Margaret Weis - El templo de Istar

Здесь есть возможность читать онлайн «Margaret Weis - El templo de Istar» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El templo de Istar: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El templo de Istar»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El templo de Istar — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El templo de Istar», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

De nada le sirvieron estas recomendaciones, abrió la puerta de par en par y se apresuró a encender una vela encajada en su palmatoria. El orden, el recogimiento eran absolutos.

Los libros del eclesiástico, sus plumas y los documentos que a menudo tomaba prestados de la sala de escribas para concluir su labor yacían en el escritorio, como si hubiera abandonado la alcoba con la intención de regresar de inmediato. Incluso su ropa estaba allí, confirmando las esperanzas de la dama, pero un sentimiento de ausencia inundaba la cámara, tan fría y desnuda como el intocado lecho.

Por un instante el resplandor de la candela enteló la vista de Crysania y, al notar que le flaqueaban las rodillas, se apoyó en el quicio de la puerta. De nuevo se forzó a relajarse, a razonar. Extinguió la oscilante llama, la dejó en su lugar, cerró con firmeza la puerta y, haciendo acopio de energías, se encaminó hacia los pasillos donde estaba su dormitorio.

Debía admitirlo, había llegado la Noche de los Hados y, con ella, el fin de la institución a la que servía. Se acercaban las Fiestas de Invierno, y, según los anales de la Historia, dentro de trece días se desencadenaría el Cataclismo. Este pensamiento hizo que se detuviera. Débil, mareada, se asomó a una ventana abierta que daba al jardín, a esta hora bañado por los blancos resplandores de Solinari. Debía despedirse de sus planes, sus sueños, su propósito. Al regresar a su época tan sólo podría informar de un desesperante fracaso.

El plateado jardín danzaba en una nebulosa, la sacerdotisa estaba demasiado consternada para contemplarlo e imbuirse de su paz. Había encontrado una Iglesia corrupta, a un Príncipe incapaz de evitar la destrucción del mundo. Hasta había fallado en su designio de apartar a Raistlin de la oscuridad, sabía que el hechicero nunca la escucharía e intuía que, en este mismo instante, el nigromante se reía de su ingenuidad con su espantosa mueca burlona.

—¿Hija Venerable? —la invocó una voz.

—¿Quién eres? —preguntó ella, enjugando su llanto y tratando de aclararse la garganta. Tras pestañear varias veces escrutó la penumbra, justo a tiempo para vislumbrar una embozada figura que emergía de su manto. Estaba sin aliento, apenas pudo insistir en su demanda—: ¿Quién va?

—Me encaminaba hacia mis aposentos cuando te vi inclinada sobre el alféizar —anunció el recién llegado, que ni sonreía ni se mofaba. Ribeteaba su timbre una nota de cinismo, aunque provista de una extraña calidez que arrancó un trémulo suspiro de la sacerdotisa.

—Confío que no estarás enferma ni trastornada —dijo el aparecido, aproximándose a Crysania.

Era Raistlin quien la abordaba, no le cupo la menor duda pese a no vislumbrar su rostro, oculto tras la negra capucha. Sus ojos brillantes, fríos bajo los haces del argénteo satélite, lo identificaban de manera inequívoca.

—No —murmuró lacónicamente la eclesiástica.

Desvió presta la mirada, ansiando que se hubiera esfumado la huella de sus sollozos y haciendo un supremo esfuerzo para contenerlos. Fue inútil: el cansancio, las tensiones sufridas, la conciencia de su derrota exigían un desahogo, se manifestaba en sendos riachuelos que surcaban sus mejillas.

—Vete, te lo ruego —dijo Crysania con los párpados entornados y un salado y amargo sabor de boca, consecuencia de las lágrimas que se introducían en su paladar.

Sintió el tibio contacto de aquel cuerpo que la envolvía con su mera presencia, del suave terciopelo al acariciar su brazo desnudo. Olió un aroma especiado, mezcla de pétalos de rosa y los elementos de putrefacción —acaso alas de murciélago, el cráneo de algún animal inimaginable— que utilizaban los hechiceros en su arte. Paralizada por el penetrante efluvio, dio un respingo al percibir en su pómulo la caricia de unos dedos delgados, sensibles, fuertes, transmisores de un extraño calor.

O bien la mano desalojó las lágrimas o éstas se evaporaron bajo su ardiente textura, Crysania no logró adivinarlo. Alzaron las yemas su mentón para apartarla de la luz nocturna y la dama quedó petrificada, ahogada por su propio pálpito. Mantuvo los ojos cerrados, temerosa de lo que podían ver, aunque sus sentidos permanecieron despiertos a aquel cuerpo enteco que la abrazaba con dulzura, perturbador.

