Margaret Weis - El templo de Istar

Здесь есть возможность читать онлайн «Margaret Weis - El templo de Istar» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El templo de Istar: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El templo de Istar»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El templo de Istar — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El templo de Istar», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Temerosos de que surgieran de la nada otros ciclones sobrenaturales, los espectadores del circo huyeron de las gradas y atestaron las avenidas en un esfuerzo desordenado de recluirse en sus casas. En el interior del Templo enmudeció la voz musical del Príncipe de los Sacerdotes, languideció su luminosa aureola y, tras inspeccionar los daños, el sumo mandatario y sus ministros —los Hijos Venerables de Paladine— descendieron a una cripta para discutir el fenómeno. Los otros presentes en la celebración se afanaron en organizar el caos reinante, ya que la ventolera había volcado muebles, desprendido pinturas de los muros y levantado nubes de polvo en todas las dependencias.

«Éste es el principio —pensó Crysania con espanto, tratando de obligar a sus entumecidas manos a cesar de temblar mientras recogía las piezas de porcelana que yacían esparcidas en el comedor—. Es sólo el comienzo del fin».

Sabía que lo peor aún estaba por venir.

14

Mañana…

—Las fuerzas del Mal se han confabulado para aplastarme —declaró el Príncipe de los Sacerdotes, destilando su melodiosa voz una nota de valentía que penetró los espíritus de cuantos lo escuchaban—. ¡Pero no he de rendirme, ni tampoco vosotros! Tenemos que aunar energías frente a su amenaza.

«No —susurró Crysania para sus adentros—, todos os equivocáis. ¿Cómo podéis estar tan ciegos?».

Se hallaba en la sala de los rezos matutinos, doce días después de que los dioses mandaran la primera de las Trece Advertencias. Desde entonces, se habían sucedido los mensajes informando de los distintos portentos observados en los confines del continente de Ansalon, uno cada jornada.

—El emisario del rey Lorac cuenta que, en Silvanesti, los árboles sangraron de sol a sol —recapituló el mandatario, impregnadas sus palabras del temor que le inspiraban tan luctuosos hechos—. La ciudad de Palanthas vive bajo el acoso de una bruma blanca, tan densa que los habitantes se pierden en las calles si se aventuran a abandonar sus hogares.

»En Solamnia, las fogatas se niegan a arder. Los lares permanecen fríos, desolados, y ha habido que cerrar las fraguas pues el carbón que las alimenta no genera más calor que un témpano de hielo. En las llanuras de Abanasinia, por el contrario, los prados se incendian uno tras otro. Las llamas rugen sin control, llenando el cielo de negras humaredas y expulsando a los bárbaros de sus núcleos tribales.

»Esta misma mañana, los grifos han traído la noticia de que la ciudad elfa de Qualinost está siendo invadida por los animales del bosque, repentinamente salvajes y agresivos.

Incapaz de soportarlo, Crysania se puso en pie. Ajena al escandalizado escrutinio de las otras mujeres, se ausentó del servicio religioso y echó a correr por los pasillos.

Un zigzagueante rayo la deslumbró, y el retumbar del trueno que sucedió a éste la impulsó a cubrirse la faz con las manos.

«¡Me volveré loca si no cesa pronto!», murmuró, quebrada su voz, a la vez que se arrinconaba en un recodo.

Durante doce días, desde que los azotara el ciclón, una tormenta se obstinaba en desatar su furia sobre Istar, inundándola de lluvia y pedrisco. Los relámpagos y los estentóreos zumbidos que los acompañaban eran continuos. Bajo su influjo se agitaba el Templo, se interrumpía el sueño y se perturbaban las mentes. Tensa, abrumada por la fatiga y por el terror, la sacerdotisa se desplomó en una silla, enterrado el rostro para aislarse del entorno.

El suave contacto de una mano en su brazo la sobresaltó, tanto que se incorporó de un brinco. Se erguía ante ella un hombre joven y apuesto, arropado en una capa saturada de agua bajo la que se adivinaban unos hombros fuertes, musculosos.

—Lo siento, Hija Venerable, no era mi deseo asustarte —se disculpó con un timbre cavernoso que, al igual que sus rasgos, resultaba familiar a la dama.

—¡Caramon! —exclamó aliviada, aferrándose a aquella criatura real, sólida.

Vibró en el aire otro resplandor, con la explosión subsiguiente. Crysania entornó los párpados, en medio de un irrefrenable rechinar de dientes, y notó que incluso el hercúleo cuerpo del guerrero se conmovía, preso de un nerviosismo que, sin embargo, no restó firmeza a su abrazo.

