—¡Atrás! —gritó, pero una mano escuálida trató de quitarle a Melissa de los brazos. Serpiente se abalanzó y mordió. Fue lo único que se le ocurrió. Sintió la fría carne retorcerse entre sus dientes hasta que encontró el hueso; saboreó la cálida sangre. Deseó tener dientes más afilados, dientes agudos con canales para albergar veneno. Tal como estaban las cosas, todo lo que podía hacer era esperar que la herida se infectase.
El seguidor de Norte retrocedió con un alarido, al tiempo que apartaba la mano, y Serpiente escupió su sangre. Hubo una ráfaga de movimiento, y los otros la agarraron por el pelo, el brazo y las ropas y la sostuvieron mientras le quitaban a Melissa. Norte la agarró por el pelo con sus largos dedos y le echó hacia atrás la cabeza contra la pared, para que no pudiera volver a morder. La sacaron a la fuerza del estrecho extremo de la grieta. Luchando contra ellos, Serpiente cayó al suelo mientras uno de los seguidores se volvía con Melissa hacia la plataforma. Norte volvió a tirarle del pelo y la arrastró. Sus rodillas se derrumbaron. Intentó levantarse, pero ya no tenía nada con lo que luchar, no le quedaban fuerzas para combatir el cansancio y las heridas. Agarrándose el hombro derecho con la mano izquierda, con los dedos llenos de sangre, se hundió en el suelo.
Norte le soltó el pelo y se acercó a Melissa, la miró a los ojos y le tomó el pulso. Volvió a observar a Serpiente.
—Te dije que no la apartaras de mis criaturas. Serpiente alzó la cabeza.
—¿Por qué estás intentando matarla?
—¿Matarla? No sabes ni la décima parte de lo que crees que sabes. Tú eres la única que la ha puesto en peligro —Soltó a Melissa, regresó junto a la curadora y se agachó para capturar varias serpientes. Las metió en una bolsa donde las introdujo con cuidado para que no le mordieran.
—Tendré que sacarla de aquí para salvarle la vida. Te odiará por haberle arruinado su primera experiencia. Los curadores sois demasiado arrogantes.
Serpiente se preguntó si tenía razón en lo que decía sobre la arrogancia; en ese caso, tal vez tendría también razón respecto a Melissa, respecto a todo lo demás. No podía pensar con propiedad para discutir con él.
—Sé amable con ella —susurró.
—No te preocupes. Será feliz conmigo —hizo un gesto con la cabeza a sus dos seguidores. Mientras éstos se le acercaban, Serpiente intentó levantarse y prepararse para la última defensa. Se estaba irguiendo sobre una rodilla cuando el hombre al que había mordido la agarró por el brazo derecho y la obligó a pegarse al suelo, retorciéndole de nuevo el hombro. El segundo seguidor la agarró por el otro lado.
Norte se inclinó sobre ella. En la mano sostenía una serpiente del sueño.
—¿Hasta qué punto estás segura de tus inmunidades, curadora? ¿También te sientes arrogante sobre ellas?
Uno de los hombres obligó a Serpiente a echar la cabeza hacia atrás para que dejara al descubierto su garganta. Norte era tan alto que aún podía ver cómo hacía descender hacia ella la serpiente del sueño.
Los colmillos se hundieron en su carótida. No pasó nada. Sabía que sería así. Deseaba que Norte se diera cuenta y la soltara, que la dejara tenderse en las frías rocas para dormir, aunque fuera para no volver a despertarse. Estaba demasiado cansada para seguir luchando, demasiado cansada para reaccionar incluso cuando el seguidor de Norte relajó su presa. La sangre corría por su cuello hasta el pecho. Norte cogió otra serpiente del sueño y la dirigió a su garganta.
Cuando la segunda serpiente la mordió, sintió una repentina descarga de dolor que se extendía desde su garganta a través de todo su cuerpo. Jadeó mientras se retiraba, y se quedó temblorosa.
—Ah —dijo Norte—. La curadora está empezando a comprendernos —dudó un momento mientras la contemplaba. Una más, tal vez —dijo—. Sí.
