Larry Niven - Mundo anillo

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Mundo anillo: краткое содержание, описание и аннотация

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El descubrimiento de un mundo hueco que orbita alrededor de una lejana estrella desencadena una tremenda lucha entre la humanidad y otras dos razas en plena expansión imperialista: los titerotes, cobardes e intrigantes, y los kzinti, guerreros feroces. Hasta la misma Tierra se ve amenazada, y sólo el desparpajo y la suerte increíble de la protagonista femenina, que es el centro de la acción, permiten conducir la lucha… a un inesperado desenlace.
El lector siempre puede contar con Larry Niven para refrescarse con un relato de ciencia-ficción heroica al estilo clásico, franqueando distancias inconcebibles, desafiando leyes físicas y gozando con las especulaciones de una imaginación desbordada.

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— No me extraña. Los kzinti no serían buenos sujetos hipnóticos. Y, pensándolo bien, los titerotes tampoco servirían.

Nessus había interrumpido su búsqueda de muestras de vida desconocida y se había unido calladamente a los demás.

— Podemos estudiar lo que no comprendemos — dijo el titerote —. Sabemos que el hombre posee una cierta inclinación a rehuir las decisiones. Una parte del hombre ansía que alguien le diga lo que debe hacer. Un buen sujeto hipnótico es una persona confiada con bastante capacidad de concentración. Su acto de sumisión al hipnotizador marca el inicio de la hipnosis.

— Pero, ¿qué es la hipnosis?

— Un estado de monomanía inducida.

— ¿Y cómo se explica que un sujeto entre en ese estado?

Nessus parecía ignorar la respuesta.

Luis dijo:

— Porque confía en el hipnotizador.

Interlocutor meneó la cabeza Y se apartó del grupo.

— Es una insensatez confiar así en otra persona. Confieso que no comprendo la hipnosis — dijo Nessus —. ¿Y tú, Luis?

— No del todo.

— Es un consuelo saberlo — dijo el titerote, Y se quedó un momento con un ojo fijo en el otro, como un par de pitones, inspeccionándose mutuamente. ¡No podría confiar en alguien que comprendiese un proceder insensato!

— ¿Has descubierto algo sobre las plantas del Mundo Anillo?

— Se asemejan mucho a las formas de vida existentes en la Tierra, tal como ya os había adelantado. Sin embargo, algunas formas parecen más especializadas de lo que cabría esperar.

— ¿Más evolucionadas, querrás decir?

— Tal vez sea eso. También cabe la posibilidad de que todo se deba a que aquí, en el Mundo Anillo, una forma especializada dispone de más espacio para crecer, incluso en el marco de su medio ambiente limitado. Lo más importante es que las plantas y los insectos son lo suficientemente parecidos a los vuestros como para que exista el riesgo de ser atacados por ellos.

— ¿Y viceversa?

— Oh, sí. Algunas formas son comestibles para mí, otras serán del agrado de tu estómago. Tendrás que analizarlas una a una, primero por si contienen venenos, luego en lo que respecta a su sabor. Pero todas las plantas que encontremos servirán perfectamente para la cocinilla de tu aerocicleta.

— Al menos no nos moriremos de hambre.

— Esta sola ventaja difícilmente puede compensar los múltiples peligros. ¡Si a nuestros ingenieros se les hubiera ocurrido equipar el «Embustero» con un señuelo para atraer vástagos de estrellas! Habría sido del todo innecesario emprender esta excursión.

— ¿Un señuelo para atraer vástagos de estrellas?

— Un mecanismo simple, inventado hace milenios. Estimula la emisión de señales electromagnéticas por el sol local y estas señales atraen a los vástagos de las estrellas. Si dispusiéramos de este artefacto, podríamos atraer un vástago hasta esta estrella y luego comunicar nuestra situación a cualquier nave Forastera que lo siguiera hasta aquí.

— Pero los vástagos de las estrellas se desplazan a una velocidad muy inferior a la lumínica. ¡Podría tardar años en llegar!

— ¡Pero, Luis! Aunque tuviéramos que esperar, ¡no nos habríamos visto obligados a abandonar la seguridad de la nave!

— ¿Y eso te parece vida? — le espetó Luis. Y se volvió hacia Interlocutor que le devolvió la mirada con gesto de complicidad. Interlocutor-de-Animales se había agazapado en el suelo a cierta distancia de ellos. También tenía los ojos fijos en él y sonreía como el gato de Alicia en el País de las Maravillas. Intercambiaron una larga mirada; luego el kzin se levantó con aparente calma, dio un salto y desapareció entre los matorrales desconocidos.