De pronto, Crysania deseó que la negrura de Raistlin la cobijase, la reconfortara en su desasosiego, anheló que su llama abrasadora conjurara el frío de sus entrañas. Levantó los brazos, estiró las manos en su busca, mas él se había esfumado. Oyó el crujir de sus ropajes al retroceder por el callado corredor.

Sobresaltada, la sacerdotisa abrió los ojos. Apretó, de nuevo llorosa, la mejilla contra el ventanal, si bien ahora sus lágrimas eran de júbilo.

—Gracias, Paladine —susurró—. El camino se abre despejado ante mí, no te decepcionaré.

Una figura arropada en su negra túnica surcaba las dependencias del Templo. Todos cuantos se tropezaban con la criatura se hacían a un lado presos del pánico, amedrentados por la cólera que se adivinaba, aunque invisible, bajo su lóbrega capucha.

Al fin Raistlin se adentró en el pasillo de su aposento, se introdujo en la penumbra de éste y, tras dar un seco portazo que casi resquebrajó la hoja, prendió una fogata mediante un gesto arcano. Las llamas chisporrotearon en la chimenea y el mago empezó a caminar de uno a otro lado de la estancia, profiriendo maldiciones contra sí mismo, hasta sentirse demasiado cansado para andar. Se desplomó entonces en una butaca, y contempló el ígneo espectáculo con ojos febriles.

«¡Insensato —se amonestó—, debería haberlo previsto! ¿Cómo no he imaginado que este cuerpo posee, a pesar de su fortaleza, la gran debilidad que comparten todos los seres vivos? Por muy inteligente, disciplinado que sea, aunque crea tener bajo control mis emociones, una de ellas, invencible, se agazapa en las sombras como un ave rapaz, dispuesta a saltar sobre mí. —Emitió un gruñido de rabia y se clavó las uñas en la carne, con tal violencia que no tardó en brotar sangre—. Todavía puedo verla, admirar su tez de marfil y sus pálidos labios. Huelo su cabello, siento la ondulante suavidad de su persona cerca de mí.

»¡No! —se rebeló en un alarido—. No permitiré que eso suceda. O quizás… ¿Y si la sedujera? —se dijo de pronto—. Así caería en las redes de mi poder».

Tal idea se le antojó tentadora, provocó en sus entrañas un arrebato de deseo que convulsionó todas sus vísceras, mas el talante calculador, lógico, que siempre lo alentaba se sobrepuso al momentáneo ardor.

«¿Qué sabes tú del amor, de los raptos de los sentidos? —se preguntó—. Eres un niño en tales cuestiones, más ignorante que el mentecato de Caramon».

Las imágenes de su adolescencia poblaron su memoria como una tempestad. Frágil y enfermizo, conocido por sus mordaces sarcasmos y su carácter hosco, Raistlin nunca atrajo la atención de las mujeres, a diferencia de su apuesto hermano. En aquella época, no obstante, lo absorbían tanto sus estudios de magia que apenas percibió la pérdida. Sin embargo, tuvo la oportunidad de experimentar una relación amorosa. Una de las novias de su gemelo, hastiada de la conquista fácil, decidió que aquella oscura réplica del guerrero podía resultar interesante. Hostigado por las bromas de su hermano, y de sus compañeros, Raistlin cedió a las insinuaciones de la joven, y ambos se embarcaron en una aventura que había de constituir un rotundo fracaso. La muchacha se entregó a los brazos de Caramon y el hechicero, por su parte, constató lo que ya sospechaba: sólo hallaría el auténtico éxtasis en el mundo arcano.

Pero su cuerpo, ahora más joven, más vital, más semejante al de su gemelo, bullía en una pasión que antes nunca sintiera. Anhelaba ceder a su dictado, se debatía contra el raciocinio que le aconsejaba desoír la apremiante llamada. Tras una encarnizada lucha, venció la mente.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El templo de Istar»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El templo de Istar» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Margaret Weis - Die Brüder
Margaret Weis
Margaret Weis - Drachenzauber
Margaret Weis
Margaret Weis - Drachenjäger
Margaret Weis
Margaret Weis - Ámbar y Sangre
Margaret Weis
Margaret Weis - La Torre de Wayreth
Margaret Weis
Margaret Weis - The Magic of Krynn
Margaret Weis
Margaret Weis - The reign of Istar
Margaret Weis
Margaret Weis - The War of the Lance
Margaret Weis
Отзывы о книге «El templo de Istar»

Обсуждение, отзывы о книге «El templo de Istar» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x