En la Granja Espacial Sagdeyev, Aybee y él habían acordado disentir. Aybee consideraba que una vida sin sorpresas carecía de aliciente. Bey estuvo de acuerdo; pero recalcó que noventa y nueve de cada cien sorpresas concebibles eran desagradables. Por eso intentaba analizar todas las consecuencias de una situación y no sólo la que más le gustaba. Aybee estaba de acuerdo… en principio; pero señaló a su vez que predecirlo todo era imposible excepto de manera teórica; la terquedad del mundo real auguraba que las verdaderas consecuencias eran impredecibles. Bey estuvo de acuerdo; pero sugirió que cualquier posibilidad de hacer una predicción acertada era mejor que ninguna. Aybee asintió. El honor quedó satisfecho, y pasaron a otros temas.
Bey creía realmente en lo que le había dicho a Aybee. Cuando se dispuso a seguir a Sylvia Fernald a las profundidades del Halo, había previsto y analizado cuatro posibles resultados. Uno: la búsqueda acabaría en un callejón sin salida y él regresaría a la Cosechadora. Dos: encontraría a Sylvia, pero ella no habría descubierto nada útil y ya estaría más que frustrada, por lo que ambos regresarían. Tres: Bey sería capturado y detenido antes de encontrar a Sylvia o de alcanzar el Agujero de Ransome. Cuatro: lo capturarían después de llegar al Anillo de Núcleos.
La idea de encontrar a Mary en vez de a Sylvia en aquel primer emplazamiento era tan absurda que ni siquiera se la había planteado.
Así que Aybee había tenido razón. Bey se permitió el lujo de sentir un momento de irritación; luego inspeccionó la nave en la que había llegado Mary.
Su reacción no fue tan intensa como la de Aybee. Había hecho pocos viajes espaciales y, aunque sabía que el aspecto de la nave era radicalmente distinto de lo habitual, no advirtió cuántas novedades científicas contenía. También tenía muchas otras cosas en mente. Con Mary mostrándose más simpática, afectuosa y exigente que nunca, tenía poco tiempo para preocuparse por las naves espaciales. Ella se hallaba en un estado de ánimo festivo. Si pensaba, ni que fuera por un momento, que conducía a Bey hacia el peligro, no lo demostraba.
Sólo se quejó al final, cuando la nave se acercó a su destino en la corona central del Anillo de Núcleos.
—Estamos arrastrándonos . ¿Por qué siempre tenemos que ir tan despacio cuando estamos a punto de llegar?
—Medidas de seguridad —replicó la voz hueca del ordenador principal de la nave—. Proceda con precaución. Zona peligrosa.
El ordenador trataba con gran respeto esa región. Se abrían paso a través de un laberinto de escombros, núcleos sin blindaje y fragmentos de alta densidad que cubrían la parte central del Anillo. Esos fragmentos eran las reliquias de una catástrofe acaecida cuatro mil millones de años atrás, cuando una región toroidal del espacio-tiempo sufrió un colapso gravitatorio y vomitó elementos de gran masa hacia el Sol. La vida en la Tierra debía su existencia a ese acontecimiento, pero eso no le interesaba al ordenador. Como Mary, vivía el presente. En la actualidad aquel emplazamiento albergaba las rarezas del sistema solar. Había allí objetos colapsados invisibles al radar profundo y lo bastante grandes para destruir una nave, así como parejas de núcleos en co-rotación cuyas señales volvían locos los sistemas de navegación.
Bey nunca había estado en aquel lugar pero conocía su reputación. El Anillo de Núcleos había permanecido sin colonizar por buenos motivos. En los primeros días se perdió un millar de naves antes de que las naves de tránsito al Sistema Exterior aprendieran a volar por encima de la eclíptica.
