Emily volvió a apretarle la mano con el corazón en un puño ante el sentimiento de culpa que se adivinaba en su voz.
– Logan, no fue culpa tuya.
Pero él negó con la cabeza. Continuó hablando, pero ahora sus palabras eran atropelladas y su voz, más baja e intensa.
– Avisé a las autoridades, les conté todo lo ocurrido, y fueron a buscar a Heller para interrogarlo. Admitió que se había reunido con Martin, pero mintió sobre el tiempo que estuvo con él, juró que se habían encontrado una hora antes y que Martin estaba vivo cuando él se marchó. Entonces, el muy bastardo sugirió que yo era el culpable. Era mi palabra contra la suya y, al poco tiempo, las autoridades me consideraron sospechoso. Cuando pensé que las cosas no podían ponerse peor, descubrí que sí podían. Al leerse el testamento de Martin me enteré de que me había dejado una enorme fortuna y una flota de barcos, en otras palabras, tenía un buen motivo para matarle.
La mirada desolada en sus ojos desgarró el alma de Emily.
– No lo sabía. No tenía ni idea de que me había nombrado su heredero.
– Es evidente que te quería como a un hijo.
Logan asintió bruscamente con la cabeza.
– Lo peor fue que Heller presentó media docena de testigos que juraron haber estado con él la noche del asesinato en un lugar lo suficientemente lejos de las oficinas como para que resultara imposible que hubiera matado a Martin. Por supuesto, todos mentían, sin duda les había pagado para que lo hicieran. En ese momento supe que él iba a salirse con la suya, y que quizás acabarían condenándome a mí a la horca por un crimen que no había cometido.
Logan apartó la mirada de sus ojos y la bajó a sus manos unidas.
– Lo busqué esa misma noche, esperé a que estuviera solo y me enfrenté a él. Le dije que sabía lo que había hecho y que quería que confesara. Se echó a reír. Me dijo que jamás podría probarlo y que disfrutaría viendo cómo me colgaban por un crimen que había cometido él. Pero me di cuenta de que me tenía miedo. Yo era más grande y fuerte, y él no sabía qué hacer. Supongo que fue por eso por lo que sacó el puñal de la bota. -Logan se volvió hacia ella. Su mirada era dura como la piedra. -Pero fui más rápido que él. Antes de que pudiera apuñalarme, le clavé mi propio puñal.
El silencio se extendió entre ellos, roto sólo por sus respiraciones entrecortadas. La pena que Emily sentía por su marido era abrumadora. Quería envolverle entre sus brazos y consolarle, pero estaba tan rígido y tenso que no estaba segura de si aceptaría el gesto.
– Si no lo hubieras hecho, te habría matado él a ti -se limitó a señalar con voz queda.
El asintió lentamente con la cabeza.
– Sí, estoy seguro de que lo habría hecho.
– No puedes culparte por haber actuado en defensa propia.
Logan emitió un sonido amargo y volvió a clavar la mirada en el suelo.
– En ese momento no estaba seguro de que alguien creyera que lo había hecho en defensa propia. Y era un riesgo que no estaba dispuesto a correr. Me llevé el cuerpo al bosque y cavé una profunda tumba. No sabía si estaba más horrorizado por haber matado a un hombre o por el hecho de no sentirme culpable. Cuando Heller no volvió a dar señales de vida y lo declararon como desaparecido, se dio por hecho que realmente había sido él quien asesinó a Martin y que huyó para librarse de la condena.
»Aunque estoy seguro de que algunas personas llegaron a sospechar de mí, nadie presentó ninguna acusación y tampoco me quedé allí el tiempo suficiente para ver si cambiaban de opinión. Así que, aunque sabía que no lo merecía, cogí la fortuna que me había dejado Martin y me largué de allí. Jamás volví la vista atrás.
– ¿Adonde fuiste? -preguntó Emily.
– Me pasé los siguientes nueve años viajando por Europa, dedicándome a mis negocios. Hace casi un año me cansé de tanto viajar y de no tener un lugar al que llamar hogar. Como Londres era el mejor sitio para dirigir mis negocios, decidí establecerme aquí. Gracias a la herencia de Martin conseguí todo lo que tengo hoy.
