Ivan Efremov - El corazon de la serpiente
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- Название:El corazon de la serpiente
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- Издательство:Ediciones en lenguas extrajeras
- Жанр:
- Год:1962
- Город:Moscú
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— ¿Dónde está el famoso libro que usted nos ha prometido? — le recordó Tey Eron—. Ese donde se cuenta cómo dos naves cósmicas, al encontrarse por primera vez, quisieron destruirse la una a la otra.
El capitán fue de nuevo a su camarote. Esta vez nadie se lo impidió. Al regresar llevaba en la mano la estrellita de ocho puntas de un microfilm que colocó en la máquina de leer. Los astronautas estaban ansiosos de escuchar el relato fantástico de un antiguo escritor norteamericano.
El Primer Contacto — así se titulaba la obra— describía en tonos dramáticos el encuentro de una nave espacial terrena con una procedente de otro mundo en la nebulosa del Cáncer, a una distancia superior a mil parsecs del Sol. El capitán de la astronave terrena había dado la orden de preparar todas las cartas celestes, los datos de las observaciones y los cálculos balísticos para una destrucción inmediata. También había ordenado enfilar contra la nave desconocida todos los cañones antimeteoríticos. Hecho esto, los seres terrenales procedieron a examinar el importantísimo problema de si debían intentar negociaciones con tripulantes de la otra nave o atacarla y destruirla sin dilación. Temían que los desconocidos adivinasen la ruta seguida por la astronave terrena y se presentasen en la Tierra en plan de conquista.
Estas ridículas conjeturas del capitán eran acogidas como verdades incontrovertibles por los tripulantes. El encuentro de dos civilizaciones surgidas en diferentes ángulos del Universo debería conducir, a juicio del capitán, a la subordinación de la una por la otra y a la victoria de aquella que poseyese las armas más potentes. El encuentro en el espacio significaría únicamente comercio o guerra. Nada más cabía en la mente del autor. Bien pronto se esclareció que los otros eran muy parecidos a los hombres de la Tierra, aunque veían solamente a la luz infrarroja y se intercomunicaban por ondas hertzianas. Eso no fue óbice para que la gente de la Tierra descifrase en el acto el lenguaje de los extranjeros y comprendiera sus pensamientos. Púsose en claro que el capitán de la otra nave, guiado por conocimientos sociales tan primitivos como los de la gente de la Tierra, había estado devanándose los sesos ante el problema de cómo escapar vivos de aquella espantosa situación, sin destruir la nave de la Tierra.
En otras palabras, la magnífica y tan esperada ocasión que se brindaba para el primer encuentro de representantes de dos mundos distintos amenazaba con transformarse en una terrible tragedia. Las dos naves pendían en el espacio a una distancia de cerca de setecientas millas y hacía ya más de dos semanas que sostenían negociaciones a través de un robot de forma esférica.
Ambos capitanes hacíanse mutuas protestas pacíficas, aunque cada uno no ocultara que desconfiaba del otro. La situación habría sido desesperante, de no haber intervenido en ella el protagonista de la obra: un joven astrofísico. Ocultando entre la ropa bombas de terrible fuerza destructiva, el capitán y él se trasladaron a la otra nave espacial con el pretexto de visitarla. Una vez allí, presentaron este ultimátum: parte de la tripulación debía pasar a la de los habitantes de la Tierra, y viceversa, previa inutilización de todos los cañones antimeteoríticos; los grupos trasladados estudiarían el manejo de los diversos aparatos y las naves intercambiarían también su inventario. Entretanto, los dos héroes, con sus bombas, quedarían en la astronave para destruirla a la primera señal de traición. El capitán aceptó las condiciones del ultimátum, y el intercambio de naves se hizo sin incidentes. La astronave negra con los seres terrenales a bordo y la nave terrena con sus nuevos tripulantes, alejáronse del lugar del encuentro hasta perderse en la vaga luminosidad de la nebulosa...
