Vladimir Obruchev - Plutonia
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Seducido por el aspecto del rinoceronte pequeño; que le pareció digno de la brocha, Gromeko abatió de un disparo a le cría cuando más descuidada estaba. Los padres, en lugar de huir como esperaba el cazador, olfatearon el cadáver y luego se lanzaron con gruñidos feroces sobre el botánico, que había tenido la imprudencia de asomarse al borde del soto. Volvió a ocultarse entre los matorrales y apenas se había apartado un poco cuando, en el sitio donde se encontraba paco antes, se escuchó un formidable crujido de ramas y los dos rinocerontes, pisoteando los matorrales y arrojándolos a un lado y otro con los hocicos, aparecieron en la alta de la cresta y continuaron su camino. Pero, al advertir que su enemiga había desaparecido, dieron media vuelta y lanzáronse hacia el lugar donde las ramas estremecidas traicionaban la presencia del cazador.
En ese momento, Pápochkin hizo un disparo cerca de los antílopes y toda el rebaño remontó corriendo la vertiente. El mismo camino siguieron los mastodontes, enarbolando las trompas y emitiendo bramidos inquietos. La situación de Gromeko se hacía crítica: de un lado, tenía que vigilar a los rinocerontes y rehuirlos yendo y viniendo por entre los matorrales; de otra parte, le acechaba el peligro de ser pisoteado por los antílopes y los mastodontes. Pero el botánica tuvo una idea feliz. Al ver que los antílopes y los mastodontes subían por lados distintas, aunque convergiendo en el mismo punto de la cresta, dejó de ir y venir para evitar ¡os rinocerontes y descendió corriendo la cuesta entre los antílopes y los mastodontes, calculando que unos u otros detendrían a sus perseguidores. El cálculo era justo: después de atravesar los matorrales, los rinocerontes furiosos chocaron, uno con los mastodontes y el otro con los antílopes. En la barahunda que se produjo, el primero fué derribado y pisoteado mientras el segundo espantó a los antílopes y luego corrió tras ellos. Gromeko quedó vencedor en el campo de batalla.
Cuando recobró el aliento después de aquella carrera enloquecida, volvió a subir hacia los matorrales, encontró la escopeta abandonada durante su fuga y se puso a buscar su presa, el rinoceronte pequeño por culpa del cual le había ocurrido todo, aquello. Lo descubrió fácilmente porque el cadáver, redondo como un tonel, se veía desde lejos entre la hierba pisoteada. Gromeko se unió luego a sus compañeros y, cargados de pieles, de cráneos y de carne, volvieran hacia el campamento donde Makshéiev sentíase ya inquieto de su larga ausencia. Aunque sin moverse de allí, también él había cazado: unja fiera que se acercaba furtivamente.a la tienda, sin duda con el propósito de devorar a Genenal y que, en vez de ello, se había ganado una bala. Era un animal semejante al lobo, pero con La cabeza voluminosa, el cuerpo de un felino y una melena bastante larga sobre la cabeza y el cuello. Kashtánov declaró que debía ser el antepasado pliociénico de los lobos contemporáneos.
Capítulo XXIII
PLUTÓN SE EXTINGUE
Mientras la carne de antílope hervía en el caldero y el rinoceronte pequeño se asaba a la brocha, los viajeros se dedicaron a ordenar el abundante material recogido durante la jornada.
Estando dedicados.a ello advirtieron que la luz bajaba y se tornaba más roja que de costumbre. Al levantar la cabeza buscando las causas de aquel fenómeno, constataron que el cíele estaba despejado, pero que Plutón lanzaba una luz opaca y que una multitud de grandes manchas oscuras salpicaban una mitad del disco.
Al mismo tiempo que descendía la luz, disminuyó la temperatura, que aquel día había llegado a 28 a la sombra. Esto último hubiera sido causa de alegría si lo primero no hubiese inspirado cierta alarma.
— ¿Y si Plutón se extingue ahora definitivamente? — preguntó Gromeko, ya que durante la cena constataron que la luz seguía decayendo y aumentaba el número de manchas oscuras en el disco.
