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Robert Silverberg: Crónicas de Majipur

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Robert Silverberg Crónicas de Majipur

Crónicas de Majipur: краткое содержание, описание и аннотация

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Hissune, el joven compañero de lord valentine en y , aburrido de sus tareas rutinarias, consigue curiosear a sus anchas en el Registro de Almas, el lugar donde la prolífica vida pasada de Majipur se conserva en forma de grabaciones que contienen las vivencias de sus moradores. Hissune conoce así los extraños amores de los humanos y seres reptilescos, vive la tragedia del pintor espiritual que encuentra a un metamorfo con apariencia de mujer bellísima, realiza la travesía del Gran Océano y se ve rodeado e inmovilizado por algas malignas... En el mismo Registro de Almas, el jovencito se divierte con la pintoresca historia del Pontífice que, hastiado tras muchos años de encierro en el Laberinto, decide nombrarse miembro del sexo femenino como único medio de abandonar aquel mundo subterráneo. Hissune asiste también al nacimiento del Rey de los Sueños, el primer hombre que acosará a los habitantes dormidos con "envíos" maléficos mediante un instrumento de su invención. La primera noche de amor de Lord Valentine en compañía de una bruja y su hermano Voriax…

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—Ah. Comprendo.

Calain se acercó a ella y la abrazó.

—Será la separación más larga que soportaremos, no habrá otra, te lo prometo.

Inyanna sintió el deseo de preguntar, «¿No podrías rehusar de alguna forma?» o, «¿No puedes conseguir que yo te acompañe?». Pero sabía que sería en vano, y que supondría violar la etiqueta respetada por Calain. En consecuencia, no protestó. Abrazó a Calain, y el abrazo duró hasta la salida del sol.

La víspera de la partida hacia el puerto de Piliplok, la base de los barcos dragoneros, Calain llamó a Inyanna al despacho del piso superior de Vista de Nissimorn y le entregó un grueso documento para que lo firmara.

—¿Qué es esto? —preguntó ella, sin coger los papeles.

—Las cláusulas de nuestro matrimonio.

—Es un chiste muy cruel, mi señor.

—No es un chiste, Inyanna . No es un chiste.

—Pero…

—Pensaba discutirlo contigo este invierno, pero surgió el maldito viaje para cazar dragones y no nos queda más tiempo. Por eso he acelerado un poco las cosas. Tú no eres una simple concubina para mí: este documento formaliza nuestro amor.

—¿Acaso nuestro amor necesita formalidades? Calain entrecerró los ojos.

—Voy a partir en una aventura peligrosa y temeraria de la que confío en volver. Pero cuando me halle en el mar mi suerte no dependerá de mí. Como compañera mía no posees derechos legales de herencia. Siendo mi esposa…

Inyanna estaba atónita.

—¡Si el riesgo es tan grande, abandona el viaje, mi señor!

—Sabes que eso es imposible. Debo correr el riesgo. Y quiero asegurar tu futuro. Firma, Inyanna.

Inyanna contempló largo rato el documento, un borrador de numerosas páginas. Sus ojos se negaron a darle una visión correcta y no pudo leer las palabras que cierto amanuense había escrito con elegantísima caligrafía. ¿Esposa de Calain? Casi era monstruoso para ella… era igual que destrozar todos los cánones sociales o ir más allá de cualquier límite. Y sin embargo… sin embargo…

Calain aguardaba. Inyanna no podía negarse.

Por la mañana Calain partió hacia Piliplok con el séquito de la Corona, y durante ese día Inyanna vagó por los pasillos y habitaciones de Vista de Nissimorn, confusa y trastornada. Por la noche, el atento duque la invitó a cenar. La noche siguiente, Durand Livolk y su compañera la llevaron a la Isla de Pidruid, donde acababa de llegar un cargamento de vino de palmera flamígera. Las invitaciones se sucedieron, Inyanna estuvo muy ocupada, y pasaron los meses. El invierno cumplió su primera mitad. Y entonces llegó la noticia de que un enorme dragón marino había atacado el barco de la Corona, dejándolo en el fondo del Mar Interior. Lord Malibor había fallecido en compañía de todos los que navegaban con él, y se había nombrado a un tal Voriax para sucederle. De acuerdo con la voluntad de Calain, su viuda, Inyanna Forlana, era la nueva propietaria de la gran finca denominada Vista de Nissimorn.

11

Cuando terminó el período de luto y tuvo oportunidad de ocuparse de tales asuntos, Inyanna llamó a un administrador y ordenó que se llevaran al Gran Bazar generosos obsequios monetarios, para el ladrón Agourmole y los miembros de su familia. De ese modo Inyanna dejaba claro que no los había olvidado.

—Hágame saber las palabras exactas de estas personas cuando reciban las bolsas —ordenó al administrador.

Inyanna esperaba que sus amigos se referirían cordialmente a los viejos tiempos pasados juntos, pero el administrador explicó que ninguno había dicho nada de interés, que se habían limitado a expresar sorpresa y gratitud para con lady Inyanna… con la excepción de un joven llamado Sidoun, que había rechazado su regalo y fue imposible obligarle a aceptarlo. Inyanna sonrió tristemente y ordenó que los veinte reales de Sidoun fueran repartidos entre niños de las calles. Después Inyanna no vio más a los ladrones del Gran Bazar y jamás se acercó al lugar.