Al llegar al fin de esta historia, la biblioteca llenóse de voces. Durante la propia lectura, ya uno u otro de los jóvenes astronautas había dado muestras de impaciencia y desacuerdo. Tenían que hacer enormes esfuerzos para no incurrir en una falta de educación tan grande, como interrumpir al lector. Todos se dirigían al capitán, como si éste tuviese algo que ver con aquella vieja historia, extraída de las lejanías del pasado.
La mayoría de los astronautas hacía notar la contradicción entre el tiempo de la acción y la psicología de los personajes. Si la nave espacial, en tres meses de viaje había podido alejarse de la Tierra una distancia de cuatro mil años luz, el tiempo en que se desarrollaba la acción debía incluso ser posterior al presente, puesto que nadie había llegado hasta entonces a tales regiones del Universo... Pero el modo de pensar y de conducirse de aquellos hombres, tal como estaban descritos, no se distinguían de los usuales muchos siglos antes, en tiempos del capitalismo.
No faltaban, además, los errores puramente técnicos. Por ejemplo: las astronaves no podían parar con tanta rapidez como suponía el escritor. Tampoco era posible que dos seres racionales se comunicasen entre sí por ondas hertzianas. Si el planeta desconocido estaba rodeado de una atmósfera casi igual de densa que la terrena, como se indicaba en el relato, sus habitantes deberían tener un oído tan desarrollado como los pobladores de la Tierra. Eso hubiera requerido un gasto mucho menor de energía que la comunicación por ondas de radio o biocorrientes. Era asimismo imposible descifrar tan rápidamente el lenguaje de aquellos seres extraños con la exactitud requerida para su codificación en la máquina de traducir.
Tey Eron señaló que el autor del relato debía poseer escasos conocimientos del Cosmos. Y eso era muy extraño, puesto que, decenas de años antes, el gran sabio antiguo Tsiolkovsky había advertido ya a la humanidad que el Universo estaba constituido de forma mucho más compleja de lo que se suponía. En contra de la opinión de los pensadores dialécticos, algunos hombres de ciencia creían haber alcanzado ya casi el límite de lo cognoscible.
Con el correr de los siglos, múltiples descubrimientos revelaron la infinita complejidad de los fenómenos en su interdependencia, alejando y retardando de este modo el proceso de conocimiento del Cosmos. Al propio tiempo, la ciencia halló numerosas vías para la solución de difíciles problemas técnicos y de otro orden. Un ejemplo de ello era la creación de la astronave pulsacional, que parecía no atenerse a las conocidas leyes del movimiento. En la solución de problemas insolubles desde el punto de vista de la lógica matemática, residía precisamente el poderío del futuro. Pero el autor de El Primer Contacto no había tenido en cuenta lo más mínimo la inabarcabilidad del saber, implícita en las simples fórmulas de los grandes dialécticos de su tiempo.
— Hay una particularidad más, en la que nadie se ha fijado — dijo Yas Tin, por lo común poco hablador—. El relato está escrito en inglés. El autor ha dado nombres y apodos ingleses a sus personajes, y empleado las expresiones humorísticas propias de este idioma. Y eso no es ninguna casualidad. Soy aficionado al estudio de las lenguas y conozco el proceso de formación de la primera lengua mundial. El inglés tuvo mucha difusión en el pasado. Y el escritor reflejó, como en un espejo, la absurda creencia de que las formas sociales son inmutables y eternas. El lento desarrollo del antiguo mundo esclavista o de la sociedad feudal fue erróneamente interpretado como prueba de la estabilidad de todas las formas de relaciones sociales, incluidas las lenguas y las religiones, así como del último de los regímenes anárquicos: el capitalismo. El peligroso desequilibrio social del postrer período del capitalismo considerábase invariable. El inglés era ya entonces una lengua arcaica, pues representaba en realidad dos idiomas — el escrito y el fonético— , ambos totalmente inservibles para las máquinas de traducir. ¡Cómo no había comprendido el autor que, con la misma profundidad y rapidez con que cambiaban las relaciones entre los seres humanos y sus conceptos del mundo, modificábase también el idioma!
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