Poul Anderson - La nave de un millón de años

Здесь есть возможность читать онлайн «Poul Anderson - La nave de un millón de años» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Город: Barcelona, Год выпуска: 1997, ISBN: 1997, Издательство: Ediciones B, Жанр: Фантастика и фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La nave de un millón de años: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La nave de un millón de años»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Desde las primitivas tribus escandinavas, desde la antigua China y la Grecia clásica, hasta nuestros días y todavía más allá, hacia un tuturo de miles y miles de años, pasando por el Japón Imperial, la Francia de Richelieu, la América indígena y la Rusia estalinista...
La nave de un millón de años

La nave de un millón de años — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La nave de un millón de años», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

—Señora, esperaba poder alcanzarte —jadeó el joven—. Yo estaba con mi amo, tu esposo, cuando él sufrió un ataque. Dijo tu nombre. Mandé buscar un médico y vine a avisarte.

—Vamos —dijo Aliyat.

Él la guió abriéndole paso a gritos. Bajo un cielo brillante y despiadado regresaron a la casa.

—Espera —ordenó Aliyat ante la puerta del dormitorio y entró sola.

No tenía por qué haber lastimado a Nebozabad dejándolo en el corredor. No había reflexionado. Dentro había varios esclavos, apartados conmocionados e impotentes. Pero también estaba el hijo varón que les quedaba. Hairan, inclinado sobre la cama, se aferraba al que estaba tendido en ella.

—Padre —suplicaba—, padre, ¿puedes oírme?

Barikai tenía los ojos echados hacía atrás, un blanco insidioso contra el azul que trepaba por debajo de la piel. Le salía espuma por los labios. La respiración era violenta, ronca, entrecortada. Las cortinas de abalorios de las ventanas trataban de oscurecer el espectáculo. Para Aliyat sólo creaban un crepúsculo donde lo veía con mayor crudeza.

Hairan alzó los ojos, la barba humedecida por las lágrimas.

—Temo que está agonizando, madre.

—Lo sé. —Aliyat se arrodilló, apartó las manos del hijo, tendió los brazos sobre Barikai y apoyó la mejilla en el pecho de su esposo. Oyó y sintió cómo se le escapaba la vida.

Levantándose, le cerró los ojos y trató de enjugarle la cara. En ese momento, llegó el médico.

—Yo me encargaré de eso, señora —ofreció.

Ella negó con la cabeza.

—Yo lo prepararé —dijo—. Es mi derecho.

—No temas, madre —tartamudeó Hairan—. Cuidaré de ti, tendrás una vejez apacible… —Las palabras murieron. Él la miró fijamente, al igual que el médico y los esclavos. Barikai, caravanero, no había llegado a los setenta años, pero los aparentaba, con el pelo blanco, el rostro consumido, los músculos marchitos sobre los huesos. La viuda, en cambio, parecía una mujer de veinte primaveras.

3

Hairan el vinatero tuvo un nieto varón, para gran regocijo de su casa. La fiesta con que él y su padre agasajaron a parientes y amigos duró hasta tarde en la noche. Aliyat se retiró temprano a la parte trasera del edificio, donde tenía una habitación. Nadie lo tomó a mal; a fin de cuentas, aunque sus años le granjearan respeto, eran un peso.

No fue a descansar como todos suponían. Una vez a solas, irguió la espalda y dejó de arrastrar los pies. Ligera y ágil, salió por una puerta trasera. Las abultadas prendas negras que le disimulaban la figura ondeaban con su prisa. Llevaba la cabeza cubierta, como de costumbre, para ocultar la negrura de sus rizos. La familia y los sirvientes a menudo comentaban que su rostro y sus manos eran asombrosamente juveniles, pero ahora se cubrió con un velo.

Se cruzó con un esclavo que realizaba sus tareas, y él la reconoció pero se limitó a saludarla. No diría que la había visto. Él también era viejo, y sabía que uno debe soportar a los viejos si a veces se ponen un poco raros.

El aire de la noche era benignamente fresco. La calle era un corredor de sombras, pero los pies de Aliyat conocían cada piedra y la llevaron sin dificultad al peristilo. Desde allí caminó hacia el ágora. La luna llena alumbraba las azoteas. El fulgor ocultaba algunas estrellas, aunque más abajo titilaban en enjambres. Las columnas relucían de blancura. Las pisadas de Aliyat retumbaban en el silencio. Casi toda la gente dormía. Era arriesgado, pero no tanto. Bajo dominio persa, los guardias de la ciudad continuaban manteniendo la ley y el orden. Aliyat se ocultó detrás de una columna cuando vio pasar un escuadrón. Las puntas de las picas relucieron bajo la luz de la luna. Si la hubieran visto, habrían tratado de llevarla a su casa, a menos que la tomaran por una ramera, lo cual habría suscitado preguntas para las cuales no tenía respuesta.

«¿Por qué vagabundeas en la oscuridad?» Lo ignoraba, pero tenía que marcharse un rato o de lo contrario empezaría a gritar.

