Hal Clement - Ciclo de fuego

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Ciclo de fuego: краткое содержание, описание и аннотация

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— Ciertamente — replicó el nativo —. Cualquier parte de un animal que sea lo suficientemente grande generará otro nuevo. De cualquier modo, los animales cuya carne comemos lo hacen; siempre dejamos algo de la criatura con ese propósito. ¿No pasa lo mismo con vuestros animales?

— ¡Uf! Hay algunas criaturas en la tierra capaces de ello, pero son formas bastante primitivas. No veo cómo se puede matar nada en este planeta.

— Bueno, algunos animales no dejan lo suficiente de sus víctimas para que ésta pueda volver a crecer, por supuesto. También pueden morirse de hambre o sed, aunque el hambre tarda mucho en arrugar algo lo suficiente para que llegue al punto en que no pueda vivir más.

Uno de los científicos miró pensativamente a una de sus manos, donde en lugar de dos dedos tenía sendos muñones, consecuencia de un accidente de su niñez.

— Supongo, Dar, que sería estúpido preguntarte si tu raza posee también dicha habilidad para la regeneración.

— No veo por qué iba a ser estúpido. Sí la tenemos; aunque en una comunidad civilizada haya, por supuesto, poca necesidad de ella. Ocasionalmente, una víctima de un accidente en planeador o algo por el estilo tiene que reponer un brazo o una pierna.

— ¿O una cabeza?

— Ese es un caso especial. Si la herida es de las que interrumpen los procesos regulares de vida, los tejidos vuelven al «principio» y se reorganizan en uno o varios nuevos individuos. En lo que respecta al individuo original, la muerte le ha sobrevenido.

Como decía, este tipo de accidentes acontecen muy raramente.

Sorprendió algo a los biólogos que se encontrase una explicación del fenómeno. Sin embargo, varias semanas de trabajo con todos los medios que el Alphard podía ofrecer dieron una respuesta razonable. Richter, jefe del departamento de biología, se alegró de podérselo explicar al comandante Burke. Aquel oficial había venido a preguntarle específicamente sobre dichos asuntos.

— Estoy un poco preocupado con esta gente. Richter — dijo Burke para abrir la conversación —. Como sabe, todos los comandantes de nave que salen de la Tierra reciben una larga amonestación sobre los riesgos de introducir especies nuevas en ningún medio. Nos hablan de los conejos en Australia y los escarabajos japoneses en Norteamérica hasta que acabamos hartos de todo lo relacionado con la ecología. Me parece que nos hemos encontrado con lo que puede ser un serio competidor para la humanidad, si lo que me han dicho sobre la gente de Dar Lang Ahn es correcto.

— Supongo que ha leído nuestro informe sobre la regeneración. Admito que esta gente es bastante sorprendente en algunos aspectos, pero no creo que constituyan ningún tipo de peligro.

— ¿Por qué no? ¿No se ajustan a la imagen de una criatura que entra en un nuevo medio donde sus enemigos naturales están ausentes y que se multiplica sin control?

Estos seres barrerían a los hombres en pocos años.

— No lo veo así. La gente de Dar tiene los mismos enemigos naturales que el hombre, que cualquier tipo de animal carnívoro, a la vez que sus usuales enfermedades. Dar confirma que las tienen. Algo así les sucedería.

— Pero el agente primario que mata a esta gente es el calor. ¿Qué sucedería si se estableciesen en la Tierra, o en Thanno, o en Hekla, o en cualquier otro de los muchos mundos que podría citar? Serían virtualmente inmortales.

— Aceptando que necesitaran el calor para morir «normalmente», creo que está olvidando una cosa. También lo necesitan para reproducirse.

— O eso o el desmembramiento. ¿Qué pasó en Chesapeake en los días en que los hombres-ostra pensaron que podían librarse de las estrellas de mar simplemente cortándolas en pedazos y arrojándolos al mar?

— No comprende bien, comandante…, y me temo que el joven Kruger tampoco. El hecho realmente importante es que la gente de Dar Lang Ahn tiene que morir para reproducirse.

