27 de mayo de 1998
Esta mañana, el gobierno de la República Popular ha quedado acéfalo, y pienso que en muy pocas horas se derrumbará por completo. Shirendyb el quinto primer ministro en las últimas seis semanas, ha muerto anoche de descomposición orgánica. Ya no queda nadie en el politburó; el presidium está totalmente destruido. Las calles de Ulan Bator están atestadas de gente, un torrente lento y constante de carretas tiradas por bueyes y carros en condiciones deplorables que, en, busca de asilo, se dirigen a… ¿a dónde? En todas partes es lo mismo. Esto es el fin, la muerte de nuestra sociedad. Hace sólo diez años pensaba que el cambio radical era imposible. Luego estalló el volcán, reinó el terror, las rebeliones, la Guerra del Virus, la descomposición orgánica, y tres mil millones de seres humanos han muerto, y las instituciones se derrumban como enormes edificios endebles en un terremoto. No me iré de Ulan Bator. Creo que por fin me ha llegado el momento, pero el gobierno que proclamaré no se llamará república popular.
16 de noviembre de 2008
Para celebrar el décimo aniversario de mi reincido, viajé a Karakorum y presidí la inauguración del nuevo complejo recreativo. Me invitaron a participar de los entretenimientos que llaman "muerte onírica" y "transtemporalismo". Elegí la muerte onírica. La irresistible fascinación de lo mórbido, especialmente, la ilusión de lo mórbido. El rito se lleva a cabo en una tienda repleta de motivos seudoegipcios. Antiguos dioses monstruos suspendidos como gárgolas. Me parecía sentir el olor al barro del Nilo, y el zumbido de las moscas en el aire. Sirvientes enmascarados, luces brillantes. Se deshacían por atenderme. Yo era el único visitante que estaba allí, desde luego. Dejé que me hipnotizaran custodiado por un cuerpo de selectos guardias de seguridad. La sensación de la muerte. La idea es convincente. (¿Quién de nosotros, los vivos, sabe cómo es?) Después un sueño. Pero el mundo que vi en el sueño es el mismo mundo que veo cuando estoy despierto. Me prometieron ilusiones y fantasías surrealistas. No vi nada de eso. ¿Acaso me engañaron? ¿O es que tienen miedo de dejar que Genghis Mao experimente la verdadera sensación?
4 de junio de 2010
Hoy inició sus actividades el nuevo médico Sadrac Mordecai, un nombre extraño. Americano, inteligente, formal. Me tiene terror, pero ya se le pasará. ¡Está tan tenso cuando está conmigo! Se ha especializado en gerontología, y durante varios anos fue miembro del personal del Proyecto Fénix. Esta mañana le dije: "Usted y yo haremos un, pacto. Usted cuida de mi salud, y yo de la suya. ¿Qué le parece? "Sonrió, pero su sonrisa transparentaba una especie de turbación. Tal vez fui algo torpe.
Sadrac logra de alguna manera concluir la actualización de la historia clínica y comienza con la próxima tarea que consiste en la lectura del informe del proyecto a cargo de Irayne Sarafrazi. No hay nada nuevo: Fénix continúa desvirtuado por los problemas del deterioro de las células cerebrales y, como lo había previsto Sadrac, hay muy pocas esperanzas de obtener resultados satisfactorios. De todas maneras, debe leer el informe y pensar en alguna observación alentadora. La voz solapada, sin embargo, continúa retumbando en su cabeza, y lo distrae con arranques de fantasía. Sadrac sigue trabajando con tenaz perseverancia, tratando de ignorar la estática mental.
15 de mayo de 2012
¡Una noticia horrorosa! Asesinaron a Mangú. Horthy irrumpe en mi habitación, y, entre gritos histéricos, me dicte algo de cuerpos que caían en el vacío. ¿Cómo es posible? Entraron en el dormitorio de Mangú sin que nadie los advirtiera, lo llevaron a la ventana y… ¡abajo! ¡Oh, qué amargura, qué terrible! ¿Qué haré ahora? Han frustrado el plan que tenía preparado para Mangú. Sadrac me dice que el Proyecto Fénix está obstaculizado por problemas biológicos, probablemente para siempre. El Proyecto Talos avanza con lentitud, y, en realidad, nunca me gustó la idea de Talos. El único recurso, por lo tanto, es Avatar, y Avatar sin Mangú…
Ya sé. Utilizaré a Sadrac. Bella figura… Me sentiré feliz en ella. Y negra. Una novedad. Debo experimentar todas las variedades de las razas humanas. Tal vez, cuando el cuerpo de Sadrac envejezca, me traslade a un cuerpo blanco… ¿por qué no al de una mujer… o al de un gigante… o un enano…? Hay muchas posibilidades.
