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Lois Bujold: Inmunidad diplomática

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Lois Bujold Inmunidad diplomática

Inmunidad diplomática: краткое содержание, описание и аннотация

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Miles y su esposa Ekaterin regresan de un viaje de luna de miel largamente postergado. En casa les espera el nacimiento de sus dos primeros hijos (desarrollados como es contumbre, en un utero artificial, pero el nuevo y flamante Auditor Imperial recibe un mensaje del Emperador Gregor Vorbarra: una flota de Barrayar ha sido detenida en la Estación Graf, un miembro de la escolta ha desaparecido, ha sido asesinado o ha desaparecido, y el conflicto diplomatico no ha hecho más que empezar. Miles debe interrumpir su regreso, acudir a la estación Graf: el mundo de los cuadrúmanos, los seres modificados genéticamente para hacer cuatro brazos y trbajar en condiciones de gravedad cero, a quienes Leo graf, un competente ingeniero de soldadura, ayudó a lograr su emancipación de la explotación y esclavitud a los que les tenia sometidos Galac-Tech. Por si ello fuera poco, alli se encontraba tambiém el hermafrodita Bel Thorne, viejo conocido e la época de las muchas aventuras de Miles Vorkosigan como Miles Naismish (el apellido de su madre Cordelia), almirante de los Mercenarios Libres Dendarii.

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Roic se apartó de la portilla, con aspecto especialmente estoico y leves arrugas verticales de preocupación entre sus cejas.

—¿Ha tomado todo el mundo sus píldoras contra el mareo? —preguntó Miles.

Roic asintió inmediatamente.

—¿Has tomado tú las tuyas? —preguntó Ekaterin.

—Oh, sí. —Miles contempló su sencilla túnica civil de color gris y sus pantalones—. Antes tenía un biochip muy útil en el nervio vago que me impedía perder el almuerzo en caída libre, pero lo perdí con el resto de mis tripas en aquel desagradable encuentro con la granada de agujas. Tendría que reponerlo un día de estos…

Miles avanzó un paso y echó otro vistazo. La estación había crecido hasta ocultar la mayor parte de la visión.

—Bien, Roic. Si algún cuadri de visita en Hassadar molestara lo suficiente para ganarse una visita a la cárcel de la Guardia Municipal, y luego un puñado más de cuadris aparecieran e intentaran sacarlos por la fuerza con armas militares, y destruyeran el lugar y quemaran a algunos de tus camaradas, ¿qué pensarías de los cuadrúmanos en ese caso?

—Hum… No los valoraría muy positivamente, milord. —Roic hizo una pausa—. Estaría bastante molesto, en realidad.

—Es lo que me figuraba —Miles suspiró—. Bueno, allá vamos.

Sonaron golpes metálicos mientras la Kestrel se posaba suavemente y las abrazaderas de atraque se situaban con fuerza en su sitio. El flexotubo gimió, buscando su sello, guiado por el jefe de máquinas de la Kestrel en los controles de la escotilla, y luego se selló con un chasquido.

—Todo listo, señor —informó el ingeniero jefe.

—Muy bien, chicos, vamos de desfile —murmuró Miles, e hizo un gesto a Roic.

El guardaespaldas asintió y salió por la compuerta; al cabo de un instante, llamó:

—Listo, señor.

Todo estaba, si no bien, bastante aceptable. Miles recorrió el flexotubo con Ekaterin detrás. Miró por encima del hombro mientras flotaba hacia delante. Ella estaba esbelta y arrebatadora con la túnica roja y las calzas negras, el pelo recogido en una sofisticada trenza. La gravedad cero tenía un efecto encantador en la anatomía femenina bien desarrollada que era mejor no hacerle ver a Ekaterin, según decidió Miles. Como movimiento de apertura, aquel primer contacto con la Estación Graf en la sección de gravedad cero estaba claramente calculado para desequilibrar a los visitantes y recalcar de quién era este espacio. De haber querido ser amables, los cuadris los hubieran recibido en una de las secciones con gravedad.

La compuerta de la Estación se abrió dando paso a una espaciosa bodega cilíndrica cuya simetría radial ignoraba tranquilamente los conceptos de «arriba» y «abajo». Roic flotó con una mano en el asidero situado junto a la escotilla, la otra cuidadosamente apartada de su canana. Miles dobló el cuello para ver la media docena de cuadrúmanos, hombres y mujeres, con semiarmaduras paramilitares y flotando en posiciones de fuego cruzado por toda la bodega. Llevaban las armas al hombro, enmascarando la amenaza con formalidad. Brazos inferiores, más gruesos y más musculosos que los superiores, emergían de sus caderas. Ambos pares de brazos estaban protegidos por deflectores de plasma. A Miles no se le escapó que aquella gente podía disparar y recargar al mismo tiempo. Qué interesante, aunque dos llevaban la insignia de seguridad de la Estación Graf, el resto llevaba uniforme y placa de la Milicia de la Unión.

