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Vernor Vinge: La guerra de la paz

Здесь есть возможность читать онлайн «Vernor Vinge: La guerra de la paz» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. Город: Barcelona, год выпуска: 1988, ISBN: 84-406-0022-1, издательство: Ediciones B, категория: Фантастика и фэнтези / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

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Vernor Vinge La guerra de la paz

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Paul Hoehler, un brillante científico, descubre el principio del funcionamiento de las “burbujas”, unos campos de fuerza esféricos completamente infranqueables. Gracias a ellos, sus usuarios se harán con el poder e impondrán una “paz” forzada y un estancamiento científico-tecnológico en un mundo diezmado por los conflictos y las plagas. “ ” es la primera obra de la serie de las “burbujas” en la que un brillante autor de sólida formación científica nos narra un futuro posible y la rebelión contra una autoridad despótica en medio de una intriga política de gran alcance. Una interesante y dinámica exploración de cómo un nuevo y maravilloso artilugio científico todavía incomprendido puede alterar el destino del mundo.

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—Malditos conductores de la Paz —dijo uno de ellos—. A veces me pregunto si muchos de ellos se han enterado de que han perdido la guerra.

—Sí. Estoy bien —contestó Wili, deseando no haberse comportado como un loco—. ¿Está aquí Allison Parker? Le acompañaron hasta un edificio cercano. El aire acondicionado estaba puesto al máximo. Hacía un frío helado, según la opinión de Wili, pero Allison estaba allí, vestida con una camisa, que parecía ser de uniforme, y unos pantalones. Estaba dirigiendo alguna operación de embalaje. Sus hombres estaban llenando unas grandes cajas de cartón con unos discos de plástico que debían ser aparatos de memoria del viejo mundo, según suponía Wili. Allison se concentraba en su trabajo y estaba sonriente y animosa. Durante unos momentos Wili tuvo la doble visión que había tenido tiempo atrás. Estaba viendo a su otra amiga con aquel mismo cuerpo, aquella que nunca había existido. La encarnación mortal había sobrevivido a la fantasmal.

Entonces el obrero que estaba a su lado, dijo respetuosamente:

—¿Capitán Parker? —y se rompió el hechizo.

Allison levantó la vista y le obsequió con una amplia sonrisa.

—Hola, Wili —se acercó a él y le rodeó los hombros con su brazo—. He estado tan ocupada durante esta semana que no he tenido tiempo de ver a ninguno de mis amigos. ¿Qué sucede?

Le condujo hasta una puerta interior, se detuvo allí y dijo a los suyos:

—Terminad las series E. Regresaré dentro de pocos minutos.

Wili sonreía para sus adentros. Allison había manifestado muy claramente que no iba a tolerar que se le adjudicara una ciudadanía de segunda clase. Tomando en consideración el hecho de que era la única persona experta en la investigación militar del siglo veinte, los Quincalleros no tenían otra opción en vistas a su actitud.

Mientras iban por un estrecho pasillo, ninguno de ellos habló. La oficina de Allison estaba algo más caliente que la otra habitación, y allí no había ruido de ventiladores. La mesa de despacho estaba llena de planos. Un cuadro de mandos de la Paz aparecía en su centro. Le indicó que se sentara y acarició aquel tablero.

—Ya sé que todo lo que hay aquí es un juego de niños si se juzga a nivel de los Quincalleros. Pero funciona, y al menos puedo entenderlo.

—Allison, ¿tú te vas a marchar, también? —tartamudeó Wili.

—¿Marcharme? ¿Quieres decir cubrirme con una burbuja? No lo verán tus ojos, muchacho. Acabo de regresar. ¿Lo recuerdas? Tengo mucho trabajo que hacer.

Luego vio lo importante que era aquella pregunta.

—¡Oh! Wili, lo siento. Ya sabes lo de Paul y Mike, ¿verdad?

Se detuvo, y frunció el ceño a causa de algo que se le ocurría.

—Creo que es lógico que ellos se marchen, Wili. De veras. Pero no lo es para mí. —El entusiasmo había retornado a su voz—. Paul habla de esta batalla como si sólo fuera el primer asalto de alguna guerra «a través del tiempo». Pues bien, se equivoca en una cosa. El primer asalto tuvo lugar hace cincuenta años. Yo no sé si estos bastardos de la Paz son los responsables de las plagas, pero me consta que destruyeron el mundo que teníamos. Destruyeron los Estados Unidos de América —sus labios se apretaron formando una estrecha línea.

