– Estabas muy impaciente por chismear sobre mí. Díselo a ella ahora.
– ¿Puedo levantarme, mi reina? -preguntó Mistral.
– Levántate, bufón, no me importa; simplemente díselo a ella.
Mistral se levantó cautelosamente, y cuando ella no hizo ningún movimiento hacia a él, comenzó a moverse con cuidado a través del cuarto hacia nosotros. Su garganta se veía oscura bajo las luces parpadeantes. Ella le había cortado. Cualquier sidhe podría cicatrizar un corte pequeño, pero como el daño había sido producido por Terror Mortal, Mistral se curaría mortalmente despacio, a velocidad humana.
Los ojos de Mistral se veían abiertos, asustados, pero él se movió fácilmente atravesando el jardín muerto, como si a él no le preocupara que ella le hiciera algo mientras se estaba alejando de ella. Sé que a mí ya me hubiera estado doliendo la espalda con el miedo del golpe. Sólo cuando él estuvo fuera del alcance de su espada permitió que un poco del pánico dejara sus ojos. Aun así, eran del color de la verde sombra del tornado. Ansiedad.
– Suficiente -dijo ella-. Meredith puede oírte desde allí.
Él se detuvo obedientemente, pero tragó saliva, como si no le gustara nada que ella le hubiera detenido antes de haber regresado con nosotros. No lo culpaba. La magia de la reina podría destruirle desde esa distancia. Probablemente, Andais le había ordenado detenerse simplemente para que él se preocupara. Igual ya no se proponía hacerle más daño, pero quería que tuviera miedo. A ella le gustaba que las personas le tuvieran miedo.
– Ella ha encadenado a todos los de la Casa de Nerys con cadenas de hierro frío para que no puedan hacer ninguna magia -dijo Mistral.
– No puedo discutir eso -dije. -Nos atacaron en la Corte, todos ellos. Deberían perder su magia por un tiempo.
– Ella ha dado a los hombres la oportunidad de convertirse en sus Cuervos. A las mujeres les ha ofrecido ser Grullas de la guardia del príncipe.
– Cel está preso, encerrado. Él no necesita guardia -dije.
– La mayor parte de las mujeres no estarían de acuerdo con eso, de todas formas -dijo Mistral. -Pero la reina tenía que ser vista otorgándoles a todos ellos una elección.
– ¿Una elección entre convertirse en guardias y qué más? -Pregunté. Casi me daba miedo la respuesta. Ella llevaba a Terror Mortal. Recé para que no los hubiera ejecutado. La Corte entera abjuraría de ella. Y yo necesitaba a Andais en el trono hasta que me confirmase como su heredera.
– La reina ha ordenado a Ezekiel y a sus ayudantes tapiarlos vivos -dijo Mistral.
Parpadeé ante eso. No podía asimilarlo todo. Mi primer pensamiento fue protestar diciendo que la reina era perjura; luego me percaté de que no lo era.
– Son inmortales, así que no morirán -dije, suavemente.
– Pasarán un hambre y una sed horribles, y desearán morir -dijo Mistral-, pero no, son inmortales, y no morirán.
Miré más allá de él a mi tía.
– Muy astuto- dije. -Muy malditamente inteligente.
Ella inclinó levemente la cabeza.
– Estoy encantada de que aprecies tan sutil razonamiento.
– Oh, lo hago -y realmente lo hacía. -No has roto ningún juramento. De hecho, técnicamente, estás haciendo exactamente aquello por lo que Nerys sacrificó su vida. Su clan, su casa, su linaje vivirá.
– Eso no es vida -dijo Mistral.
– ¿Realmente pensaste que la princesa podría influir en mí lo suficiente como para salvarlos de su destino? -Preguntó Andais.
– Antiguamente habría buscado a Essus, para solicitarle ayuda contigo -dijo Mistral. -Así que busqué a la princesa.
– Ella no es mi hermano -gruñó Andais.
– No, ella no es Essus -dijo Mistral-, pero es su hija. Ella es de tu sangre.
– ¿Y qué significa eso, Mistral? ¿Que ella puede negociar por la gente de Nerys? Ya ha sido negociado, por la misma Nerys.
