Julia Quinn - Una mujer rebelde

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William Dunford, el soltero más escurridizo de Londres, recibe una noticia que lo dejará sin habla: ha heredado un título y la finca que lo acompaña, bienes que cambiarán su vida, pero no se imagina hasta qué punto. Porque resulta que Henry, el “administrador” de la propiedad, es en realidad Henrietta Barrett, una mujer bella y tenaz que jamás se ha adaptado a las normas de la sociedad. A pesar de la muerte de su tutor, la joven no desea cambiar en lo más mínimo su estilo de vida, por lo que está dispuesta a enviar al nuevo propietario de regreso a la ciudad lo antes posible. Sin embargo, el apuesto William tiene también su ambicioso proyecto: convertir a Henry en toda una dama, a pesar de que parece tener escasas posibilidades de lograrlo. Lo que comienza como un juego para el hombre que nunca cedió por completo ante ninguna mujer, hará tambalear sus creencias y sentimientos más profundos.

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Ella se puso rígida por su tono pero camino dentro de la casa no obstante.

Dunford iluminó varias velas delgadas en un candelabro. -" Es hora de ir arriba".

Henry volvió la mirada atrás por la puerta abierta al carruaje todavía lleno de equipaje, busco una excusa tratando de retrasar lo inevitable. " Mis cosas…"

– " Los lacayos los subirán en la mañana. Es hora de ir a la cama ".

Ella tragó y asintió con la cabeza, temiendo lo que estaba por venir. Ansió la cercanía que habían compartido en Westonbirt, el sentimiento que abarca todo el amor y la satisfacción que tenía, cuando estaba en sus brazos. Pero eso había sido una mentira. Tuvo que haber sido una mentira, o él no habría necesitado una noche de pasión adicional en la cama de su amante.

Henry subió por las escaleras, camino a su viejo dormitorio.

– "No". Las manos de Dunford cayeron sobre sus hombros. -" Envié instrucciones para que tus pertenencias vaya a mi dormitorio".

Ella pasó rápidamente a su alrededor. -"No tenías derecho".-

– " Estaba en mi derecho," él ladro arrastrándola a su dormitorio. -" Todavía tengo todos los derechos". Él hizo una pausa, entonces continuó en un tono más suave, como si percatándose que había sobre reaccionado. -"A esta hora que pensé tu estarías a favor de esa idea".

– " Podría irme a mi cuarto," ella ofreció, algo esperanzada. -"Si tú no me quiere aquí, no necesito quedarme".

Él dejó salir una risa lastimera. -" Oh , te quiero a ti, Henry. Siempre te he querido. Me mata cuánto te quiero ".

Las lágrimas reunidas de tantos días salieron de sus ojos. -" No debería ser así, Dunford".

Él clavó los ojos en ella por varios momentos, sus ojos se llenaron con una gran herida, furia e incredulidad. En ese entonces él dio media vuelta y cerro la puerta. -Prepárate en veinte minutos, – él dijo lacónicamente. No volvió la mirada atrás.

Capítulo 23

Los dedos de Henry cimbraron cuando se quito su vestido de boda. Belle y Emma habían contribuido para su ajuar, y como consecuencia ella ahora tenía una maleta de mano llena de vaporoso y sensuales camisones. Todos ellos parecieron vagamente indecentes para una joven que nunca había llevado puesta cualquier cosa antes aparte de algodón grueso, blanco a la cama, pero en cierta forma sentía que debía llevarlos puestos ahora que estaba casada, deslizó uno de ellos sobre su cabeza.

Ella recorrió la mirada abajo a su cuerpo, se quedó sin aliento, y se metió a la cama. La seda rosada pálida no disimulaba para esconder los contornos de su cuerpo o el oscuro color rosa de sus pezones. Henry rápidamente levantó las sabanas y se cubrió hasta la barbilla.

Cuando Dunford regresó él estaba vestido sólo una bata verde oscura que caía a sus rodillas. Henry tragó y apartó la mirada.

– ¿"Por qué Hen tan nerviosa,"? Él preguntó rotundamente. " No es como si no hemos hecho esto antes".

– " Fue diferente entonces".

– ¿"Por qué"? Dunford la miró fijamente, sus pensamientos corriendo a velocidad en la más deprimente de las direcciones. ¿Fue diferente eso porque ella ya no tenía que disimular que le amaba? Stannage Park era ahora de ella; Probablemente intentaba pensar en como alejarlo a él fuera de la hacienda lo más pronto posible.

