— Cuando tú te digas a ti mismo — le había dicho Losten con la claridad y el cuidado con que un Ser Duro hablaba siempre a un Ser Blando, como si el Ser Duro se esforzase por hacerse comprender— que sabes por qué debes desaparecer, entonces desaparecerás y tu tríade lo hará contigo.
Y Odeen había contestado
— No puedo decir que quiero desaparecer ahora, señor — Duro. Hay tanto que aprender…
— Claro, izquierdo — querido. Sientes esto porque aún no estás dispuesto.
Odeen pensó: «¿Cómo podré estar dispuesto alguna vez, si nunca pensaré que no queda nada por aprender?» Pero no lo dijo. Estaba seguro de que llegaría el momento, y entonces lo comprendería.
Se miró a sí mismo, casi olvidándose y sacando un ojo fuera para verse; habla siempre impulsos infantiles incluso en el más adulto de los más grandes Racionales. No tenia necesidad de hacerlo, por supuesto. Podía captarlo todo muy bien con el ojo sólidamente encajado en su sitio y se encontró en estado satisfactorio: contorno firme y bien formado, suave y curvado en ovoides graciosamente articulados.
Su cuerpo no tenia el resplandor extrañamente atractivo de Dua, ni la consoladora gordura de Tritt. Los amaba a los dos, pero no hubiera cambiado su cuerpo por ninguno de los de ellos. Y tampoco, por supuesto, su mente. Nunca lo diría, claro, porque no quería herir sus sentimientos, pero nunca dejaba de alegrarse de no tener la limitada comprensión de Tritt, o (todavía más) la excéntrica de Dua. Suponía que a ellos no les importaba, porque no conocían otra manera de ser.
De nuevo tuvo una vaga conciencia de Dua, pero la sofocó deliberadamente. De momento, no tenía necesidad de ella. No era que la necesitase menos, sino tan sólo que sentía otros deseos más fuertes. Parte de la madurez de un Racional residía en encontrar cada vez más satisfacción en el ejercicio de la mente que sólo podía practicarse a solas y con los Seres Duros.
Cada día se acostumbraba más a los Seres Duros y se sentía más identificado con ellos. Esto era justo y correcto, porque él era un Racional y, en cierto modo, los Seres Duros eran súper-Racionales. (Una vez se lo dijo a Losten, el más amable de los Seres Duros, y el más joven, según creía vagamente Odeen. Losten había irradiado diversión, pero no había dicho nada, lo cual, al fin y al cabo, equivalía a no negarlo.)
Los primeros recuerdos de Odeen estaban llenos de Seres Duros. Su Paternal concentraba cada vez más su atención sobre el último niño, el niño — Emocional. Esto era lo lógico. Tritt haría lo propio cuando llegase el último niño, si es que llegaba. (Esta última observación era de Tritt, que la usaba constantemente como un reproche a Dua.)
Pero era mucho mejor así. Con su Paternal ocupado la mayor parte del tiempo, Odeen pudo empezar más pronto su educación. No tardó en perder sus costumbres infantiles y aprendió muchas cosas aún antes de conocer a Tritt.
Pero el encuentro con Tritt era algo que nunca olvidaría. Desde entonces, ya había pasado media vida, pero era como si hubiese ocurrido ayer. Como es natural, conocía a los Paternales de su propia generación; jóvenes que, mucho antes de incubar a los niños, lo cual haría de ellos verdaderos Paternales, daban pocas muestras de la serenidad que después adquirirían. De niño había jugado con su propio hermano-derecho sin advertir apenas una diferencia intelectual entre ellos (aunque, al recordar aquellos días, tenia que reconocer que ya existía, incluso entonces).
También sabia, vagamente, el papel de un Paternal en un triade. Ya en su infancia había oído comentarios en voz baja sobre la fusión.
Cuando Tritt apareció, y Odeen le vio por primera vez, todo cambió. Sintió un calor interior y pensó que necesitaba algo completamente ajeno al pensamiento. Incluso ahora podía recordar la turbación que le causó descubrirlo.
Tritt no estaba turbado, como es natural. A los Paternales no les turbaban nunca las actividades del tríade; a los Emocionales, casi nunca. Únicamente los Racionales tenían aquel problema.
