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Vernor Vinge: La guerra de la paz

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Vernor Vinge La guerra de la paz

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Paul Hoehler, un brillante científico, descubre el principio del funcionamiento de las “burbujas”, unos campos de fuerza esféricos completamente infranqueables. Gracias a ellos, sus usuarios se harán con el poder e impondrán una “paz” forzada y un estancamiento científico-tecnológico en un mundo diezmado por los conflictos y las plagas. “ ” es la primera obra de la serie de las “burbujas” en la que un brillante autor de sólida formación científica nos narra un futuro posible y la rebelión contra una autoridad despótica en medio de una intriga política de gran alcance. Una interesante y dinámica exploración de cómo un nuevo y maravilloso artilugio científico todavía incomprendido puede alterar el destino del mundo.

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—Pero debe haber otros. Ellos no pueden ser los únicos que guarden este secreto.

—Tal vez. Los biocientíficos salen a la superficie muy lentamente. No están muy seguros de que la humanidad los acepte, a pesar de que ya hace décadas que terminaron las plagas.

—Entonces, ¡quédate! Espera a ver lo que pasa —Wili no sabía qué podía añadir, pero dio con un motivo que podría ser lo bastante poderoso—. Paul, si te vas, no podrás volver a ver a Allison, y siempre he creído que…

—Has creído que yo amaba a Allison. Que odiaba tanto a la Autoridad por causa de ella, aunque tuviera otros motivos —su voz se atenuó—. Tienes razón, Wili, ¡pero no se lo digas nunca! El hecho de que esté viva, tal como yo la recordaba, es un milagro que supera a todos mis sueños. Pero ella es otra de las razones por las que debo irme, e irme pronto. Es muy doloroso verla cada día; me aprecia, pero casi como a un extraño. El hombre que ella conoció ya murió, y lo que veo en ella es ante todo piedad. Debo huir de esto.

Se interrumpió, y luego prosiguió:

—Hay algo más, Wili. Me pregunto que pasó con Jill. ¿Es que tal vez perdí a la que me pertenecía en realidad? Tengo las pesadillas más locas desde que perdí el sentido. Estaba esforzándose terriblemente para hacer que volviese en mí. Parecía más real que cualquier otra persona y se preocupaba más. Pero no es posible que un programa tenga sentimientos, estamos muy lejos de tener sistemas tan poderosos. Nadie se sacrificó por nosotros.

Pero la expresión de su mirada convertía aquella frase en una pregunta.

Esta misma pregunta se la había hecho Wili muchas veces desde que Jill le había sacado del blindado. Recordó. Había conocido a Jill… usado el programa Jill… durante casi nueve meses. Su proyección había estado con él cuando estuvo enfermo; ella le había ayudado para que aprendiera la programación simbiótica. Algo en lo más recóndito de su mente la había considerado siempre como a una de sus mejores amigas. No intentó suponer cuánto más intensos eran los sentimientos de Paul. Wili recordó la reacción histérica de Jill cuando Paul resultó herido. Había desaparecido de la red de enlace durante unos minutos, y sólo volvió a ella durante el último segundo para intentar salvar a Wili. Jill era muy compleja, tan compleja que fracasaría cualquier intento de hacer una copia de ella. Parte de su «identidad» se derivaba del exacto sistema de interconexión de procesos que se había desarrollado durante los primeros años que había estado con Paul.

Pero Wili había estado dentro de aquel programa; había visto sus limitaciones, sus faltas de flexibilidad. Movió la cabeza.

—Sí, Paul. El programa Jill no era una persona. Quizás algún día tengamos sistemas lo bastante potentes, pero… Jill no era más… que un simulador.

Wili creía lo que estaba diciendo. Entonces, ¿por qué estaban sentados allí, con los ojos anegados de lágrimas?

El silencio duró un minuto, mientras ambos recordaban un amor y un sacrificio que, en realidad, no había podido existir. Al fin, Wili apartó lo sobrenatural y miró al anciano. Si antes Paul había estado solo, ¿cómo iba a estar ahora?

—Puedo ir contigo, Paul —y Wili no sabía si estaba pidiendo y ofreciendo.

Naismith también se movió y pareció regresar al presente.

—No puedo impedírtelo, pero confío en que no lo harás —sonrió—. No te preocupes por mí. No habría vivido tanto si hubiera sido un loco sentimental. Ahora es tu ocasión. Wili. Has de hacer muchas cosas.

—Sí. Supongo que sí. También está Mike, que necesita… —Wili se interrumpió al ver la expresión de Paul—. ¡No! ¿Mike también quiere irse?

