Mi rey le tenía miedo al Enviado. Estas gentes se tienen miedo entre ellas. Pienso que yo, un extranjero, soy la única persona en quien Obsle confía. Le complace de veras mi compañía y muchas veces ha dejado de lado el shifgredor y me ha pedido consejo. Pero cuando lo incito a hablar, a despertar el interés público como defensa contra la intriga de facciones, Obsle no me escucha.
—Si toda la comensalía tiene los ojos puestos en el Enviado, el Sarf no se atreverá a tocarlo —dije —, ni a tocarlo a usted.
Obsle suspira: —Sí, si, pero no es posible, Estraven. Radio, boletines impresos, periódicos científicos, todos están en manos del Sarf. ¿Qué podría hacer yo? ¿Pronunciar discursos en la esquina de una calle como un sacerdote fanático?
—Bueno, se puede hablar con la gente, propagar rumores. Hice algo parecido el año último en Erhenrang. Que la gente haga preguntas para las que usted tiene respuestas, es decir el Enviado mismo.
—Si al menos trajese aquí esa condenada nave, y pudiéramos mostrarle algo al pueblo. Pero tal como…
—No traerá la nave hasta asegurarse de que están ustedes actuando de buena fe.
—¿Y no es ese mi caso? —gritó Obsle, hinchándose como un pez hobo —. ¿No he dedicado todo un mes a este asunto? ¡Buena fe! ¡Espera que creamos todo lo que dice! ¡Y como retribución no nos tiene ninguna confianza!
—¿Podría ser de otro modo?
Obsle bufó y no dijo más.
Obsle está más cerca de la honestidad que cualquier otro miembro del gobierno orgota.
Odgedeni susmi. Para llegar a ser jerarca del Sarf es imprescindible, parece, una cierta y complicada estupidez. Gaum es un ejemplo. Ve en mí a un agente de Karhide que intenta empujar a Orgoreyn a una tremenda pérdida de prestigio, haciéndoles creer en la patraña del Enviado del Ecumen; piensa que como primer ministro me he pasado los días preparando este engaño. Dios, hay en mi vida tareas más interesantes que un duelo de shifgredor con la escoria. Pero Gaum no alcanza a ver esta simplicidad. Ahora que en apariencia Yegey me ha dejado de lado, Gaum cree que se me puede comprar, y está preparando la compra a su propio y curioso modo. Me observó o hizo que me observaran con bastante atención como para saber que yo tendría que entrar en kémmer en posde o tormenbod; y así se me apareció anoche en pleno kémmer, sin duda inducido por hormonas, dispuesto a seducirme. Un encuentro accidental en la calle Pyenefen. —¡Har! No lo veo desde hace un mes, ¿dónde ha estado ocultándose? Venga a tomar una copa de cerveza conmigo.
Eligió una casa de bebidas junto a una casa publica de kémmer. No pidió cerveza para nosotros, sino agua de vida. No quería perder tiempo. Luego del primer vaso puso la mano sobre la mía y acercó la cara, murmurando: —No nos encontramos por casualidad. He estado esperándote, te deseo para mi kémmer de esta noche —y me llamó por mi nombre primero. No le corté la lengua porque desde que dejé Estre no llevo cuchillo. Le dije que era mi propósito abstenerme mientras viviese en el exilio. Gaum arrulló y susurró, tomándome las manos. Estaba pasando muy rápidamente a fase plena como mujer. Gaum es muy hermoso en kémmer, y contaba con esta belleza y una apropiada insistencia sexual, sabiendo, supongo, que como yo era de los handdaras no usaría drogas reductoras del kémmer, y preferiría probar mi abstinencia. Olvidó que el odio es tan bueno como cualquier droga. Me libré del manoseo, que por supuesto estaba haciendo algún efecto en mí, y lo dejé, insinuándole que probara la casa pública de kémmer próxima. Gaum me miró entonces con un odio lastimoso, pues estaba, aunque tuviese segundas intenciones, de veras en kémmer y excitado.
¿Pensó Gaum realmente que yo me vendería por unas monedas? Cree entonces que estoy muy inquieto; lo que en verdad hace que me sienta inquieto.
