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Robert Sawyer: Hibridos

Здесь есть возможность читать онлайн «Robert Sawyer: Hibridos» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. Город: Barcelona, год выпуска: 2005, ISBN: 84-666-2137-7, издательство: Ediciones B, категория: Фантастика и фэнтези / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

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Robert Sawyer Hibridos

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Un experimento científico hace posible la inesperada interacción entre dos universos paralelos, con la salvedad de que, en uno de ellos, la especie humana que ha predominado son los Neanderthales y no los Cromagnones, como ha ocurrido en nuestro mundo. Ponter Boddit y su hombre-compañero Adikor Huld, físicos neanderthales, han abierto un puente entre dos universos dando lugar a una sorprendente comparación entre culturas radicalmente distintas. Una de esas diferencias es la percepción del hecho religioso, del todo ausente en los neanderthales. En Híbridos, unos científicos de nuestro mundo especulan con la idea de que la propensión a tener creencias y experiencias religiosas podría provenir de una mutación genética que no se había producido en los neanderthales, pero sí en los cromagnones. El neanderthal Ponter Boddit y su amada Homo Sapiens, Mary Vaughan, desean tener una hija; la moderna tecnología neanderthal de reproducción asistida se lo permite, pero hay que tomar una importante decisión: ¿qué será mejor para su hija, tener creencias religiosas o no tenerlas?

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—Dios —dijo Mary en voz baja.

—Reuben, mon cher… —dijo Louise, agachada en la nieve junto a él. Colocó una mano sobre su nuca, sin duda palpando el vello que había crecido.

—Louise —dijo él en voz baja—. Querida, yo …

Tosió, y la sangre manó por su boca. Y entonces, como Mary sabía que hacía siempre cuando pronunciaba las palabras mágicas, Reuben pasó al francés:

—Jet'aime.

Los ojos de Louise se llenaron de lágrimas mientras el peso de la cabeza de Reuben caía hacia atrás, contra su mano. Mary le estaba buscando el pulso en el brazo derecho; Ponter hacía lo mismo con el izquierdo. Intercambiaron un gesto negativo con la cabeza.

El rostro de Louise se contrajo. Empezó a llorar y llorar. Mary se acercó a ella, arrodillada en la nieve, y la rodeó con un brazo y la atrajo hacia sí.

—Lo siento —dijo Mary, una y otra vez, acariciando el pelo de Louise—. Lo siento, lo siento, lo siento …

Al cabo de unos instantes, Ponter tocó amablemente el hombro de Louise, y ella alzó la cabeza.

—No podemos quedarnos aquí —dijo, y de nuevo Christine tradujo sus palabras.

—Ponter tiene razón, Louise. Hace demasiado frío. Tenemos que empezar a andar.

Pero Louise seguía llorando, los puños cerrados con fuerza.

—Ese hijo de puta —dijo, y todo su cuerpo temblaba—. ¡Ese puñetero monstruo!

—Louise —dijo Mary suavemente—. Yo…

—¿No lo ves? —Louise miró a Mary—. ¿No ves lo que ha hecho Krieger? ¡No se ha contentado con matar… a los neanderthales! ¡Ha hecho que su virus mate también a los negros. Sacudió la cabeza—. Pero … pero no sabía que un virus pudiera actuar tan rápido.

Mary se encogió de hombros.

—La mayoría de las infecciones víricas son causadas sólo por unas cuantos virus, introducidos en un solo punto del cuerpo. Gran parte del periodo de incubación consiste en la copia de esas pocas partículas iniciales hasta que la población de virus es lo bastante grande para hacer el trabajo sucio. Pero nosotros estuvimos literalmente empapados en una niebla de virus, inhalando y absorbiendo miles de millones de partículas virales. —Miró el cielo oscuro y luego de nuevo a Louise—. Tenemos que encontrar refugio.

—¿Y Reuben? —preguntó Louise—. No podemos dejarlo aquí. Mary miró a Ponter, suplicándole con los ojos que permaneciera en silencio. Lo último que Louise necesitaba oír ahora era «Reuben ya no existe».

— Volveremos por él mañana —dijo Mary—, pero ahora tenemos que buscar refugio.

Louise vaciló unos segundos y Mary tuvo el buen sentido de no acuciada. Finalmente, la joven asintió y Mary la ayudó a ponerse en pie.

Soplaba un viento recio que levantaba la nieve. De todas formas, vieron las huellas que habían dejado al venir.

—Christine, ¿hay algún refugio por aquí? —preguntó Mary.

—Déjame comprobarlo —respondió Christine—. Según la base de datos central, hay un albergue de caza no lejos de donde se estrelló el cubo de viaje. Será más fácil llegar allí que al Centro de la ciudad.

—Id vosotras dos —dijo Ponter—. Yo voy a intentar llegar a las instalaciones descontaminadoras. Perdonadme, pero me retrasaríais.