– Tú te estás burlando del espíritu de ese pacto -dijo Rhys.
– Pero no rompiéndolo -dijo ella.
– No -dijo él, y pareció muy triste. -No, los sidhe nunca mienten, y siempre mantenemos nuestra palabra. Excepto que nuestra versión de la verdad puede ser más peligrosa que cualquier mentira, y mejor harías en pensar cuidadosamente en cada una de las palabras que forman parte de cualquier juramento al que demos nuestra palabra, porque encontraremos la manera de hacerte lamentar el haberte encontrado con nosotros. -Él sonaba más enojado que triste.
– ¿Te atreves a criticar a tu reina? -preguntó ella.
Toqué el brazo de Rhys, apretándolo. Él miró primero mi mano, luego mi cara. Lo que sea que él vio allí le hizo respirar profundamente y negar con la cabeza.
– Nadie se atrevería a hacer eso, Reina Andais. -Su voz sonaba resignada otra vez.
– ¿Qué darías tú por una señal de que la vida está regresando a los jardines? -preguntó Doyle.
– ¿Qué quieres decir con una señal ? -preguntó ella, y su voz contenía toda la sospecha de alguien que nos conocía demasiado bien.
– ¿Qué darías por algún indicio de vida aquí en los huertos?
– Un poco de viento no es un signo -dijo ella.
– ¿Pero no valdrían nada para ti, los albores de la vida aquí en los jardines, mi reina?
– Por supuesto que valdría algo.
– Podría significar que nuestro poder está regresando -dijo Doyle.
Ella señaló con la espada, la plata brillando débilmente bajo la luz.
– Sé lo que significaría, Oscuridad.
– ¿Y un regreso de nuestro poder, qué valdría eso para ti, Reina?
– Sé a dónde quieres llegar, Oscuridad. No trates de jugar a estos juegos conmigo. Yo los inventé.
– Entonces no jugaré. Lo expondré claramente. Si podemos traer algún indicio de vida a estos mundos subterráneos, entonces tú te esperarás para castigar, de cualquier forma, a los integrantes de la Casa de Nerys. O a cualquier otro.
Una sonrisa tan cruel y fría como una mañana de invierno curvó sus labios.
– Buena jugada, Oscuridad, buena jugada.
Se me cerró la garganta al darme cuenta de que si él hubiera olvidado la última frase, algún otro habría pagado su cólera. Alguien que habría sido importante para Doyle, o para mí, o para ambos, si ella los pudiera haber encontrado. Rhys estaba en lo cierto: era un juego peligroso, este juego de palabras.
– ¿Y qué esperaré? -preguntó ella.
– A que nosotros traigamos la vida a los jardines muertos, por supuesto -dijo él.
– ¿Y si no traéis la vida a los jardines muertos, entonces qué?
– Entonces cuando estemos todos convencidos de que la princesa y sus hombres no pueden traer de vuelta la vida a los huertos, estarás en libertad de hacer con la gente de Nerys aquello que pretendías.
– ¿Y si devolvéis la vida a los huertos, qué entonces? -preguntó ella.
– Si traemos de vuelta incluso aunque sólo sea un indicio de vida a los huertos, dejarás que la Princesa Meredith escoja el castigo de aquéllos que trataron de asesinarla.
Ella negó con la cabeza.
– Inteligente, Oscuridad, pero no lo bastante inteligente. Si devolvéis un indicio de vida a los huertos, entonces yo permitiré a Meredith castigar a la Casa de Nerys.
Ahora fue el turno de Doyle de negar con la cabeza.
– Si la Princesa Meredith y algunos de sus hombres traen de vuelta incluso un indicio de vida a estos jardines, entonces sólo Meredith decide qué castigo será asignado a la gente de Nerys.
Andais pareció pensarlo durante uno o dos momentos, luego asintió con la cabeza.
– De acuerdo.
– ¿Das tu palabra, la palabra de la reina de la Corte Oscura? -Preguntó Doyle.
Ella asintió con la cabeza.
– Lo hago.
– Atestiguado -dijo Rhys.
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