—Sí, pero tardará algunos meses. Ahora Mike no es demasiado popular. ¡Oh, sí! Al final se portó bien. No creo que hubiésemos podido ganar sin él, pero los Quincalleros están enterados de lo que hizo en La Jolla. Y él lo sabe y le resulta difícil vivir así.

—Es decir, que él también se irá.

—No. Por lo menos, ésta no es toda la historia. Mike tiene que hacer algunas cosas. La primera se refiere a Jeremy. Según los registros de Livermore, puedo calcular con pocos días de error la fecha en que el muchacho saldrá de la burbuja. Han de pasar unos cincuenta años. Mike va a salir un año más o menos antes de ello. Acuérdate de que Jeremy está muy cerca de la entrada por el lado del mar, sería muy fácil que cuando la burbuja reviente, alguna roca pudiera desprenderse y le matara. Mike estará allí para asegurarse de que no suceda algo así. Un par de años después, la burbuja que está englobando el generador de Livermore reventará. Mike quiere estar allí cuando esto ocurra. Entre otras cosas, va a estar allí para intentar salvar a Della Lu. Ya sabes que sin ella hubiéramos perdido. Los de la Paz habían ganado, pero sin embargo iban a seguir con su loco proyecto de destruir el mundo. Tanto Mike como yo estamos de acuerdo en que ella debió cubrir con una burbuja su generador. La situación va a resultar muy peligrosa para Della durante los primeros cinco minutos después de su regreso a la vida.

Wili asintió sin levantar la cabeza. Todavía no lograba entender a Della Lu. Por una parte, ella era la más dura y malvada de todas las personas que había conocido en Los Ángeles pero, por otra, comprendía lo que Mike sentía por ella a pesar de todo lo que había hecho. Confiaba en que Mike pudiera salvarla.

—Y, entonces, también habrá llegado el momento de mi regreso, Wili. Muchos no se dan cuenta de ello, pero la guerra no ha terminado. El enemigo ha perdido una batalla muy importante, pero se nos ha escapado hacia el futuro. Hemos identificado muchos de sus refugios que están envueltos en burbujas, pero Mike cree que hay algunos que eran secretos. Tal vez resurjan al mismo tiempo que el generador de Livermore. Tal vez lo hagan mucho después. Esto es un riesgo que hay que tomar en consideración al pronosticar el futuro. Alguien ha de estar presente para luchar en aquellas batallas, aunque sólo sea por si los que estén entonces allí no creen en esta amenaza.

—¿Y usted se cuidará de esto?

—Estaré allí. Por lo menos durante el segundo asalto.

Y así estaban las cosas. Paul tenía razón y Wili lo sabía. Pero seguía pensando en lo que había perdido en el pasado: su Tío Sly, el viaje hasta La Jolla sin Paul.

—Wili, tú puedes hacerlo. No me necesitas. Cuando se hayan olvidado de mí, te seguirán recordando, tanto por lo que ya has hecho como por lo que vas a hacer — Naismith miró fijamente al muchacho.

Wili se esforzó para sonreír y se puso en pie. —Estará orgulloso de mí, cuando regrese. Debía irse después de aquellas palabras. Paul le detuvo, sonriendo.

—No va a ser ahora mismo, Wili. Estaré todavía aquí dos tres semanas, por lo menos.

Y Wili dio la vuelta, corrió alrededor de la mesa y se abra—ó a Paul Naismith tan fuerte como se atrevió a hacerlo.

Chirriaron los neumáticos y se oyó: —¡Eh! ¿Quieres que te maten?

Wili levantó la vista con un sobresalto cuando el camión de media tonelada le esquivó y aceleró calle abajo. No era la primera vez, en los últimos diez días, que Wili iba tan distraído que estaba a punto de sufrir un percance. Aquellos automóviles eran tan veloces que los tenía encima antes de enterarse. Jill llegó corriendo hasta la acera y miró a su alrededor. Se labia alejado distraídamente unos mil metros del despacho de Paul. Reconoció aquella zona. Aquella parte del Enclave contenía los archivos de la Autoridad y los aparatos de archivo automáticos. Los Quincalleros estaban desmantelando aquel sido. Por lo que fuera, había sido olvidado en la generación apresurada de las últimas burbujas y Allison estaba decidida a conocer todos los secretos que hubieran podido quedar fuera de las burbujas. Wili, tímidamente, se dio cuenta del lugar al que se encaminaba. Iba a visitar a todos sus amigos, para encontrar a alguien que creyera que valía la pena quedarse. —¿Está usted bien, señor Wáchendon? Dos trabajadores habían acudido corriendo atraídos por los ruidos del conato de accidente. Wili ya había superado el hecho de ser reconocido en todas partes (después de todo, su aspecto era poco frecuente), pero le costaba más aceptar el evidente respeto que le tenían.

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