• Пожаловаться

Jillian Hunter: Perverso como el pecado

Здесь есть возможность читать онлайн «Jillian Hunter: Perverso como el pecado» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Исторические любовные романы / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Jillian Hunter Perverso como el pecado

Perverso como el pecado: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Perverso como el pecado»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El apuesto oficial de caballería sir Gabriel Boscastle, regresa de Waterloo siendo un héroe, sólo para retomar su búsqueda de placeres prohibidos en Londres. No hay apuesta que este cínico caballero no acepte, ni mujer que no pueda seducir. Pero cuando viaja a la mansión campestre que ganó a las cartas, descubre que existe un juego al que jamás ha jugado, y que podría haber encontrado la horma de su zapato. Su contrincante y vecina no es otra que Alethea Claridge, la única persona que le plantó cara durante sus años más alocados y la única mujer que ha logrado capturar su corazón. La hermosa y solitaria lady Alethea sigue, aparentemente, de luto por su prometido, que murió en la batalla. Pero bajo su escudo de fingida aflicción, oculta un atroz secreto que podría destruir su reputación para siempre. De modo que, cuando una noche este apuesto jinete regresa como un trueno a su vida, comprensiblemente recela de él. Alethea defendió a Gabriel cuando era un muchacho travieso. Pero ahora que es un seductor, le revela sus deseos sensuales sin la menor duda, pese a que jura que se reformará. ¿Se redimirá este irresistible granuja y le devolverá a Alethea la confianza en el amor o la arruinará para siempre? Alethea no tardará en tener la respuesta mientras Gabriel pone en tela de juicio todo lo que ella cree acerca del amor, de sí misma, y de lo que se precisa para ser un héroe.

Jillian Hunter: другие книги автора


Кто написал Perverso como el pecado? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

Perverso como el pecado — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Perverso como el pecado», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Los años en el intertanto habían pasado volando. ¿Por qué había vuelto? ¿Qué había esperado probar? ¿Que era mejor que un niño detenido que tenía las agallas de tratar de engañarlo? ¿O que era digno de besar a la única niña que se había atrevido a mirar a los ojos al dragón?

Estiró la mano, agarró al niño del cuello de la chaqueta y cayeron al suelo luchando. La espada cayó en el barro. La brida voló del huesudo brazo del ladrón y aterrizó en el pasto.

Bajó la mirada a un rostro rojo de rabia, y a un par de ojos azules que quemaban con el odio del infierno.

– Suéltame, mugroso,-dijo el niño con una mueca desdeñosa.

– ¿Sabes donde terminan los imbéciles como tú? -le preguntó fríamente.

– Sí, pero dímelo en otro momento.

Gabriel levantó su puño, sabiendo que no serviría de nada, que nadie le podía sacar a golpes los demonios a otro, que la violencia sólo hacía más fuerte al rebelde. Pero él quería…

Una mano firme lo tomó del hombro. Dio vuelta la cabeza y vio incrédulo la cara de Aleta.

– No, Gabriel -dijo ella-. No le hagas daño… tiene la mitad de tu tamaño.

– ¿Conoces a este pequeño ladrón? -le preguntó incrédulo.

– Lo he visto por el pueblo, sí.

– Me estaba robando… mi espada y la brida. Probablemente en el mismo momento en que la esposa del vicario me estaba dando instrucciones para que rezara y…

– Aquí. -Sacando ventaja de la falta de atención de su captor, el muchacho se retorció y se liberó, y se levantó de un salto, sólo para que Gabriel saltara a su vez y le cerrara el paso-. La dama dijo que me tenías que dejar ir. Sólo me estaba llevando la espada y la brida para pulirlas y sorprenderte.

– Maldito mentiroso -le respondió Gabriel divertido.

– Es verdad -insistió el niño-. Estaba buscando trabajo, y pensé probarme a mí mismo primero. Las hubieras tenido de vuelta al anochecer. Soy rápido.

Gabriel miró atrás, distraído por la mujer que estaba de pie detrás suyo. La lluvia estaba cayendo con más fuerza ahora, filtrándose por las ramas que se arqueaban en una maraña sobre ellos. Varios mechones del cabello de Alethea quedaron pegados a su garganta. Una joven de grandes pechos y pelo oscuro, con cara de gitana. Lo hizo olvidarse de lo que había estado pensando, Dios sabría lo que estaba pasando por la cabeza de ella. Sintió un destello de pánico, su equilibrio inestable. ¿Qué se suponía que debía decir?

– ¿Te das cuenta que él está mintiendo?

Ella asintió con la cabeza y su mirada pasó sobre él, brillando con culpa. Él oyó una ramita chasquear detrás suyo y supo que su prisionero había huido.

– Tienes que recoger tus posesiones y alejarte de la lluvia -dijo ella-. Ni siquiera ahora estás usando una chaqueta.

Se quedó mirándola frustrado. No sentía la lluvia en absoluto. Pero lo que sentía le hacía difícil respirar.

– Pensé que querías que demostrara disciplina en mi papel de amo.

Ella sonrió y lo rodeó, sacando la espada del barro.

– Pero sí demostraste disciplina -dijo mientras le entregaba la espada-. Dominaste tu propia rabia. Y tengo plena confianza de que te das cuenta que incluso un ladrón merece una oportunidad para redimirse.

