Simon Hawke - El Nómada

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Empuñando a
, la legendaria espada de los reyes elfos, Sorak se ha abierto paso a través de las inhóspitas tierras de Athas. Ahora, junto con su compañera villichi, Ryana, se acerca al objetivo de su misión: un avangion a punto de nacer, que guarda el secreto del pasado de Sorak y la promesa del futuro de Athas. Pero Sorak no es el único que busca al Sabio; el rey-hechicero de Nibenay está decidido a destruir al avangion antes de que se haya formado por completo... y aunque todavía no ha conseguido localizarlo, sabe que Sorak puede y conducirle directamente hasta él.

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Era un empresa que beneficiaba a todas las partes, y Paraje Salado se había convertido en un pueblecito ruidoso y bullicioso de cómicos de la legua, acróbatas, malabaristas, músicos y algún que otro bardo venido de fuera por añadidura. Los forajidos llegaban ahora como visitantes gratos en lugar de asaltantes, y algunos viajeros en busca de estímulos con un toque de peligrosidad se desviaban a menudo de su ruta para pasar por Paraje Salado, donde podían entregarse al juego hasta quedar satisfechos, asistir a sofisticadas producciones teatrales, beber hasta hartarse y elegir a su gusto entre mozas bien dispuestas. Por regla general, marchaban sin siquiera una pieza de cerámica en los bolsillos, y sin embargo eso nunca pareció detener el continuo fluir de ansiosos recién llegados.

Paraje Salado debía ser, sin duda, su destino. ¿Era posible que el rey que querían coronar residiera allí, tan cerca de Nibenay? Valsavis frunció el entrecejo. Le disgustaba la idea de que el juego finalizara tan pronto. «No obstante —se dijo—, si existiera un mago poderoso en el pueblo de Paraje Salado, el Rey Espectro se habría enterado.» Los habitantes del lugar eran capaces de vender a su propia madre a cambio de una ganancia. «No —pensó Valsavis—, no parece muy probable.» ¿En ese caso qué?

Al parecer, existía alguna conexión entre el elfling y la Alianza del Velo. ¿Habría una fraternidad de la Alianza en Paraje Salado? De ser así, nunca había oído mencionarla. Los miembros de la Alianza del Velo eran todos protectores en activa oposición a los profanadores, y éstos existían en el pueblo. Aquellos que utilizaban la magia no eran bien recibidos allí, fueran protectores o profanadores; de modo que, probablemente el elfling y la sacerdotisa buscaban a alguien o algo diferente. A Valsavis no se le ocurría quién o qué podía ser.

Era un rompecabezas, y al mercenario le intrigaban los rompecabezas, en especial cuando los planteaban aquellos a quienes perseguía. Montó en el kank mientras el oscuro sol empezaba a ponerse por el horizonte; luego, comprobó los odres de agua para asegurarse de que se encontraban llenos. Iba a ser un viaje largo y duro, pero estaba seguro de que hallaría algo interesante cuando terminara. Los ingredientes ya se habían servido: un elfling maestro en el arte del Sendero con una espada mágica de valor incalculable, si se daba por sentado que se trataba realmente de la legendaria arma llamada Galdra; una hermosa sacerdotisa villichi bien instruida en las artes de la lucha y la supervivencia, y un misterioso y futuro rey mago lo bastante poderoso como para provocar la cautela del mismísimo Nibenay.

Sí, adversarios muy dignos, todos ellos.

Valsavis instó al kank a ponerse en marcha, ladera abajo, en dirección a las Llanuras de Marfil. «Así pues, se inicia la cacería», se dijo muy satisfecho.

2

Sorak sabía que los forajidos tenían su base en las laderas occidentales de las Montañas Mekillot. Esas estribaciones se encontraban cerca de la ruta de caravanas que iba de Altaruk a Gulg, así que, para evitar a los bandidos, tomó una vía que discurría diagonalmente en dirección sudeste en lugar de dirigirse directamente hacia el sur. Aunque añadía al menos un día más a su viaje por las Llanuras de Marfil, lo que no resultaba una perspectiva atrayente, por otra parte, reducía sus posibilidades de tropezarse con exploradores de los bandidos.