Cuando se inclinó de nuevo sobre ella, su cara estaba en sombras y la luz formaba un halo con su pelo claro y fino. En sus manos, la tercera serpiente del sueño era una sombra silenciosa.
Serpiente retrocedió, pero los seguidores de Norte no aflojaron su presa. Actuaban como si estuvieran hipnotizados por la negra mirada de la serpiente. Se echó hacia adelante y por un momento quedó libre, pero dedos como garras se hundieron en su carne y el hombre al que había mordido maldijo lleno de furia. Para obligarla a echarse hacia atrás, le retorció el brazo derecho con una mano y le hundió las uñas de la otra en su hombro herido.
Norte, que se había apartado del forcejeo, se acercó de nuevo.
—¿Por qué luchas, curadora? Comparte el placer que proporcionan mis criaturas.
Acercó la tercera serpiente del sueño a su garganta. El animal atacó.
Esta vez el dolor la surcó como antes, pero cuando se difuminó le siguió otra oleada de agonía. Serpiente gritó.
—Ah —oyó decir a Norte—. Ahora comprende.
—No… —susurró ella.
Se calló. No le daría a Norte la satisfacción de su dolor.
Los sicarios la soltaron y cayó hacia adelante, mientras trataba de apoyarse con la mano izquierda. Esta vez, la intensidad de la sensación no remitió. Se repitió una y otra vez, como un eco, por el cañón de su cuerpo, construyéndose, reforzándose, resonando. Serpiente temblaba con cada latido. Trataba de respirar entre los agónicos espasmos, y se desplomó contra la fría y dura roca.
La luz del día se filtraba en la grieta. Serpiente estaba tendida en el suelo, con una mano doblada ante ella. La escarcha cubría de plata los rasgados ribetes de su manga. Una gruesa capa blanca de cristales helados cubría los fragmentos de roca del suelo y el lado de la grieta. Fascinada por sus dibujos, Serpiente dejó que su mente vagara entre las delicadas hojas. Mientras las observaba, se hicieron tridimensionales. Estaba en un bosque prehistórico de helechos y coníferas, todo en blanco y negro.
Aquí y allá, senderos húmedos cortaban las huellas, volviendo bruscamente a la bidimensionalidad, formando un segundo dibujo más burdo. Las líneas oscuras parecían las huellas de las serpientes del sueño, pero Serpiente no esperaba que ninguno de los animales estuviera vivo con esta temperatura, ninguno podría deslizarse sobre el suelo cubierto de hielo.
Tal vez Norte, para salvaguardarlas, las había llevado a un lugar más cálido.
Mientras esperaba que aquello fuera cierto, escuchó el silencioso roce de escamas contra la piedra. Una de las criaturas, al menos, se había quedado allí. Esto la consoló, pues significaba que no estaba completamente sola.
Esta debe ser una bestia fuerte, pensó.
Puede que fuera la grande que la había mordido. Su tamaño era suficiente para producir y conservar un poco de calor corporal. Abrió los ojos e intentó localizar el sonido. Antes de que pudiera mover la mano, si es que podía hacerlo, vio a las serpientes.
Porque quedaban más de una. Dos, no, tres serpientes del sueño entrelazadas una contra otra sólo a un palmo de distancia. Ninguna era la grande; ninguna era mucho más grande de lo que había sido Silencio. Se enroscaban y se retorcían, dibujaban en la capa de escarcha oscuros jeroglíficos que Serpiente no podía descifrar. Los símbolos tenían un significado, de eso estaba segura. Sólo una parte del mensaje estaba ante sus ojos, así que, lentamente, con dificultad, volvió la cabeza para observar las huellas entrelazadas. Las serpientes del sueño permanecían al borde de su campo visual, frotándose unas contra otras, formando con sus cuerpos hélices de triples trenzas.
Las serpientes se congelaban y morían, eso tenía que ser, y tenía que llamar a Norte de alguna manera para que las salvase. Serpiente se apoyó sobre los codos, pero no pudo levantarse más. Se revolvió en un intento de hablar, pero una oleada de náuseas se apoderó de ella. Norte y sus criaturas. Serpiente trató de vomitar, pero no había nada en su estómago que pudiera ayudarla a purgar su revulsión. Aún estaba bajo los efectos del veneno.
Читать дальше