No era la primera vez.

En la calle de los Mercaderes viró hacia el sur. El grácil teatro se elevó a su derecha. A la izquierda se erguían el pórtico y la muralla que rodeaban el ágora, fantasmales bajo la luna. Aliyat había oído decir que eran sólo fragmentos de lo que habían sido antaño, antes de que hombres desesperados los destruyeran buscando material de fortificación cuando los romanos cerraban el cerco sobre Zenobia. Eso congeniaba con su estado de ánimo. Atravesó un portal y salió a la ancha plaza.

El recuerdo del ajetreo diurno la hacía parecer aún más vacía. Las estatuas de altos funcionarios, comandantes militares, senadores y, sí, caravaneros, la rodeaban como centinelas de una necrópolis. Aliyat caminó hasta el centro, bajo el claro de luna, y se detuvo. Sólo oía sus jadeos, las palpitaciones de su corazón.

—Miriamne, Madre de Dios, te… agradezco… —Las palabras murieron en sus labios. Eran tan huecas como el lugar donde se encontraba, y si las terminaba serían una parodia.

¿Por qué no sentía satisfacción ni gratitud? El hijo de su hijo había tenido un hijo. La vida de Barikai perduraba en ellos. Si Aliyat hubiera podido invocar la amada sombra de su esposo en la noche, sin duda él habría sonreído.

Tiritó. No podía evocar el recuerdo. El rostro de Barikai era apenas un borrón; tenía palabras para describirlo, pero ya no lo veía. Todo retrocedía en el pasado, sus amores morían y morían y morían, y Dios no le permitía seguirlos.

Debía alabarlo con canciones por estar lozana e íntegra, no tocada por los años. ¿Cuántos, postrados, arrugados, desdentados, medio ciegos, inflamados por el dolor, ansiaban la misericordia de la muerte? Mientras que ella… Pero el temor crecía año a año, las miradas furtivas, los murmullos, los signos furtivos para ahuyentar el mal. Hairan mismo veía en el espejo su pelo gris y su frente arrugada y se preguntaba qué pasaba con la madre; Aliyat sabía, lo sabía. Trataba de mantenerse aparte, para no despertar sospechas y comprendía que sus parientes participaban en una conspiración silenciosa para no mencionarla ante los extraños. Y así ella se convertía en la extraña, la que estaba siempre sola. ¿Cómo podía ser bisabuela cuando en sus entrañas ardía el deseo? ¿Era ésa la razón del castigo, o habría olvidado algún espantoso pecado de la niñez?

La luna avanzó en el cielo mientras giraban las estrellas. Lentamente, el cielo le transmitió su turbadora serenidad. Aliyat emprendió el regreso. No se rendiría. Aún no.

4

La guerra devoró una generación, pero al fin Heraclio venció. Acosó a los persas hasta que pidieron la paz. Veintidós años después de marcharse, los romanos entraron de nuevo en Tadmor.

Los seguía un nuevo residente, Zabdas, un mercader de especias de Emesa, una ciudad más grande y más cercana a la costa, y por lo tanto más rica y gobernada con más celo. La firma de la familia de Zabdas tenía una filial en Tadmor. Después del caos de la batalla y del último cambio de gobernantes, necesitaba reorganización, una mano astuta que llevara las riendas y un ojo alerta a las oportunidades.

Zabdas llegó y se puso al frente. Tenía que establecer contactos y alianzas con los lugareños. Su reciente viudez era un obstáculo, y pronto empezó a buscar esposa.

Nadie le habló a Aliyat de él, y cuando Zabdas visitó a Hairan por primera vez fue por negocios. La dignidad de la casa, del huésped y de ella misma exigían que Aliyat estuviera entre las mujeres qué le daban la bienvenida antes de que comieran los hombres. Por mera rebeldía, o eso creyó, ella dejó sus insípidas ropas de abuela y se vistió con recato pero con elegancia. Notó que él se quedaba atónito al enterarse de quién era; los ojos de ambos se cruzaron, y ella intentó controlar el estremecimiento que le recorrió todo el cuerpo. Zabdas era un hombre bajo de cincuenta años, pero erguido y despierto, con pocas canas y un rostro bien conformado. Intercambiaron cortesías rituales. Ella regresó a su habitación.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La nave de un millón de años»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La nave de un millón de años» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Poul Anderson - The Shield of Time
Poul Anderson
libcat.ru: книга без обложки
Poul Anderson
Poul Anderson - Flandry of Terra
Poul Anderson
Poul Anderson - Delenda est
Poul Anderson
Poul Anderson - Az egyetlen játék
Poul Anderson
Poul Anderson - De Tijdpatrouille
Poul Anderson
libcat.ru: книга без обложки
Poul Anderson
Poul Anderson - Komt Tijd
Poul Anderson
Poul Anderson - Le bouclier du temps
Poul Anderson
Poul Anderson - Pod postacią ciała
Poul Anderson
Отзывы о книге «La nave de un millón de años»

Обсуждение, отзывы о книге «La nave de un millón de años» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x