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Vernor Vinge: La guerra de la paz

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Vernor Vinge La guerra de la paz

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Paul Hoehler, un brillante científico, descubre el principio del funcionamiento de las “burbujas”, unos campos de fuerza esféricos completamente infranqueables. Gracias a ellos, sus usuarios se harán con el poder e impondrán una “paz” forzada y un estancamiento científico-tecnológico en un mundo diezmado por los conflictos y las plagas. “ ” es la primera obra de la serie de las “burbujas” en la que un brillante autor de sólida formación científica nos narra un futuro posible y la rebelión contra una autoridad despótica en medio de una intriga política de gran alcance. Una interesante y dinámica exploración de cómo un nuevo y maravilloso artilugio científico todavía incomprendido puede alterar el destino del mundo.

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Había un secreto que podía conseguir. Renacimiento. Además era algo que le debía a él, que quizá debía a todo el enemigo.

—Debes saber que si nos obligáis a ello, no vamos a permitir que os estéis haciendo más potentes durante nuestra ausencia. La Autoridad (por una vez, se le atragantaba llamar la Paz) ha colocado bombas nucleares en el valle. Y también las tenemos montadas en cohetes. Si nos metemos en una burbuja, entonces vuestra preciosa cultura Quincallera retrocederá, a fuerza de bombas, a la Edad de Piedra, y nosotros volveremos a reconstruirlo todo cuando regresemos.

Otro largo silencio. ¿Estará hablando con alguien? ¿Habrá cortado la conexión?

—¿Mike?

—Della, ¿por qué estás a su lado?

Ya se lo había preguntado en ocasiones anteriores. Della se mordió los labios.

—Yo… Yo no he intervenido en lo de Renacimiento, Mike. Creo que podremos ganar sin llegar a esto. El mundo ha tenido las décadas más pacíficas de toda la historia de la humanidad. Cuando tomamos el mando, la raza estaba al borde del precipicio. Tú ya lo sabes. Los estados nacionales eran ya bastante malos. Si se les hubiera dejado a su aire habrían destrozado la civilización. Pero lo peor era que gracias a lo baratas que habían llegado a ser las armas, algunos grupos pequeños, de los que unos eran razonables pero otros eran monstruosos, podrían haberlos conseguido. Si ya era difícil que el mundo pudiera sobrevivir a una docena de naciones asesinas, ¿cómo hubiera podido sobrevivir frente a miles de individuos psicóticos con bombas de radiación y plagas bélicas? Ya sé que comprendes lo que estoy diciendo. Tú sentías lo mismo en relación con la biociencia. Hay otras cosas igualmente malas, Mike.

Se calló de pronto, preguntándose quién estaba manipulando a quién. Y de repente se dio cuenta de que Mike, el enemigo, era una de las pocas personas que podía comprender las cosas que ella había hecho. Y de que, tal vez, Mike era la única persona, aparte de ella misma, cuya desaprobación podía preocuparle.

—Lo comprendo —dijo la voz de Mike—. Tal vez la historia dirá que la Autoridad dio tiempo a la raza humana para que se salvara mediante el desarrollo de unas instituciones nuevas. Habéis tenido cincuenta años, y no todo ha sido malo. Pero no importa lo que cada uno de nosotros quiera, esto se ha acabado. Este Renacimiento sólo lograría destruir todo lo bueno que habéis hecho —su voz había vuelto a fallar.

—No te preocupes. Vamos a ganar rápida y correctamente, y no habrá Renacimiento.

Della miraba el tablero general. Uno de los blindados se dirigía hacia el interior del perímetro, directamente hacia el Enclave. Della cortó la recepción en audio y recabó la atención del ayudante de Maitland. Hizo una seña interrogativa hacia el símbolo del blindado en el tablero.

El coronel se inclinó hacia adelante, desde su silla, y dijo en voz baja:

—Han visto Quincalleros dentro del perímetro. Les están persiguiendo.

El símbolo se desplazaba a saltos cada vez que se actualizaba su posición mediante el control manual al que habían quedado limitados. De repente, el símbolo del vehículo blindado desapareció del tablero. Avery dio un respingo. Uno de los analistas miró a sus pantallas y dijo casi inmediatamente:

—Hemos perdido la comunicación por láser. Les habrán envuelto en una burbuja o tal vez hayan desaparecido del campo visual.

Era posible. El terreno era accidentado, incluso dentro de los límites del Enclave. Conducir una oruga sobre semejante terreno debía ser muy excitante… ¡Y entonces Della descubrió el misterio de la voz de Mike!