Ella guardó silencio un minuto completo antes de decir finalmente, -" no sé".-

Él la estudio, vio insinceridad en sus ojos, y sintió la cólera aumentando dentro de él. -"Bien, no me importa," él gruñó. " No me importa si es diferente "-. Él arrancó de un tirón su bata y se movió encima de la cama con gracia felina. Revoloteó por encima de ella en sus manos y rodillas, vigilando sus ojos con aprensión.

– " Te puedo hacer desearme," – él susurró. -" Sé que puedo hacer eso. Él se deslizó hasta que yaciese sobre su lado, todavía cubierta de las sabanas debajo de las cuales ella había hecho una madriguera. Una de sus manos se arrastró fuera detrás de su cuello, jalándola hacia él.

Henry sintió su aliento caliente antes de que sus labios tocaran los de ella. Como él persuadió con ruegos fue su respuesta, ella salvajemente intentó entender su comportamiento. Él ciertamente parecía como si la quisiera .

Y todavía ella supo que él no la quería, al menos lo suficientemente para no dejarla por otras mujeres.

Algo dentro de ella faltaba, pero ella no sabía qué. Repentinamente falto de naturalidad, que arrancó con fuerza, sus dedos ascendiendo para cubrirse los labios henchidos.

Él alzó una ceja y tuvo una expresión sardónica.

– " No soy hábil para besar," ella barbulló.

El se rió. -" Te enseñé, Hen. Eres muy diestra "-. Y entonces, en ademán de probarlo, él la besó nuevamente, en su boca caliente y exigente.

Fue incapaz de reprimir su respuesta, y el calor aumentó dentro de ella, lamiendo su piel de adentro para fuera. Su cerebro, sin embargo, permaneció curiosamente desprendido, y sintió como su lengua recorría pero su mente estaba concentrada en pensar por que no fue lo suficiente para mantener su interés.

Dunford no pareció no notar la falta de concentración, y sus manos abarcaron el calor de su cuerpo, quemándolo a través de la tela delgada de seda de su bata de dormir. Empezó a desabotonarle la bata, mostrando su piel al aire frío de noche. Él viajó hacia arriba, pasando por sus senos a su estómago plano, hasta que él tomo un seno.

– ¡"Oh, Dios Mío"! Henry barbulló fuera. ¡"no lo hagas"!

Dunford alzó su cabeza así él podía investigar su cara. – ¿"Qué diablos te pasa ahora, Henry"?-

– " Tú no puedes. No puedo ".-

– " Tú no puedes," - é l gruño.

– "No, podemos -" Ella miró hacia abajo, analizando con objetividad su cuerpo inesperadamente calando su dolor. Espera un momento, no son muy pequeños. ¿Qué diablos pasaba, para que él no pudiese disfrutar perfectamente un par de buenos senos? Ella le inclinó a ella cabeza, intentando analizar su forma.

Dunford parpadeó. La chica su esposa retorcía su cuello en apariencia de estar sumamente incómoda y clavar los ojos en sus pechos como si nunca los había visto.

– ¿"Qué te pasa? Él preguntó, muy confundido para mantener su cólera.

– " No lo sé". Ella le contempló, sus ojos se llenaron de una combinación extraña de vacilación y molestia.

– " Están mal en cierta forma".

Exasperado, él pregunto, -¿ " qué e stá mal?

– "Mis pechos".

Si ella había empezado una conferencia sobre las diferencias entre el judaísmo y mahometismo él no habría estado más sorprendido. -¿ "Tus pechos"? - Él hizo eco, su voz saliendo un poco más severa de lo que había intentado. "Por Cristo, Henry, tus senos está bien.

– ¿Están bien? ¿están bien?. - Ella no quiso que ellos estén bien. Quiso que ellos sean perfectos, espectaculares, completamente encantadores. Quiso que él los desee tanto que pensara que ella era la mujer más bella en el mundo, aun si ella tuviera mucho pesó y una verruga en su nariz. Quiso que él la ame tanto que pierda todo sentido de sí mismo.

Sobre todo ella quiso que él la desee tanto que nunca necesitaría a otra mujer.

– "Están bien " fue algo que ella no podría tolerar, y del mismo modo que él capturó con su boca uno de sus pezones en un beso caliente, ella se alejo de su agarre lo empujo y empezó a salir de la cama, poniéndose frenéticamente su bata de dormir para cubrir su cuerpo.

La respiración de Dunford estaba entre cortada. Él estaba dolorosamente duro, excitado, y claramente perdía la paciencia con su nueva esposa. -"Henry," él pidió. “Regresa ahora a la cama". -

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