Kate Hoffmann - Una Mujer En Apuros

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¿Las cosas buenas llegan de tres en tres?
Para la profesora de universidad Jillian Marshall la organización era la base de la felicidad. Por eso pensó que no sería tan difícil cuidar de sus tres sobrinos… hasta que descubrió por qué todo el mundo los llamaba diablillos. Afortunadamente, allí estaba el guapísimo Nick Callahan, amigo de su cuñado, para ayudarla. Y, por muy ocupada que estuviera con los tres niños, iba a tener algo de tiempo para dedicarle a aquel encanto de hombre…

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Él silbó levemente.

– ¡Seiscientos dólares por tres días a cuatro horas cada uno son cuarenta dólares la hora! Debe de estar realmente desesperada.

– Le he subido un treinta y tres por ciento su sueldo habitual, pero no por desesperación. Simplemente necesito ayuda hasta que me pueda organizar.

Ella trataba de mantener la calma, pero era evidente hasta qué punto estaba desesperada.

– De acuerdo-dijo él tendiéndole la mano para sellar el trato. Ella se la estrechó dudosa.

De pronto él tendió la otra mano y le tocó la mejillas. Ella parpadeó y se apartó rápidamente.

– Todavía tiene una marca de rotulador en la cara-aclaró él.

– ¡Vaya!-volvió a ruborizarse-. Lo siento.

– No, soy yo el que lo siente por no haberla advertido antes-la tomó de la mano y la sacó de la cocina-. Y ahora, puesto que soy la niñero oficial, creo que no estaría de más que se relajara y se diera un buen baño.

Ella lo siguió hasta arriba y él la condujo al baño principal. Abrió el grifo y echó una generosa cantidad de sales.

– Ahora, relájese. No tiene que preocuparse de nada. Yo me encargaré de hacer algo para la cena.

Ella sonrió agradecida.

– Creo que no le estoy pagando suficiente-dijo ella.

– Durante la cena podemos hablar del precio de las horas extra-bromeó él y salió del baño cerrando la puerta.

Sin duda habría preferido permanecer allí y haberle podido jabonar la espalda. Pero para esto tendría que esperar a que Jillian Marshall lo invitara.

Capítulo 3

Jillian se quedó entre las sombras del pasillo, envuelta en el albornoz y observando a Nick mientras jugaba con los niños en su dormitorio.

Estaban todos tan absortos en su juego que no repararon en su presencia.

Se secó distraídamente el pelo con la toalla, sintiéndose relajada por primera vez en dos días. Hasta el instante mismo en que se había sumergido en el agua caliente se había notado exhausta y angustiada.

Nick Callahan era encantador. Se había prestado a ayudarla y le había dado la oportunidad de tomarse un poco de tiempo para sí misma.

Le estaba pagando, pero no habría aceptado de no ser un hombre voluntarioso y amable.

Claro que seiscientos dólares era una cantidad nada despreciable. Quizás tuviera muchas cosas que pagar y no se había podido resistir a la propuesta. Era un gran trabajador, pero la carpintería tenía que ser una actividad dura en algunas ocasiones. Trabajar incesantemente en eso para sacarse un sueldo no debía de ser fácil.

Hasta entonces, siempre que había conocido a un hombre lo había contrastado con su lista de criterios de aceptación. Pero desde que Nick había aparecido había empezado a plantearse si semejante lista tenía algún sentido.

Aunque él no tuviera una mente matemática superior, tenía otras cualidades que le resultaban muy…

Jillian suspiró. Estaba desvariando. Un cuerpo sexy y una sonrisa de ensueño no eran suficientes para construir la relación entre un hombre y una mujer.

Nick se levantó en ese momento.

– Hora de darse un baño-dijo, tomando a los tres pequeños de la mano y conduciéndolos a su húmedo destino.

De pronto, la imagen de Nick desnudo, metido en un sugerente baño de espuma atacó su mente.

Probablemente se habría bañado con un montón de mujeres y sabría exactamente dónde y cómo tocarlas. Sus manos fuertes se posarían firmemente sobre su cuerpo y…

Abrió los ojos y se apretó el cinturón del albornoz. La idea de tener una pequeña aventura con Nick Callahan le resultó repentinamente muy sugerente.