— Pensáis demasiado — le dijo un Ser Duro cuando Odeen le confió el problema. Pero esto dejó insatisfecho a Odeen; ¿cómo se podía pensar «demasiado.?
Tritt era joven cuando se conocieron, claro. Era todavía tan infantil como para desconocer su papel, r su reacción ante el encuentro fue embarazosamente clara. Sus bordes se hicieron casi traslúcidos.
Odeen dijo, casi titubeando:
— No te he visto nunca con anterioridad, ¿verdad, amigo-derecho?
Tritt repuso:
— Soy nuevo aquí. Me han traído.
Ambos sabían exactamente lo sucedido. El encuentro había sido organizado porque alguien (algún Paternal, pensó Odeen entonces, pero luego supo que había sido un Ser Duro) pensaba que se compenetrarían, y este pensamiento era correcto.
No existía entre ambos una afinidad intelectual, naturalmente. ¿Cómo podía existir cuando Odeen quería aprender con una intensidad que lo excluía todo, aparte de la formación del tríade, y Tritt carecía incluso del concepto de la instrucción? Lo que Tritt tenia que saber, él ya lo sabía más allá de la erudición o de la ignorancia.
Odeen, excitado por el descubrimiento del mundo y de su sol, de la historia y del mecanismo de la vida, de todos los misterios del universo, a veces (durante los comienzos de su vida en común), se sorprendía hablando de ello a Tritt.
Tritt escuchaba con placidez, sin comprender nada, pero satisfecho de estar escuchando; mientras Odeen, sin transmitir nada, estaba igualmente contento de disertar.
Fue Tritt quien inició el acercamiento, impulsado por sus especiales necesidades. Odeen hablaba de lo que había aprendido aquel día, después de la comida del mediodía. (Su sustancia más espesa absorbía la comida con tanta rapidez, que les bastaba un sencillo paseo por el sol, mientras que las Emocionales tomaban el sol durante horas, enroscándose y adelgazándose como para prolongar la tarea de modo deliberado.)
Odeen, que siempre ignoraba a las Emocionales, se sentía muy feliz de estar hablando. Tritt, que los miraba con fijeza y en silencio, día tras día, mostraba ahora una visible agitación.
De repente, se acercó a Odeen y formó un apéndice con tanta rapidez, que chocó de modo muy desagradable con el área sensitiva de su compañero.
Odeen había hecho cosas así cuando era niño, naturalmente, pero nunca desde su adolescencia.
El apéndice de Tritt se quedó fuera, tanteando.
— Quiero hacerlo.
Odeen se mantuvo tan compacto como pudo.
— Yo no lo quiero.
—¿Por qué no? — preguntó Tritt, con urgencia—. No es nada malo.
Odeen dijo:
— Vamos, Tritt, necesitamos a una Emocional para hacerlo como es debido. No puedes negar la evidencia.
Tritt contestó
— Consigamos a una Emocional.
¡Consigamos a una Emocional! Los primitivos impulsos de Tritt nunca le daban opción a nada que no fuese la acción directa. Odeen no estaba seguro de poder explicar a Tritt las complejidades de la vida.
— No es tan fácil, lado — derecho — empezó con suavidad.
Tritt replicó ásperamente
— Los Seres Duros pueden hacerlo, tu eres amigo de ellos. Pídeselo.
Odeen se horrorizó.
— No puedo pedírselo. El momento — continuó, adoptando inconscientemente su tono de disertación— aún no ha llegado, pues, de lo contrario, yo lo sabría. Hasta entonces…
Tritt no estaba escuchando. Declaró:
— Yo se lo pediré.
— No — dijo Odeen, visiblemente alarmado—. No te metas en esto. Te he dicho que no es el momento. Tengo que preocuparme de mi educación. Es muy fácil ser un Paternal y no tener que saber nada, pero…
Se arrepintió en seguida que lo hubo dicho v, además, era una mentira. En realidad no quería hacer nada que ofendiera a los Seres Duros y perjudicara sus útiles relaciones con ellos. Sin embargo, Tritt no dio señales de haberse molestado, y a Odeen se le ocurrió que el otro no veía ningún mérito ni utilidad en saber algo que él no supiera y, por lo tanto, no consideraba su observación como un insulto.
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