«Voy a ocuparme de sus archivos. Voy a identificar cada una de las burbujas que generaron cuando se apoderaron de todo. Estoy segura de que hay más de cien mil de los míos que están allí. Van a regresar a la vida normal, durante los próximos años. Paul tiene un programa que utiliza los registros de la Paz para saber exactamente cuándo será esto. Al parecer todas las burbujas fueron proyectadas para cincuenta o sesenta años, contando con que las de menor tamaño van a reventar antes. Quedan todavía Vandenberg y Langley, y docenas más. Será una fracción muy pequeña de los millones que éramos antes, pero quiero estar allí para intentar salvar a todos los que pueda.

—¿Para salvar?

Allison se estremeció.

—El entorno de las burbujas puede ser peligroso durante los primeros segundos después de su rotura. Casi resulté muerta cuando salí. Estarán completamente desorientados. Poseen armas nucleares. No quiero que las disparen en una crisis de pánico. Y no sé si vuestras plagas están definitivamente acabadas. Tal vez yo tuve mucha suerte. Voy a tener que encontrar a algunos biocientíficos.

—Sí —dijo Wili, y le contó lo de los restos del accidente que Jeremy le había mostrado cuando estuvo en la granja de los Kaladze. En alguna parte, dentro de la burbuja de Vanderberg, estaba parte de un reactor. Pudiera ser que el piloto siguiera vivo, pero ¿cómo iba a sobrevivir a los primeros instantes de tiempo normal?

Allison hacía señales afirmativas y tomaba algunas notas, mientras Wili se lo contaba.

—Sí, te hablaba de cosas como ésta. Nos va a costar un gran esfuerzo el salvar a este amigo, pero lo vamos a intentar.

Se inclinó hacia adelante, en su silla.

—Esto no es ni la mitad de lo que tengo que hacer, Wili, los Quincalleros son brillantes en algunos aspectos, pero en otros… «Infantiles» es el único calificativo que se me ocurre. No es culpa de ellos, ya lo sé. Durante generaciones no han podido tener opinión sobre lo que ocurría fuera de sus pequeñas poblaciones. La Autoridad no consentía que hubiera gobiernos, por lo menos en el sentido que en el siglo veinte tenía esta palabra. En algunos sitios permitían la existencia de pequeñas repúblicas, en otros estaban muy contentos por tener una institución feudal, como en Aztlán.

»Una vez que ha desaparecido la Autoridad, la mayor parte de América, con excepción del Sudoeste, no tiene gobierno de ninguna clase. Están cayendo en la anarquía. El poder está en manos de fuerzas policiales como aquella en donde trabajaba Mike. Por ahora hay tranquilidad únicamente porque la gente que está en estos negocios de protección no se da cuenta del vacío que ha creado la partida de la Autoridad. Pero cuando lo adviertan, va a haber un caos sangriento.

Se sonrió.

—No. No me voy. No puedo reprocharte nada, porque no tienes punto de referencia. La sociedad de los Quincalleros ha sido de un tipo muy pacífico. Pero éste es el problema. Son como borregos, y van a hacer una matanza con ellos si no cambian a tiempo. No tienes más que ver lo que pasa aquí.

«Durante algunas pocas semanas hemos tenido algo que se parecía a un ejército. Pero ahora los borregos han formado ya grupos de intereses, sus familias, sus negocios. Se han repartido el territorio. Y ¡válgame Dios! Algunos ya lo están vendiendo, a la vez que venden las armas y los vehículos a cualquiera que disponga de oro. ¡Esto es un suicidio!

Y Wili se dio cuenta de que Allison podía tener razón. Al principio de aquella semana se había encontrado con Roberto Richardson, el bastardo Jonque que le había ganado en La Jolla. Richardson había sido uno de los rehenes, pero había logrado escapar antes de la liberación de Los Ángeles. Aquel tipo gordo era de los que siempre caen de pie y salen por piernas. Estaba allí en Livermore, rebosante de vales oro. Y compraba todo aquello que podía desplazarse: autos, tanques, orugas blindadas, aviones.

Aquel hombre era raro. Había hecho mucho teatro para parecer amistoso, y Wili era lo bastante listo como para no intentar sacar ventaja de ello. Wili le había preguntado qué era lo que iba a hacer con todo aquel botín. Richardson había contestado con vaguedades, pero había afirmado que no volvería a Aztlán.

—Me gusta la libertad que hay aquí, Wáchendon. No hay reglas. Creo que me voy a ir hacia el norte. Puede resultar muy provechoso para mí.

Y además tenía algunos consejos que darle a Wili, consejos que de momento parecían ser desinteresados:

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