Margaret Weis - El río de los muertos

Здесь есть возможность читать онлайн «Margaret Weis - El río de los muertos» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El río de los muertos: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El río de los muertos»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Una fuerza misteriosa tiene sometido a todo Krynn. Una joven, protegida por su regimiento de caballeros negros, invoca el poder de un dios desconocido para que su ejército salga victorioso de todas las batallas. Los espíritus de los muertos roban la magia a los vivos. La hembra de dragón Beryl amenaza con destruir la amada tierra de los elfos.
En medio del caos, un puñado de héroes valientes y generosos lucha contra un poder inmortal que parece desbaratar todos sus planes. La creciente oscuridad amenaza con sumergir en su negrura toda esperanza, toda fe, toda luz.
La guerra de los espíritus prosigue.

El río de los muertos — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El río de los muertos», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

—No, estás en lo cierto —respondió Medan, mirándolo intensamente—. Créeme cuando digo, solámnico, que ese desprecio que veo en tus ojos no es tanto como el que yo mismo siento. Sí, utilicé a Kalindas. No tenía otra opción. Si ese canalla no me hubiera informado a mí, habría informado directamente a Beryl, y yo no habría sabido lo que pasaba. Hice lo que pude para proteger a la reina madre. Sabía muy bien que estaba ayudando y secundando a los rebeldes. Beryl habría matado a Laurana hace mucho tiempo de no ser por mí, así que no te atrevas a juzgarme, joven.

—Lo siento, milord —se disculpó, contrito, Gerard—. No lo entendí. ¿Qué hacemos? ¿Le digo a Kalindas que se marche?

—No. —Medan se frotó la barbilla, sombreada por la barba canosa de un día sin afeitar—. Es mejor tenerlo aquí, donde podemos vigilarlo. A saber qué daño podría causar si anda suelto por ahí.

—Podríamos... eliminarlo —sugirió Gerard, incómodo.

—No. —Medan sacudió la cabeza—. Puede que Laurana creyera que uno de sus sirvientes era un espía, pero dudo mucho que lo creyese su hijo. Kelevandros no lo admitiría, desde luego, y si matáramos a su hermano tendría una reacción tan exacerbada que no nos quedaría más remedio que acabar también con él. ¿Qué pensaría el pueblo qualinesti, cuya confianza he de ganarme, si supiera que he empezado a masacrar elfos en la propia residencia de su majestad? Además, necesito averiguar si Kalindas se ha puesto en contacto con las fuerzas de Beryl y qué información les ha pasado.

—De acuerdo, milord. Lo tendré bajo vigilancia —repuso el joven solámnico.

—No, Gerard. Yo lo vigilaré —rebatió Medan—. Kalindas te conoce, ¿o lo has olvidado? También te traicionó a ti. Si descubre que estás conmigo, que eres mi ayudante de confianza, despertaremos sus sospechas de inmediato. Podría hacer algo desesperado.

—Tenéis razón, milord —convino Gerard, frunciendo el entrecejo—. Lo había olvidado. Quizá debería volver al cuartel general.

—Lo harás, señor caballero. A tu propio cuartel general. Te envío de regreso a Solamnia.

—No, milord —rehusó obstinadamente el joven—. Me niego a marcharme.

—Escúchame, Gerard —argumentó Medan, poniendo una mano en el hombro del solámnico—, esto no se lo he dicho a su majestad ni a la reina madre, aunque creo que ella ya lo sabe. La batalla que estamos a punto de librar es el último forcejeo desesperado de un hombre que se está ahogando y que se ha hundido por tercera vez. Qualinost no puede resistir el poderío del ejército de Beryl. Este combate es, en el mejor de los casos, una acción dilatoria para ganar tiempo a fin de que los refugiados puedan huir.

—En tal caso, ni que decir tiene que me quedo —manifestó Gerard firmemente, con tono desafiante—. El honor no me permite actuar de otro modo.

—¿Y si te lo ordeno?

—Respondería que no sois mi comandante y que no os debo lealtad —replicó, severo el gesto.

—Y yo afirmaría que eres un joven muy egoísta que no tiene idea de lo que es verdadero honor.

—¿Egoísta, milord? —repitió Gerard, dolido por la acusación—. ¿Cómo puede considerarse egoísta que ofrezca mi vida por esta causa?

—Porque serás más valioso para la causa vivo que muerto —manifestó Medan—. No me has escuchado. Cuando sugerí mandarte de vuelta a Solamnia no te enviaba a un refugio seguro. Tenía en mente que llevaras la noticia de nuestra grave situación al Consejo de Caballeros de Solanthus y solicitaras su auxilio.