A Mary el Corazón le dio un vuelco. Había tantas cosas que deseaba decirle, pero …

—Estaré bien —dijo Ponter—. No te preocupes.

Mary inspiró profundamente, asintió, y dejó que Ponter la envolviera en un abrazo de despedida, mientras todo su cuerpo temblaba. Él la soltó y se perdió en la fría noche. Mary siguió a Louise, y ambas avanzaron siguiendo las indicaciones de Christine.

Al cabo de un rato, Louise tropezó y cayó de bruces sobre la nieve.

—¿Te encuentras bien? —preguntó Mary, ayudándola a levantarse.

—Oui —respondió Louise—. Yo … mi mente sigue vagando. Era un hombre tan maravilloso …

Tardaron casi una hora en llegar al refugio. Mary tiritaba, pero por fin lo consiguió. El refugio era muy parecido a la cabaña de Vissan, pero más grande. Entraron y activaron las costillas de iluminación, que llenaron el interior de un frío brillo verde. Había una pequeña unidad calefactora, que consiguieron encender al cabo de un rato. Mary consultó el reloj y sacudió la cabeza. Ni siquiera Ponter habría llegado ya a la mina y sus instalaciones descontaminadoras.

Las dos estaban exhaustas, física y emocionalmente. Louise se tumbó en un sofá, se acurrucó y empezó a llorar quedamente. Mary se tendió en el sucio cubierto de cojines, y descubrió que también estaba llorando, agotada, dolorida, abrumada por la pena y la culpa, acosada por la imagen de un hombre bueno que lloraba sangre.

42

Y si esa idea no es correcta … si éste y otros universos están, como creen algunos científicos y filósofos, rebosantes de vida inteligente, entonces tenemos otro deber cuando empecemos a dar pequeños pasos, y es avanzar de la mejor manera: mostrar a todas las otras formas de vida la grandeza del Homo sapiens, nuestra maravillosa diversidad…

Mary se pasó toda la noche rezando, susurrando en voz baja, tratando de no molestar a Louise.

—Dios del cielo, Dios de] cielo, sálvalo.

Y, más tarde:

—Dios, por favor, no dejes que Ponter muera. y, aún más tarde:

—Maldito seas, Dios, me debes una…

Finalmente, después de agitarse y dar infinidad de vueltas toda la noche, atormentada por sueños en los que se ahogaba en un mar de sangre, Mary notó que la luz del sol se colaba por la ventanita del refugio y el kek-kek-kek de los palomos anunciaba el amanecer.

Louise estaba también despierta, tendida en el sofá, contemplando el techo de madera.

Había una caja de vacío y un hornillo láser en el refugio de caza, presumiblemente alimentados por los paneles solares del techo.

Mary abrió la caja de vacío y encontró unas cuantas chuletas (no tenía ni idea de qué animal) y varias raíces. Cocinó un desayuno sencillo para ella y para Louise.

El refugio disponía de una mesita cuadrada con sillas de horeajada en los cuatro lados. Mary ocupó una, y Louise se sentó frente a ella.

—¿Cómo te encuentras? —preguntó Mary amablemente cuando terminaron de comer. Nunca había visto a Louise así: abatida, con profundas ojeras.

—Estoy bien —respondió en voz. baja, con su voz cargada de acento, pero no lo parecía.

Mary no estaba segura de qué decir. No sabía si era mejor tratar el tema de Reuben o dejarlo, con la esperanza de que Louise lo hubiera apartado de su mente al menos momentáneamente. Pero luego recordó su violación y su completa incapacidad para sacársela de la cabeza al principio. Era imposible que Louise estuviera pensando en otra cosa que en su novio muerto.

Mary extendió una mano sobre la mesa y tomó una de Louise.

—Era un buen hombre —dijo, y su propia voz se quebró al hablar.

Louise asintió, los ojos marrones secos pero enrojecidos.

—Habíamos hablado de irnos a vivir juntos. —Louise sacudió ]a cabeza—. Él estaba divorciado, ya sabes, y nadie de mi edad se molesta en casarse en Quebec … la ley te trata igual tengas los papeles o no, ¿por qué molestarse entonces? Pero habíamos hablado de que fuera permanente. —Miró a lo lejos—. Era casi una broma entre nosotros. Decía cosas como: «Bueno, cuando nos vayamos a vivir juntos, tendremos que buscar una casa con armarios grandes», porque pensaba que tengo demasiada ropa.

Miró a Mary. Sus ojos estaban húmedos ahora.

—No eran más que bromas, pero … —Negó con la cabeza—. Pero, «sabes», yo pensaba que iba a ser de verdad. Cuando terminara mi trabajo en Sinergía me mudaría a Sudbury. O nos iríamos a Montreal y Reuben abriría una consulta privada. o …

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