A pesar de todo lo que le había hecho, Alissa intentó recuperar la relación con Alexa porque no quería entristecer a sus padres. Hasta su hermana hizo un esfuerzo en el mismo sentido y asistió al bautizo de Evelina, aunque se mantuvo bien lejos de Sergei para ahorrarse sus comentarios irónicos. Alissa sabía que algún día la perdonaría; además, aún tenía la esperanza de que su hermana hubiera aprendido la lección.
En cuanto a Yelena, los visitaba con mucha frecuencia: de hecho, estaban esperando que llegara al día siguiente, para pasar sus segundas Navidades con ellos. Alissa ya había aprendido ruso para entonces, de modo que podían comunicarse perfectamente.
Todavía estaba decorando el árbol de Navidad cuando oyó que la puerta se abría. Mattie salió corriendo a recibir a Sergei, y Alissa miró a su esposo con verdadero amor. Nunca habría imaginado que un hombre pudiera darle tanta felicidad.
Sergei dejó unas bolsas en la mesa, acarició al perro, se puso a Evelina en un brazo y abrazó a su esposa con el otro.
– Una semana sin ti es demasiado -dijo él, mientras se inclinaba para besarla-. Tendremos que estar un mes en la cama para que me olvide de todos estos días de separación…
Alissa gimió de placer; pero en ese momento, Evelina protestó porque la estaban aplastando entre los dos y Sergei la devolvió a la cuna.
– Hasta he echado de menos al perro -murmuró él-. ¿Qué has hecho conmigo, angil moy ?
Alissa pasó los brazos alrededor de su cuello y sonrió.
– Yo también te he extrañado -dijo.
Sergei la besó de nuevo.
– Ah, casi lo olvidaba…
Sergei la soltó, abrió la primera de las bolsas y sacó un juguete para Evelina y un anillo de diamantes para su esposa. Cuando Alissa lo miró, vio las palabras que había grabado en su interior: Para siempre .
Ella se lo puso de inmediato.
– Es maravilloso, Sergei… pensaré en ti cada vez que lo vea.
En la segunda bolsa había una cajita que contenía una figurilla notablemente parecida a Mattie, aunque de cuatro patas y no tres. Alissa puso el adorno en el árbol de Navidad.
Un momento después, la niñera apareció y se llevó a Evelina para bañarla. Sergei y Alissa disfrutaron de una cena tranquila mientras veían las noticias en la televisión. Jasim y Elinor los habían invitado a visitar Quaram en primavera y estaban deseando verlos. A la vuelta, pasarían la Semana Santa con Yelena, como siempre.
Cuando terminaron de cenar, Sergei la tomó de la mano y murmuró:
– Odio tener que dejarte de vez en cuando, pero me encanta volver a casa contigo, moyo zolotse .
– ¿Qué me has llamado?
– ¿Literalmente? Te he llamado «oro mío» -contestó él, tomándola entre sus brazos-. Porque cuando te conocí, encontré una mina de oro.
Alissa sonrió, emocionada y profundamente agradecida por el amor que compartía y por la felicidad que Evelina les había dado a ellos y a sus familias.
– Yo también soy muy feliz contigo -le dijo.
– Te amo, moyo zolotse .
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