El camino escogido también los llevaba más cerca del pueblo de Paraje Salado, que se encontraba justo detrás de las montañas, próximo a la punta este de la cordillera. Según El diario del Nómada, existía un desfiladero aproximadamente en mitad de la cordillera, que era la ruta normal que se seguía para llegar a Paraje Salado, pero Sorak tenía intención de evitar también ese paraje. Resultaba un sitio lógico para que los forajidos colocaran centinelas. ¿Qué mejor lugar para emboscar a los viajeros desprevenidos que en un solitario paso de montaña?

Llegaron a las laderas septentrionales de las estribaciones justo antes del amanecer del séptimo día de viaje. De acuerdo con el tosco mapa de El diario del Nómada, la distancia a través de las Llanuras de Marfil entre Nibenay y las montañas era aproximadamente de entre setenta y ochenta kilómetros, pero el recorrido real que ellos habían efectuado había sido con toda seguridad el doble. «En su época de Nómada —pensó Sorak—, el Sabio no fue un cartógrafo muy preciso.» O bien eso, o habían ido deslizándose errores con el paso de los años y a medida que se realizaban más y más copias del diario para su distribución. Sorak esperaba que el motivo fuera el primero, ya que si el texto contenía errores, él no podía saber hasta qué punto debía confiar en su contenido. Resultaba una idea inquietante, en especial porque se suponía que el diario contenía pistas que los guiarían en su misión.

Habían sido tan frugales con el agua como les fue posible, pero de todas formas se había agotado. Para Sorak, con su capacidad de resistencia elfling, pasar sin agua no resultaba tan duro como para Ryana, cuya constitución tenía mayor necesidad de beber, sobre todo en las Llanuras de Marfil. Viajando de noche pasaban menos calor, pero cuando se detenían a descansar durante el día, el calor era tan intenso que había que reponer líquidos. Los labios de la muchacha estaban resecos y agrietados, y había significado un terrible esfuerzo para ella seguir andando. Sorak se había ofrecido a llevarla en brazos, sin embargo Ryana se negó a que cargara con ella; agotada y al límite de sus recursos, le quedaba todavía su tozudo orgullo.

En cuanto hubieron alcanzado las estribaciones, se detuvieron a descansar. Sorak cavó un agujero superficial en el suelo y, utilizando un conjuro druídico, extrajo agua del suelo arenoso. También Ryana podría haberlo hecho, pero carecía de fuerzas suficientes. El líquido tardó un poco en filtrarse a través del suelo, ya que la capa freática se encontraba muy por debajo de la superficie. Cuando empezó a brotar, vigiló con atención a Ryana para asegurarse de que ésta sólo tomaba pequeños sorbos.

La muchacha se puso a gatas para beber, luego se sentó y suspiró, cansada y agradecida.

—Jamás creí que el agua sucia pudiera saber tan bien —dijo—. Aunque es un poco salada.

—Sin duda encontraremos mejor agua en cuanto iniciemos el ascenso por las montañas —repuso Sorak.

—Creo que podría dormir al menos una semana —suspiró ella tumbándose de espaldas y protegiéndose los ojos con el brazo.

—No te duermas todavía —advirtió él—. Aquí estamos aún en campo abierto. Me sentiré más seguro cuando encontremos un lugar donde refugiarnos.

—¿No podemos descansar aquí sólo un ratito? —gimió la joven.

—Claro que sí —dijo Sorak cediendo—. Pero hemos de ponernos en marcha muy pronto. Acamparemos entre esas rocas de allí arriba, donde encontraremos sombra y cobijo.

Ella miró en la dirección que le indicaba y volvió a suspirar.

—A veces desearía ser un elfo —respondió.

—Los elfos son carnívoros, recuérdalo. Y tienen fantásticas y enormes orejas puntiagudas.

—Bien, pues un elfling. Entonces podría ser como tú, resistir mis impulsos carnívoros y tener las orejas terminadas en pequeñas puntas.

—En ti, resultarían de lo más atractivo —dijo Sorak.

—Muy bien, halágame cuando me siento débil y no tengo fuerzas para replicar.

—Es más seguro así.

—¡Ay! —exclamó ella—. Cómo duele cuando sonrío. Tengo el rostro tan reseco que podría agrietarse.

—Buscaré algún cacto y lo reduciré a pulpa para que puedas colocártela por la cara.

—¡Oh, eso resultaría maravilloso! ¡Ahora si tan sólo consiguiéramos encontrar un arroyo en el que pudiera lavarme!

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