Sadrac ha sido un compañero agradable y un muy buen médico. Pero hay otros médicos, y la compañía cada vez me interesa menos. Quizá me sienta culpable por destruirlo, pero sólo por un rato, por un día tal vez, o por dos. Debo superar esos sentimientos.
16 de mayo de 2012
Sigo pensando en la elección de Sadrac como reemplazante de Mangú. No puedo evitar los remordimientos. ¿Pero por qué? No es mi intención asesinarlo, sino ennoblecerlo, transformando su cuerpo en portador de inmenso poder. Sé que él podría decirme que, si bien lo que me propongo hacer no es un asesinato, en el cabal sentido de la palabra, es una forma de esclavitud, y su raza ya ha tenido que soportar muchos años de esclavitud. Pero Sadrac no es uno de sus antepasados, y además, la Guerra del Virus ha saldado la vieja deuda, destruyendo a esclavos y patrones sin discriminación, matando a generales y a niños. Los que siguieron viviendo después de la guerra, lo han hecho en calidad de sobrevivientes, nada más, individuos sin pasado, liberados a un nuevo sistema de cosas en el que la historia nace fresca y virgen cada día. ¿Qué significado tienen hoy los pecados de aquellos que sometieron a los negros a la esclavitud? La sociedad, la trama de relaciones que se fue desarrollando bajo el estímulo de fa esclavitud y sus consecuencias, y aun de la emancipación y sus consecuencias, ya han desaparecido. Yo soy Genghis Mao y exijo el cuerpo de Sadrac Mordecai. No tengo por qué contrariarme por culpas ajenas. No soy alemán: puedo condenar a los judíos si es necesario, sin tener que disculparme por los pecados del pasado. No soy blanco, y por lo tanto, estoy en plena libertad de esclavizar a un negro. El pasado ya no existe, las páginas de la historia están vacías. Por otra parte, si las normas de la historia siguen en vigencia, yo soy mogol: mis antecesores esclavizaron a la mitad del mundo. ¿Por qué habría de ser menos, entonces? El cuerpo de Sadrac Mordecai será mío.
27 de mayo de 2012
Controlé las cintas de las distintas conversaciones de esta semana y descubrí que Katya Lindman le dijo la verdad a Sadrac, que será el próximo donante para Avatar. Katya habla demasiado, no quería que Sadrac lo supiera, pero lo dejaré pasar. Ahora que lo sabe todo, debo controlarlo de cerca. Los pesares de la humanidad me han hecho conocer el arte de gobernar. O, para ser más rudo, me encanta verlos aterrorizados. ¿No es horrible mi actitud? Sí. ¿Pero, acaso no he ganado el derecho de entregarme al placer de pasatiempos maquiavélicos? Yo, que soporté la carga del poder durante catorce años. No fui ni Hitler ni Calígula, pero, sin embargo, el poder me autoriza a gozar de ciertos entretenimientos, como recompensa por soportar esta carga y esta terrible responsabilidad. Lo extraño es que Sadrac no está aterrorizado aún. Su serenidad me desconcierta. Seguramente no cree que lo que le dijo Katya es la verdad. Aun no lo ha asimilado, pero lo hará. Espera. Tan sólo espera, que tarde o temprano reaccionará.
De pronto, este juego deja de ser un entretenimiento para Sadrac. Ya no hay nada de divertido en estos hábiles ejercicios de paralaje irónica, en estos experimentos de perspectiva psicológica. La distancia entre él y su fantasía se ha acortado de pronto y lo lastima hasta lo más hondo de su ser, lo hiere, lo hiere con asombrosa intensidad. En los últimos diez minutos logró perforar su imperturbable ecuanimidad y no sólo está aterrorizado ahora, sino que tiene el alma hecha pedazos, presa del dolor, el miedo y la indignación. Siente que todos han conspirado en su contra para venderlo. Él, el ingenioso, mundano, elegante, sensible y devoto Sadrac Mordecai, es otro negro más, disponible para el sacrificio, Esa es la realidad, si lo que le dijo Katya es cierto… si es cierto… si es cierto. Sadrac está atormentado. Aquí, ahora, esto es el horno de fuego ardiente del Libro de Daniel. Sí, y él está entre las llamas. La sombra siniestra de Genghis Mao pesa sobre Sadrac. Un día vendrán a buscarlo, le conectarán electrodos al cerebro y anularán su alma, única e irremplazable, para filtrar, en su lugar, la mente ladina de ese viejo mogol. ¿Así sucederá? Sí, eso es lo que dice Katya. ¿Y es posible creer semejante cosa? ¿Hay que creer semejante cosa? Tiembla. El terror lo azota como un torbellino helado. Paz. Por favor, un poco de paz: podría inyectarse una dosis del tranquilizante de Genghis Mao, una buena dosis de 9-pordenone o algo más fuerte, pero a Sadrac no le gusta tomar calmantes en plena crisis. Necesita estar más lúcido que nunca.
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