— Podemos encontrarnos de pronto en una oscuridad absoluta a la que siga inevitablemente el frío polar? — preguntó Pápochkin.
— ¡Pero si nos hemos dejado la ropa de abrigo, allá al Norte, en la yurta — exclamó Makshéiev.
— Yo calculo que.se trata de un fenómeno pasajero — declaró Kashtánov-. A juzgar por la luz rojiza y la abundancia de manchas oscuras, Plutón se encuentra efectivamente en la última fase de combustión. Pero este período puede prolongarse aún centenares y miles de paños. Hay estrellas análogas a Plutón observadas en el espacio celeste que a veces sufren eclipses momentáneos, se extinguen casi y vuelven a encenderse. Las reservas de calor que contiene su masa son todavía muy grandes y la corteza, que se forma en su superficie consecuencia del enfriamiento y da origen a las manchas oscuras que vemos, revienta muchas veces y se disuelve bajo los efectos de ese calar. La extinción, de un astro no puede producirse de golpe.
— ¿Y si Plutón deja de arder par falta de oxígeno? Porque es probable que el oxigena que consume proviene de la.atmósfera de nuestro planeta aspirada por el orificio polar.
— Me parece muy dudoso ya que, en los millones de años de su combustión, Plutón habría debido consumir todo — el oxígeno de nuestra atmósfera y los habitantes de lea tierna se habrían asfixiado en el nitrógeno. Los procesos de combustión de los cuerpos celestes luminosos permanecen todavía demasiado ignorados de nosotras y quizá se desenvuelvan de manera distinta a lo que observamos en la tierra. Es posible que el oxígeno vuelva a formarse en ellos como producto de la desintegración de otros elementos químicos. Las recientes descubrimientos sobre las transformaciones del radio nos obligan a cambiar de punto de vista acerca de la estabilidad de estos elementos, antes considerados como verdad irrefutable.
— En fin, como decía Hamlet, «amigo Horacio, en la Tierra hay todavía muchas cosas que no conocen nuestros filósofos». Nuestro viaje por Plutonio confirma cada día la fuste.a de esta máxima — declaró Gromeko y luego propuso acostarse aprovechando la oscuridad y el descenso de la temperatura.
El reino animal del bosque también notaba que algo insólita ocurría en la naturaleza. Las aves se habían callado y a sus gorjeas y su canto sucedían los gritos inquietos de diferentes animales. En algunos momentos General se ponía a aullar levantando la cabeza.
Pero los viajeros, que habían encendida una hoguera delante de la tienda, durmieran profundamente, sin hacer ningún — caso de aquellas sonidos, mucho más tiempo que de costumbre.
Paco a poco fueron despertándose, aunque la oscuridad seguía siendo la misma. Todo estaba envuelto en un crepúsculo rojizo y el disco de Plutón tan cubierto de manchas oscuras que su luz perdía las nueve décimas partes de su fuerza. Con Raquel alumbrada, las hojas y la hierba parecían casi negras, lo mismo que el cielo. En torna reinaba un silencio profundo: ni las aves, ni los animales ni las insectos daban señales de vida y solamente los soplas de la brisa agitaban a veces la enramada. Aquel silencio tenía algo lúgubre.
Después de consultarse decidieron que sería peligroso navegar en las tinieblas por un río desconocido entre las murallas de un bosque lleno de diferentes fieras que podrían atacar a las viajeros. Era fácil tropezar con un bajío o con alguna raíz, cosa de gran peligro para las lanchas de lana.
— Pero, ¿y si el crepúsculo dura semanas o meses enteros? — preguntó Gromeko-. ¿Vamos a quedarnos aquí sin movernos? Los víveres que tenemos sólo bastan para tres o cuatro días.
— ¡Qué cosas se le ocurren! — replicó Kashtánov-. Siempre llega usted a las conclusiones más tristes. Vamos a esperar un par de días y luego veremos si nos conviene seguir el viaje o volvernos.
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