Louise Cooper - El Iniciado
Здесь есть возможность читать онлайн «Louise Cooper - El Iniciado» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:El Iniciado
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:5 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 100
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
El Iniciado: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Iniciado»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
El Iniciado — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Iniciado», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
Casi al fondo de la asamblea, en realidad mucho más atrás de lo que correspondía a su rango, un hombre observaba la ceremonia con una expresión tan enigmática como la de las estatuas. Pronto tendría que rendir también él el homenaje debido a las imágenes, pero prefería retrasar lo máximo posible aquel momento. Y no era que sintiese menos devoción por los Siete Dioses que cualquiera de sus semejantes; nada de eso, pero no podía evitar la débil pero inquietante impresión de que esos actos formales, con toda su pompa y ceremonia, servían más para satisfacer la vanidad de los visitantes que para fines más enjundiosos. Además, en ese momento, necesitaba tiempo para pensar.
Cualquiera que le conociese de antes y no hubiese visto a Tarod durante los diez años que llevaba viviendo en el Castillo de la Península de la Estrella, sin duda no le habría reconocido. Era más alto incluso que Keridil, que superaba en estatura a la mayoría; tenía una complexión vigorosa, de largos huesos, pero era más bien delgado. Su cara había perdido hacía tiempo sus facciones infantiles para convertirse en un rostro de pómulos salientes, fino mentón y nariz estrecha y aguileña, que separaba los ojos verdes y extrañamente felinos; y sus negros cabellos, que nunca se tomaba la molestia de cortarse, eran ahora una mata de pelo enmarañada. Era como si, recordando su creencia infantil de que era diferente, hubiese querido acentuar las diferencias, en vez de disimularlas, y se apartase deliberadamente de las normas.
Los cambios eran mucho más profundos que la simple apariencia exterior. Del niño medio aterrorizado y medio desafiante que había sido traído al Castillo como un chiquillo abandonado e inexperto, hacía más de diez años, no quedaba más que un vago recuerdo. El clan que le había socorrido de mala gana durante los primeros trece años de su vida le creía muerto desde hacía mucho tiempo (las investigaciones del Sumo Iniciado sobre su pasado habían demostrado que no había nadie dispuesto a reclamarle) y él había renunciado a su antigua identidad y emprendido una nueva vida sin lamentarlo un solo instante. Ahora había un conocimiento y una comprensión en sus ojos verdes muy superiores a los que por su edad le habrían correspondido, y tenía una confianza que nunca habría podido darle su vida en Wishet. Había progresado rápidamente y aprendido muchas cosas que permanecían ocultas para todos salvo unos pocos elegidos; había contraído amistades muy superiores a las derivadas del parentesco de sangre. Incluso aquellos que no simpatizaban con él o que le envidiaban (y eran muy pocos) tenían que reconocer que había justificado sobradamente las promesas que tanto Jehrek como Taunan habían visto en él hacía tanto tiempo.
Suspiró al ver que el grupo en que se hallaba avanzaba en dirección a las estatuas. Había aquí demasiadas influencias no deseadas para poder pensar con coherencia, y se plegó de mala gana a las exigencias de la ceremonia. El rígido cuello de su capa de etiqueta (verde, como correspondía a un hechicero del séptimo grado) le molestaba terriblemente; irritado, se echó la capa hacia atrás, dejando al descubierto la ajustada camisa negra y el pantalón del mismo color, que era su preferido. Advirtió que un visitante que estaba cerca de él se a3ar-taba rápidamente al ver el largo cuchillo que pendía en la vaina junto a su cadera derecha, y sonrió ligeramente. Los cuentos sobre los Iniciados que circulaban en el mundo exterior todavía solían adornarse con especulaciones y retórica, y aunque no hubiese debido divertirle la evidente inquietud de aquel hombre, le costó resistir la tentación.
La multitud avanzó despacio; Tarod se encontró delante de la estatua de Aeoris y, en el mismo instante en que hincó una rodilla, exp e-rimentó una viva sensación de deja vu
El sueño; tenía algo que ver con el sueño...