Logan cerró los ojos por un instante. Emily se dio cuenta de que él temía mirarla, que le daba miedo ver lo que había en sus ojos. Deseó que se volviera hacia ella para que viera toda la simpatía, preocupación y tristeza que sentía, pero más que nada la aceptación y el amor que la atravesaban. La historia de Logan casi le había roto el corazón, pero era evidente que el de él estaba roto desde hacía ya mucho tiempo y eso sólo le hizo quererle más. Por todos los años que había sufrido, culpándose a sí mismo por la muerte de un hombre al que consideraba un padre.
– Ahora ya lo sabes todo -susurró él.
– Sí, ahora lo sé.
Por fin se volvió hacia ella. La miró a los ojos y pareció quedarse confundido, como si le costara creer que no hubiera ninguna condena en los ojos de su esposa.
– Jamás se lo había contado a nadie.
El corazón de Emily se llenó de amor hasta casi desbordarse.
– Gracias por contármelo. Por confiar en mí. Te doy mi palabra de que jamás se lo diré a nadie.
– No puedo imaginar lo que estás pensando. Ahora que sabes que te has casado con un hombre que es capaz de…
– Defenderse. De enmendar un horrible agravio. De sentirse culpable durante años por algo que no fue culpa suya. -Levantó sus manos unidas y le dio un beso ferviente en el dorso de los dedos. -Creo que me he casado con un hombre maravilloso, valiente y honorable del que me siento orgullosa. Un hombre que ha sufrido mucho para obtener todo lo que posee, y que tiene mi más profunda admiración y respeto por todo lo que ha logrado en la vida.
Una miríada de emociones cruzó el rostro de Logan: confusión, sorpresa, incredulidad, gratitud y, finalmente, algo que parecía temor. Puso su palma en la mejilla de Emily y ella sintió el temblor de su mano, el estremecimiento que le recorría todo el cuerpo.
– Gracias. No sabes lo mucho que esto significa para mí. Lo que tú significas para mí. -Sus ojos se suavizaron con una mirada tan cargada de ternura que Emily se quedó sin aliento. -Emily, quiero que sepas que…
Un ruido procedente del balcón interrumpió sus palabras. Él levantó la cabeza y miró hacia la ventana. Emily siguió la dirección de sus ojos. No se veía nada más que la noche negra tras los cristales.
– ¿Crees que ha sido Gideon? -Susurró ella, sabiendo que el detective patrullaba por el jardín. -¿O ha sido el viento?
– No lo sé. Quédate aquí. -Logan cogió el puñal que había dejado sobre la mesilla de noche junto a la cama y se acercó sigilosamente a la puertaventana que conducía al balcón. Miró afuera con atención.
»No veo nada, pero voy a echar un vistazo -le dijo por encima del hombro.
Abrió la puertaventana, y una ráfaga de aire frío entró en la habitación. Logan salió y fue engullido por la oscuridad. Emily tuvo un mal presentimiento y se levantó.
Justo entonces oyó cómo Logan gritaba:
– ¡Tú! ¿Cómo demonios puedes ser… tú? -Sonó un golpe fuerte y un gruñido, seguido por un ruido sordo y un denso silencio. Antes de que Emily pudiera moverse o pensar, un hombre entró en la habitación desde el balcón. Un hombre que vestía una capa con capucha. Alzó la pistola que tenía en la mano y la apuntó con ella.
– Si hace algún ruido, morirá -dijo en voz baja.
Emily abrió la boca para gritar de todas maneras. Sabía instintivamente que era su única oportunidad, pero apenas había logrado soltar un gritito cuando él la agarró bruscamente y le metió un trapo pestilente en la boca. Aterrada, Emily gruñó y gimió tan alto como pudo, luchando con todas sus fuerzas, pero él la dominó con rapidez, inmovilizándole las manos en la espalda y atándoselas con una gruesa cuerda. Luego le ató los tobillos. La joven luchó frenéticamente, con la mirada clavada en el balcón en sombras. Era evidente que ese hombre había herido a Logan o le había hecho algo peor, si no, ya habría estado allí para defenderla. «Por favor, Dios mío, por favor, haz que esté bien.»
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