Susan Mallery - Simplemente perfecto

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Cuando la mejor amiga de Pia O’Brian murió, ésta esperaba heredar a su querido gato, pero, en lugar de eso, Crystal le dejó tres embriones congelados. Pia no creía que estuviera preparada para la maternidad. Sin embargo, dispuesta a cumplir el sueño de su amiga, decidió convertirse en madre soltera… y ese mismo día conoció a un hombre guapísimo y sexy.
Raúl Moreno, un famoso ex jugador de fútbol americano que se había criado en una casa de acogida, era ahora más rico de lo que podría haber imaginado nunca y dirigía un campamento para los niños necesitados de Fool’s Gold. Aunque después de su última relación había decidido olvidarse de las mujeres, no podía sacarse de la cabeza a la dulce y sexy Pia… y le propuso un descabellado plan.

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– Ha encontrado su cuarto de baño -dijo Jo alegremente-. Vamos. Vamos a sentamos en el salón mientras lo explora todo. He estado trabajando en una nueva receta de martini de hierbabuena. Me gustaría que estuviera listo para Navidad. Puedes decirme lo que te parece.

Un martini era un plan excelente, pensó Pia mientras seguía a su amiga.

Se sentaron en un cómodo sofá delante de la enorme chimenea. Jo vertió un líquido de una jarra en un mezclador y lo sacudió antes de servir el líquido rosa resultante en dos vasos de martini.

– Sé sincera. ¿Es demasiado dulce?

Pia dio un sorbo. El líquido estaba frío como el hielo y sabía a hierbabuena. Era más refrescante que dulce, con un toque de algo que no podía identificar. ¿Miel? ¿Almendra?

– Peligrosamente bueno -admitió-. Y tengo que conducir.

– Puedes ir a casa caminando y venir a recoger el coche por la mañana -le dijo Jo-. ¿Estás bien?

– Estoy muy bien -dio otro sorbo-. Aunque me siento extraña, por dejar a Jake y todo eso.

– Lo siento -dijo Jo-. No pretendía robarte al gato.

– No lo has hecho. No es mi gato. Creía que nos llevábamos genial, pero has tenido más contacto con él en los últimos quince minutos que yo en el último mes. Creo que no le caigo bien.

– Los gatos pueden ser muy divertidos.

Y como para demostrar lo que estaba diciendo Jo, Jake saltó sobre el respaldo del sofá y se quedó mirando a Pia un momento antes de darle la espalda. Saltó elegantemente sobre el cojín del sofá, se posó sobre el regazo de Jo, se acurrucó y cerró los ojos. Después, comenzó a ronronear.

Pia se sintió menospreciada, y eso le dolió más de lo que se habría imaginado.

– Nunca ha ronroneado conmigo.

Jo había empezado a acariciar al gato y la mano se le quedó paralizada.

– ¿Querías quedártelo?

– No. Diría que me odia, aunque tampoco creo que ni siquiera gastara demasiada energía en eso. Lo que pasa es que tampoco me imaginaba que yo desprendiera tantas vibraciones antigato.

– Nunca has criado animales.

– Supongo que será por eso.

Al parecer, Crystal había hecho la elección correcta al dejarle el gato a Jo. La única pregunta era por qué su amiga no le había dado el gato a Jo desde el principio. «No», se recordó. Ésa no era la única pregunta.

Sintió un repentino escozor en los ojos y, antes de poder saber qué estaba pasando, las lágrimas la cegaron. Dejó la copa y miró a otro lado.

– ¿Pia?

– No pasa nada.

– Estás llorando.

Pia intentaba mantener el control y se secó las mejillas.

– Lo siento. No era mi intención. Me siento confundida por dentro.

– Puedo devolverte a Jake . Lamento haberte molestado.

Pia apreció lo cariñosa y comprensiva que se mostró Jo.

– No es por el gato. Bueno, sí, en parte es porque está claro que piensa que soy una idiota. Es que…

Los embriones. Sabía que era por eso, por el hecho de que si no lograba gustarle al gato de Crystal, ¿qué esperanzas tenía con unos niños de verdad? Cada vez que pensaba en dar a luz a los hijos de su amiga, comenzaba a entrarle el pánico.

Era la persona equivocada. No tenía experiencia, ni habilidades maternales. Ni siquiera podía estrechar lazos con un gato.

Pero no estaba preparada para hablar de ello. No, hasta que hubiera decidido qué hacer.

– La echo de menos -dijo, principalmente porque era verdad-. Echo de menos a Crystal.