Luis le dio la espalda. Intuitivamente, comprendió que algo importante había ocurrido. ¿Pero qué? ¿Y por qué? Se encogió de hombros.

Teela continuaba montada en su aerocicleta, muy erguida como para hacer frente a la aceleración… tal como si aún estuviera en el aire. Luis recordó las escasas ocasiones en que había sido hipnotizado por un terapeuta. Todo le había parecido una gran comedia. Mientras se abandonaba a la agradable falta de responsabilidad, no había olvidado ni un instante que todo era sólo un juego entre él y el hipnotizador. Podía salir de ese estado cuando quisiera. Pero por alguna razón nadie lo hacía.

Los ojos de Teela recuperaron repentinamente su brillo. Sacudió la cabeza, se volvió y les vio.

— ¡Luis! ¿Cómo hemos aterrizado?

— Como de costumbre.

— Ayúdame a bajar.

Extendió los brazos como un niño que se ha encaramado a una pared demasiado alta para él. Luis la cogió por la cintura y la bajó de la aerocicleta. El contacto con su cuerpo le provocó un estremecimiento en la espina dorsal y una oleada de calor invadió su vientre y su plexo solar. Dejó las manos donde estaban.

— Sólo recuerdo que volábamos a más de mil metros de altura — dijo Teela.

— En adelante procura no mirar el horizonte.

— ¿Qué me ha ocurrido, me he quedado dormida al volante? — Rió y meneó la cabeza y toda su cabellera se convirtió en una esponjosa nube negra —. ¡Y os habéis l evado un susto! Lo siento, Luis. ¿Dónde está Interlocutor?

— Salió corriendo detrás de un conejo — dijo Luis —. ¿Qué te parece si hacemos un poco de ejercicio?

— ¿Te gustaría dar un paseo por el bosque?

— Buena idea. — La miró en los ojos y comprendió que había adivinado sus pensamientos. Hurgó en el portaequipajes de su aerocicleta y sacó una manta —. Listos.

— Me dejáis perplejo — dijo Nessus —. Ninguna especie racional copula con tanta frecuencia. En fin, que lo paséis bien. Fijaos dónde os sentáis. Recordad que está lleno de seres vivos desconocidos.

— ¿Sabías que hubo un tiempo en que desnudo quería decir desprotegido? — dijo Luis.

En efecto, con las ropas, le parecía haberse despojado también de la seguridad. El Mundo Anillo poseía una activa biosfera, impregnada, sin duda, de bichos y bacterias y seres con dientes adaptados para comer carne protoplasmática.

— No — dijo Teela. Se tendió desnuda sobre la manta y extendió los brazos hacia el sol de mediodía —. Me gusta. ¿Sabes que es la primera vez que te veo desnudo a pleno sol?

— Lo mismo digo. Y puedo añadir que te veo estupenda. Mira, voy a mostrarte una cosa. — Se llevó una mano al pecho lampiño —. Nej…

— No veo nada.

— Ha desaparecido. Eso es lo malo del extracto regenerador. Suprime los recuerdos. Las cicatrices desaparecen y, con el tiempo… — Trazó una línea sobre su pecho, pero bajo la yema del dedo no había nada —. Un predador de Gummidgy me arrancó un buen pedazo, desde el hombro hasta el ombligo, el tajo tenía diez centímetros de ancho por uno de profundidad. Un paso más y me parte en dos. Por suerte, decidió tragarse primero lo que ya había conseguido arrancarme. Debo de haber resultado un veneno mortal para él, pues soltó un chillido y murió hecho una bola. Ahora no queda nada. Ni una pequeña señal.

— Pobre Luis. Bueno, yo tampoco tengo cicatrices.

— Pero tú eres una anomalía estadística y además sólo tienes veinte años.

— Oh.

— Mmm… Qué suave eres.

— ¿Otros recuerdos esfumados?

— Una vez tuve un accidente con un rayo excavador… — Fue guiando su mano.

Luis se tendió de espaldas y Teela montó a horcajadas sobre sus caderas. Se quedaron mirando un largo, intenso, irresistible momento y al fin iniciaron el movimiento.

En medio del resplandor de un orgasmo en formación, una mujer parece encendida de gloria angélica…

Algo del tamaño de un conejo apareció entre los árboles, saltó sobre el torso de Luis y desapareció entre la maleza. Al cabo de un segundo apareció la figura de Interlocutor-de-Animales.

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