Impresionante fachada, pero no eran las personas que quería ver. Se dirigió a los tres cuadris y al planetario con piernas que esperaban directamente frente a la escotilla. Sus expresiones levemente molestas, cuando advirtieron su aspecto no demasiado impresionante, fueron rápidamente suprimidas en tres de los cuatro rostros.

El oficial de seguridad de mayor grado de la Estación Graf era rápidamente reconocible por su uniforme, sus armas y su expresión. Otro cuadri varón de mediana edad también llevaba una especie de uniforme estacionario, azul pizarra, de estilo conservador diseñado para tranquilizar a la gente. Una cuadri de pelo blanco iba vestida con un jubón más recargado de terciopelo marrón con las mangas superiores con tajos de los que sobresalía un tejido plateado de seda, bombachos cortos a juego y mangas inferiores estrechas. El planetario también llevaba el uniforme azul pizarra, pero con pantalones y botas de fricción. El pelo corto y grisáceo flotaba alrededor de la cabeza que se volvió hacia Miles.

Miles se atragantó, tratando de no maldecir en voz alta.

«Dios mío. Es Bel Thorne.» ¿Qué demonios estaba haciendo aquí el ex mercenario hermafrodita betano? La contestación llegó por sí sola en cuanto se formuló la pregunta. «Bien. Ahora sé quién es nuestro observador de SegImp en la Estación Graf.» Cosa que, bruscamente, elevó la fiabilidad de los informes a un nivel altísimo… ¿o no? La sonrisa de Miles se congeló, ocultando, esperaba, su súbito desconcierto mental.

La mujer del pelo blanco estaba hablando en un tono muy gélido… Una parte de la mente de Miles la catalogó automáticamente como la persona de rango más alto y más vieja presente.

—Buenas tardes, lord Auditor Vorkosigan. Bienvenido a la Unión de Hábitats Libres.

Miles, guiando todavía con una mano a una parpadeante Ekaterin hacia la bodega, consiguió asentir amablemente como respuesta. Dejó la segunda agarradera para que Ekaterin se sujetara, y consiguió mantenerse en el aire sin dar un giro, el lado derecho hacia arriba en relación con la mujer cuadrúmana.

—Gracias —contestó con voz neutra. «Bel, ¿qué demonios…? Hazme una señal, maldita sea.»

El hermafrodita respondió a su mirada interrogativa con frío desinterés y, como quien no quiere la cosa, alzó una mano para rascarse la nariz, haciendo una señal, tal vez. «Espera…»

—Soy la Selladora jefa Greenlaw —continuó la mujer cuadri—, y he sido asignada por mi gobierno para recibirlo a usted y proporcionar arbitrio entre ustedes y sus víctimas en la Estación Graf. Éste es el jefe Venn, de personal de seguridad de la Estación Graf; el jefe Watts es el supervisor de Relaciones Planetarias de la Estación Graf, y el práctico Bel Thorne.

—Cómo están ustedes, señora, señores, honorable herm —continuó la boca de Miles en piloto automático. Estaba demasiado desconcertado por la presencia de Bel para tomar nota de algo más que de aquel «sus víctimas», de momento—. Permítanme presentarles a mi esposa, lady Ekaterin Vorkosigan, y a mi ayudante personal y hombre de armas, Roic.

Todos los cuadris miraron con mala cara a Roic. Pero ahora le tocó a Bel el turno de sorprenderse al mirar con súbita atención a Ekaterin. Un aspecto puramente personal de toda la situación se abrió paso entonces en la mente de Miles, cuando cayó en la cuenta de que dentro de muy poco, muy probablemente, iba a verse en la desagradable situación de tener que presentar su nueva esposa a su antiguo enamorado. No es que la pasión que Bel tan a menudo había expresado por él hubiera sido consumada, exactamente, para su retrospectivo pesar…

—Práctico Thorne, ah… —Miles advirtió que estaba buscando dónde agarrarse en más de un sentido. Su voz se animó al preguntar—: ¿Nos conocemos?

—Creo que no nos habíamos visto hasta ahora, lord Auditor Vorkosigan, no —contestó Bel; Miles esperó haber sido el único en detectar el leve énfasis en su nombre y título barrayarés en aquel familiar acento agudo.

—Ah —Miles vaciló. «Ahora dame un pie, una frase, algo…»—. Mi madre es betana, ¿sabe?

—Qué coincidencia —dijo Bel tranquilamente—. La mía también.

«¡Bel, maldición!»

—He tenido el placer de visitar la Colonia Beta varias veces.

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