El sexo no había sido nunca nada grandioso para ella. Quizás si se hubiera sentido físicamente más atraída por sus parejas habría sido más reconfortante.

Regresó a la habitación principal para vestirse, pero se quedó un rato delante de su propio reflejo. ¿En qué estaba pensando? ¿Se había vuelto loca? No estaba preparada para lanzarse a tener una relación con un extraño. Además, por muy atractivo que le pareciera, no había dado muestras de ser recíproco.

Se abrió el albornoz y miró durante unos segundos su cuerpo. No había mucho que pudiera atraer a un hombre. Tenía los pechos pequeños y las caderas estrechas. Eso sí, tenía una pequeña cintura.

– ¿Me estoy volviendo loca?-murmuró-. ¿Cómo puedo estar pensando en todo esto? Ese hombre jamás me encontrará atractiva.

Apartó todo pensamiento erótico de su cabeza.

Escuchó el resonar de las risas de los niños y se preguntó si Nick estaría tan empapado como ellos.

De pronto, reparó en que el baño les borraría las iniciales con sus nombres que les había escrito en sus piernas. Un repentino ataque de pánico se adueñó de ella.

Jillian se ajustó el albornoz y corrió al baño.

– Les ha lavado las piernas-murmuró confusa nada más llegar.

Nick la miró atónito.

– Las tenían manchadas de rotulador-se justificó él.

– Es que… yo los había marcado con sus iniciales.

– ¿Los había marcado?

– Roxy siempre los viste de colores diferentes para que los demás podamos identificarlos. Dice que tengo que asegurarme de llamarlos siempre por su nombre, que no hacerlo puede crearles serios problemas de personalidad en el futuro. Para no equivocarme he tenido que marcarlos, pero ahora no sé quién es quién.

– Yo sí lo sé-dijo Nick-. Este que no ha dicho nada durante todo el baño es Sam, aquel que ha intentado asfixiar a su hermano con la esponja es Zach y Andy es el que ha dicho que su tía Jillian es la más «papa» del mundo, lo cual significa o que eres guapa o que eres comestible.

Jillian no pudo evitar soltar una carcajada.

– Además, ellos saben exactamente quiénes son. Con preguntarles basta-le aseguró y se dirigió a los pequeños-. A ver, ¿quién es Andy?-los otros dos pequeños señalaron a uno-. ¿Quién es Sam?-los dos restantes hicieron lo propio-. Así que, por eliminación, ya sabes quién es Zach.

Ella se arrodilló junto a la bañera. Una vez más, Nick Callahan la había rescatado. Empezaba a ser claramente dependiente de él.

– Yo soy incapaz de distinguirlos. De no ser por las iniciales en sus piernas, y la ropa de colores diferentes, estaría perdida.

– Sólo tiene que observarlos-dijo Nick, volviendo a su labor-. Si usara su instinto en lugar de tratar de organizar, todo se le haría más fácil.

Jillian se sentó e hizo lo que Nick le sugería: observar.

Sin duda, ver la facilidad con que él manejaba a los niños era un espectáculo.

En cuestión de pocos minutos ya los tuvo bañados y secos, y los envío a sus habitaciones por sus pijamas.

– Viéndolo, me doy cuenta de que yo no sirvo para esto.

– Pues yo creo que el único error que ha cometido ha sido pensar que cuidar de unos niños sería fácil-se rió suavemente-. No es fácil y no se puede aprender en un día. Es una habilidad que se adquiere con el tiempo. Pero usted tiene una cualidad que las madres necesitan en abundancia.

– ¿Qué quiere decir que no sabes si podrás venir?

Jillian y Nick estaban en la cocina con los niños sentados en sus tronas.

– Lo siento-dijo él-. Pero tengo una emergencia en el trabajo y no puede esperar.

– Debería haberme esperado esto. Todos los carpinteros sois iguales. Empezáis un trabajo y luego lo dejáis a medias hasta que os viene en gana. ¿Cuándo piensas volver, el mes que viene?

Nick la miró realmente irritado.

– ¿Cuál?

– La tenacidad. No eres el tipo de mujer que se da fácilmente por vencida, Jillian. ¿Te puedo tutear?-ella asintió y él se inclinó sobre ella y la besó en la mejilla-. Iré a ver cómo están los niños.

Jillian se quedó en el baño durante un largo rato mirando a la puerta por la que él había salido

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