Snook soñó que estaba con Prudence Devonald y que iban a comprar café y queso en una tienda del pueblo. Más allá de los escaparates con letras doradas se veía una avenida muy transitada, con autobuses rojos, la torre de una iglesia y hojas arrastrándose en la brisa de octubre. La claridad diamantina del sueño lo volvía muy real, la sencilla felicidad que él sentía era muy real, y cuando empezó a escabullírsele, Snook luchó por asirla porque la pequeña parte de él que no había sido engañada le decía que el despertar sería duro. Lo fue.
Se sentó en el borde del catre, la cabeza gacha, y luego los hábitos mentales de una vida empezaron a reafirmarse. «Chico encuentra chica, chico pierde chica — pensó—. Chico tiene que averiguar si en este lugar hay cañerías.»
Se levantó, echó un vistazo al cuarto desnudo y recogió el reloj, que le informó que ya era más de mediodía. El resplandor intensificado de la ventana le confirmó lo que ya sabía, que la hora averniana coincidía con la de la Tierra. Fue hasta la puerta y trató de separar las dos hojas, pero permanecieron en su sitio, y la ranura del medio era demasiado estrecha para insertar los dedos. En ningún momento temió que le hubieran encerrado. Estaba seguro de que la puerta podía ser abierta sin dificultad por cualquiera que supiera cómo, y por lo tanto se resistió a pedir ayuda. Hizo la prueba de pisar cerca del umbral, por si había mecanismos de presión, luego se le ocurrió una posible solución. Alejando toda otra preocupación de la mente, avanzó firme y confiadamente hacia la puerta, deseando que se abriera.
Las hojas se separaron de inmediato y antes de que tuviera tiempo de pensar en lo que ocurría, estaba en el pasillo. Echó un nuevo vistazo a la abertura, asombrado y maravillado, y revisó sus ideas acerca de la tecnología averniana. Ambrose le había comentado con frecuencia que Felleth y sus colaboradores aventajaban muchísimo a la Tierra en su comprensión de la física nuclear, pero Snook había supuesto que en Averno el conocimiento avanzado se acumulaba sin aplicarlo. Su único vistazo a la isla donde estaba le había confirmado su noción de una cultura atecnológica, pero sus juicios de recién llegado obviamente no eran válidos, su visión era inadecuada. Tal vez una mancha de color en la pared era el equivalente de un sistema de calefacción; tal vez una pared de piedra redonda en vez de cuadrangular era un receptor y distribuidor de energía.
Snook caminó hacia el extremo del pasillo y bajó un corto tramo de escaleras que tenían proporciones incómodas y escalones inclinados que le daban la sensación de que se caería de bruces En el fondo había una habitación mucho más amplia de las que había visitado, aunque — igual que el cuarto donde había dormido— estaba desprovista de muebles. A lo largo de dos paredes había una ventana de vidrio oscuro, pero la ondulación de unos arbustos al otro lado le indicó que estaba en la planta baja. En el suelo de piedra verdosa había fragmentos de color más claro que sugerían que recientemente se habían trasladado algunos objetos, y Snook recordó que Felleth le había informado que este edificio no era un habitáculo. Los interrogantes empezaron a surgir en la mente de Snook. ¿Era un depósito? ¿Una biblioteca? ¿Qué había pensado el averniano que estaba arriba cuando por primera vez había visto a Snook aparecer en el cuarto pequeño, una semana atrás?
Una puerta se abrió en una pared del fondo y Felleth entró en la sala, los ojos grandes y pálidos fijos en Snook. Por un instante, superpuesta a su visión normal, Snook creyó vislumbrar la elevación y la caída chisporroteante de una ola gris y traslúcida, y sin decir nada trató de enfocar la imagen, pensando en el océano como un símbolo de tranquilidad y poder inagotable.
— Creo que aprenderás a oír y hablar — dijo Felleth con su laborioso susurro.
— Gracias — Snook se sintió gratificado, y luego comprendió que su aceptación de esta nueva situación debió de haber avanzado, si es que podía reaccionar con una emoción positiva ante un bípedo con aspecto de saurio vestido con un atuendo clásico y mediterráneo.
— Se te ha preparado un cuarto de baño — Felleth señaló una segunda puerta gesticulando con la mano membranosa—. Está aislado… y por lo tanto no es de lo mejor… Pero es sólo por un período breve.
Snook se sintió desconcertado un instante, y luego comprendió.
— Claro — dijo—. Estoy en cuarentena.
— Sólo por un período breve.
Snook cayó en la cuenta de que en su urgencia por salir con vida de Barandi había aceptado irreflexivamente muchas cosas acerca de las condiciones de Averno. La atmósfera, por ejemplo, podría haber sido de una rareza totalmente inaceptable para los seres humanos, y los microorganismos ya le podrían estar sembrando los pulmones de colonias letales. Presumiblemente él podría representar un riesgo para la salud de los avernianos, lo cual tal vez explicaba por qué el edificio donde estaba producía aquella sensación de asepsia.
— No te habría traído aquí… sin tener la seguridad de que vivirías — dijo Felleth respondiendo a sus pensamientos—. En todo caso, te habría provisto de… gas para respirar, y una máscara.
— Piensas en todo — Snook recordó que Felleth era el equivalente averniano de un filósofo-científico a cargo del gobierno.
— En todo no. Hay asuntos importantes que debemos discutir… mientras comes.
Después que Snook hizo uso de los receptáculos y la provisión de agua que le ofrecieron en un cubículo de metal pulido, se unió a Felleth en otro cuarto que contenía una mesa y un taburete sencillo que parecía recientemente fabricado con una madera fibrosa. Sobre la mesa había fuentes de cerámica con verduras, cereales y frutas, además de una jarra de agua. Snook se apresuró a sentarse, recordando de golpe que hacía tiempo que no comía, y probó la comida. Los sabores eran extraños, aunque no desagradables, y la principal objeción de Snook fue que todo, hasta las frutas y hortalizas, tenían un regusto de yodo y sal.
— Debo avisarte, Igual Gil, que al traerte cometí algunos errores de cálculos, y no tuve en cuenta otros factores…
— No parece muy propio de ti, Felleth — Snook había considerado la posibilidad de limitarse a pensar las respuestas a las observaciones de los avernianos, pero descubrió que hablar en voz alta le exigía menos esfuerzo mental.
— Actualmente no estoy en buenas relaciones con… los otros Reactivos… ni con el Pueblo, pues les he aconsejado en un asunto importante… sin investigar todas las evidencias disponibles.
— No comprendo.
— Por ejemplo… Acepté acríticamente todo cuanto aprendí de astronomía… de tu mente.
Snook alzó los ojos ante aquella enigmática figura.
— No me parece un error tan serio. Después de todo, te acabas de enterar de que existía esa ciencia, y en la Tierra hace miles de años que se estudia astronomía.
— En la Tierra… Ese es precisamente el problema… Vuestros astrónomos estudian un universo diferente.
— Todavía no entiendo — Snook dejó la comida a un lado, presintiendo que le dirían algo importante.
— La imagen que presentaron de mi universo contenía sólo… aquellos elementos que ellos habían percibido… Un sol, este mundo… Y el mundo errante que llamáis Planeta de Thornton.
— ¿Entonces?
— La órbita que calcularon para el Planeta de Thornton se basaba… en esta imagen simplificada del universo.
— Lo siento, Felleth. No soy astrónomo y todavía no entiendo adonde quieres llegar.
Felleth se acercó más a la mesa.
— No eres astrónomo… Pero entiendes que todos los cuerpos de un sistema planetario se mueven… influidos por todos los otros cuerpos… de ese sistema.
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