• Пожаловаться

Ana Shua: La muerte como efecto secundario

Здесь есть возможность читать онлайн «Ana Shua: La muerte como efecto secundario» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Фантастика и фэнтези / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Ana Shua La muerte como efecto secundario

La muerte como efecto secundario: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La muerte como efecto secundario»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Un hijo, su padre y una mujer infiel. Una historia de amor y tragedia en un Buenos Aires futuro, cercano y peligrosamente real. La muerte como efecto secundario se desarrolla en una Argentina posible, en donde todo lo que podía ir mal, fue mal: es decir, un anticipo cruel de lo que nos está pasando aquí y ahora. Buenos Aires está dividida en barrios tomados, barrios cerrados y tierra de nadie; el poder del Estado es prácticamente nulo, la policía existe pero no cuenta. La violencia es permanente: robos, asaltos, vandalismo. No se puede circular a pie por las calles, casi no hay transporte público, los taxis son blindados y las grandes empresas mantienen pequeños ejércitos de seguridad. Las cámaras de televisión están en todas partes; la vida y la muerte son, ante todo, un espectáculo. Los geriátricos -llamados "Casas de Recuperación"- ahora son obligatorios: un rentable negocio privado en una sociedad en donde no cualquiera llega a viejo. El protagonista de esta novela, Ernesto Kollody, ha vivido la mayor parte de su vida a la sombra de un padre terrible. Viejo y enfermo, su padre es internado en una Casa de Recuperación, donde intentarán prolongar sin piedad su agonía. Pero Ernesto logra sacarlo de la Casa para ayudarlo -como le ha prometido- a morir en paz. A partir de allí, padre e hijo atravesarán juntos las más increíbles peripecias. Ernesto le escribe lo que le pasa a su ex amante, una mujer casada de la que sigue enamorado. La historia de esta pasión clandestina se irá entrelazando con los acontecimientos del presente. En esta novela, Ana María Shua indaga los límites de una sociedad sometida a un sistema económico despiadado. La manera en que conjuga los datos de la realidad con los de la ficción confirma un talento singular. A su implacable capacidad de observación se le suman la prosa despojada y precisa, el ritmo sostenido del relato y una estructura perfecta. Sin lugar a dudas, La muerte como efecto secundario marcará un hito en la literatura argentina y en la vida de cada uno de sus lectores.

Ana Shua: другие книги автора


Кто написал La muerte como efecto secundario? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

La muerte como efecto secundario — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La muerte como efecto secundario», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Todo lo que tenemos vale, vamos bien -me decía, tratando de seducirme-. Hay que mantener esa historia, pero en vez de una mujer embarazada, el protagonista tendría que ser un perro San Bernardo.

Vos sabes dónde vivo y cómo vivo. Goransky me paga por mes y ese dinero significa para mí la diferencia entre la supervivencia y la vida verdadera. Él es uno de los privilegiados, sólo que en vez de estremecer al mundo con esas fiestas enormes y violentas que entretienen a los muy ricos, invierte en su película o, mejor dicho, en el sueño de su película. Después de un par de meses me di cuenta de que nunca iba a empezar a filmar. Pero ya reservó la película virgen y todos los días baja al subsuelo a poner en marcha sus vehículos, probarlos otra vez, aceitarlos, ensayar sus movimientos.

Ahora nuestra relación es delicadísima, está gastada en varios puntos y cualquier gesto brusco podría romperla. Ya no sueño con festivales internacionales: sueño en forma obsesiva y recurrente con ganarme un mes más de sueldo.

Esos son mis sueños buenos, mis ensoñaciones diurnas. Mis sueños malos no cambiaron desde entonces, desde que los soñaba al lado tuyo: el mar, como siempre. Esa ola inmensa que empieza a formarse en el horizonte y que al principio, a causa de la gran distancia, parece inmóvil: una montaña con la cumbre nevada de espuma. Pero se mueve. Velozmente. Como una ola.

La llamada desesperada de mi padre en mitad de la noche me había conducido, a través de los confusos caminos de mi mente, al estudio de Goransky. La brusca frenada del taxi me salvó de ahogarme una vez más en el maremoto de mis sueños. Quería librarme de los restos del mar para orientarme otra vez en la pesadilla de la realidad, cuando los guardias de seguridad del estudio rodearon el automóvil apuntándonos desde una distancia cautelosa.

Como nunca había estado de noche, no conocía al personal de la guardia nocturna. Por suerte uno de ellos parecía conocerme a mí. Era un hombre moreno, de ojos tristes y cara de identikit: ese tipo de persona a la que uno puede haber visto muchas veces y sin embargo sería incapaz de describir. Mostré mis documentos, exigí que llamaran a Goransky y a pesar de la hora me dejaron hablar con él: estaban entrenados para evitar confusiones. Con un par de órdenes me los sacó de encima.

Seguía haciendo calor. El aire de la calle olía a humedad, a tierra y cemento mojados, a fruta podrida. Una hora después, con la ropa húmeda de sudor a pesar del aire acondicionado del taxi, llegué a la casa de mi padre.

Tres

Nadie puede humillarte como tus padres. Nadie más en el mundo tiene ese gigantesco poder: el mismo que tenemos sobre nuestros hijos. Vos no tenes hijos -no los tenías cuando te fuiste ni me interesa imaginar tu vida más allá de ese momento-, pero tuviste padres: me entendés.