—¿Estáis pidiendo a los solámnicos que os presten su ayuda, milord? —preguntó Gerard con escepticismo.

—No. Es la reina madre quien la pide a los Caballeros de Solamnia. Tú serás su enviado.

Saltaba a la vista que Gerard seguía receloso.

—He calculado que disponemos de diez días, Gerard —continuó el gobernador—. Diez días hasta que el ejército llegue a Qualinost. Si partes de inmediato a lomos de un dragón, podrías encontrarte en Solanthus pasado mañana, como muy tarde. Los caballeros no pueden enviar un ejército, pero unos jinetes de dragones sí podrían al menos proteger a los civiles. —Esbozó una sonrisa desganada—. No creas que te mando lejos para que no te pase nada malo, joven. Espero que regreses con ellos y entonces tú y yo no lucharemos el uno contra el otro, sino codo con codo.

La desconfianza desapareció del semblante de Gerard.

—Siento haberos puesto en duda, milord. Partiré de inmediato. Necesitaré una montura veloz.

—La tendrás. La mía. Cabalgarás en Filo Agudo.

—No puedo coger vuestro caballo, señor —protestó Gerard.

—Filo Agudo no es un caballo. Es mi dragón. Un Azul. Ha estado a mi servicio desde la Guerra de Caos. ¿Qué ocurre?

Gerard se había puesto muy pálido.

—Señor —empezó, y tuvo que aclararse la garganta—. Creo que deberíais saber que... nunca he montado en un dragón. —Tragó saliva, muerto de vergüenza.

—Pues va siendo hora de que lo hagas —contestó Medan mientras le daba una palmada en la espalda—. Es una experiencia excitante. Siempre he lamentado que mis ocupaciones como gobernador me hayan impedido volar tanto como me hubiese gustado. Filo Agudo está en un establo cuya ubicación es secreta, fuera de Qualinost. Te daré indicaciones y órdenes por escrito con mi sello para que el jefe de establo sepa que te he mandado yo. También escribiré un mensaje para Filo Agudo. No te preocupes. Te transportará rápidamente y sin peligro. No tendrás miedo a las alturas, ¿verdad?

—No, milord —contestó Gerard, tragando con esfuerzo. ¿Qué otra cosa podía decir?

—Excelente. Redactaré las órdenes de inmediato.

Volvió a la sala, haciendo señas a Gerard para que lo acompañara, se sentó al escritorio de Planchet y empezó a escribir.

—¿Qué hay de Kalindas, milord? —preguntó Gerard en voz baja.

Medan miró a Laurana y a Gilthas, que estaban al otro lado de la estancia, todavía conversando.

—No le pasará nada por tener que esperar un rato.

Gerard guardó silencio mientras observaba cómo se movía la mano del gobernador sobre el papel. Medan escribió deprisa y concisamente, de manera que no tardó mucho en redactar las órdenes; ni por asomo tanto como le habría gustado a Gerard. No le cabía duda de que iba a morir, y prefería hacerlo con una espada en la mano en lugar de precipitándose desde la espalda de un dragón, en una aterradora caída que acabaría con su cuerpo despachurrado. Llamándose cobarde para sus adentros, se recordó la importancia y la urgencia de su misión, de modo que fue capaz de tomar las órdenes escritas de Medan con mano firme.

—Adiós, sir Gerard —dijo el gobernador mientras le estrechaba la mano.

—Mejor hasta pronto, milord. No os defraudaré. Regresaré y traeré ayuda.

—Entonces debes partir de inmediato. Beryl y sus seguidores lo pensarán dos veces antes de atacar a un Dragón Azul, en especial a uno perteneciente a los caballeros negros, pero sería mejor que aprovecharas la ventaja de que los reptiles de Beryl no están por aquí de momento. Planchet te acompañará hasta la salida posterior, a través del jardín, para que Kalindas no te vea.

—Sí, milord.

Gerard alzó la mano en un saludo, el que los Caballeros de Solamnia dirigían a sus enemigos.

—Muy bien, hijo mío, estoy de acuerdo —la voz de Laurana les llegó desde el otro lado de la estancia. La elfa se encontraba cerca de un ventanal y los primeros rayos del sol tocaban sus cabellos como la mano de un alquimista, transformando la miel en oro—. Me has convencido. Has heredado de tu padre el poder de persuasión para hacer siempre las cosas a tu modo, Gilthas. Se habría sentido muy orgulloso de ti. Ojalá estuviera aquí para verte.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El río de los muertos»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El río de los muertos» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El río de los muertos»

Обсуждение, отзывы о книге «El río de los muertos» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x