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Vonda McIntyre: Serpiente del Sueño

Здесь есть возможность читать онлайн «Vonda McIntyre: Serpiente del Sueño» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. Город: Barcelona, год выпуска: 1989, ISBN: 84-406-0634-6, издательство: Ediciones B, категория: Фантастика и фэнтези / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

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Vonda McIntyre Serpiente del Sueño

Serpiente del Sueño: краткое содержание, описание и аннотация

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Llamaron Serpiente a la curadora y ella se sentía orgullosa de ese nombre, pues la medicina destilada del veneno de la víbora que llevaba consigo era una cura potente; y el poder tranquilizador de su otra compañera, la alienígena serpiente del sueño, desterraba el miedo. Pero la primitiva ignorancia de aquellos a los que servía mató a la serpiente del sueño y arruinó su carrera: las serpientes del sueño eran escasas y Centro no quería concederle otra. La única esperanza de Serpiente era encontrar otra serpiente del sueño y por ello emprendió un largo viaje. En su búsqueda la perseguían dos hombres implacables: uno impulsado por el amor y el otro por el miedo y la necesidad. Una novela llena de aventuras, emoción y sentimientos que ha labrado la fama de su autora. Vencedor del premios Nebula en 1978, Hugo y Locus en 1979.

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Se desabrochó el bolsillo y miró a la serpiente, apenas podía creer que no hubiera sufrido ningún daño. Volvió a abrocharse, cogió una de las cestas de la pila junto a la piedra y metió en ella a las serpientes maduras. Se cargó la cesta a la espalda, se puso temblorosamente en pie y se encaminó a los túneles que circundaban el cráter.

Pero los túneles la rodeaban como si fueran reflejos infinitos, y no pudo recordar por cuál de ellos había venido. Estaba enfrente del gran canal refrigerador, pero el cráter era tan amplio que cualquiera de las tres salidas podía haber sido la que deseaba.

Tal vez sea lo mejor, pensó Serpiente. Tal vez siempre entran por el mismo y tendré más posibilidades de escapar si sigo uno que esté desierto. O tal vez no importa cuál tome, me encontraré con alguien, o tal vez todos los demás conducen a callejones sin salida.

Al azar, Serpiente entró en el túnel situado a mano izquierda. Por dentro parecía diferente, pero eso era debido a que la escarcha se había fundido. También había antorchas en este túnel, de modo que los seguidores de Norte tenían que utilizarlo para algo. Pero la mayoría de ellas habían ardido hasta casi consumirse, y Serpiente se arrastró en la oscuridad desde un vago punto destellante al siguiente, pegada a la pared para poder regresar si el túnel no la conducía al exterior. Cada nueva luz tenía que ser la boca del túnel, pero cada vez encontraba otra antorcha debilitándose. El corredor se extendía hacia adelante. Por mucho que la hubieran acosado antes, por agotada que estuviera ahora, sabía que el primer túnel no había sido tan largo.

Una luz más, pensó. ¿Y entonces…?

El humo negro flotaba a su alrededor, sin revelar siquiera una corriente de aire que pudiera mostrarle el camino. Se detuvo junto a la antorcha y se dio la vuelta. Sólo había oscuridad a su espalda. Las otras llamas se habían apagado, o había tomado una curva que le impedía verlas desde aquí. No podía volver atrás.

Recorrió un gran trecho en la oscuridad antes de ver la siguiente luz. Deseó que fuera la luz del día, hizo tratos y apuestas consigo misma para que así fuera, pero supo que se trataba de otra antorcha ya antes de alcanzarla. Casi se había apagado; era apenas era un rescoldo. Pudo oler el humo acre de una llama moribunda.

Serpiente se preguntó si no se estaría dirigiendo hacia otro pozo, hacia otra grieta que la esperaba en la oscuridad. A partir de entonces, caminó con más precaución, arrastraba el pie hacia adelante sin descargar sobre él su peso hasta asegurarse de que pisaba suelo firme.

Cuando apareció la siguiente antorcha, apenas la advirtió.

No ofrecía la luz suficiente como para ayudarla a guiarse. La cesta se le hacía más pesada y empezaba a notar los efectos de todo cuanto le había sucedido. Le dolían terriblemente la rodilla y el hombro, tanto que tuvo que meterse la mano en el cinturón y dejar reposar el brazo contra su cuerpo. Mientras se arrastraba por el peligroso sendero, pensaba que no podía levantar los pies más alto ni siquiera aunque pudiera hacerlo.

De repente, se encontró en la falda de una colina, a la luz del día, bajo los extraños árboles retorcidos. Miró a su alrededor, atontada, y luego estiró la mano izquierda y acarició la áspera corteza del árbol. Tocó una frágil hoja con un dedo dolorido y arañado.