«Peligro —le decía la vocecita interior en el oído—. Peligro.» El noventa y nueve por ciento de todas las sorpresas concebibles son desagradables. Pero el escalofrío que le recorría la espalda no era de miedo, sino de excitación. El Agujero de Ransome ya era visible; lo bastante grande para contener cualquier cosa: ejércitos, armas, fábricas, ciudades, monstruos, tesoros y misterios inimaginables. Bey contemplaba la nada, y se sintió sacudido por emociones que no experimentaba desde hacía años. Se encontró de nuevo en el pasado, persiguiendo formas ilegales de serpiente hasta las oscuras profundidades de la Ciudad Vieja. Estaba ansioso por empezar, y se preguntaba cómo sobreviviría, si llegaba a hacerlo. La misma fuerza inefable aceleraba su pulso, atrayéndolo, empujándolo hacia el peligro.
Mientras observaba, breves destellos de fuego blanquiazul chispeaban sobre el disco negro. Los reconoció. Unidades impulsoras de corto alcance. Cinco pequeñas naves se acercaban a ellos.
Bey miró a Mary. Ella frunció el ceño, sacudió la cabeza y dijo:
—No es cosa mía. —Pero no parecía demasiado sorprendida.
Un par de minutos después, otras naves se unían a las cinco primeras. Rodeada por una escolta de una docena de pinazas, la nave llegó a un embarcadero y atracó. La escotilla se abrió y Bey salió detrás de Mary.
Una docena de soldados armados los esperaban, las pistolas alzadas y dispuestas. Dos pasos por detrás se erguía un hombre bajo, vestido de negro, cruzado de brazos. En su cara delgada, de huesos prominentes y nariz afilada, había un resto de sonrisa confiada. Bey observó aquellos ojos penetrantes y, tras unos segundos, los rasgos inmóviles parecieron fluir y cambiar ante él, reagrupándose como una ilusión óptica siguiendo una pauta distinta y familiar.
El Bailarín… el Hombre Negentrópico . Sin el traje rojo y sin los dientes negros, pero con el mismo rostro, el mismo cuerpo, la misma manera inconfundible de moverse. Bey se estremeció. Aquel rostro y los ojos ardientes le traían recuerdos aterradores de cuando estaba al borde de la muerte y la locura.
—Ya estarnos todos —dijo el Hombre Negentrópico. Dio un paso adelante, todavía flanqueado por sus guardias, y asintió con probación tras observar a Bey—. Soy Ransome. Sentía curiosidad or conocerle desde hace mucho tiempo, señor Wolf. Cuando aluien, sea hombre o mujer, rehusa suicidarse o volverse loco, no nporta cuál sea la presión externa, esa persona me interesa. Y aquí stá usted, en mi casa. —Se dio la vuelta, y en el movimiento de su nano abarcó todo el habitat—. Ya ve lo agradecido que puede ser I universo. Si me hubiera propuesto atraerlo hasta aquí, quizás tubiese fracasado. Pero al permitirle navegar libremente con los rientos del espacio, llega incluso antes de que esté preparado para isted.
Ransome rodeó posesivamente la cintura de Mary con un )razo. Ella no se resistió, pero dirigió a Bey una mirada extraña, nsegura.
—Ya me tiene. ¿Y ahora qué? —dijo Bey. Había visto ojos cono aquéllos tres veces antes en una cabeza humana, pero ninguno ie sus propietarios estaba vivo.
—Por el momento, nada. —Ransome estaba desconcertantemente tranquilo—. Tengo que terminar unos asuntos con dos amigos suyos, y un par de cosas más que atender. Tendrá que soportar su propia compañía un poco más. Más tarde, usted y yo tenemos que hablar. Estoy seguro de que trabajaremos juntos. —Ransome se despidió de Bey con un breve movimiento de cabeza y se volvió para marcharse. Mary le siguió sin decir palabra.
—¡Mary! —Bey la llamó mientras los guardias se disponían a separarlo de ellos. Recibió en respuesta una breve mirada; luego los guardias lo escoltaron al interior del habitat y finalmente se detuvieron ante una puerta ovalada. Lo empujaron al interior sin más comentarios y se marcharon de inmediato, pero mientras lo hacían una máquina rechoncha se apostó en la entrada.
¿Cuánto era ese «poco más» de tiempo que tendría que estar solo? El tono burlón de Ransome sugería que podía ser bastante. Bey se volvió hacia la puerta y se acercó al roguardia, que le bloqueó firmemente el paso.
Читать дальше