde estamos? -preguntó, mirando a su alrededor.
– En Hull. Hemos llegado hace cuatro o cinco horas.
– ¿Dónde está Conor? -quiso saber ella, tras darse cuenta de que eran más de las dos de la tarde.
– Ha salido para buscar un lugar seguro en el que puedas alojarte.
– ¿Y tu otro hermano?
– ¿Dylan? Ha salido a comprar algo de comer.
– Entonces, tú fuiste el que sacó la pajita más corta y se vio obligado a cuidar de mí, ¿no?
– Como mi padre solía decir, una cabeza sabia mantiene la boca cerrada. O algo por el estilo.
Aunque parecía indicar lo contrario, Olivia habría jurado que Brendan acababa de echarle un piropo.
– Bueno, al menos alguien quiere pasar el tiempo conmigo. Tu hermano se comporta como si tuviera que llevar a una prima con acné al baile de fin de curso.
– Mi hermano se toma sus responsabilidades muy en serio -replicó él, sacando una taza-. Algunas veces demasiado en serio.
Aquel comentario azuzó la curiosidad de Olivia. Sabía tan poco sobre el hombre que se había hecho con el control de su vida que pensó que tal vez Brendan podría sacarla un poco de su ignorancia. Cuando el joven le dio una taza de café, ella se incorporó sobre la manta.
– Háblame de él. ¿Por qué es siempre tan gruñón?
– ¿Te apetece algo de desayunar? -replicó él, sin contestar su pregunta-. Puedo prepararte unos huevos y creo que tengo un poco de beicon. Dylan va a traer zumo de naranja y, cuando llegue Conor, podremos enviarlo a por…
– Conor está aquí.
Brendan y Olivia miraron hacia la entrada al camarote y se encontraron a Conor observándolos. Rápidamente bajó los escalones y se colocó en medio de la cabina. Comparado con la alegre disposición de Brendan, Conor pareció haber helado los rayos del sol al entrar en el barco. Olivia levantó sus defensas, lista para protegerse del malhumor de Conor,
– Brendan nos iba a preparar algo de desayunar.
– Estoy seguro de ello -musitó Conor, enviando a su hermano una mirada asesina-. En lo que se refiere a las damas, él sabe muy bien lo que hay que hacer.
– ¡Oye! -exclamó Brendan-. Yo solo estaba siendo…
Conor levantó una mano para interrumpir a su hermano. Entonces, se volvió a Olivia.
– Venga. Tenemos que marcharnos. He encontrado un lugar en el que nos podremos esconder durante un rato. Recoge tus cosas y vayámonos.
– ¿Cosas? ¡Pero si no tengo nada!
– Mejor -replicó él, agarrándola del brazo para ponerla de pie-. Entonces, no tendré que esperar mientras te aplicas el lápiz de labios y te rizas el pelo.
– Eres encantador, ¿verdad, hermano? No me extraña que las mujeres se peleen por ti…
Aquella vez, la mirada que Conor echó a su hermano fue puro veneno. Olivia decidió que, probablemente, era mucho mejor dejarse llevar por el plan antes de que los hermanos llegaran a las manos por un simple desayuno.
Se atusó el cabello y luego se acercó a Brendan, dedicándole una afectuosa sonrisa.
– Gracias por tu hospitalidad y por ayudar a rescatarme.
Brendan le devolvió la sonrisa y, entonces, le tomó la mano y, tras llevársela a los labios, depositó un beso sobre las puntas de los dedos de la joven.
– El placer ha sido todo mío.
Conor gruñó impacientemente y rápidamente apartó la mano de Olivia de la de su hermano.
– Brendan también es muy famoso por sus besitos de despedida. Disfraza sus motivos tan bien, que las mujeres en realidad se sienten bien cuando él las deja.
Con eso, Conor tiró de Olivia y la sacó del barco. Cuando llegaron al muelle, ella se volvió hacia su protector y tiró fuertemente del brazo por el que él la tenía agarrada.
– Ya puedes dejar de ejercer tu poder sobre mí -dijo ella-. Ya no hay necesidad de presumir delante de tu hermano.
– Créeme. Si no hubiera regresado cuando lo hice, un desayuno no habría sido lo único que habríais compartido.
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