—Señor director —su grito se elevó por encima de todas las otras voces—. Este tanque no busca al enemigo. ¡El es el enemigo!

39

Cuando conducían paralelamente el perímetro del muro, el terreno no era tan escabroso. Pero cuando giraron hacia dentro, la cosa fue muy diferente. Había un sistema de fosos que corría paralelamente por fuera de la verja. Y detrás de ésta estaba el interior del Enclave. Allison se arriesgaba a mirar de vez en cuando. Era como el futuro que siempre había imaginado: espirales, edificios elevados y anchas franjas de verde. Paul decía que las tropas de tierra de la Autoridad estaban por aquel área, pero hasta el momento todo aparecía tranquilo y abandonado.

¡Un momento! Aparecieron tres hombres que corrían saliendo de los fosos. Se detuvieron unos instantes delante de la valla, que de algún modo pudieron atravesar. Dos de ellos llevaban unas pesadas mochilas. Eran sus aliados Quincalleros. Uno agitó su mano en dirección a los blindados, y los tres desaparecieron entre los edificios.

—Gira aquí. Síguelos hacia dentro —dijo Paul—. Wili ha dicho al mando de la Paz que les estamos persiguiendo de cerca.

Allison tiró de una de las palancas de dirección y empujó a la otra. El vehículo giró en redondo sobre sus orugas al rodar una de ellas hacia atrás y la otra hacia adelante. Por medio del periscopio lateral pudo ver que el vehículo de Mike se dirigía hacia el norte. Sin duda, Wili le habría dicho que no se desviara.

Saltaron hacia delante a toda velocidad mientras sus motores rugían con fuerza. Al lado de Allison, Paul estaba jadeante. La marcha a treinta kilómetros por hora, a campo través y por un terreno tan accidentado, era peor que hacer acrobacias aéreas. El vehículo cayó hacia adelante mientras frente a ellos no veían más que cemento. Saltaron por encima del borde del foso y cayeron hasta su fondo. Sus cinturones de segundad no pudieron absorber completamente el golpe. Por un momento, Allison quedó aturdida y sus manos permanecieron inmóviles sobre los controles en posición de avance rápido. El vehículo oruga subió por la pared más alejada y se quedó un instante al final de la rampa, como si dudara entre seguir hacia arriba o caer hacia atrás.

Fueron a chocar contra lo que había al otro lado, derribando la valla. Si allí había algún tipo de defensas automáticas, debían haber quedado inutilizadas momentáneamente.

Cuando Allison logró alejarse de los escombros de cemento y de hierro, se atrevió a mirar a Paul.

—¡Dios mío!

Paul estaba caído hacia adelante y tenía la cara manchada de sangre. Delante de él, la pared estaba salpicada de rojo. No se había atado correctamente.

Allison hizo disminuir la velocidad del blindado. Se volvió hacia atrás, y vio que el muchacho seguía en estado comatoso.

—¡Wili! ¡Paul está herido!

Una voz femenina chilló en su oído:

—¡Por tu culpa, maldita bruja, estúpida!

Wili se retorció y su cara dio signos de aturdimiento, como la de alguien que intentara despertar de un profundo sueño.

Pero si se despertaba, si su concentración se interrumpía, morirían todos sus sueños.

—Guía, Allison, Por favor, conduce —la voz artificial de Wili sonaba muy fría en su auricular—. Paul… Paul desea esto más que a nada en el mundo.

Detrás de ella, la verdadera voz del muchacho era un gemido apagado. Y Paul seguía completamente inmóvil.

Allison se desentendió de todo, excepto de su misión. Estaba en una calle pavimentada. Pisó a fondo el acelerador, con lo que lograron alcanzar los setenta kilómetros por hora. Sólo veía una imagen fugaz de los edificios que estaban a ambos lados. Al parecer eran edificios residenciales mucho más lujosos que los de su tiempo. Estaban deshabitados. Llegaron a un cruce. Por encima de los tejados de las residencias de varios pisos, las torres que estaban en el centro del Enclave no parecían estar más cerca que antes.

La voz de Wili prosiguió:

—A la derecha del cruce. Luego a la izquierda y luego también a la izquierda. Unos soldados de a pie vienen por el este. Por ahora siguen creyendo que somos de los suyos, pero voy a cortar el enlace por láser, ahora —Allison giró bruscamente al llegar a la esquina—, y no van a tardar en adivinar quiénes somos.

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