Terry Goodkind - La Piedra de las Lágrimas. La amenaza del custodio

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La Piedra de las Lágrimas. La amenaza del custodio: краткое содержание, описание и аннотация

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Desde luego, estaba como un cencerro. Eso o era muy listo y quería que todos creyeran que estaba loco. La mujer no sabía qué pensar.

Fuese como fuese, se trataba probablemente del hombre vivo más peligroso.

— ¿Dónde está la Prelada? —inquirió con voz profunda y amenazante.

— Es medianoche, Nathan —respondió la mujer, cogiendo la pluma—. No pienso despertar a la Prelada simplemente porque te haya dado un ataque y la reclames. Cualquier hermana es capaz de anotar una profecía. ¿Por qué no te sientas y empezamos?

El hombre se aproximó al escritorio y se quedó mirándola desde arriba, frente a frente.

— No me pongas a prueba, hermana Margaret. Esto es importante.

— No me pongas a prueba, Nathan —replicó la mujer, con mirada iracunda—. ¿Debo recordar qué te juegas? Ya me has sacado de la cama en medio de la noche, así que es mejor que acabemos con esto para volver cuanto antes al lecho y dormir unas horas.

— He pedido ver a la Prelada. Es importante.

— Nathan, aún estamos descifrando las profecías que nos dictaste hace años. ¿Qué más da que me expliques ésta para que la Prelada pueda leerla por la mañana, o la semana que viene, o el año que viene?

— No tengo profecía alguna.

— ¿Me estás diciendo que me has sacado de la cama porque querías compañía? —preguntó la hermana Margaret, próxima a perder los estribos.

— ¿Te importaría acaso? —replicó el hombre, con una amplia sonrisa—. Hace una noche muy hermosa, y tú eres una mujer bastante atractiva, aunque no exactamente mi tipo. ¿No? —El Profeta ladeó la cabeza—. Bueno, ya que has venido para que te dé una profecía, puedo hablarte de tu muerte si quieres.

— El Creador me llevará con Él cuando decida. Yo dejo mi vida en sus manos.

El Profeta asintió, y su mirada se perdió más allá de la cabeza de la mujer.

— Hermana Margaret, quisiera recibir la visita de una mujer. Hace tiempo que me siento muy solo.

— No es tarea de las hermanas proporcionarte rameras.

— Pero en el pasado me enviaron cortesanas como recompensa por las profecías.

Margaret dejó la pluma encima del escritorio de manera deliberadamente cuidadosa.

— La última se marchó antes de que pudiéramos hablar con ella. Huyó medio desnuda y medio loca. Aún no sabemos cómo logró atravesar el cordón de guardias.

»Prometiste que no le contarías ninguna profecía, Nathan, lo prometiste. Antes de que pudiéramos dar con ella, repitió lo que le habías contado. Tus palabras se propagaron como la pólvora y dieron lugar a una guerra civil. Casi seis mil personas murieron por lo que tú dijiste a esa joven.

— ¿De veras? No tenía ni idea —replicó el Profeta, enarcando con gesto de preocupación sus blancas cejas.

Margaret inspiró profundamente y habló con voz suave, tratando de controlar la ira que sentía.

— Nathan, yo misma te lo he dicho ya tres veces.

— Lo siento, Margaret. —El hombre bajó la mirada con expresión triste.

Hermana Margaret.

— ¿Hermana? ¿Tú? Eres demasiado joven y demasiado atractiva para ser una hermana. Estoy convencido de que no eres más que una novicia.

— Buenas noches, Nathan —dijo la mujer, poniéndose de pie. Cerró la tapa del libro e hizo ademán de cogerlo.

— Siéntate, hermana Margaret —ordenó el Profeta, con voz llena de poder y amenaza.

— Puesto que no tienes nada que comunicarme, me vuelvo a la cama.

— Yo no he dicho que no tuviera nada que comunicarte. He dicho que no tenía profecía alguna.

— Si no has tenido ninguna visión y ninguna profecía, ¿qué es eso que debes comunicarme?