– Yo también -contestó Jo, acercándose a ella.

Se abrazaron.

Pia se echó a llorar y Jo le dio palmaditas en la espalda sin decirle nada… simplemente siendo una amiga. Mientras, Jake siguió donde estaba. Su cálido cuerpo y la vibración de su ronroneo le ofrecieron también consuelo, pero aunque empezaba a sentirse mejor, algo en su interior oyó la llamada de tres niños que aún no habían nacido.

Capítulo 3

Pia estaba en la calle intentando respirar. La sensación de pánico estaba volviéndose familiar, al igual que la sensación de ver que el mundo se desdibujaba a su alrededor. Decidida a no desmayarse, respiró hondo mientras se sujetaba apoyándose en el edificio de ladrillo.

«Piensa en otra cosa», se ordenó. Galletas. Brownies. Helado.

Helado de brownie con pepitas de chocolate.

Tras unos segundos, su visión se aclaró y ya no tuvo la sensación de ir a desmayarse… ni de salir corriendo hacia la cálida y luminosa tarde. Todo estaba bien, se dijo. Y si no lo estaba… bueno, fingiría hasta que lo estuviera.

Se puso recta, decidida a volver a su yo profesional. Tenía una reunión y esa vez no haría nada que la avergonzara. Nadie sabría que acababa de…

– ¿Estás bien?

Alzó la mirada hacia los cálidos y oscuros ojos de Raúl. Él estaba junto a una puerta lateral que ella no había visto y su expresión oscilaba entre la cautela y la preocupación, independientemente de que estaba guapísimo. Y a ella eso le parecía muy grosero por su parte ya que, estando ella tan vulnerable, lo mínimo que él podía hacer era ser un hombre absolutamente olvidable.

Lentamente se giró hacia las ventanas que había a su lado y gruñó.

– ¿Has visto eso? -preguntó con cautela.

– ¿Esa parte en la que te has apretado el pecho, te has agachado y has estado a punto de desmayarte?

Oh, Dios. Le ardían las mejillas.

– Em… sí, me refiero a eso.

– Pues sí, lo he visto.

Quería cerrar los ojos y desaparecer, pero eso violaría su mandato de madurez. Por el contrario, se puso derecha, tomó aire y curvó los labios en lo que esperaba que fuera una sonrisa.

– Lo siento. Estaba distraída.

Él le indicó que entrara a su oficina.

– A mí me ha parecido más que eso.

– No ha sido… -mintió, aferrándose con firmeza a su gran bolso-. Bueno, como puedes ver, estoy aquí y estoy preparada para nuestra reunión. Tengo varias ideas para enlazar el campamento con los festivales existentes mediante algún patrocinador que no pague. Obligamos a nuestros amigos con empresas a soltar pasta para poner sus nombres en una pancarta, pero somos más indulgentes con los que actúan sin fines lucrativos.

– Es bueno saberlo.

Su despacho era grande y con muchas ventanas; tenía cuatro mesas y mucho espacio abierto. Ella miró a su alrededor, hacia las paredes desnudas, las pocas cajas apiladas junto a una fotocopiadora y una única silla.

– Supongo que la decoración no entra en el presupuesto.

– Aún estamos instalándonos. Estamos solo Dakota y yo. En verano hemos tenido a más gente trabajando, pero estaban en el campamento principalmente. Quería espacio para expandirme.

– Me habría esperado unos cuantos pósters de fútbol americano en la pared.

– Aún no los he desembalado.

– Cuando los saques, le añadirán mucho color a este sitio.

Él señaló una mesa plegable cuadrada que había en una esquina y una vez que estuvieron allí sentados en unas sencillas sillas, ella sacó una carpeta de su bolso y la dejó sobre la mesa. Era consciente de la presencia de él a su lado, pero no quería dejar que eso se notara. Cada crisis a su tiempo.

– Por si no te has enterado -comenzó a decir -, Fool’s Gold es la capital del festival de California. Tenemos un gran evento cada mes. Y con «gran» quiero decir que atraemos hasta aquí a casi cinco mil personas y que llenamos por lo menos el cincuenta por ciento de las habitaciones de hotel. El resultado es una buena inyección de dinero a nuestro pueblo.

Se detuvo.

– ¿Quieres tantos detalles?

– Claro. La información nunca viene mal.

Pia pensó en algunas de las tan tediosas reuniones del consejo a las que había asistido… sobre todo las de presupuesto… y supo que él se equivocaba, aunque eso se lo guardó.

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