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Terry Pratchett: Hombres de armas

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Terry Pratchett Hombres de armas
  • Название:
    Hombres de armas
  • Автор:
  • Издательство:
    Plaza y Janés
  • Жанр:
  • Год:
    2003
  • Город:
    Barcelona
  • Язык:
    Испанский
  • ISBN:
    978-84-01-32993-7
  • Рейтинг книги:
    5 / 5
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Hombres de armas: краткое содержание, описание и аннотация

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“¡Sé un HOMBRE en la Guardia de la Ciudad! ¡La Guardia de la Ciudad necesita HOMBRES!” Hasta ahora, sin embargo, la Guardia Nocturna solo cuenta con el cabo Zanahoria (técnicamente un enano), el agente Cuddy (realmente un enano), el agente Detritus (un troll), la agente Angua (una mujer… la mayor parte del tiempo) y el cabo Nobbs (descalifica do de la carrera evolutiva por hacer trampas). Y necesitan toda la ayuda que puedan conseguir. Porque hay un asesino suelto en las calles, con un arma nueva y mortífera y, lo más peligroso, un PLAN para devolver a la ciudad de Ankh-Morpork su grandeza perdida. Además, el misterio debe resolverse antes del mediodía, cuando el capitán Vimes devolverá su placa y se casará con la mujer más rica de la ciudad. Comparado con lo que les viene ahora, acabar con aquel dragón que atacó la ciudad hace un tiempo resultó fácil, ¡enfrentarse a un ejército de enanos sería más fácil! Y si la tarea es incluso complicada para un cuerpo de vigilancia normal, para la Guardia Nocturna puede convertirse en un quebradero de cabeza… literalmente. Una espléndida novela de acción, misterio y humor, Hombres de armas es la decimoquinta entrega de la conocida serie Mundodisco.

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Todos saltaron perceptiblemente cuando el último lord De M’uerthe se levantó de su asiento como una exhalación.

—¿Queréis escuchar lo que estáis diciendo, por favor? Miraos. ¿Quién entre vosotros no ha visto cómo el nombre de su familia se iba degradando desde los días de los reyes? ¿Es que ya no podéis acordaros de aquellos hombres que fueron vuestros antepasados?

Echó a andar rápidamente alrededor de la mesa de tal manera que todos tuvieron que ir volviéndose para mirarlo, y fue señalándolos uno a uno con un dedo furibundo.

—¡Vos, lord Óxido! Vuestro antepasado fue he-cho barón después de matar él solo a treinta y siete klatchianos, armado con nada más que un al-filer, ¿verdad?

—Sí, pero…

—Y vos, señor mío… ¡Sí, vos, lord Monflathers! ¡El primer duque condujo a seiscientos hombres a una gloriosa y épica derrota en la batalla de Quirm! ¿Es que eso no significa n-ada? Y vos, lord Venturii, y vos, sir George… sentados en Ankh dentro de vuestras antiguas mansiones con vuestros antiguos nombres y vuestro antiguo dinero, mientras los gremios… ¡Los gremios, esas camarillas de mercaderes y comerciantes! ¡Mientras los gremios, digo, tienen voz y voto en la a-dministración de la ciudad!

Edward llegó de dos zancadas a un estante y lanzó sobre la mesa un enorme volumen encuadernado en cuero que hizo volcar la copa de lord Óxido.

—¡La N-obleza de Twurp! —gritó—. ¡Todos tenemos páginas ahí! Es de nuestra propiedad. ¡Pero ese hombre os ha hipnotizado! ¡Os aseguro que es de carne y hueso, un mero mortal! ¡Nadie se atreve a quitarle de en medio porque pi-ensan que eso haría que las cosas empeoraran un poquito para ellos! ¡Oh, por todos los dio-ses!

Su audiencia se había puesto muy seria. Todo aquello era cierto, naturalmente… si lo planteabas de esa manera. Y el que viniera de labios de un pomposo joven de ojos enloquecidos no hacía que sonara mejor.

—Sí, sí, los buenos viejos tiempos. Torres imponentes, estandartes, la caballerosidad y todo eso —dijo el vizconde Patinador—. Damas con sombreros puntiagudos, tipos con armadura haciéndose picadillo los unos a los otros y todo lo que quieras. Pero ¿sabes?, hemos de progresar con los tiempos…

—Fue una época dorada —dijo Edward.

Dios mío, pensó lord Óxido. Realmente se lo cree.

—Verás, mi querido muchacho —dijo lady Selachii—, un poco de parecido fruto de la casualidad y una pequeña joya… Bueno, en realidad eso no significa gran cosa, ¿verdad?

—Mi aya me dijo que un auténtico rey podía sacar una espada de una piedra —dijo el vizconde Patinador.

—Ja, sí, y también podía curar la caspa —dijo lord Óxido—. Eso no es más que una leyenda. No es real. Y de todos modos, esa historia siempre me ha tenido un poco perplejo. ¿Qué hay de difícil en eso de sacar una espada de una piedra? El trabajo de verdad ya está hecho. Lo que deberías hacer es moverte y buscar al hombre que clavó la espada en la piedra en un principio, ¿eh?