Pocos años más tarde, mientras visitaba las tiendas de la Galería Telaraña, lady Inyanna vio dos hombres de aspecto sospechoso en el comercio dedicado a la venta de tallas hechas con hueso de dragón. Por sus movimientos y por su forma de intercambiar miradas, Inyanna dedujo que eran ladrones, gente que estaba tramando la forma de distraer al vendedor para cometer un robo. Inyanna los observó con más atención y se dio cuenta de que los había visto en otra ocasión, porque uno era un hombre bajito y rollizo y el otro alto, de piel pálida y cara llena de bultos. Inyanna dio órdenes por gestos a sus acompañantes, que silenciosamente rodearon a los dos desconocidos.

—Uno de vosotros es Steyg, y el otro Vezan Ormus, aunque he olvidado quién es quién —dijo Inyanna—. Por otra parte, recuerdo perfectamente los detalles de nuestro encuentro.

Los ladrones intercambiaron miradas de alarma.

—Señora, está confundida —dijo el más alto—. Me llamo Elakon Mirj, y mi amigo se llama Thanooz.

—Es posible, ahora. Pero cuando visitasteis Velathys hace años teníais otros nombres. Veo que os habéis graduado, de timadores habéis pasado a ladrones, ¿eh? Decidme una cosa: ¿cuántos herederos de Vista de Nissimorn descubristeis antes de que el juego empezara a ser aburrido?

Había pánico en los ojos de los dos hombres. Parecían estar calculando la posibilidad de correr hacia la puerta burlando la vigilancia de los hombres de Inyanna. Pero ello habría sido una temeridad. Los guardianes de la Galería Telaraña estaban sobre aviso y se habían congregado en el pasillo.

—Somos honrados comerciantes, señora, y nada más —dijo el ladrón bajito, tembloroso.

—Sois incorregibles bribones —dijo Inyanna— y nada más. Negadlo otra vez y haré que os embarquen rumbo a Suvrael para hacer trabajos forzados.

—Señora…

—Decid la verdad —dijo Inyanna.

—Admitimos la acusación —dijo el hombre alto. Los dientes le castañeaban—. Pero eso fue hace mucho tiempo. Si le causamos daño, la indemnizaremos.

—¿Causarme daño? ¿Causarme daño? —Inyanna se rió—. No, me prestasteis el mayor servicio que una persona puede hacer. Sólo siento gratitud hacia vosotros. Porque debéis saber que yo era Inyanna Forlana, una tendera de Velathys a la que timasteis veinte reales, y ahora soy lady Inyanna de Ni-moya, señora de Vista de Nissimorn. De ese modo el Divino protege al débil y transforma lo malo en bueno. —Llamó a los guardianes—. Lleven a estos dos a los agentes imperiales y expliquen que yo prestaré declaración contra ellos en otro momento, pero que solicito merced para ellos, quizá una condena de tres meses de mendigar por las calles o algo similar. Y después creo que os emplearé a los dos. Sois insignificantes bribones, pero inteligentes, y es mejor que estéis cerca, donde se os pueda vigilar, que sueltos para engañar a los incautos.

Inyanna hizo un gesto con la mano. Los guardianes se llevaron a los ladrones.

—Lamento la interrupción —dijo Inyanna, dirigiéndose al vendedor—. Bien, respecto a estas tallas de los emblemas de la ciudad, que usted opina que valen doce reales cada una… ¿qué le parecería treinta reales por el lote, y quizá con el añadido de la miniatura de bilantún para redondear…?

X

VORIAX Y VALENTINE

Entre las vidas indirectas que Hissune ha experimentado en el Registro de Almas, la de Inyanna Forlana es quizá la más próxima a su corazón. Ello se debe en parte a que Inyanna es una mujer contemporánea y el mundo que habita es menos extraño que el del pintor espiritual, el del capitán de barcos o el de Thesme de Narabal. Pero el principal motivo de que Hissune se sienta emparentado con la ex tendera de Velathys es que ésta partió prácticamente de la nada, e incluso perdió lo poco que tenía, cosa que no le impidió obtener poder, grandeza y, sospecha Hissune, cierta satisfacción. Él sabe que el Divino ayuda a los que se ayudan a sí mismos, e Inyanna es muy parecida a él en ese sentido. Naturalmente se vio acompañada por la suerte, atrajo la atención de las personas precisas en el momento preciso, y estas personas se preocuparon de que llegara a buen puerto. Pero ¿acaso un individuo no moldea también su suerte? Hissune, que estuvo en el lugar preciso cuando lord Valentine llegó al Laberinto hacía años, es de ese parecer. No sabe qué sorpresas y placeres le deparará la fortuna, no sabe cuál es la mejor forma de moldear su destino para obtener algo más elevado que el puesto de empleado del Laberinto que ocupa desde hace tanto tiempo. Actualmente tiene dieciocho años, y esa edad le parece excesiva para iniciar el ascenso hacia la grandeza. Pero él recuerda que Inyanna, con los primeros años, vendía potes de barro y rollos de tela en el peor barrio de Velathys y acabó heredando Vista de Nissimorn. Imposible saber el futuro. Caramba, lord Valentine podría llamarle en cualquier momento… Lord Valentine, que llegó al Laberinto la semana pasada y ocupa ahora los suntuosos aposentos reservados para la Corona cuando reside en la capital del pontificado, lord Valentine podría llamarle y decirle: «Hissune, ya has trabajado demasiado en este sucio lugar. ¡A partir de ahora vivirás conmigo en el Monte del Castillo!»

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