Él se rió y estuvo a punto de preguntarle qué creía que se merecía él . Nunca se había preocupado, realmente, de la opinión de nadie acerca de sí mismo. Por lo que sabía de Alethea, le daría una respuesta demasiado honesta.

Pasó el día llamándole la atención a su descarriado personal por los incontables delitos.

Reprendió al mozo de cuadra por la paja mohosa de los establos y el agua oscura de los canales. Ordenó que limpiaran las caballerizas tres veces al día, que revisaran los pastizales por piedras y hoyos, y se reparara la cerca del potrero.

Podría tener intención de no quedarse, pero tampoco iba a caminar en medio de la suciedad del dueño anterior, y le gustaba arrimar el hombro al trabajo duro.

Las cocinas olían tan asquerosas como el horno del demonio, con las vigas ennegrecidas por el hollín y salpicaduras de grasa antigua. Sospechaba que cualquier hombre que fuese lo suficientemente tonto como para consumir una comida completa preparada por las manos de la cocinera, moriría agónicamente bajo la mesa del comedor.

– Quiero que estas cavernas sean fregadas de arriba abajo y queden lo suficientemente limpias como para que uno pueda comer en el piso.

– Comemos en el piso todo el tiempo -le informó la criada de la trascocina-. Nadie se ha enfermado todavía.

– Está disgustado, señor -dijo inútilmente el ama de llaves-. Es una gran responsabilidad hacerse cargo de la casa de otra persona. Toda esa preocupación de si uno de los antiguos amos volverá a hurtadillas y lo asesinará mientras duerme.

Gabriel hizo un ruido nasal despectivo.

– Casi fui asesinado en el vestíbulo por alguien de mi propio personal.

– Bueno, eso no volverá a pasar, señor -le prometió-. Por un tiempo encerramos en la despensa al ofensor. ¿Por qué no se lleva una buena botella de ginebra al jardín y se calma mientras veo que puedo hacer para la cena?

– ¿Hogar? -murmuró mientras ella se escurría rápido a la cocina-. No es muy probable.

No se podía imaginar señoreando este lugar. El jardín amurallado donde se suponía que tenía que calmarse, era una maraña de rosas espinosas, malezas que le llegaban hasta el hombro, hierbas hediondas que liberaban el olor de los recuerdos amargos al pisarlas con las botas.

¿Cómo podía alguien preferir la vida rústica a la actividad de Londres? El aire de aquí lo mataba con la acidez de las bostas de vaca y las cosas que crecían. La quietud misma le roía los nervios. No había nadie con quién jugar o incluso fumarse un cigarro. Aunque lo que más detestaba era el silencio porque podía oír sus pensamientos, fuertes y enrabiados, por tantas preguntas sin respuesta, de una época sobre la que había decidido no reflexionar. Era un hombre del presente. Tal vez volver había sido un error. La venganza que había esperado, podía volverse contra sí mismo.

Cuando anocheció, incluso encontró que la luna brillaba mucho más en el campo. Se había olvidado las veces que había observado las estrellas y había esperado. No sabía cuando perdió la esperanza y ahora las estrellas habían dejado de titilar, pero estaba muy viejo para esa tontería.

Se lavó, se enjuagó el sabor de la mala ginebra de la boca, y volvió al comedor. El estómago le gruñía. No había comido desde que había devorado el jamón de la señora Bryant, hacía horas.

Platos Wedgwood [3]que no combinaban y cuchillos de estaño estaban sobre una mesa cubierta con un mantel color damasco.

Pero no había nada comestible a la vista. Ni tampoco oía el traqueteo de los platos camino al comedor.

El hambre lo condujo a las dependencias de la cocina, donde encontró al penoso lote del personal de Helbourne en medio de un juego de azar en la mesa.

– ¿Dónde está mi comida, señora Miniver? -dijo mientras levantaba la tapa de una olla vacía en la cocina.

Escondiendo el par de dados en su delantal, la ama de llaves se levantó para hacer una reverencia.

– Estaba a punto de hacer un pastel fresco, señor, pero me di cuenta que se había acabado la harina. Si me autoriza, iré a la mansión vecina a pedir prestado un tazón.

– ¿No va al mercado, señora Miniver?

Ella se quitó el mugriento delantal.

– Cuando hay dinero para gastar, señor. No me demoraré mucho. Lady Alethea entiende.

– ¿Lo hace? -preguntó él frunciendo el ceño.

– Oh, sí, señor. Tiene un ojo puesto en sus vecinos, pobre dama. Espero que eso le alivie la pena ahora que ya no tiene expectativas de criar a su propia familia.

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Perverso como el pecado»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Perverso como el pecado» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Jennifer Greene: Ola de Calor
Ola de Calor
Jennifer Greene
Susan Phillips: Besar a un Ángel
Besar a un Ángel
Susan Phillips
Barbara Dunlop: Por siempre tú
Por siempre tú
Barbara Dunlop
Julie Ortolon: Pasión desenfrenada
Pasión desenfrenada
Julie Ortolon
Отзывы о книге «Perverso como el pecado»

Обсуждение, отзывы о книге «Perverso como el pecado» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.