Serpiente quiso sentarse, reír, descansar, dormir. En cambio, giró a la derecha y dio la vuelta a la colina, esperaba que el largo túnel no la hubiera conducido demasiado lejos del campamento de Norte. Deseó que el gigante o el loco hubieran hecho alguna mención al lugar donde habían puesto a Melissa.

Los árboles terminaron bruscamente. Serpiente casi se internó en el claro antes de detenerse y esconderse en las sombras. Densos matojos bajos de hojas redondas alfombraban el prado con una sólida capa de vegetación escarlata. Sobre el colchón natural estaban tendidos los hombres que había visto con Norte, y más gente. Todos estaban dormidos. Soñando, supuso Serpiente. La mayoría yacían boca arriba, con las cabezas echadas hacia atrás, la garganta al descubierto, revelando las marcas de los pinchazos y unos hilillos de sangre entre muchas otras cicatrices. Serpiente los miró de uno en uno, sin reconocer a nadie, hasta que llegó al otro extremo del claro. Allí, a la sombra de un árbol alienígena, dormía el loco. Su posición difería de la de los demás: estaba boca abajo, y tenía extendidos los brazos ante él como en gesto de súplica. Estaba descalzo, tenía los pies desnudos. Mientras Serpiente atravesaba el claro para acercarse a él, vio las múltiples marcas de colmillos en el interior de sus brazos y tras las rodillas. Así que Norte había encontrado una serpiente todavía útil y el loco había conseguido por fin lo que quería.

Pero Norte no estaba en el claro, y Melissa tampoco. Un sendero muy gastado conducía de nuevo al bosque.

Serpiente lo siguió con cautela, dispuesta a esconderse entre los árboles al menor signo de alerta. Pero no pasó nada. Incluso podía oír el rumor de los animalillos, los pájaros o las indescriptibles bestias alienígenas mientras caminaba descalza sobre el duro terreno.

El sendero terminaba justo a la entrada del primer túnel. Allí, junto a una gran cesta, con sólo una serpiente del sueño en las manos, estaba sentado Norte.

Serpiente le observó con curiosidad. Sostenía al animal con cuidado, por detrás de la cabeza, para que no pudiera atacar. Con la otra mano, acariciaba sus suaves escamas verdes. Serpiente había advertido antes que Norte no tenía cicatrices en la garganta, y suponía que utilizaba un método más lento y más placentero de tomar el veneno. Pero ahora las mangas de su túnica estaban caídas y pudo ver claramente que sus pálidos brazos tampoco aparecían cubiertos por las cicatrices.

Serpiente frunció el ceño. Melissa no estaba en ningún lugar a la vista. Si Norte la había vuelto a meter en las cuevas, Serpiente podría buscarla futílmente durante días y no encontrarla. No le quedaban fuerzas para una larga búsqueda. Salió al claro.

—¿Por qué no dejas que te muerda? —preguntó.

Norte se sobresaltó violentamente, pero no perdió el control de la serpiente. Miró a la curadora con un gesto de pura confusión. Miró rápidamente a su alrededor como si advirtiera por primera vez que no tenía cerca a su gente.

—Están todos dormidos, Norte —dijo Serpiente—. Soñando. Incluso el que me trajo aquí.

—¡Venid! —gritó Norte, pero nadie contestó.

—¿Cómo has salido? —susurró Norte—. He matado a curadores… y nunca tenían magia. Eran tan fáciles de matar como cualquier otra criatura.

—¿Dónde está Melissa?

—¿Cómo saliste? —gritó él.

Serpiente se le acercó sin ninguna idea de lo que iba a hacer. Ciertamente, Norte no era fuerte, pero sentado era aún casi tan alto como ella de pie, y ahora mismo carecía de fuerzas. Se detuvo delante de él.

Norte agitó la serpiente del sueño delante de su cara, como si pretendiera asustarla o atarla a su voluntad con el simple deseo.

Serpiente estaba tan cerca que estiró la mano y acarició al ofidio con la yema de un dedo.

—¿Dónde está Melissa?

—Es mía —dijo él—. No pertenece al mundo exterior. Su lugar es éste.

Pero sus ojos claros y nerviosos le traicionaban. Serpiente siguió su mirada y vio la gran cesta, casi tan larga como su altura y la mitad de profunda. Serpiente se acercó a ella y levantó cuidadosamente la tapa. Dio involuntariamente un paso atrás y tomó aire llena de ira. La cesta estaba casi rebosante de una sólida masa de serpientes del sueño. Se volvió hacia Norte, furiosa.

—¿Cómo has podido…?

—Era lo que necesitaba.

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