Su frente se cubrió de sudor; los que se hallaban detrás de él estaban esperando... Apresuradamente, y confiando en que nadie hubiese advertido su momentánea confusión, Tarod bajó la cabeza hasta el pie tallado de Aeoris, se levantó y caminó rápidamente hacia la puerta principal.
Themila Gan Lin se ajustó su faja de consejera y pasó entre dos de las largas mesas para llegar al banco donde Tarod estaba sentado solo. El banquete había terminado, se habían pronunciado los discursos y, ahora, el Círculo y los invitados estaban descansando en el vasto comedor mientras circulaba pródigamente el vino. Era tarde pero, en el exterior, el sol pendía todavía sobre el horizonte y se reflejaba en todas las ventanas la luz roja de la tarde de verano en el norte.
—Conque era aquí donde te escondías —dijo Themila en tono de burlona acusación, mientras se sentaba a su lado.
Tarod le sonrió afectuosamente.
—No me oculto, Themila. Simplemente... no participo.
—No trates de engañarme con tus teorías. —Le tendió su copa de vino para que la llenase—. Permíteme que te recuerde que tienes el honor de ser el peor estudiante de Filosofía a quien he tenido el disgusto de tratar de enseñar.
Tarod se echó a reír desaforadamente y Themila se preguntó cuánto vino habría bebido. Era impropio de él beber demasiado, y le intrigó el hecho de que esta vez se hubiese pasado de la raya. En el curso de los años, él se había convertido, en cierto sentido, en el hijo que ella no había tenido y, por consiguiente, conocía a fondo sus estados de ánimo. Pero el de ahora le resultaba nuevo.
— Filosofía — dijo Tarod al fin—. Sí..., tienes razón. Tal vez hubiese tenido que estudiarla con más intensidad. O Historia.
Themila frunció el ceño.
—Tarod, estás hablando de un modo enigmático. O me estás gastando una broma o...
—¡No! —la interrumpió él—. No es una broma. Y tampoco estoy borracho, si es esto lo que estás pensando.
Como para demostrarlo, volvió a llenar su copa, y ella dijo:
—Entonces, la tercera posibilidad es que hay algo que te preocupa.
Tarod contempló el salón, donde los múltiples colores de capas y de faldas se confundían al mezclarse los invitados.
—Sí, Themila. Algo me preocupa.
— ¿Puedes decirme qué es?
—No. O al menos... —Tarod pareció discutir en silencio consigo mismo, acariciando el borde de la copa con su mano delgada e inquieta. De pronto dijo—: ¿Sabes interpretar los sueños, Themila?
—Sabes muy bien que no. Pero si es un sueño lo que te preocupa yo diría que para un hechicero del séptimo grado...
El la interrumpió con un bufido:
—Como yo no he pasado nunca del tercer grado siento un poco más de respeto por esta distinción — dijo Themila con cierta acritud.
— Lo siento; no era mi intención ofenderte. Pero creo que tal vez es ésta la raíz de todo el problema.
— ¿Tú rango? —se asombró ella.
— En cierto sentido... — De pronto la miró fijamente y ella se sobresaltó al ver el brillo de sus ojos verdes. Por un instante, Tarod parecía peligroso—. Themila, ¿hasta qué punto crees en la observancia de las doctrinas del Circulo?
Themila trató de interpretar el motivo de aquella pregunta y no lo consiguió. Prudentemente, dijo:
—La respuesta no es fácil, Tarod. Si lo que quieres decir es si acepto sin comentarios todo lo que me dicen, entonces respondo que no. Pero la sabiduría inherente a nuestras enseñanzas tiene una fuente impecable.
—El propio Aeoris..., sí. —Tarod hizo el breve signo impuesto por la tradición cuando se pronunciaba el nombre del dios. Era una costumbre seguida por todos los Iniciados, pero ella tuvo la inquietante impresión de que, para él, no era más que un reflejo casual—. Pero ¿podemos estar seguros de que interpretamos acertadamente esta sabiduría? A veces siento que los rituales, las celebraciones masivas y demás nos están cegando. El poder del Círculo es indiscutible. Pero es un poder muy limitado.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «El Iniciado»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Iniciado» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «El Iniciado» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.