¿Lo había pensado así? — hubo un largo silencio antes de que el comandante respondiera.

— No, no puedo decir que lo haya hecho. Eso cambia el cariz de la situación — hizo una nueva pausa a la vez que meditaba —. ¿Tiene alguna idea de por qué ocurre esto? o más bien, ya que es un obvio desarrollo evolutivo para un planeta como éste, ¿cómo ocurre esto?

— La tenemos. Fue difícil de imaginar, principalmente porque hay una gran evidencia de que este drástico cambio climatológico empezó a ocurrir en los últimos diez millones de años, más o menos; pero un organismo de nuestro propio planeta nos dio la pista.

— ¿Cuál? ¿Qué criatura de la Tierra se encuentra sometida a condiciones semejantes a las de aquí?

— Por lo que sabemos, ninguna; no fue ese tipo de pista. Uno de los hombres, Ellerbee, creo recordar, estaba trabajando con un grupo de animales «calientes» que habíamos obtenido, de la forma usual, en una de nuestras cámaras mejor acondicionadas. Trataba de determinar si los carnívoros solían dejar lo suficiente de sus víctimas para permitirles reproducirse y ver de paso el proceso de regeneración del cual nos había hablado Dar, pues no sabíamos si se aplicaba o no a las formas «calientes». Naturalmente, Ellerbee estaba haciendo lo que podía para seguir el rastro de todos los tipos y cantidad de animales presentes, y se sorprendió de encontrar al poco rato algunas criaturas que no había visto antes. Afortunadamente, no anotó el asunto como una distracción en sus anteriores observaciones; lo comprobó cuidadosamente y descubrió que cuando la atmósfera y la temperatura cambian es posible obtener animales de muestras de tierra en las cuales no había ningún «padre».

— ¿Qué significa eso?

— Que algunas de las formas calientes se reproducen por medio de una espora microscópica que sobrevive en el suelo durante la estación desfavorable. No podemos decir si alguna de las «frías» pueden hacer lo mismo; no hemos encontrado ninguna.

— ¿Y qué implica esto?

— Hizo que Ellerbee sospechara de la falsedad de la teoría de que Dar Lang Ahn y esas estrellas de mar con sangre de fuego sean realmente generaciones alternas de la misma especie. Lo comentamos en una de nuestras charlas habituales y descubrimos que había nuevas evidencias. Dan Leclos ha descubierto en un animal cantidad de pequeñas esferoides óseas que la experimentación ha demostrado son la fuente de la generación «caliente» para esa especie en concreto. Si se quitaran antes de exponer la criatura al calor y al dióxido de nitrógeno no aparecería ningún descendiente, aunque la carne se comportaba de la misma manera, mientras que si las esferas se exponían a las condiciones cambiantes producían especimenes embriónicos de vida «caliente».

— No veo qué significa todo esto.

— Parece significar que las formas «caliente» y «fría» son tipos de vida completamente distintos, que originariamente evolucionaron independientemente. Cada cual producía esporas, o algo semejante, capaces de sobrevivir a condiciones inadecuadas.

— Con el desarrollo natural de la evolución aprendieron el truco de adherir o implantar sus esporas en los cuerpos de animales activos del otro tipo, tal vez haciendo que fueran comidos por ellos, como hacen algunos parásitos aún en la Tierra.

— Pero en tal caso se podrían encontrar las semillas, o como quiera llamarlo, en cualquiera de las criaturas examinadas. Dice que sólo estaban presentes en una. ¿Y eso?

— Ahí es donde nos da la Tierra la pista. Puede que sepa que hay cierto tipo de virus cuyas víctimas naturales son las bacterias. El virus entra en contacto con el germen, penetra por la pared de su célula y al poco tiempo unos cien nuevos virus emergen de los deshinchados restos de la bacteria.

— No lo sabía, pero no le encuentro nada raro. — Hasta aquí no lo hay. Sin embargo, a veces acontece que una vez que el virus ha penetrado en el cuerpo de su víctima, ésta sigue viviendo como si nada hubiera pasado.

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