El hombre se sacó las manos de dentro de las mangas, se apoyó con los nudillos sobre el escritorio y se inclinó hacia la mujer.

— Siéntate o no te lo diré.

Margaret consideró la posibilidad de usar su poder, pero decidió que sería más fácil y también más rápido complacerlo, por lo que tomó asiento.

— Muy bien. Ya estoy sentada. Ahora habla.

— Se ha producido una bifurcación en las profecías.

— ¿Cuándo?

— Hoy mismo.

— ¿Y por qué me llamas ahora, en medio de la noche?

— Llamé enseguida que me llegó.

— Podrías haber esperado a mañana. No es la primera vez que se producen bifurcaciones.

— Como ésta, no —la contradijo el Profeta, meneando lentamente la cabeza.

A la hermana Margaret no le hacía ni pizca de gracia decírselo a las otras. A nadie, excepto a Warren claro está, iba a gustarle. Él estaría encantado de tener otra pieza para encajar en el rompecabezas de las profecías. Pero a las demás no les gustaría, pues significaba años de trabajo.

Algunas profecías se formulaban con frases condicionales del tipo: «si… entonces», y ofrecían diferentes posibilidades. Eran profecías que seguían todas las ramas a fin de predecir qué sucedería en cada bifurcación, pues también las profecías eran abiertas.

Una vez que este tipo de profecías ocurrían y se dilucidaba cuál de las posibles bifurcaciones se realizaba, es decir, cuando ocurría una de las alternativas, se decía que la profecía se había bifurcado. Todas las profecías que derivaban del camino invalidado se convertían en profecías falsas. Éstas, a su vez, se multiplicaban como las ramas de un árbol, enmarañando las sagradas profecías con información confusa, contradictoria y falsa. Cuando se producía una bifurcación, era preciso seguir hasta el final todas las profecías que ya se sabían falsas, para así borrarlas.

Era una tarea tremenda. Cuanto más lejos se hallaba de la bifurcación el suceso en cuestión, más difícil resultaba averiguar si pertenecía a la bifurcación falsa o a la verdadera. Y aún más difícil era decidir si dos profecías, una de las cuales resultaba de la otra, estaban conectadas en el tiempo o separadas acaso por miles de años. En ocasiones, los mismos acontecimientos las ayudaban a ubicarlas cronológicamente, sin embargo eso sólo ocurría a veces. Cuanto más lejos en el tiempo con respecto a la bifurcación, más complicado resultaba relacionarlas.

El esfuerzo podía durar años y, muy probablemente, sólo lograrían realizar parte de la tarea. A partir de ese día, no podrían estar seguras de si una profecía era real o pertenecía a una bifurcación falsa en el pasado. Ésta era la razón por la que muchos consideraban que las profecías eran, en el mejor de los casos, poco fidedignas y, en el peor, totalmente inútiles. Pero si sabían de la existencia de una bifurcación y, sobre todo, si sabían cuál era la rama verdadera y cuál la falsa, contarían con una guía muy valiosa.

La mujer se dejó caer en la silla.

— ¿Hasta qué punto es importante la profecía que se ha bifurcado?

— Se trata de una profecía central. No podría ser más importante.

Décadas. No les llevaría años, sino décadas. Una profecía central afectaba a casi todas las demás, y su contenido cambiaba. Era igual a estar ciego. Hasta que no lograran arrancar el fruto contaminado de la bifurcación falsa, ya no podrían fiarse de ninguna profecía.

— ¿Sabes cuál se ha bifurcado? —preguntó la mujer, mirándolo a los ojos.

— Sé cuál es la verdadera y cuál la falsa —contestó él con una sonrisa preñada de orgullo—. Sé qué sucederá.

Bueno, al menos lo sabía. Margaret sintió una oleada de excitación. Si Nathan sabía qué bifurcación era verdadera y cuál era falsa, así como la naturaleza de cada ramal, poseía una información vital. Puesto que las profecías no estaban ordenadas cronológicamente, no había un modo sencillo de ir siguiendo una rama, pero, al menos, sabían por dónde empezar. Por suerte, se habían enterado en el mismo momento de producirse la bifurcación y no años después.

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