Malditos, estos hombres poco limpios. No hay un hombre limpio entre todos ellos.
Odsordni susmi. Esta tarde Genly Ai habló en la Sala de los Treinta—y—tres. No se permitió la presencia de público, ni lo transmitieron por radio, pero Obsle me llamó más tarde y me hizo escuchar su propia grabación. El Enviado habló bien, con un candor y un apremio conmovedores. Hay en él una inocencia que yo he llamado otras veces extraña y tonta; sin embargo, en algunos momentos esa aparente inocencia se muestra como una sabia disciplina y una amplitud de propósito que me dejan sin aliento. En la voz del Enviado había un pueblo astuto y magnánimo, un pueblo que ha cambiado en sabiduría una profunda, vieja, terrible y extraordinariamente variada experiencia. Pero él mismo es joven, impaciente, inexperto. Está por encima de nosotros, y ve más allá, pero no tiene más altura que la del hombre.
Habla mejor ahora que en Erhenrang, de un modo más simple y más sutil; ha aprendido su trabajo haciéndolo, como todos nosotros.
El discurso del Enviado fue interrumpido a menudo por miembros de la facción dominante, exigiendo que el presidente hiciese callar a este lunático, lo echara a la calle, y comenzaran a tratarse los asuntos del día. Csl. Yemembey fue el más estrepitoso y quizá espontáneo: —¿No se ha creído usted este guichi michí? —le rugía a Obsle. Las interrupciones deliberadas, difíciles de seguir a veces en la cinta, vinieron sobre todo de Kaharosile, me dijo Obsle. Cito de memoria:
Alshel (presidiendo): —Señor Enviado, encontramos que esta información y las proposiciones de los señores Obsle, Slose, Idepen, Yegey y otros es muy interesante, muy estimulante. Sin embargo, necesitamos algo más. (Risas.) Como el rey de Karhide tiene ese… vehículo de usted guardado bajo llave, y no podemos verlo, ¿no sería posible para usted, como ya se sugirió, traer esa… nave de las estrellas? ¿Cómo lo llaman ustedes?
Ai: —Nave de las estrellas es un buen nombre, señor.
Alshel: —Oh, ¿cómo lo llaman ustedes?
Ai: —Bueno, el nombre técnico es nafal—20—cetiano.
Voz: —¿Está seguro de que no es el trineo de San Petete? (Risas.)
Alshel: —Por favor. Sí. Bueno, si puede traer esa nave a nuestro suelo, a un suelo sólido podríamos decir, de modo que pudiésemos tener algo más sustancial.
Voz: —¡Tripa de pescado sustancial!
Ai: —Quisiera de veras traer aquí esa nave, señor Alshel, como prueba y testigo de nuestra recíproca buena fe. Sólo espero el anuncio público preliminar de ustedes.
Kaharosile: —¿No ven ustedes, comensales, de qué se trata aquí? No es sólo una broma estúpida. Hay una intención: burlarse públicamente de nuestra credulidad, nuestra bobería, nuestra estupidez; una intención maquinada con increíble impudicia por esta persona que tenemos hoy delante de nosotros. Ustedes saben que viene de Karhide. Ustedes saben que es un agente de Karhide. Pueden ver que es una desviación sexual de un tipo que en Karhide no se cura, a causa de la influencia del culto de las Tinieblas, y que a veces se lo crea artificialmente para las orgías de los profetas. Y sin embargo cuando dice «Soy del espacio exterior», algunos de ustedes cierran los ojos, humillan la inteligencia, ¡y creen! Nunca hubiera pensado que fuese posible, etcétera, etcétera.
Por lo que se oye en la cinta, Ai aguantó con paciencia escarnios y ataques. Obsle dice que se las arregló bien; yo esperaba afuera a que terminara la sesión, y cuando salieron vi que Ai tenía una expresión sombría y meditabunda. No podía ser de otro modo.
Mi impotencia es intolerable. Fui uno de los que puso en marcha esta máquina, y ahora funciona como quiere. Me escabullo embozado por las calles para echar una mirada al Enviado. En beneficio de esta vida solapada e inútil abandoné poderes, dinero, amigos. Qué insensato eres, Derem.
¿Por qué no descanso al fin mi corazón en algo posible?
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