—Debería estar orando con los demás clérigos —dijo la dama cuando cedió el bramido de los elementos—. Imagino que en la calle la tempestad es insoportable. Estás empapado.

—Hace varios días que intento verte —comenzó a protestar Caramon.

—Lo sé —balbuceó ella—, pero estoy muy ocupada…

—Escúchame, Crysania —atajó el hombretón sin que su voz flaqueara—. No he venido aquí para rogarte que me invites a un banquete, sino porque mañana esta ciudad dejará de existir.

—¡Silencio! —ordenó la sacerdotisa—. No es prudente hablar de este tema en un corredor. —Un nuevo estampido le encrespó el cabello pero, esta vez, recobró de inmediato la compostura—. Acompáñame.

El gladiador vaciló un instante y, ceñudo, siguió el camino que ella trazaba por las dependencias del Templo hasta llegar a una de las cámaras desprovistas de ventanas. En su interior, al menos, estaban al abrigo de los relampagueos, y los ecos de los truenos quedaban amortiguados merced a los gruesos muros. Crysania cerró la puerta con sigilo, tomó asiento en una butaca e instó a su oponente a imitarla.

Caramon obedeció su mandato aunque reticente, incómodo. Se mantuvo en el borde de su silla, azorado al recordar las circunstancias que rodearon su último encuentro, cuando su ebriedad estuvo a punto de causar la muerte de ambos. Supuso que ella también evocaba la escena, ya que le miraba con unos ojos tan fríos y grises como el amanecer. El humano se sonrojó.

—Me satisface comprobar que tu salud ha mejorado —comentó la joven, deseosa de disimular su acento severo y fracasando estrepitosamente.

El rubor del gladiador se intensificó. Fijó la vista en el suelo, azuzado por la vergüenza.

—Lo lamento —se disculpó Crysania de manera abrupta—, te suplico que me perdones. No he logrado conciliar el sueño desde que se iniciaron estos sucesos. Ni siquiera puedo pensar —añadió, extendida su trémula mano sobre las sienes—. Este ruido incesante me conturba.

—Lo comprendo —la tranquilizó el guerrero—. Y, además, es lógico que me desprecies, yo también reniego de mi conducta pasada. Pero eso ahora carece de importancia. ¡Tenemos que irnos, Crysania!

—Sí, es verdad —respondió la interpelada con un hondo suspiro—. Hay que salir de Istar, soy consciente de que sólo faltan unas horas para la hecatombe. Me he equivocado —admitió—, hasta el último momento alimenté la esperanza de que la situación cambiaría. ¿Cómo puede estar tan ciego el Príncipe? ¡No me lo explico!

—No es ése el motivo de que me hayas evitado —declaró Caramon, tan inexpresivos sus ojos como su tono—. ¿Querías acaso retrasar nuestra partida?

Ahora fue Crysania quien sintió un repentino calor en sus pómulos, a la vez que retorcía las manos sobre el regazo.

—En cierto modo —confesó, tan quedamente que el guerrero apenas la oyó—. Si he provocado esta demora es porque no me resigno a volver sin…

—Sin Raistlin —colaboró su interlocutor—. Crysania, ten presente que él puede valerse de su magia. No nos necesita, ha elegido su propio camino y, si tal es su anhelo, invocará al encantamiento que le permita catapultarse al futuro. En el caso de que no lo haga, tras mucho recapitular he concluido que no tenemos derecho a obligarlo.

—Tu hermano está enfermo —replicó la sacerdotisa.

Caramon levantó el rostro, desencajado por la preocupación.

—Hace días que trato de entrevistarme con él, desde que se iniciaron las Fiestas de Invierno —continuó la dama—. No ha recibido a nadie en todo este tiempo, ni siquiera a mí, y ahora, al fin me ha mandado llamar. Debo hablarle, convencerlo de que se una a nosotros —se empecinó, ardientes sus mejillas bajo la penetrante mirada del gladiador—. Si su dolencia le ha debilitado no tendrá energía suficiente para formular el hechizo.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El templo de Istar»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El templo de Istar» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Margaret Weis - Die Brüder
Margaret Weis
Margaret Weis - Drachenzauber
Margaret Weis
Margaret Weis - Drachenjäger
Margaret Weis
Margaret Weis - Ámbar y Sangre
Margaret Weis
Margaret Weis - La Torre de Wayreth
Margaret Weis
Margaret Weis - The Magic of Krynn
Margaret Weis
Margaret Weis - The reign of Istar
Margaret Weis
Margaret Weis - The War of the Lance
Margaret Weis
Отзывы о книге «El templo de Istar»

Обсуждение, отзывы о книге «El templo de Istar» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x