Nadie como tus padres puede exhibir en público tus miedos más secretos cuando sos chico. Nadie como ellos puede recordarte después, en tu vida de adulto, las promesas de tu infancia, los ideales que empuñaste en la adolescencia.

Nadie como tus padres para conocer tus puntos flacos.

Mis puntos flacos son mis piernas. Muy flacos. "Piernas escuálidas", explicaba el pediatra: un rasgo genético que según él era posible modificar a fuerza de bicicleta. "Para que se desarrollen los músculos" insistía. Así, cuando cierro los ojos, aquello que sube primero hasta mí desde lo hondo de mi infancia no es el sabor de una medialuna mojada en café con leche, no es el olor a algas del verano: es el pedaleo. Una sensación de pedaleo que me hormiguea en la planta de los pies y me sube por todo el cuerpo y me hace inclinarme un poco sobre el manubrio de la bici, lo suficiente como para cortar el viento que ya me está revolviendo el pelo, amistoso, sin la pesada superioridad de las manos de los adultos.

No sólo fui chico alguna vez: también tuve pelo, aunque vos nunca lo llegaras a conocer. Con pelo en la cabeza y una bicicleta entre las piernas, fui un centauro con ruedas que hacían mi felicidad y desdicha, porque los músculos de mis piernas se fortalecieron mucho, pero las pantorrillas y los muslos siguieron tan extrañamente flacos como al principio, como siempre, como ahora. Como dejaban entrever, asomando de la ancha botamanga de sus pantalones, los finísimos tobillos del Superhombre de Alfred Jarry. En la adolescencia descubrí y amé el surrealismo por esos tobillos tan parecidos a los míos. Todavía me da vergüenza sacarme los pantalones por primera vez delante de una mujer.

Por supuesto, ésa era una de las formas de humillación preferidas -por simple, por cercana, por fácil de justificar ante los demás- a las que me sometía mi padre.

– ¿Qué haces con pantalones largos, hijo? Sácatelos de una vez, estamos en la playa.

O en la pileta, o en el club, o en el río o en cualquier otro lugar donde, hablando con voz suficientemente alta, fuera posible convocar las miradas de la gente que nos rodeaba, de las mujeres sobre todo. Gente adulta que lamentaba, solidaria, los problemas de ese vecino tan simpático, tan buen mozo, con su hijo flaco, tozudo, aburrido, ese chico que no parecía interesarse en otra cosa que en su bicicleta y que se negaba o por lo menos se resistía a realizar una de las acciones más lógicas de la tierra: sacarse los pantalones en la playa. Mostrar las piernas.

Llegué a la casa de mi padre una hora después de su llamada urgente sintiendo que me lo merecía todo, hasta el pasado. Abrió la puerta él mismo. Se sentía mejor. Entré pensando que iba a exigirme que mostrara mis piernas, tan flacas y tristes como siempre. Sin embargo se limitó a mirarme en silencio unos segundos. Después me señaló a mi madre y al médico con un movimiento de los ojos.

– Les presento a mi hijo -dijo, como si los otros no me conocieran.

Y era así, exactamente igual: como si me estuviera diciendo sacate los pantalones infeliz.

Mi hermana Cora no estaba. Víctima y parásito de mi padre, disfruta al mismo tiempo de los privilegios de los chicos y los derechos de los adultos: vive en la casa de mis padres pero nunca está con ellos cuando se la necesita. Hablé con el médico secreto. Había llegado al límite de lo que podía hacer sin infraestructura. El tumor tapaba casi toda la luz del recto. Vaya a saber por qué los médicos llaman luz a todo agujero, por oscuro y maloliente que sea. Ahora recomendaba la internación.

La decisión no era fácil. Si se operaba, tenía pocas esperanzas de sobrevivir. Era improbable que un hombre de esa edad lograra resistir una operación tan feroz: había que cortar un trozo de intestino y hacer un ano contra natura. Un agujero en la panza por donde brotaría la mierda mansamente, empujada por los movimientos peristálticos. Si el trozo que amputaban no era largo, si todo salía mejor de lo esperable, una nueva operación, que ahora se hacía no muy lejos de la primera, volvería a unir los dos extremos de tripa que quedaban sueltos y mi padre recuperaría su esfínter. Pero el postoperatorio sería muy largo, estaría impedido durante mucho tiempo, y una vez en el hospital nadie podría evitar que lo mandaran a una Casa.

En las Casas de Recuperación se vive mucho, pero nadie se recupera lo bastante como para volver a salir.

La otra posibilidad que se le presentaba a mi padre era morir reventado en sus propias heces. Descartada la operación, dejar que la obstrucción avanzara hinchando los intestinos de restos alimenticios mal digeridos, cada vez peor digeridos, mezclados con sus células epiteliales, hasta que la materia acumulada y fermentada llegara al estómago produciendo vómitos fecaloides, hasta que piadosamente reventara, por la presión de los gases, alguna zona más débil en la pared de los intestinos, para entonces tapizados de llagas, y la materia derramada en la cavidad produjera una peritonitis bienhechora, final.

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La muerte como efecto secundario»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La muerte como efecto secundario» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Carmen Laforet: Nada
Nada
Carmen Laforet
Rodolfo Fogwill: Urbana
Urbana
Rodolfo Fogwill
Justo Navarro: Hermana muerte
Hermana muerte
Justo Navarro
John Hawks: El Río Oscuro
El Río Oscuro
John Hawks
Отзывы о книге «La muerte como efecto secundario»

Обсуждение, отзывы о книге «La muerte como efecto secundario» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.