Hubo una especie de carcajada general llena de alivio. Eso fue lo que recordaría Edward después. Todo había terminado entre carcajadas. No exactamente a sus expensas, pero Edward era el tipo de persona que siempre se toma las risas de una manera muy personal.

Diez minutos después, Edward de M’uerthe estaba solo.

Todos se lo tomaban con una tranquilidad inmensa. ¡Progresar con los tiempos! Edward había esperado más de ellos. Mucho más. Se había atrevido a concebir la esperanza de que podían llegar a sentirse inspirados por su liderazgo. Se había imaginado a sí mismo al frente de un ejército…

Blenkin entró arrastrando los pies con respeto.

—Los he acompañado a todos hasta la puerta, señor Edward —dijo.

—Gracias, Blenkin. Puedes quitar la mesa.

—Sí, señor Edward.

—¿Qué ha sido del honor, Blenkin?

—Pues no lo sé, señor. Le aseguro que yo no lo he cogido.

—No quisieron escuchar.

—No, señor.

—No quisieron es-cuchar.

Edward se quedó sentado junto al fuego que iba agonizando, con un ejemplar bastante usado de La sucesión de Ankh-Morpork escrita por Muerdemuslo abierto sobre su regazo. Reinas y reyes muertos lo contemplaban con reproche.

Y allí hubiera podido terminar todo. De hecho, en millones de universos terminó allí. Edward de M’uerthe fue envejeciendo y la obsesión se convirtió en una especie de locura libresca del tipo guantes-con-los-dedos-recortados y zapatillas de fieltro, y Edward llegó a ser todo un experto en la realeza, aunque eso nadie llegó a saberlo jamás debido a que rara vez salía de sus habitaciones. El cabo Zanahoria llegó a ser el sargento Zanahoria y, a su debido tiempo, murió de uniforme a la edad de setenta años en un improbable accidente relacionado con un oso hormiguero.

En un millón de universos, los guardias interinos Cuddy y Detritus no se cayeron por el agujero. En un millón de universos, Vimes no encontró los tubos. (En un universo extraño pero teóricamente posible, la Casa de la Guardia fue redecorada en colores pastel por un inexplicable tornado que también reparó el pestillo de la puerta e hizo unos cuantos trabajitos inesperados más por todo el lugar.) En un millón de universos, la Guardia fracasó.

En un millón de universos, este libro fue muy corto.

Edward se quedó dormido con La sucesión de Ankh-Morpork sobre las rodillas y tuvo un sueño. Soñó con una gloriosa contienda. «Gloriosa» era otra palabra muy importante en su vocabulario personal, al igual que «honor».

Si los traidores y los hombres sin honor no eran capaces de ver la verdad, entonces él, Edward de M’uerthe, era el dedo del Destino.

El problema con el Destino, naturalmente, es que no suele importarle demasiado dónde pone el dedo.

El capitán Sam Vimes, de la Guardia de la Ciudad de Ankh-Morpork (Guardia Nocturna) estaba sentado en la antesala llena de corrientes de aire de la sala de audiencias del patricio, con su mejor capa envolviéndole el cuerpo, la coraza bien abrillantada y el casco encima de las rodillas.

Estaba contemplando la pared con el rostro inexpresivo.

Se dijo a sí mismo que hubiese tenido que estar contento. Y lo estaba. En cierto modo. Decididamente sí. Todo lo contento que podía llegar a estar.

Dentro de unos días iba a casarse.

Iba a dejar de ser un guardia.

Iba a ser un caballero de vida ociosa.

Se quitó la placa de cobre y la pasó distraídamente por el borde de su capa para sacarle brillo. Luego la sostuvo ante los ojos de tal manera que la luz arrancó destellos a la pátina de la superficie. GCAM N.° 177. A veces Vimes se preguntaba cuántos otros guardias habían tenido aquella placa antes de él.

Bueno, ahora alguien iba a tenerla después de él.

Esta es Ankh-Morpork, la Ciudad de Las Mil y Una Sorpresas (según la guía editada por el Gremio de Mercaderes). ¿ Qué más se necesita decir? Un lugar inmenso, hogar de un millón de personas, la mayor de todas las ciudades del Mundodisco, que se extiende a ambos lados del río Ankh, un cauce de aguas tan fangosas que parece como si fluyera al revés.

Y los visitantes dicen: ¿Cómo es que existe una ciudad tan grande? ¿Qué la mantiene en funcionamiento? Dado que tiene un río que se puede masticar, ¿de dónde proviene el agua potable? ¿Cuál es, de hecho, la base de la economía de la ciudad? ¿Cómo es posible que, en contra de toda probabilidad, Ankh-Morpork funcione?

En realidad, los visitantes no suelen decir eso. Lo habitual es que digan cosas como «¿Por dónde se va a, ya sabe, las… esto… ya sabe, las damas jóvenes, sí, eso?».

Pero suponiendo que empezaran a pensar con el cerebro durante un ratito, eso habría sido lo que hubiesen estado pensando.

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